Ohayo! En fin, no sé si alguien leerá esto pero...es mi primer fic, así que no seáis muy duros ^^U *Ojitos tiernos* ¿Algún Review para la principiante porfi?
Momoko:¡Sí, vamos! Dejadle algo a la pobre.
Yo: O.O ¿Y tú qué haces aquí?
Miyako: Venimos a ayudarte y a presentar el capítulo ^^
Kaoru: Bah, dejémoslo de una vez...Leed el capítulo y dejad comentarios, ya sean tomatazos o...
Yo: ¡PASTELES!
Momoko: ¡Sí! ¡Dadle pasteles, así yo me los comeré!
Yo: NO, son míos, envidiosa!
*Comienzan a pelear*
Miyako:Em...en fin, pues aquí va el capítulo, Kurai-chan es española, así que si no entendéis algo dejadlo en un Review y será contestado ^^
Kaoru: ¡Que empiece el capítulo de una vez!
CAPÍTULO 1
El viento azotó con más fuerza, Momoko notó como su pequeño cuerpo era agarrotado por el frío, suspiró mientras sus dedos prácticamente congelados buscaban las llaves de su casa, y con cuidado introdujo el objeto en la cerradura, entrando en su hogar.
-¡Onee-chan! ((Hermana mayor)) – Gritó la pequeña Kuriko.
-Buenos días, Kuriko, ¿qué tal has estado…?—Preguntó ella sin mucho interés descalzándose.
-Bien, oye, onee-chan, mamá y papá se han ido así que…¡Vas a tener que quedarte conmigo!
-¿PERDONA? – Gritó Momoko girándose de golpe y súbitamente interesada hacia la niña.-¡Acabo de llegar del instituto, estoy cansada, tengo frío y le he dicho a Miyako que iría luego a su casa! ¿Y me lo dices ahora?
-Bueno, papá y mamá me han avisado hoy también.—Se defendió Kuriko.
Momoko suspiró y, casi enfadada, subió a su cuarto, Kuriko le gritó algo desde abajo que ella no llegó a oír, se quitó la falda y la blusa del uniforme y los tiró al suelo para lavarlos después, cambiando la monótona vestimenta de todos los días por unos jeans y una camisa de color blanco, se miró al espejo y sonrió.
Los años habían cambiado a Momoko, que ahora era toda una mujer, esbelta, de piel suave, largo pelo anaranjado sedoso y brillante, ojos rosados sumamente expresivos…todo un sueño para los chicos de su curso.
Bajó las escaleras y cogió el teléfono mientras marcaba el conocido número de su rubia amiga.
-¿Miyako-chan?—Preguntó en cuanto alguien descolgó del otro lado de la línea.
-Momoko-chan.—Reconoció en seguida la muchacha, su voz suave sonaba alegre.-¿Qué ocurre?
-Me tengo que quedar a cuidar a mi hermana.—Explicó brevemente Momoko.—Siento mucho tener que cancelar nuestros planes…
-Oh.—Suspiró Miyako.—No pasa nada, supongo que Kaoru-chan pasará la tarde conmigo…
-Lo siento.—Repitió Momoko sintiéndose terriblemente culpable.
-Ya te he dicho que no pasa nada…Bueno, lamento dejarte, pero hoy voy a ir a ver a Taka-chan al hospital.—Explicó su amiga.
-Te gusta mucho ese chico, ¿verdad?—Inquirió Momoko con una sonrisita.
-Sí, quiero decir, no…no lo sé.—Reconoció Miyako acompañándolo todo de un suspiro.
-¡MOMOKOOOO!—Se escuchó el grito de horror de Kuriko desde su cuarto.
-Te dejo, Miyako, lo siento de nuevo…mi hermana me llama.—Se despidió precipitadamente la muchacha antes de colgar y salir corriendo.
Abrió la puerta del cuarto de Kuriko, encontrando a la niña sobre la cama señalando una pequeña arañita y gritando cómicamente.
"Baka…"
Pensó ella enfadada mientras pisoteaba el bicho.
Lejos, en casa de cierta rubia cuyo pelo es recogido en dos coletas, ésta enviaba en ese mismo instante un mensaje para decirle a su amiga Kaoru que la recogería en su casa.
Salió de su vivienda tras despedirse de su abuela, con un vestido azul con medias de color carne, abrigadas pero que no se notaban, unas botas altas de invierno y un abrigo completaban el conjunto de la muchacha, que caminaba tranquilamente, pisando los charcos que la lluvia había dejado de manera juguetona.
Finalmente, llegó al hospital, respiró hondo, pues allí se encontraba su primer amor y el centro de toda su confusión…¿Amaba ella a Takaaki?
