Disclaimer: Los personajes de Sailor Moon no me pertenecen, estos son propiedad de Naoko Takeuchi y por temas de inspiración, también de toei animation. Yo únicamente uso sus personajes con fines de entretenimiento, en este caso, un tanto pervertidos, pero vamos ¿a quién no le gusta una buena limonada?
Muy buenos días, buenas tardes, buenas noches, queridos lectores.
Como pueden ver, Srta. Inspiración se animó y al fin me ayuda a llevar a cabo todas las ideas locas que me quitan el sueño.
En esta oportunidad, quise jugármelas con un reto impuesto por mi misma.
Tal vez muchos -o pocos- de ustedes han leído "Una vida a tu lado" Allí escribí sobre la primera vez entre Darien y Serena, es decir, más o menos hace ya dos años atrás, por lo cual, mi ardilla pervert planteó una solución a tan antaño suceso xD
La cosa es simple, quise escribir un lemon con esa temática, pero ésta vez sería sólo con POV Darien, inspirado en lo que pudo pasar entre el capítulo 172 y 173 de la temporada Star -sí, ese capítulo donde Darien le regala el anillo de compromiso a Serena- así que bien, aquí me tienen, compartiendo la maldad que provocó el diablillo lujurioso pero romántico que entró a mi mente.
Debo señalar que tengo toda la intención de convertir este, por ahora, OS en un minific de tres capítulos ¿qué les parece la idea? díganme sus opiniones, por favor.
En fin, creo que después de esto no quiero volver a escribir lemon por un buen tiempo xD mis niñas en facebook soportaron mis constantes comentarios sobre lo difícil que se me hizo, así que probablemente esperaré el momento indicado para volver a retomar la temática, algo que ocurrirá tarde o temprano en "Mi segunda primera vez" -ups, spoiler (?)- jajaja
De Tokio de cristal por favor ni pregunten, estoy pasando por un ligero enfrentamiento con ese fic, así que lo tengo castigado hasta nuevo aviso, sólo cuando se ponga más fácil y esté de acuerdo con cooperar, volveré a relatarlo xD
Dedico este fic a todas las fieles mamochas que adoran la relación DxS tal y como la vimos en el anime, sabiendo que Darien no es frío, bueno, sí lo es un poquito, pero no con nuestra Serena, sé que muchas están de acuerdo conmigo en el punto de que él sólo necesitaba dedicarle palabras de amor a ella cuando estaban a solas y sin que nadie los molestara ¿cierto que sí?
Espero que se diviertan con la lectura tanto a como yo me divertí escribiendo.
¡Nos leemos abajito! ;D
El frío interrumpe mi lectura, por lo tanto, estoy obligado a darme pausa, levantarme del escritorio e ir a cerrar el ventanal que da a mi balcón. Pensé que hoy sólo habría lluvia, se supone que sería la última de este año y quería escucharla, pero como era de suponer, los meteorólogos tienen un amplio margen de error y sus predicciones para esta tarde resultaron ser equívocas. Ha comenzado a nevar.
No puedo negar el encanto que ahora hay sobre la ciudad. Los niños salen para hacer figuras de nieve, sus padres los acompañan, las parejas se abrazan en busca de calor, lo cual me recuerda que daría todo por tener a la mía ahora, pero sé que debe estar disfrutando de una rica merienda junto a su familia; la señora Ikuko en estos casos, comienza a cocinar cosas realmente deliciosas, por ende, Serena debe estar feliz.
Creo que es hora de dejar tanto estudio de lado, realmente necesito un respiro y nada malo ocurrirá si dejo de leer un momento, no es grave, debo saber ser más permisivo conmigo mismo para disfrutar de los simples detalles mágicos que ofrece la naturaleza, como lo es ver caer los copos de nieve sobre Tokio, llenándolo de un aura azulada y blancuzca, un deleite a la vista.
Pocas veces hago esto, pero marcho a la cocina para prepararme un poco de chocolate caliente, debo tener lo necesario para hacerlo si no me equivoco; por hoy dejaré mi preferencia al té.
Tomo la cocoa, la leche y el azúcar, comienzo a mezclar a fuego lento mientras el aroma embiste mis sentidos. Me trae dulces recuerdos, de los más dulces que puedo tener en mi memoria.
Busco algunos malvaviscos pero me arrepiento a medio camino, prefiero acompañar mi bebida caliente con un par de galletas, algo que no me haga sentir mal después.
Con todo preparado, preparo una bandeja con las cosas y voy camino al sofá. Dejo todo en la mesita de centro que tengo en frente y cambio de dirección para poner un poco de música acorde a lo que siento ahora, algo de piano está bien, me relaja muchísimo.
Ya escuchando las primeras notas de mis interpretaciones favoritas de ése instrumento, me siento en el sofá, tomo mi chocolate caliente y doy el primer y temeroso sorbo.
—Aún está muy caliente.
Mis labios apenas soportaron la temperatura excesiva, así que los refresco un poco al lamerlos rápidamente para así algo aliviar la molestia, pero el segundo sorbo tampoco tiene mayor éxito.
Dejo la taza sobre la mesa y espero unos segundos, entre tanto, cierro mis ojos y me dejo llevar por lo melodioso del ambiente que he creado para mí, pero dentro de los trazos que se dibujan en el negro lienzo de mi mente, falta algo, sé lo que es y por lo tanto, busco con desespero.
Abro mis ojos, me levanto del sofá y voy a buscar mi billetera, la cual se encuentra en el buró contiguo a mi cama.
La abro, remuevo un par de cosas allí guardadas y encuentro lo que quiero.
Ahí estás junto a mí, con tus mejillas ruborizadas y una sonrisa que no veo pero sé que estuvo ahí. La fotografía que observo es la única que nos hemos tomado donde nos encontramos así, besándonos con tal inmensidad, es por eso que la cuido con recelo, ese momento está oculto para los ojos curiosos, es sólo mía y por supuesto, tuya también.
Me apena saber que dentro de algún tiempo estaré obligado a estar lejos de ti, es lo único que logra deshacer mi sonrisa al ver su rostro.
—¿Cómo te lo digo sin herirte, sin hacerte sentir sola?
Todavía estoy a tiempo de negar la oportunidad que me dieron para estudiar en Estados Unidos, pero no puedo olvidar que la oferta es tan fructífera que imaginar no tomarla, me provoca un gran dolor de cabeza. Es mi futuro, tu futuro, el nuestro en comunión, así podría darte más de lo que ahora realmente puedo, sería una lucha diaria con tal de tener un mejor porvenir, porque más allá de las profecías que se han hecho sobre nuestro destino, debo tomar las riendas del asunto e imaginarnos en cualquier escenario, ya que y como sabemos, todo puede cambiar en tan solo un segundo.
