Habían pasado cinco años desde que dejó el instituto de los superdotados tras que el profesor Charles le diera aquellas pistas sobre su pasado en Cánada. Logan no había parado hasta encontrar algo que le dijera al menos quien realmente era. Aun así no encontró mucho, solo una estación secreta abandonada la cual contaba con muchísimas jaulas.

Logan se llevó la grande mano hacía su pecho donde debía descansar la placa con aquellos números y el nombre de Wolverine. No estaba, justamente hace cinco años se la había dejado a Marie con la intención de que iba a volver a ella.

Recordó a la pequeña mujer de diecisiete años de la cual se había enamorado años atrás y un sentimiento de angustia lo consumió al pensar que tal vez Marie podría estar odiándolo. No había regresado a ella.

A pesar de las pistas que Charles le había dado, esa no era la única cuestión por la que se había marchado lejos. La principal era, que se había enamorado de una preciosa jovencita. Y eso lo hacía sentirse como un maldito pedófilo, pues Logan era un estoico hombre de treinta y cinco años. O bueno, al menos esa es la edad en la que dejo de envejecer, a pesar de no saber con exactitud su edad, él sabía que era incluso más viejo que Charles.

Logan soltó el humo del puro y pensó que su Marie ya tendría veintitrés años ahora y debía de ser la mujer más hermosa y sana del mundo. Cuando la conoció a pesar de ser solo una adolescente, ella ya era demasiado hermosa y tentativa hasta el demonio. Logan estaba convencido de que si seguía cerca de ella, Wolverine no se podría controlar y acabaría diciéndole de una vez sus sentimientos por ella.

¿Tendría a alguien a su lado?

Logan apretó fuertemente la mandíbula, tanto que sus dientes rechinaron y sus falanges escocieron al querer darle paso a sus garras.

Ice boy.

Ese maldito chico que en cuanto llegaron los dos a la mansión, no le quitaba los ojos de encima. Aun así, esa parte instintiva y llena de celos le respondieron que la única persona capaz de tocarla era él, por su capacidad de la regeneración. Cualquiera que quisiera tocar a Marie, la piel de ella absorbería la energía de su cuerpo hasta tal punto que podía dejarlos en coma y hasta matarlos.

Logan recordó las dos veces que Marie absorbió de él su energía y el cómo se transfirieron sus recuerdos y habilidades hacía ella. Eso lo había dejado algunas horas noqueado, pero gracias a la rapidez con la que sanaba había estado en perfectas condiciones después.

Marie ya habría salido para entonces de la preparatoria y hasta ya habría terminado la universidad. ¿Qué habría estudiado? ¿Se habría unido a los X men?

Una sonrisa melancólica floreció en su rostro y trato de imaginarla el como se debería de ver ahora. Su corazón se estrujó en su pecho al extrañarla tanto y tratando de despejar su mente de aquellas imágenes, decidió bajar de su camioneta y encontrar un lugar donde pudiera desahogarse y olvidar a la mujer que extrañaba infinitamente.

...

El club estaba lleno como de costumbre de moteros y traileros que pasaban solo para tomarse unas cuantas copas y pasar un rato de distracción. Aun así podías encontrar uno que otro hombre vestido elegante y otros que solo tenían la curiosidad de ver mujeres mutantes.

Moví mis caderas lentamente al ritmo en que mis piernas descendían y subían al compás de la canción que sonaba. Mi lugar de trabajo era en uno de los pequeños escenarios circulares y contaba con un cristal redondo que me cubría de cualquier toque curioso. Aquí no era conocida como Rogue o Marie, si no como Titania.

Era un tanto famosa aquí, inclusive un poco más que Rony, la metamorfo de color azul y Ángel que con sus alas blancas al mostrarlas le daban propina extra. Lo que me había hecho famosa aquí en el club y que atraía a más hombres era lo que yo llamaba mi maldición; mi incapacidad de ser tocada. Al parecer eso era lo que más les atraía, lo prohibido.

El club estaba oscuro y tan solo las luces estroboscópicas de colores saltaban como laceres entre los invitados hacía nosotras las bailarinas que nos encontrábamos en los escenarios. Olía al líquido vaporizado del glicol y glicerol de la maquila de humo y se combinada con el aroma del tabaco y el alcohol.

La canción se terminó y la puertecita de debajo de mi cristal empezaron a aparecer los billetes verdes. Sonreí a medias por la jugosa propina y pensé en que ya por fin completaría después de tanto ahorrar para comprar un auto de segunda mano.