Miyako soltó un exasperado suspiro…¡Por supuesto que amaba a Takaaki! ¿Verdad? Sus amigas decían que ellos eran la pareja perfecta, ella se preocupaba terriblemente por él y Takaaki agradecía esto, se suponía que ellos se casarían, tendrían dos hijos, un niño y una niña, una pequeña casita en el campo o en medio de la ciudad y un gato llamado Natsu. Ese había sido el sueño de Miyako desde niña.
Pero ya no estaba tan segura.
Miyako entró en el edificio y, como siempre, la recorrió una sensación de paz y tranquilidad propia de un hospital, las paredes blancas, las voces suaves…
Miyako sonrió a la enfermera de detrás del mostrador, la mujer que ya la conocía le devolvió el gesto con una mano mientras sonreía cálidamente, Miyako recordaba vagamente aquel pelo cano y los ojos verdosos que tan maternales le parecían, entró en el ascensor y pulsó el botón del segundo piso, en sus manos llevaba un ramillete de coloridas flores que resaltaban sobre su ropa.
Comenzó a caminar tranquilamente por el pasillo, los ojos de la chica estaban fijos en ninguna parte mientras abría la puerta blanca que daba a la habitación de Takaaki, el chico estaba tumbado en su cama, mirando la tele con los brazos tras la cabeza, Miyako sonrió ante la entrañable imagen.
-Buenos días, Taka-chan.—Saludó llamando la atención, la mirada azul del chico se cruzó con la de ella, y una amplia sonrisa se formó en el rostro de Takaaki.
-Buenos días, Miyako.—Ella se sonrojó un poco, la hermosa sonrisa de su amigo siempre tenía ese efecto en ella. La chica colocó las flores en el jarrón que la enfermera siempre dejaba preparado especialmente para ella. Prácticamente todo el hospital conocía ya a la hermosa muchacha.
-¿Qué tal el día, Taka-chan?
-Como siempre, ya sabes que no tengo mucho que hacer, pero tus visitas me alegran bastante.—Miyako volvió a sonrojarse mientras tomaba asiento a su lado.
-Una cada semana, quizá debería comenzar a venir a diario.—Comentó mirándole.
-¡Ah, no, nada de eso! Tienes que tener tu propia vida.
Pasaron tres horas charlando amenamente y riéndose por tonterías dichas, finalmente Miyako se despidió explicando que debía pasar a por Kaoru, justo antes de que Takaaki depositara un beso en la mejilla de ella que la dejó totalmente sonrojada. Miyako se fue y, nada más llegar a la calle, comenzó a caminar hacia casa de su amiga dando pequeños saltitos de felicidad.
Kaoru terminaba en ese momento de "prepararse" en pocas palabras, acababa de ponerse su inseparable gorra cuando sonó el timbre, ella llevaba unos simples pantalones negros y una camiseta verde con su amada gorra de éste color.
-¡Me voy!—Gritó mientras abría la puerta.
Sin recibir respuesta, salió al pasillo y bajó trotando las escaleras, Miyako la esperaba en la calle, sonriendo ampliamente.
-¡Kao-chan!
-¡Miyako, dijimos que solo me dirías Kaoru!—Reprochó la otra.
-Gomen, gomen…Kaoru.—Rió la rubia.
Comenzaron a caminar hacia el parque hablando de cosas sin sentido, deberes, exámenes, estudios…lo de siempre, hasta que, Dios sabe como, la conversación fue desviada hacia un tema más delicado y secreto. Quizá fuera al ver una antigua estatua erigida para las PowerPuff Girls Z.
-¿Recuerdas cómo era volar?—Susurró Miyako con un suspiro.
-Sí, pero eso no era lo más divertido…Lo mejor era zurrar villanos sin que ellos pudieran hacer nada.—Comentó Kaoru.
-¿y qué me dices de esos preciosos conjuntos?
-¿Preciosos?—Casi gritó la Power Puff Girl Z verde.-¡Tenía que llevar falda!
-Te quedaba bien.—Rió Miyako.
-¿Bien? ¡Já! Jamás volveré a ponerme falda.—Bufó la otra.
Hacía casi tres años que no peleaban con nadie, había villanos que simplemente se habían esfumado sin dejar rastro, como Fuzzy o Mojo, otros como Sedusa o el mismo Takaaki fueron devueltos a la normalidad gracias a un genial invento del profesor.
Nadie encontró a los Rowdyruff boys Z
Continuaron hablando hasta las ocho, cuando ambas se despidieron precipitadamente, dado que Kaoru no había terminado sus deberes para el día siguiente.
Miyako llegó a casa y, tras saludar a su abuela, se dio una relajante ducha, se puso su camisón de color azul claro y se metió en la cama dispuesta a dormir. Fuera llovía, a ella nunca le había gustado la lluvia, le traía malos recuerdos. Y otros eran, simplemente, confusos.
La rubia salió de su lecho para observar las gotas de agua caer sobre el cristal, aún recordaba el día en que se había torcido el tobillo en medio de una fuerte tormenta.