—Tal vez debería decírtelo al entrar la primavera, a ti le gusta el sol, el calor, quizás sea ese el momento oportuno para confesarte todo, ahora no me hallo capaz.
Pero es que… es tan difícil, la lógica me dice una cosa, pero por primera vez, el corazón me indica completamente lo contrario.
Aunque no todos los sepan –y no tiene porqué- en este lugar tu esencia está en todos lados. En mi sofá, en el balcón, la cocina, incluso en el piso, lugar donde me has hecho más de un berrinche, pero también estás en mi ropa, la cual has ocupado entre juegos para "disfrazarte de Darien" pero lo mejor, tu aroma está entre mis sábanas.
No, no ha pasado "eso", pero en más de una ocasión, tú has venido a estudiar conmigo a solas, pero como única que eres, piensas que estudiarás cinco horas en realidad terminas durmiendo cuatro horas y media. Según dices, mi cama es tan ordenada que le dan ganas de destrozarla rodando y rodando en ella, sabes que eso me saca de quicio, pero el verte voltear de lado a lado como si fueras una pequeña gatita, me hace olvidar cualquiera de mis tan acentuadas manías.
Las primeras veces que eso ocurría, yo dormía un rato en el sofá y no había problema, pero fue pasando el tiempo y con esto, la distancia se nos hacía intolerable.
Ya muchas veces hemos visto el atardecer desde mi cama, abrazándonos con desmedida intensidad, sin dejar que nos separemos ni un solo centímetro.
He suspirado sobre tu cuello, besado tu hombros, acomodado mi cabeza en tu cálido pecho, donde oigo el palpitar del corazón que ha decidido amarme tal y como soy, sin pedir nada a cambio, sólo por el gusto de amar.
Recordar todas esas tardes que pasé al compás de tu respiración, desequilibra por completo el mundo externo que hice en tu ausencia, donde mi mayor cobija era la lectura, el arduo estudio, donde podía sentirme en paz, pero seguir ese camino en este minuto es lo que justamente arrancaría esa sensación en mí. Sin ti a mi lado, Serena, no podré sentir paz.
—¿Decirte que volveré pronto, que jamás sería capaz de olvidarte?, ¿Jurar que no habrá nadie más que me interese?, ¿Amarrar tus oídos a mis labios y susurrarte que te amo más que a mi vida?, ¿Prometer que pasaré cada segundo disponible anhelando enredarme en tus cabellos? ¡Cómo decírtelo, Serena!
Creo… que en cualquier momento voy a enloquecer.
—Deberías dejar de hablar solo y decírmelo así tal cual
No fui capaz de escuchar el sonido de la puerta al abrirse.
Volteo y te observo, no lloras, yo tampoco lo hago, pero sé que en cualquier momento, el nudo que hay en nuestras gargantas se desatará y nos llevará a lo incontrolable.
—No te escuché entrar —bajo mi cabeza y llego a mis pies, avergonzado.
—Cuando venía para acá, me encontré con Andrew y me habló sobre tu gran noticia —en tu voz no hay reproche, pero sí tristeza.
—Lamento no habértelo dicho yo —la observo y noto cuan cristalizados están sus ojos.
—Lamento lo mismo.
Inmóvil en el pasillo, me observas de manera tal que dejas a tu mirada hablar por si misma, duele.
—Entra, por favor —suplico como el hombre arrepentido que soy en este momento.
—¿Por qué justo ahora, Darien? —no te mueves, sigues ahí, pero niegas una y otra vez mientras veo correr la primera lágrima sobre tu mejilla.
—¿Qué? —veo como retuerces tu mano y la empuñas, realmente debes estar sufriendo.
—Creí que íbamos a poder estar más tranquilos, sin temer tanto por lo que sucediera, no sé, ser una pareja normal —sollozante, has replicado el mismo pesar que tengo.
—Serena… estoy pensando en un mejor futuro para ambos, sabes que quiero lo mejor para nuestras vidas y tal vez debamos cruzar por un último gran esfuerzo para lograrlo, entiéndeme por favor.
Te quedas en silencio cuando justamente esperaba una respuesta, no sé qué esperar.
—Darien, no me tomes por egoísta, sabes que siempre he querido lo mejor para ti —al menos ya puedo escucharte más calmada, me tranquiliza.
—Sé que no lo eres.
—Pero te irás en primavera, cuando todas las parejas comparten una fresca tarde paseando por el parque, teniendo una cita, donde sólo importa estar juntos —no sigas…
—Volveré, Serena, te lo prometo —no puedo decir mucho más por ahora.
—No quiero hablar más sobre eso… prefiero que me des los detalles cuando lo tenías pensado.
Caminas unos cuantos pasos hacia mí, yo, inmóvil, impotente al no poder decirte lo que pronuncié a viva voz estando solo, detesto bloquearme de esta forma, pero lo hago con tal de lo herirte, porque sé cuan fuerte absorbes cada una de mis palabras, temo no encontrar la oportuna ahora y lograr empeorarlo todo.
—Está bien, lo haremos como tú desees —tomo tu mano con suavidad, poco a poco entrelazo mis dedos con los tuyos.
—Al menos dame una pista de cuándo me lo dirás, algo para saber en qué momento me contarás todo —meneas tu mano con lentitud sin soltar la mía, sin embargo, aún no me miras.
Me veo obligado a improvisar algo digno para ti, para decirte cada detalle.
No será una cita, tampoco una caminata normal, debe ser algo distinto para ambos.
—Te llevaré a un parque distinto, a ese solitario al cual solemos ir a veces y cuando nos detengamos en el puente, te diré todo lo que necesites saber —con mi mano libre tomo tu mentón, te invito a subir la mirada para encontrarte con la mía—. Serena, lo único que puedo decirte desde ya es que no sabes cuánto te extrañaré.
—No comencemos con la despedida ahora —tus ojos suplicantes me dejan en silencio—, lo único que quiero es que todo salga bien y que cumplas todo lo que deseas para ti.
—Para ambos —también lo hago por ti, todo es por ti.
—Darien… —conozco ese tono de voz, algo quieres preguntar.
—Dime —te sonrojas, callas, pero te decides a hablar poco después.
—¿Puedo quedarme aquí esta noche? —recién ahora me doy cuenta. Vienes con un pequeño bolso en tus manos.
—¿Ocurrió algo malo en tu casa? —asientes con tristeza.