La siguiente canción comenzó y con un ritmo más sensual que la anterior baile con más vigor. Con una mano sobre mi cabello fui bajando lentamente hasta donde se me fue permitido y volví a subir contoneando mis caderas siguiendo el ritmo. Sentía infinidad de miradas sobre mí, pero el tener los ojos cerrados hacía que disfrutara más de la canción. Me gustaba esta atención, porque me sentía poderosa y sexy, algo que nunca había sentido después de haber sido maldecida con esta habilidad. Sentía mi cuerpo recubierto de miradas y al menos eso era lo más cercano al ser tocada. Extrañaba la proximidad.

La canción fue llegando a su fin, y abrí los ojos sonriéndole a mi público de espectadores. Mi sonrisa se desvaneció cuando alguien que pensé que jamás volvería a ver y que había dejado una huella en mi corazón apareció en mi campo de visión, mirándome con expresión indescifrable.

...

El club al que acababa de entrar era un poco más decente de los que yo solía recurrir. Había montones de hombres disfrutando del espectáculo y las camareras en pequeños uniformes se paseaban de aquí por allá con las charolas negras. El lugar era grande y lleno de redondos escenarios en distintas secciones del espacio.

Busque a mi alrededor por la típica barra que seguramente estaría sola a comparación de las mesas del centro que brindaban una mejor visión de los escenarios y de las mujeres, y cuando la localice en un extremo me dirigí hacia ella.

El contenido ambarino de mi vaso inundo en mi boca y tragué amargamente tratando de ahogar así mis recuerdos de aquella mujercita. A pesar de tener los sentidos altamente mejorados, las canciones de este club no podían competir con lo ruidosa que era mi mente cada vez que recordaba a Marie. Era como si yo propiamente me traicionara, porque a pesar de los años y de la infinidad de mujeres con las que había estado la imagen de mi pequeña mujer aparecía recordándome lo que nunca podría tener.

El whisky fue absorbido por mi herida alma como si este fuera un bálsamo y le dije al hombre que se encontraba sirviendo las bebidas que me diera uno doble. Necesitaba dejar de pensar.

A pesar de los distintos olores provenientes de todos lados, uno en general captó mi atención. Un aroma que sin duda había guardado intachable en mi memoria. Me levante de un salto del taburete de la barra y no importándome un carajo deje el vaso de cristal cortado ahí.

La esencia de lavanda y miel… la esencia que recordaba en la piel de Marie.

Mis ojos buscaron como loco algún indicio de la mujer de cabello castaño y mechón blanco pero no encontraron nada.

¿Sería realmente ella, o mi mente ya realmente esta malditamente jugando con mi juicio?

Me concentre más en ese olor y lo separe de todos los demás que inundaban con más fervor.

Sin duda ahí estaba… Ligero, delicioso y completamente de ella.

Pero… ¿Qué hacía Marie en un lugar como aquel?

Seguí olfateando y rastreándolo hasta que el aroma se hacía cada vez más fuerte y paré en un grupo de personas que se arremolinaba cerca de un escenario diferente al de los demás. Este parecía una capsula de cristal y lo que había adentro parecía fascinar a los hombres. Me fui abriendo paso entre toda la masa de testosterona y al tratar de refutarme estos me observaban mejor y me rehuían. Al acercarme me quede mudo con lo que vi y pude sentir el cómo mi corazón se detuvo al instante.

Marie

La mujer que tenía adelante y dentro de ese campo de cristal era mi Marie, y… ¡Joder!

Mis ojos instintivamente viajaron a su cuerpo semidesnudo tan solo cubierto por unos pedazos de tela blancos y de encaje y el cómo contoneaba sensualmente las caderas subiendo y bajando sobre unos monstruosos zapatos de tacón.

Aquella Marie no tenía ni un gramo de la inocencia con la que la recordaba. A mi mente acudió una imagen de ella, de Marie de hace cinco años y maldije internamente.

Si antes era un endemoniado esfuerzo el tratar de no tocarla, hoy prefería bajar al infierno.

Su rostro había perdido todo rastro infantil y ahora una preciosidad de mujer había ocupado su lugar.

Tenía los ojos cerrados y parecía disfrutar de la canción, y cuando por fin pude salir de mi estupor. Los celos inundaron todo mi ser, mis falanges ardieron para dar paso a las garras y miles de preguntas se amontonaron en mi cabeza.

¿Cómo ella podía estar aquí, en este lugar?

Los espectadores al ver mis garras y mi posición a la defensiva e increíblemente furioso, retrocedieron de tal manera que el único observándola ahora ella yo.

La música cesó y por fin ella abrió los ojos con una sonrisa.

Pude escuchar su respiración atorarse en su garganta y el cómo su corazón palpitó frenéticamente. Sus hermosos ojos color café abiertos de par en par.

¡Como había extrañado tanto esos ojos!

"Logan" La escuché murmurar muy bajo a través del cristal.

...

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Natsby