¡¡Hola!! Cuanto tiempo… Bueno, lo primero de todo es una advertencia: este fic es AU, es decir, todos los personajes son de Bleach, pero no es el universo Bleach. En este caso es en el mundo normal y corriente, sin mucha imaginación. Así que siento deciros que no habrá peleas con hollows –aquí no existen- ni cosas por el estilo.
Una vez hecha la advertencia también debo decir que sé que tenía otro fic a medio que quité. Todavía sigue sin convencerme, pero éste me gusta mucho más y creo que está mil veces mejor. ¡Dadle una oportunidad!
Nada más, os dejo con el capítulo.
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I. Cinco meses fuera.
"Joder –pensó- joder, joder, joder…" pensó una y otra vez. ¿Cómo diablos era posible? ¿Cuánto tiempo llevaba fuera? La verdad es que hacía cinco meses. Era la primera vez que volvía de vacaciones, y volvería a marcharse en dos semanas, quizás tres si le permitían alargar la estancia.
¿Y todo para qué? ¿Para qué había ido a pasar las vacaciones con su familia en vez de quedarse con sus amigos, tal y como le habían pedido? ¡Decidido! Pasaría una semana, y la otra volvería para hacer lo que más le apetecía: no hacer nada. Y con su familia era más que imposible, su padre, su insufrible padre, le haría trabajar en alguna tontería, o lo que es peor… prefería no pensarlo.
Así que cogió un taxi, y se dirigió a su casa. El aeropuerto estaba bastante lejos, a una media hora de distancia en coche. Si, ese dinero estaba claro quién lo iba a pagar. Y no iba a ser él. Durante el transcurso de camino a casa sólo pensaba en todo lo que había pasado en esos cinco meses, sin lugar a dudas los mejores de su vida. Sonrió levemente, cosa que no hacía normalmente, pero ahí sentado solo, en el asiendo de atrás de un taxi podía cerrar los ojos y descansar, ya que en el avión un loco histérico no paraba de acosarlo. ¡Cómo estaba el mundo!
Cuando el coche paró en la puerta de su casa, suspiró. Otra vez en Karakura, otra vez con su familia. No sabía cómo decirles todo lo que había pasado en escaso medio año. Pagó al taxista y sacó las cosas del maletero. Se cargó como un árbol de navidad de regalos, que en este caso eran maletas.
-¡Ya estoy en casa! –gritó esperando que alguien acudiera y le ayudara con los paquetes.
Nada. Nadie salió corriendo, nadie gritó su nombre. No había pasado nada.
Frunció el ceño. Se quitó los zapatos, cogió las maletas, comenzando a farfullar insultos, maldiciones y amenazas. Hizo más ruido que un elefante en una cacharrería, pero no había nadie en casa y podía permitírselo. Al subir las escaleras y llegar a la puerta de su cuarto estaba cerrada. Soltó las maletas de golpe y abrió bruscamente sin mirar. Pero al entrar se quedó paralizado.
Una chica. Había una chica en su cama.
-¿Quién diablos eres tú? –le gritó mientras le señalaba con el dedo índice.
La chica era morena, con el pelo negro corto, lo miraba con unos ojos azul oscuro, que bien podían parecer violetas. Le sonrió abiertamente, se levantó de la cama, dejando ver un camisón amarillo claro, y aunque no tenía un escote realmente prominente, si enseñaba algo, pero lo que era peor, el camisón no dejaba mucho a la imaginación y a ella le daba igual.
-Debes ser Ichigo –le tendió una mano- he escuchado muchas cosas sobre ti y… -él le dio la mano- a priori son verdad.
-¿Qué? ¿Pero qué dices? –achicó los ojos, puso cara de pocos amigos- ¿y quién diablos eres tú y que coño haces en mi cuarto?
-Soy Kuchiki Rukia ¿no te habló de mi tu padre? –Ichigo negó con la cabeza.- Bueno –se encogió de hombros la muchacha- ¿Qué le vamos a hacer? –se desperezó y comenzó a hablar:- ya le dije yo a tu padre que no era buena idea quedarme en esta habitación que, al fin y al cabo es la tuya.