—Hoy estuve con las chicas durante el día y cuando volví a casa, supe que mi familia había salido de la ciudad por una urgencia… se llevaron a Sammy y a Rini, mamá pensó en dejarlos conmigo pero no pudo ubicarme, así que me dejó una nota diciéndolo y avisó que no estarían hasta mañana en la noche o tal vez hasta el domingo. No quiero estar sola en casa, me da miedo, así que pensé en ti —titubeas, pero lo dijiste de todas formas.
—Te puedes quedar conmigo todo lo que quieras —deposito mi mano en tu cintura para después deslizarme por tu brazo hasta alcanzar el bolso que aún sostienes, lo tomo y dejo sobre la cama.
—Gracias —al haber volteado sólo pude escuchar tu voz, hecha un hilo por tu miedosa ternura infantil.
—¿Tienes hambre? —te miro y pregunto. Asientes y al fin sonríes.
—Un poco. Cuando me di cuenta de que estaría sola en casa, sólo tomé algunas cosas y las eché al bolso para venir de inmediato, así que no comí nada.
—Estaba tomando un poco de chocolate caliente ¿quieres? —palabra mágica "chocolate" cómo enciende eso tu sonrisa.
Me despido temporalmente de ti dándote un beso en la frente, camino en dirección al sofá, me detengo para tomar la taza que ya solo contiene un frío líquido, lo llevo a la cocina para calentarlo y también, preparar lo que te ofrecí.
Comienzo a preparar todo, te creí sentada en la cama, en el sofá, tal vez buscando el control remoto para encender el televisor o bien escudriñando en mis cosas, como déjame recalcar, siempre lo haces, pero hoy me sorprendes, de ti sólo siento tus finas manos aprisionando mi abdomen mientras dejas descansar tu cabeza en mi espalda.
—¿Tienes malvaviscos? —pequeña golosa, sabía que chocolate caliente a solas no iba a ser lo suficiente para ti.
—Los tengo acá, pero debes alejarte, Serena, estoy frente a la cocina, puedo quemarte sin querer —al percatarme que tus manos están tan cerca del fuego, debo pedirte distancia.
—No, estaré cada segundo que pueda junto a ti.
Apago la cocina rápido, dejo todo preparado a medias, doy la vuelta para observarte y me encuentro con la grata sorpresa de que me miras como pocas veces lo has hecho antes.
En ti hay una presuntuosa calma pero a la vez percibo otras cosas, una cierta profundidad que mantienes en omisión, pero resulta ser un grito de clemencia que escucho y atiendo… quieres que te bese y tal vez, algo más.
Acaricio tu rostro y no te dejo escapar de vista, me fascina ver cada uno de tus movimientos, los retengo para mí memoria para ir a dormir con ellos, pero hoy sé, no será necesario, pues tendré a la creadora de ellos conmigo.
Me acerco a tus labios con la lentitud que disfrutas, pero esta vez retrocedes un poco, regresas con fuerza y terminas por detenerte.
—¿Pasa algo malo? —me preocupa lo que veo en ti, creo que te sientes un poco incómoda.
—No es nada —tu voz lo delata todo, aún estás triste.
—¿Quieres que hablemos al respecto? —sabes que descubro que me acabas de mentir y sonríes resignada.
—Creo que Andrew me dijo todo lo que necesito saber por ahora —nuevamente esquivas la mirada, sin embargo, no me sueltas de tu agarre.
—¿Y qué fue lo que te dijo?
—Que tu tesis fue aceptada en una prestigiosa universidad del extranjero, que es una oportunidad única y sin duda estarías gustoso por marcharte un tiempo; no me dijo por cuanto sería, bueno, tal vez sí, pero no escuché con mucha claridad después de un rato —tu sonrisa se desvanece y vuelve a ti la melancolía.
—Es verdad, mi tesis fue aceptada en Estados Unidos y me invitaron a una gran universidad, pero no estoy gustoso al pensar en irme y creo que sabes bien cual es el motivo de ello —levantas tu cabeza, no te aventuras a decir que sabes a lo que me refiero, pero sé que lo tienes clarísimo en tu mente.
—Pero es tu sueño, jamás me atrevería a interferir en él, sería una mala novia y no quiero serlo —muerdes tu labio inferior y observas con culpa, no debes hacerlo.
—¿Mala novia? Serena… sabes que no es así —tomo tu ínfima cintura entre mis manos con suavidad, esperando que te dé confianza, claridad, por lo cual te atraigo un poco hacia mí.
—Sólo dame algunos días para asimilar todo, poder entenderlo bien y así estar lista para cuando debamos despedirnos —no me gusta el tono que usas para decirlo.
—Será un "hasta pronto", no un "adiós" definitivo —te lo aclaro desde ya.
—¿Realmente nunca me olvidarás? —exiges respuesta inmediata, el fervor de tu voz me lo indica.
—Jamás podría hacerlo —me lleno de esa manera de mirar, otra vez me pierdo en el mar de tus ojos.
—¿Juras que de verdad nadie más te interesará? —ese celo desatado en ti jamás desaparecerá ¿cierto?
—Lo juro.
—¿Me vas a susurrar al oído que me amas más que a tu propia vida? —ya lo entiendo todo…
—Esta noche lo haré hasta perder la voz —paso mi mano y acomodo un mechón de tu cabello para dejarlo tras tu oído, lugar donde dejo mi última respuesta.
—¿Prometes que pasarás cada segundo que puedas enredado en mis cabellos? —Serena…
—Lo haré —beso tu flequillo, en aquel lugar donde precisamente se forma un corazón, respiro, inhalo tu aroma a rosas, deleite para los sentidos.
—Quiero que esta noche cumplas con cada una de tus promesas y juramentos —tierna pero decidida, tu voz da vida a la insinuación más sensual que jamás haya escuchado.
—¿Estás segura? —me refugio en tu mejilla y susurro mi inquietud.
—Quiero que me ames como nunca lo has hecho antes, no me importa lo que suceda después, esta noche quiero ser otra para ti, lo deseo con todo mi corazón —pequeña mía…
—¿Sabes que te amo con toda el alma? —pregunto antes de recorrer parte de tu cuello, dejando huella de besos en él.
—Lo sé —giras tu cabeza y me das más libertad para seguir recorriéndote, dejándome el paso libre para llegar un poco antes de tu hombro.
—Serena… quiero que esta noche sea mágica para ti y si realmente estás lista, seré quien tú desees —busco tu rostro, debo declararte esto cara a cara y que entiendas cuan importante es esto.
—¿Y tú, qué deseas? —es hora de que te demuestre que tu belleza para mí, no ha pasado desapercibida jamás.
—Deseo que seas mi mujer, amarte, besarte hasta que ya no podamos respirar, quiero nacer y morir en ti, quiero que seas mía por siempre, como yo soy tuyo por la eternidad.
