Disclaimer: Sigo sin ser J.K y la última vez que mire, en mi cuenta no había millones. Así, que por desgracia, los personajes y el potterverso no son mios, pertenecen por completo a diosa Rowling.
Esta historia participa en el reto Más de 1.000 historias del foro La Noble y Ancestral Casa de los Black. El reto elegido ha sido "Viñeta de emociones". Ha sido corregido por mi hermanita Adhy Rosier Moon Barigliessi.
Según mi word, la longitud de las tres viñetas es de 947 palabras.
No encontraba a Astoria. Se paró, obligándose a pensar, a pesar de estar en medio de una multitud. No podía haber perdido a Astoria.
A pesar de que la angustia estaba empezando a embargarla, Daphne cogió aire profundamente y cerró los ojos. Era un truco que le había enseñado su madre para concentrarse y recordar.
Había sentido la manita de Astoria en la suya, de eso estaba segura. Siempre cogía la mano de Astoria cuando se internaban en la multitud. ¿Por qué la había soltado? Las habían empujado, sí, pero había mantenido su mano cogida.
El puesto de cosmética. Allí había sido. Miró alrededor, el puesto estaba bastante cerca.
— ¿Astoria?
Nada, no veía a su hermana. Se fue alterando cada vez más. Frustrándose. Astoria sabía que no debía separarse de ella, sin embargo, la pequeña era tan curiosa que muchas veces se iba sin hacer caso a nada ni a nadie. Tenía que encontrarla.
Aunque tenía solo doce años, Daphne ya despuntaba con una belleza fría y sentía las miradas de los hombres sobre ella. Sin embargo, ese día parecía exactamente lo que era. Una niña de doce años desesperada. Varias personas le preguntaron y se prestaron a ayudarla, pero Astoria no aparecía por ninguna parte.
Se sentó en la acera, desolada, pensando cómo iba a presentarse en casa sin su hermana, cómo iba a explicarlo.
— ¿Daphne?
Levantó la cabeza y vio a Astoria delante de ella, mirándola con curiosidad.
— ¿Dónde…? Astoria, no debes separarte de mí— la abrazó con fuerza, la angustia que había sentido fue disolviéndose con el alivio.
— Fui al baño— La pequeña señaló una tienda— Y después compré algunos dulces.
— Vamos a casa. Y que papá y mamá no se enteren.
Emprendieron el camino entre la multitud, de nuevo sintiendo la pequeña mano de Astoria en la suya. Y la apretó fuerte.