-Cuando vea a mi padre ya le diré yo si fue buena o mala idea –dijo por lo bajo mientras apretaba un puño.
-Así que, dejártela a ti no me costará más que unos minutos, por mucho que Yuzu me insistiera nunca me acomodé del todo…
-Muy bien, muy bien… -se rascó la cabeza, no le importaba nada en absoluto lo que le estaba contando, así que decidió cortar la conversación.- Te espero abajo, cuando este todo… listo, me avisas.
-Desde luego –Rukia quitó la sonrisa de su cara- Karin tenía razón…
-¿Con qué? –preguntó sin mucha importancia mientras se giraba, tan sólo por tener algo de educación.
-Con que tienes pinta de amargado, eres algo borde y… bueno ¿por qué vas tan chulito por la vida? –realmente había exagerado un poco las palabras de la chica, y también había omitido el detalle de lo enfadada que se encontraba Karin con Ichigo, pues a éste se le había olvidado por completo su cumpleaños.
-¿Pero quién te crees que eres tú para decirme todo eso en mi casa? –se enfadó.- Y además ¡Karin no diría eso de mi!
-Pregúntale –le dijo sin hacerle mucho caso y buscando algo entre sus maletas.
-¡Mírame cuando te hable enana malcriada!
-¿Enana malcriada yo? –se giró con un halo de malhumor a su alrededor.- ¡Serás…!
-¡Lo que sea! –cortó ese sinsentido de golpe, intentado que todo se acabara.- Me importa muy poco tu sólo sal de mi habitación cuanto antes.
-¡Eres un borde! ¡Niñato! –le gritó- ¡A mi me gusta esta situación tanto como a ti, pero al menos no miro a la gente como si le perdonara la vida!
-¡Pero eres tú la que estabas en mi cuarto!
-¡No por propia voluntad!
-¡Para gritarme así al menos tápate! –se mofó de ella, mientras la chica se tapaba con las manos.
-¡Pervertido!
-Te espero abajo…
Dejó las maletas en la puerta, y pisoteando los escalones de la escalera como si ellos tuvieran la culpa. Bajó y se dirigió directamente a la cocina a comer algo. Era media mañana, aún no había comido nada y para colmo se acababa de encontrar con una loca en su habitación instalada. El perfecto recibimiento.
"Kuchiki" pensó. Ese apellido le sonaba demasiado, pero no caía… ¿de qué le podía sonar? Se sentó en el sofá masticando en su cabeza todavía toda la información: una chica en su cuarto, ¿por qué diablos no le había dicho nada su padre? ¿Cuánto tiempo llevaba en su casa? ¿En su cuarto? ¿Durmiendo en su cama? Ichigo era muy celoso de su intimidad, en su casa, viviendo con dos hermanas y un padre algo trastornado, no era de extrañar que tuviera un cerrojo en su habitación. Él era el hermano mayor, sus hermanas dependían mucho de él, y por ende, el único lugar tranquilo de la casa era su cuarto, su adorado cuarto y ahora lo habían profanado.
Kurosaki Ichigo tenía veintitrés años, estaba en el último curso de universidad, y había decidido hacerlo fuera de casa, en otra facultad. "Por conocer mundo" dijo a todo el mundo, pero no era la única razón. Había elegido la misma profesión que su padre y parecía abocado a una monótona vida en Karakura, en la Clínica familiar. Pero sus planes habían cambiado, y en estas semanas de vacaciones tenía que hacer entender al cabeza-hueca de su padre y a sus dos hermanitas lo que significaba para él tomar sus propias decisiones.
-¡Ya está! –gritó la morena, interrumpiendo sus pensamientos.
Bajaba con un libro en la mano, al parecer era bastante grande. Pero el chico pensó que cualquier cosa en esas pequeñas manos parecería grande, pues la chica era más bien de estatura pequeña. La miró detenidamente, llevaba unos pantalones oscuros y una camiseta de manga corta con dibujo de un conejo. Tendría más menos su edad ¿y todavía llevaba camisetas de animales?
-Gracias –dijo secamente subiendo a su habitación, y mirándola de reojo.