Tu rostro estupefacto ante mi declaración solo expresa felicidad y es eso lo que siempre quiero crear en ti y esta noche no dudaré en demostrártelo.
Paso mi brazo por debajo de tus rodillas, te levanto y tú entrelazas los brazos alrededor de mi cuello, en el cual también dejas reposar tu cabeza, entregándote en confianza hacia el camino por el que te llevaré.
Nos guío hasta la sala, me acerco al interruptor y dejo que la luz que nos acompañe en esta ocasión sea tenue, así podré llenarme de tu luz, pero también adorar tus sombras.
Me detengo un segundo, tus pies tocan el piso como si este fuera de cristal, te dejo ahí para retirar tu abrigo, el primer obstáculo que considero para nosotros, el primero a vencer de los que vendrán. Me muevo con tranquilidad en dirección al perchero para dejarlo ahí, como también lo hago con tu bolso. Doy la media vuelta y te observo, sonríes plena y eso me hace sentir de igual forma, ahora más que nunca sé que lo que está sucediendo es correcto.
Regreso hacia ti, vuelvo a alzarte y te dejo caer cual pluma sobre nuestra cama, mi apología es correcta ya que eres tan delicada como una.
Te sonrío de manera cómplice, sin querer negar lo embelesado que me encuentro al verte tendida ahí, observándome con una confianza y decisión estremecedoras, mi dulce niña, no tienes idea de lo que desatas en mí.
Me acomodo a tu lado, flexiono el brazo y sostengo mi cabeza sobre la palma de mi mano, con la que tengo libre, desato el listón que ciñe tu cintura para después pasar a retirar cada botón de su ojal. En el recorrido palpo tu vientre al subir y bajar ansiosamente, creo que aún estás nerviosa, pero descuida, te llevaré a recorrer un mundo de fantasía que tiene tatuado tu nombre, el mundo que creo segundo a segundo para ti.
Tomo las mangas de tu blusa y la retiro lentamente, dejándola después al azar que tiene destinado, sólo sé que no te hace más falta y debe ser eliminada de tu piel, ya no necesita cubrirte ante mí.
Dejo que tus manos se desplacen sobre mi pecho, quiero que seas tú quien me desnude ante tus ojos, deseo que la entrega sea mutua y juntos recorramos a par este camino, es nuestra primera vez juntos, ambos seremos víctima de nuestra pasión contenida, ambos perderemos la razón y lo sé, probablemente sea yo el primero en caer.
Tus dedos juguetean con los botones de mi camisa, poco después tomas el valor para ir despojando a cada uno de su ubicación. Yo sólo te observo, te admiro, el sonrojo de tus mejillas color carmesí irradian infinita ternura, como lo es también tu belleza.
Facilito las cosas para ambos, así que una vez sin botón unido a su lugar, saco mi camisa y la dejo caer sin cuidado alguno. Me miras y tus mejillas toman un color más fuerte, sí, es la primera vez que me ves de esta manera, pero créeme, para mi tampoco es fácil dejar de evidenciar lo fascinado que estoy con lo que observo; aquél sostén violáceo, delicado, en extremo femenino, demasiado coqueto de hecho, es como si de cierta manera sabías, que en esta ocasión, iba a poder observarlo con total detenimiento.
—¿Nerviosa? —pregunto antes de seguir adelante con todo esto.
—No ¿y tú, nervioso? —otra vez mientes, lo sé.
—Sí ¡y mucho! —logré mi cometido, alivianar el momento para los dos.
—¿A qué le tienes miedo? —mostrarme vulnerable te ha dado un poco más de valor, eso hará que te desenvuelvas con más tranquilidad.
—No es miedo, es… —decirlo o no.
—¿Ansiedad? —diste en lo correcto.
—Serena, estoy seguro que queda muy poco de autocontrol en mí, no puedo seguir a tu lado sin querer avanzar más allá —observo la curva que crean tus pechos y simplemente agonizo por dejar que mis manos hagan lo que imploran.
Pestañeas rápidamente, pareces pensativa, pero finalmente te decides a besarme como, proviniendo de ti, jamás lo has hecho.
Te apegas a mi dorso y puedo sentir tus pechos chocar, mientras que tus labios me regalan el mejor de los besos que he experimentado, el cual me conduce al camino sin retorno, el de mi pasión reprimida que ahora se posiciona como suma prioridad.
Mis manos se vuelven intranquilas y libran una lucha contra los broches del sostén que cubre tus formas, pero no pasa mucho hasta que puedo deshacerme de él, lanzándolo tan lejos como pueda con tal de que no vuelva a aparecer aquí.
Hago una pausa sin misericordia alguna y rompo el hechizo de tu beso, ante mis ojos ahora están tus pechos descubiertos y pienso que a ti, perfectamente podría comparar la perfección con las pinturas majestuosas del arte de antaño. Quedo perplejo ante tal espectacular visión, atónito por la belleza de tu desnudez, eres una diosa, seguramente la propia Afrodita ha de envidiarte.
Mis labios imantados se dejan guiar y dominar hasta tu seno, dejo en el centro pequeños besos hasta decidirme qué camino emprender. Derecha o izquierda, cualquier elección será la afortunada.
Saboreo tus curvas color fresa, en mi boca explotan las ansias por darte placer y es así como poco a poco aumento la presión en ella, haciéndote despojar de un primer gemido, suave acorde como lo es tu voz. En tu otro pecho, mi mano recorre cada recoveco de su total, lo masajeo sin querer dejar escapar centímetro alguno, algo que comienza a hacer mi cuerpo reaccionar.
Puedo sentir como la creciente erección que me domina comienza incluso a molestar, pero debo tener cuidado, tendré que dar una última posibilidad a mi cabeza para llevar acabo sus decisiones, ya después no habrá oportunidad, pero antes de eso, te dejo bajo mi cuerpo con rapidez y destreza, será así como podré recorrerte tal y como deseo.
Desciendo a través de tu vientre hasta llegar a su parte más baja, lugar donde me encuentro con el inicio de tus últimas prenda restantes.
Tus jeans deslavados me dificultan ver lo que deseo, así que daré solución a eso en este preciso instante.
Desabrocho el único botón que existe en él y despliego la pequeña cremallera que hay abajo. Este contacto incentiva a que tus movimientos se vuelvan más activos, entre tanto, yo solamente me preocupo de retirar lentamente la prenda mientras a su paso descendente, recorro la amplitud de tus torneadas piernas, a las cuales y por primera vez, puedo observar en su completa extensión.