FLASHBACK
Tenía trece años, llegaba tarde a casa, había comenzado una fuerte precipitación y a la superheroína se le había olvidado el paraguas, Miyako corría hacia su hogar pensando en un chocolate caliente tras un relajante baño, tan perdida estaba en su imaginación que no pudo evitar resbalar y caer estrepitosamente al suelo.
Su tobillo comenzó a dolerle, un par de gotas saladas recorrieron sus mejillas seguidas de un sollozo, intentó levantarse, pero volvió a caer, llenando aún más su ropa de barro, pasaron cinco minutos en los que repitió la operación diez veces sin éxito alguno.
La sexta, justo cuando volvía a caer, unos fuertes brazos la sujetaron, Miyako se giró encontrando unos ojos azules que por un momento confundió con los de Takaaki. ¿Por qué no estaba él en el hospital? Hacía poco que había dejado a un lado su transformación causada por los rayos Z negros y tenía que descansar…
Sin embargo, aquel no era su amigo, se dio cuenta al fijarse mejor en los angelicales rasgos del chico.
-¿Estás bien?—Preguntó él.
-¿BOOMER?—Casi gritó Miyako tratando de alejarse, sin embargo él la tenía bien sujeta.
-¿Nos…conocemos?—Preguntó el villano, sorprendido.
-Eh…no, claro que no.—Dijo nerviosamente Miyako.—Solo te he visto en reportajes y…
-¿Bubbles?—Reconoció Boomer.
Miyako le miró, temerosa, y trató de alejarse de él aún más fuertemente, de forma que volvió al embarrado suelo, Boomer suspiró y tendió una mano.
-¿Para qué? ¿Para que me dejes caer y me humilles? O peor, ¿para llevarme con tus hermanos y hacerme cosas horribles? ¡No, gracias!—Dijo ella enfadada.
-No voy a hacerte nada malo, solo quiero ayudarte, y deberías tener más cuidado…Sabes de sobra que poca gente nos reconocería por los malos reportajes de la televisión. ¿A caso quieres que se enteren de tu identidad "secreta"?
-Ya lo has hecho tú, se lo dirás a todos.—Bufó Miyako mirándole con odio.
-No puedo ayudar a Bubbles…pero tú, si no me equivoco, no eres Bubbles.
Miyako se quedó de piedra, cosa que Boomer aprovechó para cogerla en brazos como si fuera una princesa de cuento, logrando que la ropa del chico también se embarrara.
-¡Espera! ¿A dónde me llevas?
-A tu casa, si me dices donde vives. Si no, al hospital para que curen ese tobillo.—Respondió el muchacho sonriente.
-Vivo tres esquinas a la derecha, el número diez.—Masculló la rubia nada feliz por revelarle su hogar a su enemigo.
Boomer no dijo nada, pero comenzó a caminar, Miyako se fijó mejor en los rasgos del Rowdyruff Boy, había que reconocer que tenía cara de angelito, con el pelo rubio, los ojos azules y esa leve sonrisa que le daba un aire inocente.
Cuando llegaron, Boomer la dejó apoyada contra la puerta y se dio la vuelta dispuesto a irse, sin embargo y como movida por un resorte, Miyako le agarró del brazo. El chico la miró, sorprendido, y ella se limitó a decir atropelladamente:
-Me llamo Miyako.
Él sonrió levemente y se acercó tanto que ella creyó que la besaría, se preparó para darle una bofetada en tal caso, sin embargo el chico se limitó a susurrar tan cerca de su oído que notaba su aliento:
-Tu secreto está a salvo conmigo.
Y salió volando, dejando una estela azul tras él.
El único problema era que, a partir de ese día, la chica no supo nada más de Boomer ni de sus hermanos, aquella fue la última conversación que mantuvieron antes de que desaparecieran sin dejar rastro.
FIN DE FLASHBACK
La Miyako actual soltó un suspiro y volvió a su cama, lo cierto era que aquello la había dejado confusa, Boomer no solo la había ayudado como un caballero, si no que le había prometido guardar su secreto.
-¿Pero qué estoy pensando?¡No puedo confiar en la palabra de ese idiota!—Se gritó a sí misma mientras cerraba los ojos decidida a dormir, aunque tardó tres horas más en lograrlo.
Mientras, Momoko preparaba la cena para su hermana pequeña, sus padres llegarían el día siguiente por la tarde, así que la mayor también tendría que ir a buscar a Kuriko al colegio al que la niña acudía. Suspiró pesadamente.
Kaoru tiraba de su pelo azabache incapaz de terminar un ejercicio de matemáticas que debía entregar el día siguiente.
-¡Maldición! ¿Por qué no lo haría antes?
Se dijo la muchacha mientras comenzaba a darse cabezazos contra la mesa.
El día siguiente sería muy duro para las tres…