Una vez en su cuarto, miró que todo estuviera en su sitio. Todo en orden. Se sentó en la cama, se puso las manos en la cabeza para aclarar rápidamente sus ideas y decidió acomodarse.
¿Quién se pensaba que era ese niñato? Si, era cierto que ella estaba en su cuarto, pero tío Isshin le había dicho que no pasaba nada, por mucho que la chica insistiese en que estaba mal, al fin y al cabo el chico no se había ido a para siempre.
La primera vez que Rukia vio una foto de Ichigo no pudo evitar pensar que era bastante atractivo. Y además, su padre no había perdido el tiempo diciéndole que estaba soltero, pues al parecer había roto con su novia hacía relativamente poco tiempo. Pero él no estaba en casa y ella nunca pensó que llegaría a conocerlo, pues su estancia, que iba a ser de un mes a lo sumo, ya se estaba alargando en tres. Pero no podía remediar sentirse como en casa, la familia Kurosaki eran tremendamente amables con ella, y además no había acabado con aquel asunto que le había llevado a Karakura.
Su nii-sama y Kurosaki Isshin se conocían desde antaño. De hecho, ella misma había conocido a la familia Kurosaki cuando también vivía Masaki, la madre de los niños, cuando Rukia tenía tan sólo cuatro años, pero no se acordaba casi de nada. Ella se había criado muy lejos de Karakura, que una vez fue el hogar de su familia, pues su hermano en la época en que murió su esposa se dedicó a viajar, llevándola a ella siempre consigo. Pero cuando ella contaba con dieciocho años se asentaron en Tokio, ahora tenía veintitrés cumplidos poco antes de llegar a la pequeña ciudad.
Los Kuchiki eran dueños, en las sombras, de la mitad de la ciudad literalmente, por eso su hermano viajaba mucho, pero nunca la había llevado con él, pues sus estudios eran lo primero. Pero hasta el día que la dejaron con la familia Kurosaki, casi toda su vida había sido tal y como su nii-sama la había planeado, salvo en una cosa, y por eso se encontraba en Karakura. Pero lo que su hermano jamás llegaría a entender es que le había dado libertad, pues Isshin, aunque tratándola como a una hija más, jamás le prohibió las cosas que su nii-sama si habría hecho.
Kuchiki Rukia se había criado en las mejores escuelas de Europa, América y Asia, siempre con su hermano detrás de la nuca vigilando sus pasos. Él quiso que estudiara una carrera universitaria, y eso fue lo que hizo. Cómo realmente daba igual lo que ella estudiara, pues la vida la tenía solucionada, estudió lo que quiso, y fue la primera vez en su vida que eligió algo: arte, ella adoraba el arte. No es que no fuera rebelde, como cualquier chica de su edad, o que no estuviera en descuerdo con lo que hacía su hermano con ella. Pero lo entendía, entendía la postura de criar a una hermana como a una hija, y respetaba la posición de su nii-sama en su vida, pues a sus espaldas había hecho y deshecho a su antojo. Lo único que realmente le disgustaba era que ahora, que por fin había elegido su futuro, él no lo aceptara y la mandara lejos de su ciudad, y de sus pocos amigos, para recapacitar.
-"Si es tan firme y estas tan segura, Rukia –le dijo- no te importará pasar un tiempo fuera meditarlo mejor. Pues, las decisiones bien tomadas no desaparecen con el tiempo."
Y ella aceptó el reto ¿qué más le daba esperar un mes? Nada en absoluto. Es más le venía incluso bien. Lo único que no entendía era porqué enviarla con la familia Kurosaki ¿tanto confiaba nii-sama en tío Isshin? Pero lo que realmente estaba ocurriendo era lo que Kuchiki Byakuya, hermano de Rukia, quería. Ella se estaba arrepintiendo, por eso estaba alargando su estancia, y él no decía nada en absoluto.
Al poco tiempo de estar sentada en el sofá leyendo atentamente un libro dedicado al Péndulo de Foucauld, al estilo de novela histórica, entraron por la puerta las dos hermanas de Ichigo. Karin llevaba cara de pocos amigos y Yuzu la miraba tristemente, seguramente se habría vuelvo a pelear.