Vuelvo por el camino antes trazado, llego nuevamente a tu rostro expectante, te beso con tranquilidad al comienzo, pero tras dejar que mis dedos juguetearan con el borde de la única prenda que aún hay en ti, todo comienza a cambiar.
Siento el creciente calor que expele el centro de tu cuerpo al poseer mi contacto; vuelves a gemir, aún es suave, pero cuando comienzo a crear circulares movimientos sobre tu ropa interior, siento como tu cuerpo se estremece de manera alborotada, regalándome la humedad que has creado para mi llegada.
Tus manos viajan sobre tu vientre con tal de encontrar lo que, tanto para mí y para ti, es un tropiezo. Buscas mi cinturón y luchas por sacarlo, lo logras, pero sin duda el pantalón te da la guerra y no puedes deshacerte de él tan fácilmente, es por eso que decido levantarme un momento para ser yo quien termine todo. Saco lo que queda en mí con urgencia, ocasión que aprovecho para cuidarme por ambos. Busco en mi buró un condón y me preparo dándote la espalda; tal vez lo mejor sería poder sentirte de manera natural, pero debo ser responsable y en especial por ti, ya que en mi ausencia no quiero que algo ocurra sin que yo pueda estar ahí, en específico, si algún día vamos a tener un hijo, quiero estar junto a ti, desde su concepción hasta nacimiento.
—¿Qué haces? —me tomas por la espalda y besas mi nuca, Dios…
—Debemos ser responsables, princesa —tras inhalar profundo para concentrarme, respondo tu inquietud.
—No lo hagas, no es necesario —te apegas a mi rostro para decirlo—, hace un par de meses comencé a cuidarme, tranquilo..
—¿Por qué no me lo habías dicho? —río ante la grata sorpresa que acabas de darme.
—Era un secreto que sabía que iba a tener que contártelo dentro de poco —niña mía, jamás pierdes tu dulzura.
—Que traviesa, Serena —volteo rápidamente y te atrapo entre mis brazos, te hago caer a la cama de golpe y conmigo encima. No escaparás.
Esta vez me dispongo a saborear tu cuerpo por completo. Inicio por lo primero que me enamoró, tus ojos, beso tus párpados con suavidad para después pasar hasta tus mejillas y terminar en tu cuello, el cual y sabes, es el refugio que reclamé para ocultarme en él cuando fuese necesario, pero en esta ocasión no me dejo llevar sólo por su aroma, esta vez necesito hacerte sentir lo que realmente me provocas.
Muerdo con delicadeza aquella porción de piel delicada que se mantiene oculta por tu cabello. Reaccionas ante el nuevo estímulo, tu cuerpo da un pequeño salto, pero el profundo gemido que nace de tu pecho me dice que voy por buen camino.
Una mínima interrupción te desconcierta.
—¡Darien! —exclamas tan asustada que despierto de mi ensoñación de inmediato.
—¿Pasó algo? —creo ya haber abierto mis ojos, pero ante la oscuridad, sé que fue lo que te llevó a dar ese pequeño grito.
La luz acaba de irse y asumo que es por la gran tormenta que se ha desatado ya, es realmente curioso que por estos días el clima sea éste, más que la electricidad falle cuando sucede algo como esto.
Si bien aún no está del todo oscuro allá afuera, conozco tu miedo en estos casos, Serena. Te aterran las tormentas, el frío excesivo, el viento y la oscuridad, pero en mis manos está el poder cambiar ciertas cosas.
—Tranquila, pequeña —murmuro cerca de ti para intentar calmarte y parece funcionar algo.
En esta ocasión, una de las manías más marcadas que tengo, jugará a mi favor.
En mi buró siempre hay dos pequeñas velas rojas y por supuesto, cerillos para encenderlas, costumbre que tengo y cabe destacarlo, desde el día en que me dijiste que te gustaban las velas aromáticas con aroma a fresas.
Sí, estoy dominado por ti mucho más de lo que imaginas.
Enciendo dichas cosas y veo que tu semblante se muestra al menos un poco más calmo, claro, sin abandonar la coquetería que hay en ti en este momento.
—Velas aromáticas con aroma a fresas, pensé que habías olvidado que me gustan —sonríes, me reconforta, pero debo asumir mi debilidad y confesarla.
—¿Te das cuenta acaso? —te confundes y tomas mi pregunta como si fuese retórica, así que callas—, Serena, no hay momento en el cual no piense y me preocupe en ti, por consentirte como la niñita mimada que eres —jugueteo con la punta de tu nariz y la golpeo suavemente con mi dedo índice, instintivamente, tú cierras los ojos y vuelves a sonreír.
—Vivo molestándote con mis tonterías, lo sé —respondes con una entrecortada carcajada.
—Para mí es un gusto cumplir con cada uno de tus caprichos —fijo mi mirada en tu angelical rostro, mientras acaricio los mechones de tu pelo fuera de su típico lugar.
—Bueno, Darien… en ese caso te informo que tengo uno nuevo —aparentando seriedad, decides lanzar la premisa de tu real comentario.
—¿Y cuál es? —me entrego a tu juego, sé que no perderé ni perderás, ambos saldremos ganando sea cual sea tu decisión.
—Tengo frío y no acepto otro abrigo que no sea el tuyo —me sorprende tu audacia, pero vamos, sé que me encanta.
—A la orden —¿Qué más decir? Nada…
Debo reconocer que aunque me encantaría poder estar contigo tal y como estamos, la temperatura ambiental comienza a descender demasiado y por supuesto, no tengo oportunidad ni deseos de levantarme e ir a activar la calefacción, así que decido correr las cobijas y mantener al menos las sábanas para cubrirnos parcialmente, porque aunque sé que el calor que crearemos juntos será poderoso, no tengo intención alguna de que después de esto, termines enferma.
Te invito nuevamente a ser partícipe de mis sábanas, accedes gustosa y esperas mi incorporación, la cual llega sin demora.
Me enfrento al reto de empezar todo nuevamente, claro, una tortura, sí, cómo no…
Al menos ahora sólo queda una prenda por retirar y no justamente está en mí.
No soy completamente consciente de nuestra desnudez hasta que vuelvo a tenerte tan cerca, de que estás ahí para mí y yo para ti, decididos a amarnos por sobre más allá de lo que imaginábamos, pero sí deseábamos.
Ya no puedo seguir conteniéndome más, debo actuar de la forma en que nuestros cuerpos exigen, debe ser ahora.
Me pongo sobre ti para descubrirte. En tu piel reluce un lánguido resplandor plateado y dorado, uno por la tenue luz del exterior y el otro por la que tenemos cerca, mezcla que te hace lucir como una absoluta tentación, en la cual, ya caí.