-¡¡Ichi-nii! –gritó la pequeña al ver los zapatos del suelo.- ¿Ichi-nii está en casa? –preguntó a Rukia, y ésta asintió con la cabeza.
El reencuentro fue lo que ella esperaba, besos y abrazos. Hermanos cariñosos, como nunca había tenido en su vida, pues, lo máximo que había hecho su nii-sama al despedirla fue un leve cabeceo. Él era así, nada efusivo, un hombre frío en todos los aspectos.
Siguió leyendo, mientras escuchaba como los tres hermanos, todavía en el recibidor, se intentaban poner al día e intentaban explicarse porqué su padre no había dicho nada de la llegada del pelirrojo. "Así sería una sorpresa" fue lo único que Isshin pudo decir antes de que su primogénito le mandará volando a otra habitación de una patada.
En ese instante creyó que molestaba, más de lo que había molestado en toda su vida, así que sonrió, cogió su libro y se fue a dar una vuelta. Estaba muy acostumbrada a la soledad y no le daba miedo, de hecho, llegados a ese punto de su vida, se sentía cómoda sabiendo que sólo estaría ella.
Era sábado por la mañana. No tenía nada que hacer. Pasearía y volvería para comer.
Al poco tiempo de salir Rukia por la puerta comenzó a llover, de esa manera tan inesperada y loca que ocurre sólo en determinadas épocas del año señaladas. Y ésta era una de ellas. Así que la chica decidió resguardarse en una cafetería hasta que pasara tremendo chaparrón, así también podía leer tranquilamente.
En casa de los Kurosaki todos, salvo Ichigo, se comenzaron a preocupar por la chica, pero pronto entendieron que era mayorcita y sabría cuidarse sin problemas. Así que comenzó el tan esperado interrogatorio al pelirrojo ¡cinco meses sin volver a casa! El pobre iba a tener para rato, pero había algo que tenía que preguntar mucho antes de que comenzaran a volverlo loco.
-¿Cómo diablos me metes una chica en mi cuarto y no me dices nada? –gritó Ichigo a su padre que sonreía de oreja a oreja.
-Cualquier otro chico de tu edad estaría agradecido.
-Viejo pervertido…
-Además ¿no te dije nada de Rukia-chan? –Ichigo, con cara de muy pocos amigos negó con la cabeza. Estaba hablando con su padre y con Karin en el salón de su casa, pues Yuzu, al comenzar los gritos, se fue a preparar la comida.
-Te luces papá… -replicó Karin.
-Bueno, eso es lo de menos, ahora vive con nosotros y no sabemos hasta cuando se va a quedar –sonrió maliciosamente Isshin.- ¿Dónde puede dormir ahora? –susurró más para ellos que para sí mismo.- Ichigo ¡puede dormir contigo!
-¡Y una mierda! ¿estás loco o qué?
-Pensaba que te hacía un favor… -respondió su padre- con la edad que tienes y sin novia… ¡Masaki nuestro hijo no es normal! –se giró para llorarle al póster gigante de su difunta mujer que reinaba en su salón.
-Puede dormir con nosotras, papá –adujo Karin.
-Hm –se frotó la barbilla- si le dije a Rukia-chan que podía usar el cuarto de Ichigo era porqué la chica está estudiando no se que cosa y con vosotras no iba a poder…
-Entonces no se, puede dormir Ichigo con nosotras. Total, sólo serán unas semanas.
-¡Y una…! –su padre no le dejó replicar.
-¡Ya se! –gritó Isshin- podríamos adecentar el cuartito de abajo.
-¿El qué está lleno de todos los trastos que Yuzu usa para limpiar?
-El mismo, Karin.
-Si, una cama vale –respondió la chica.
-¡Pues vamos! ¡A ver si pudiéramos tenerlo listo para hoy! –gritó el padre de ambos- sino Ichigo dormirá en el sofá.
-Mira que siempre me toca a mi… -refunfuñó el pelirrojo.
Al poco tiempo de comenzar con el nuevo cuarto de Rukia, Isshin se marchó pues decía que tenía trabajo en la clínica. Sus dos hijos sabían que era mentira, pero no dijeron más.