Intento dejar el recuerdo de mis labios por cada recoveco de tu seda hecha piel. Paso nuevamente por tus pechos, me hago dueño de uno con mi boca a la vez en que el otro es presa de mi mano inquieta, tomando el área más sensible de sus dominios, aquél botón de rosa que se escabulle entre mis dedos
Bajo por el valle de tus pechos hasta besar tu ombligo, tu pequeña cintura y parte de tu espalda, la cual se arquea al ser el lienzo por el cual dibujo mi recorrido.
Topo con la única prenda que censura tu intimidad, la tomo y escurro por tus piernas, quienes se flexionan y posteriormente estiran para facilitar mi ambicioso deseo. Regreso mi atención hacia lo más privado de tu femineidad, lugar donde deslizo uno de mis dedos con tal de saber si estás lista para recibirme. Lo estás, pero para mí no es suficiente, en este momento sólo importas tú, el placer que yo en ti pueda crear.
Me decido a llevarte más allá de las expectativas, es por ello que me esmero mientras mi lengua asciende y desciende a través de tu privacidad ahora compartida.
Gimes de manera audible, me encanta, siempre fantasee sobre cómo serían tus maneras para demostrarme el éxtasis de tu cuerpo, pero quedé corto en imaginación, eres mucho más de lo que alguna vez pude pensar. Deleite, sensualidad desmedida, pasión.
Gozo el ferviente sabor que nace de tu interior, viniendo de ti, sabía que tendría un aroma incomparable, combinación de dulzor y juventud, de romanticismo y lujuria, de todo aquello que despierta ante mi presencia.
Quiero ser parte de ti antes de regalarte la experiencia de tu primer clímax, es por eso que guiado por el camino que ya recorrí anteriormente, regreso hacia tu cuello y si olvidé dejar un milímetro sin besar, esta vez procuro remendar mi error.
—Mi amor, quiero que esto sea lo mejor para ti.
Mi voz ronca, producto de la excitación, te estremece al punto de buscar mi aliento y mezclarlo con el tuyo que logra dejarnos unidos en un nuevo beso, uno más acalorado y exigente, casi al punto de la asfixia para ambos, con suerte nos separamos para inhalar algo del denso aire que nos rodea para así poder continuar.
Paso mis manos por debajo de tu nuca hasta llegar a tu cabello. Tal vez no te fijaste, pero ya descubrí la secreta técnica para formar tu peculiar peinado, así que sabiéndolo, te encargo la futura tarea de tener que rearmarlo, ya que en esta ocasión, deseo que tu cabello se deslice como oro líquido a través de las sábanas.
—Te ves encantadora —parte extensa de tu cabello cae hacia los costados de la cama y te hace lucir hermosa, como si fueras una criatura mitológica de la belleza encarnada.
—Mi Darien… —susurras tu dominio y mi nombre mientras jugueteas con mis oscuros cabellos, los cuales sé, te gustan ver revueltos tal y como se encuentran ahora.
Nos observamos en silencio al saber que el momento en que seremos uno solo se aproxima, veo en ti ese voto de confianza que me hace sentir sin igual y debo decírtelo antes de que después no pueda pronunciar palabra alguna.
—Serena… esta noche es la primera de todas las que pasaré contigo a lo largo de mi vida, mi lugar es a tu lado y el tuyo al mío —acaricio tu enrojecido rostro y comienzo a perderme otra vez en el brillo de tu mirada, hermosa mía.
—Esta noche sólo confirmaremos nuestro amor, Darien —tu voz aterciopelada repleta mi espíritu con su ternura, como siempre.
—No, mi vida, confirmamos nuestro amor ya hace mucho, en esta ocasión sólo nos amaremos de otra forma —no debe haber margen de duda para ti, no te amo únicamente por tenerte así ahora conmigo, te amo desde que fuiste la que hizo latir mi corazón en esperanza.
—Y estoy feliz de que seas el primero y único —esperas un nuevo beso, pero aún no podré dártelo, necesito responder a tan linda declaración
—Y yo feliz porque me dejes serlo —es ahora cuando me pego a tus labios otra vez.
Perfectamente alineado a tu cuerpo, puedo experimentar la inmensidad que crean nuestros cinco sentidos al estar sincronizados, poco a pocos tu aura y la mía se mezclan de tal manera que parecemos un único ser.
No existe nadie más en este universo aparte de ti y de mí, éramos dos, ahora seremos uno de aquí en adelante, por siempre, esa es mi promesa.
Tus movimientos demandan el siguiente nivel, para esto, procuro no dejar que todo mi peso descanse en ti, pero inevitablemente deseo estar tan cerca tuyo como me sea posible, así que sólo apoyándome en mi antebrazo izquierdo, busco el soporte necesario para poder seguir más allá.
Busco tu intimidad a ciegas, llego al punto en el cual te causaré algo de incomodidad y procuro advertírtelo.
—Princesa, quizás esto duela un poco y si llega a resultar demasiado molesto, debes decírmelo de inmediato ¿está bien? —tu respuesta se hace automática.
—No pasará nada, tranquilo —desestimas mi sugerencia y sé que lo haces por el anhelo de que yo también disfrute de lo que experimente, pero me importas tú, no deberías olvidarlo.
—Serena, es en serio, si en algún momento necesitas parar sólo dímelo, quiero que te sientas bien ¿prometido? —no dejaré de insistir hasta que accedas a mi petición.
—Te lo prometo —así me gusta y más si me lo dices entre risas, sólo espero que con lo que viene ahora, no desaparezcan del todo.
Desplazo mi erección hacia ti e intento acomodarme de la forma menos brusca posible, pero ya desde el primer roce entre nosotros de aquella forma, lanzas un apacible gemido que resulta ser el inicio de un constante jadeo proveniente de ti.
Me acerco más y encuentro la última barrera que me separa antes de convertirte en mi mujer, me veo obligado a ejercer presión, demasiada quizás, poniendo a prueba tu aguante.
En un segundo hiciste notar que no nos sería tan fácil esto, tu jadeo se incrementó y tomo carácter nervioso, quedo perplejo al no poder brindarte mayor ayuda, esto es difícil, nadie dijo lo contrario, pero ya verás que pasando esto, todo será mejor.
Estando seguro de no perder el punto de encuentro, busco tus finos dedos, deseando que se entrelacen con los míos.
—Toma mi mano, apriétala bien —accedes raudamente a mi orden, te aferras a mi mano y la aprietas con fuerza, no debo hacerte esperar más, sería hacerte pasar por una agonía innecesaria.
Empujo hacia tu centro y embisto de manera tal que al abrirme paso a través de ti, sea con el equilibrio justo.