-Oi, Karin –le llamó su hermano mientras sacaba escobas y cubos de la habitación-trastero y los ponía debajo de las escaleras- ¿qué hace la tal Rukia en casa? ¿intercambio?
-No, Rukia-chan ya acabó la carrera, y en eso es mejor que tu –golpe bajo.- Su hermano es Kuchiki Byakuya.
-¿Quién?
-Ya sabes, ése con el que papá se ve cada pocos meses…
-¡Ah! ¿el hombre misterioso?
-El mismo. Y claro, cuando Rukia-chan vino a Karakura, papá le ofreció la casa.
-Y mi cuarto –refunfuñó Ichigo.
-Al parecer viene de una familia con mucho dinero.
-¿Es una princesita? –preguntó con tono de burla.
-Si, al parecer se pasó toda la infancia viajando, y hermano es dueño de medio Karakura, más negocios en el extranjero.
-¡Vaya! ¡Con razón papá me la quiere endosar! –se rieron los dos.- Entonces, alguien como ella ¿qué hace aquí?
-No lo tengo claro, no es muy habladora. Pero según tengo entendido está aquí estudiando algo…
-¿Y está aquí por la cara?
-Creo que sí, papá sabrá… Pero no es mala chica, ya la conocerás. Es algo retraída, pero con el tiempo se abre más.
-Pues a mi me chilló a la primera de cambio –replicó el pelirrojo.
-Que raro, no la veo yo chillándose con nadie. La sacarías de sus casillas Ichi-nii ¿qué le hicieste?
-¿Yo? –gritó- ¡fue ella! Esa maldita enana del diablo… que por cierto, Karin, dijo que tú habías dicho de mi…
Pero en ese instante, sonó el timbre de la puerta principal. Y como la chica sabía perfectamente lo que venía a continuación en la conversación, decidió poner tierra entre su hermano y ella hasta que se le pasara. Así que decidió ir a abrir la puerta. Seguramente sería Rukia-chan, que se le habían olvidado las llaves, le venía genial, ya que tenía que decirle un par de cosas a la morena.
-Hola –saludó tímidamente un chico con gafas de sol, y el pelo rojo y cogido con una coleta.- ¿Vive aquí Kuchiki Rukia?
-Si, pero ahora mismo no está.
-Soy Abarai Renji, necesito hablar con ella.
-Claro, pasa, no creo que tarde mucho en llegar.
Mientras el recién llegado se quitaba los zapatos y le daba su paraguas a la chica para que lo llevara a un lugar para que se secase, Ichigo salió del cuarto para ver quien era el recién llegado.
-¡Tú! –gritó señalándole.
-¡Tú! –gritó también el otro chico haciendo el mismo gesto.
-¡Eres el loco histérico del aeropuerto! –seguía vociferando Ichigo sin cambiar de posición.
-¡Y tu eres el borde que no quería ayudarme!
-¿Qué diablos haces en mi casa?
-¡A ti no te importa!
-¡Es mi casa!
-Viene a ver a Rukia-chan, Ichi-nii –replicó Yuzu viendo que no se acabaría nunca la discusión, ya que había sido debidamente informada por su hermana.
-Lo que me faltaba hoy… la enana malcriada y el histérico del aeropuerto… -farfulló entre dientes el pelirrojo, que decidió ir al salón para vigilar de cerca al recién llegado.
-Abarai-kun ¿no? –le preguntó Yuzu por educación.
-Si.
-¿Quieres alguna cosa?
-No gracias –respondió sentándose en el salón, Ichigo hizo los mismo en el lugar opuesto para tenerlo cerca.
-¿Y de qué conoces a Rukia-chan?
-Bueno –miró para otro lado, como avergonzado- yo –hizo una pausa dubitativo- soy un buen amigo suyo.
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Bueno, para quien haya llegado hasta aquí ¿qué os parecido? ¿bien, mal, regular, peor? Espero vuestros comentarios. Ahora bien ¡que mal ha empezado la relación de Ichigo y Rukia! Aunque yo no me esperaba menos…
¡Ah! Este capítulo va dedicado a mis chicas de la PRDHA, que espero que pronto hagamos alguna maldad juntas.
¡Muchas gracias por leerlo!