Gimes con fuerza a la par en que ya me encuentro por primera vez al interior de tu cuerpo. Ahora es cuando dejas atrás una parte de tu historia e inicias una nueva, acabas de entregarme tu virginidad, tu primera experiencia íntima, un regalo único para cualquier hombre, pero cómo disfruto al saber que soy yo quien tiene el privilegio de estar aquí y no otro, ese será el gran karma de envidia con el cual deberé aprender a convivir.
Antes de continuar, me detengo para acostumbrarte a las sensaciones que experimentas, pero es ínfimo lo que puedo controlar al sentir como te contraes sobre mí, no puedo evitar dejar escapar un feroz gemido al notar cómo tu cuerpo me recibe, de mi pecho, nace el rugido de placer que estremece la barrera de nuestros sonidos.
Comienzo a agilizar lentamente las embestidas, pero por más que mi intención sea ser lo más suave posible, la fragilidad y liviandad de tu cuerpo se mece hacia arriba y abajo en perfecto compás de mis movimientos.
No sueltas mi mano y tampoco deseo quitártela, es así como tengo otra forma para descubrir cuan intensas son tus sensaciones.
Retorno a tus labios y esta vez los beso sin misericordia. Encarcelo tu labio inferior y lo muerdo con propiedad para después besarte con la intensidad que ambos deseamos. Nuestras lenguas se descubren como no lo habían hecho en ocasiones anteriores, bebo de ti aquél sabor a gloria que siempre posees, pero debo saborear más de ti, todo lo que pueda, todo lo que quiero.
Arqueo mi espalda lo más posible para regresar a tus pechos de miel, tus sensibles pezones rosa esperan mi llegada y los atiendo con la atención que merecen. Presiono suavemente uno de ellos entre mis dientes, gritas y yo lo hago en el interior de mis pensamientos, así que propino el mismo trato al pecho faltante, dejando mi húmedo paso por la cima de él.
Debo observarte, Dios... quiero ver tu expresión ahora.
Me levanto un poco y suelto tu mano por unos instantes, llevo éstas hacia tus caderas sin antes recorrer por completo tus kilométricas piernas. Allí te encuentro, con tu boca entreabierta en busca de aire, con esos dorados cabellos esparcidos en mi fijo horizonte, tus pechos se mueven de manera delicada e insinuante y tus mejillas rebozan un hermoso color rosa. Perfecta, eso eres, Serena.
Mi cuerpo comienza a moverse con cierta independencia, sabía que llegaría al punto en el cual iba a perder el control y cómo no hacerlo al estar intimando con la mujer de mi vida, mi mujer, mi vida, todo, en ti tengo todo lo que deseo y soñé tener.
Bajo un poco mi torso y me reciben tus cálidos brazos, en ellos encuentro hogar y reposo en él, mientras sigo haciéndote mía con la pasión que despiertas y elevas cada vez más. Tu abrazo me aprisiona de manera tal que caigo nuevamente en las redes de tu seducción, llenándome de esa manera de besar que tienes, pero… comienzo a notar algo distinto, te ladeas un poco y sin siquiera haberlo imaginado, me tumbas de espalda sobre la cama y te posicionas sobre mí.
—¡Serena! —admiro tus formas mientras intento asimilar el verte como te veo ahora.
—Déjame intentar hacer algo por ti también —dejas reposar tus manos sobre mi abdomen, te acomodas y comienzas a moverte de una manera que me deja sin habla.
No… no puedo dejar de mirarte, cielo, te ves hermosa, mi mujer divina.
De mí escapa un gemido angustiante, jamás pensé que me reducirías de esta manera.
La curva de tu cintura se encoje cada vez que te apegas a mi cuerpo, tus manos ejercen una presión dolorosamente exquisita en mi abdomen y en mis manos, tus muslos amenazan con despojarme de toda cordura.
Te mueves como si siempre hubieras sabido cómo hacerme enloquecer, debe ser producto de la cantidad de deseo presente y sin oportunidad de despertar a través de los ya dos años de relación entre nosotros, claro, cómo no haberme dado cuenta antes de que ya tu deseo nació y esperaba por mi reacción, por mi decisión, Serena, como agradezco que hayas llegado a mi hogar esta noche para demostrarme de lo que estaba dejando pasar, tal vez si hubiera sabido que sería algo tan inmenso a lo que siento ahora, probablemente te habría raptado con tal de conseguir esto antes.
—Serena… —mi voz en su más bajo registro es la muestra que necesitabas escuchar para saber que me estás enloqueciendo.
Me observas victoriosa y apresuras el vaivén de tus caderas, yo sólo atino a tomar tus muslos con mayor fuerza con tal de darte algo de estabilidad, pero para qué me miento, también lo hago para saber que eres tangible, real y que esto no es parte de uno de los tantos sueños en los cuales te hacía mi mujer. Eres verdadera, mía, sólo mía.
No lo soporto más, si sigues de esa forma sólo lograrás llevarme al fin y no lo deseo, hoy no, no antes que tú lo sientas, esto debe acabar aquí.
Te tomo con la fuerza que sé, nunca lo he hecho anteriormente. Me siento sobre la cama y te llevo conmigo.
Tus piernas quedan rodeando mi torso, tus labios se desesperan por encontrarme, los recibo y te vuelvo a besar con la exigencia que ambos requerimos, nuestros alientos se hacen uno, bebemos uno del otro y nos arrebatamos por el calor que logramos producir, un plus que acabo de descubrir cuando también se puede llegar a sentir tanto frío, irresistible.
Te hago presa de mis requerimientos, vuelvo a tomar tus caderas pero esta vez te moverás a mi ritmo, sí, soy un hombre extremadamente posesivo y dominante, hoy lo descubriste, por ti sería eso y mucho más, además no puedo dejar que te lleves la responsabilidad de esta velada, no, Serena, soy yo el encargado de darte lo que mereces, más si me has hecho el hombre más feliz por tan sólo saber que soy el que está constantemente en tus sueños.
Siento como tu humedad fluye sobre mí, como se me facilita cada vez más el llegar a lo más profundo de tus entrañas, como me deslizo a la perfección dentro de tu cuerpo, como si las dos piezas restantes de un rompecabezas al fin se hubieran reunido.
Lamento mi poca delicadeza ahora, Serena, pero tus pechos son embriagantes al punto de quererlos dentro de mi boca de tal manera que tal vez hasta te produzca dolor, pero cuando escucho tus constantes gemidos sé que lo disfrutas, ya voy entendiendo que a ambos nos gusta amar al extremo de la capacidad de nuestros sentidos, resultamos ser severos uno con el otro y sé que jamás será suficiente, siempre querré de ti más y más, nunca me cansaré de desearte más que el oxígeno que necesito para vivir, porque si la brisa no lleva tu aroma, será inservible para mí.
Pronuncias mi nombre, al principio de manera tímida, pero te vas desatando ante lo que recorre tu cuerpo, aquella electricidad que produce la estática que hace estremecer mi piel, la misma que te lleva a estremecerte y temblar estando sobre mí.
Te tomo de manera pesada y te dejo caer con toda la fuerza que puedas, sentirme aunque sea un milímetro más dentro de ti me deja sin aire, me da vuelta la cabeza, me hace perder la racionalidad de todo lo que me rodea excepto tu presencia. Eres mi mundo, mi todo, sólo existo para ti.
Puedo sentir como te contraes cada vez más, como tu cuerpo comienza a ser víctima de pequeños espasmos, tus piernas se tensan más, es hora de que puedas sentir cómodamente la experiencia culmine de todo el proceso.
Vuelvo a tomarte entre mis brazos y te dejo boca arriba sobre la cama, me posiciono entre tus piernas con velocidad para no perder el calor de nuestro contacto, el roce de nuestras pieles me deja palpar lo abultado de tu punto nervioso en su estado más susceptible, estás llegando a tu límite y eso hace avanzar el mío, el goce que me das al verte así es indescriptible, por ti recorro el universo de salto en salto, me acerco a una estrella y la tomo entre mis manos para entregártela y que se anide en tu vientre antes de explosionar.
Tus afiladas uñas se clavan en mi espalda, me rasguñas sin premeditación pero no saben cuan acertada es tu acción, sentirme también bajo tu dominio me vuelve loco, saber que entendiste que te pertenezco me llena de dicha.
Cual vampiro sediento de presa y sangre, me lanzo a tu cuello y lo vuelvo a morder, pero en esta oportunidad quiero que me escuches lo que tengo que decirte únicamente a ti.
—¿Ves lo que haces conmigo? —lamo el lóbulo de tu oreja tras plantear mi interrogante, paso mis manos bajo tus brazos y los deposito bajo tu nuca, mientras enredo mis dedos a tus cabellos de sol y doy pequeños tirones a éstos.
Has sacado el lado más salvaje y primitivo existente en mí, porque con tu hermosura natural puedes hacerlo, sólo tú, jamás nadie podrá igualar semejante proeza.
—Darien… yo... —te enmudeces al sentir la avalancha venidera, tranquila, tu jadeo al límite dirá lo que tu boca no puede pronunciar, ese es el idioma que deseo escuchar de ti ahora.
—Te amo —con esta frase albergada en tu oído, finalizo nuestra breve conversación.
Intentas decir un "yo también" pero en cambio sólo puedes mover tu cabeza de lado a lado, tiemblas con más fuerza, escucho como desatas el nudo que exploraba tu cuerpo por completo, al fin eres libre y dejas escapar el glorioso grito que me lo da a entender. Esto me lleva a seguirte sin temer, me tomo de la mano con la pasión y sigo embistiéndote con fuerza desmedida.
Tu desmesurada humedad me hace viajar al final. Aún puedo sentir las contracciones de tus paredes íntimas y tu aliento sobre mi rostro empapa lo último que va quedando de cordura en mi cabeza.
Me refugio en tu ceno buscando soporte, soy vulnerable ante ti, pero tú misma serás mi salvación.
Empiezo a sentir como mi cuerpo comienza a sentir un hormigueo, pero no es hasta cuando me libero el instante en que sé que ya no puedo dar un paso más.
He nacido y muero en ti.
Nos hemos vuelto uno.
Tus brazos me reciben nuevamente, en ellos busco aliento mientras aún permanecemos unidos por algunos instantes más, el sentirme dentro de ti fue algo que seguramente, ha inspirado a generaciones de artistas para crear las mejores de sus obras, no dudo que quien haya sentido lo mismo que yo, se convertiría en escultor con tal de inmortalizarte en una de sus piezas magistrales.
—Yo también te amo —ahora eres capaz de pronunciarlo, pero a mí me queda asentir como si fuera estúpido, incapaz de siquiera hilar un "sí", insisto, Serena ¿ves lo que provocas en mí?
Me cubres con la sábana que sólo tú sabía donde estaba ¿yo? ni idea, creo que con suerte pude mantenerme con vida.
Ahora te observo, la luz de las velas me dejan ver las diminutas gotas de sudor que bañan tu rostro, el cual me expresa su infinito amor de esa manera tan especial.
Me acuesto a tu lado y te acuno en mis brazos, apoyo mi mentón sobre tu cabeza y beso tus radiantes cabellos, mientras tú me abrazas rodeándome por la espalda a lo que dan el largo de tus brazos, besas mi pecho, donde el corazón que late por ti vuelve con lentitud a la normalidad y decides apoyar tu mejilla ahí. Necesitamos descansar, es evidente, pero ni siquiera el tiempo borrará lo que acabamos de vivir en esta fría noche, donde el mundo se detuvo y no existió para nosotros, donde solamente importábamos tú y yo, cuando la fuerte tormenta te atrajo hacia mi lecho en busca de compañía y algo más, donde lo he dado todo por ti al yo recibir todo de lo que hay en tu ser.
Fuego de luna plateada, alma mía en la vida del ayer y cuerpo mío en el hoy.
¿Bien? ¿Merezco aún autodenominarme como mamocha al límite?
Espero que si llevaron a este punto y sus teclados estén por sufrir fallas tras babear como yo lo he hecho, sea sinónimo de que les gustó lo que acaban de leer.
Por cierto, aprovecho de agradecer a cada persona que pasó por el OS "Un ángel entre rosas" Responderé el review de cada cual que tenga cuenta, pero en el caso de los anónimos y esperando a que pasen por aquí, les digo en este punto de encuentro que estoy muy contenta por sus comentarios y dichosa al saber que el mensaje que quise enviar fue bien recibido.
¡Infinitas gracias por todo ese cariño hermoso que hacen viajar a través de este portal!
Ahora espero sus comentarios aquí abajito, háganme feliz y déjenme saber si les gustó y en lo posible, háganme entender que no soy la única pervertida de este lugar xD
¡Los quiero mucho!
Gracias por permitirme entrar a sus mundos y robarles algunos cuantos minutos del día para leer mis historias.
Nos vemos próximamente en "Mi segunda primera vez" y en "Piso 15, residencia Tenoh" (el cual es mi mayor sacrilegio hasta el día de hoy, pero reconozco, disfruto en cierta medida)
¡Nos leemos, sayo!
