¿One Piece? Correcto. ¿Protagonista marine? Correcto también. ¿Un ambiente más oscuro de lo que pensaba? Pues por lo visto, pero voy a intentar acercarme al tono de One Piece :3


Miram se tiró contra la puerta como quien se aferra a un madero en un naufragio, pero se apartó por puro reflejo cuando una espada la atravesó y cortó el aire dónde ella había estado medio segundo antes.

-Recuérdame, Teniente Segunda Kamin, por qué nos han emboscado en una taberna. –Masculló, bloqueando una daga con su katana y agachándose para esquivar otro tajo.

Kamin se encogió de hombros, intentando forzar la ventana mientras esquivaba los golpes. –Yo la seguí a usted, Capitana. Parecía una taberna segura, pero que se llamara "La Tumba de la Gaviota" podría habernos hecho sospechar.

-Dita sea, tienes razón. –Suspiró, hartándose del jueguecito y guiando a su rival a un espacio despejado, saltando sobre una mesa para llegar a su altura y desarmándolo con un buen golpe. Justo entonces entraron los refuerzos por la ventana de Kamin y el combate terminó tan rápido cómo había empezado.

Minutos después se les acercaba un recluta con una carpeta a rebosar de papeles y Miram se apresuró a revisar los informes.

-La recompensa era poca para los crímenes que tenían, me temo. –Suspiró. -Su presencia estaba haciendo mucho mal a esta ciudad y tenían ya varios homicidios entre manos.

Con un gesto, Miram le indicó a Kamin que podía firmar y se alejó a observar la taberna, indudablemente ya vieja. Desde que Kamin había ascendido a oficial, todo era mucho más sencillo. La vida en la Marina podía ser agobiante a veces, pero tener una segunda al mando capaz de lidiar con parte del papeleo le ahorraba muchos problemas. Sus pasos, inconfundibles, la avisaron de que ya habían terminado con el asunto.

-Ahora nos toca patrullar, me temo. –Le comunicó. -¿Nos traemos a los nuevos reclutas?

-Nos los traemos. Les vendrá bien aburrirse un poco.

Desde que estaban destinados a Loguetown todas las mañanas seguían el mismo esquema: varias horas de patrulla, la eventual pelea y captura de maleantes y piratas y luego a comer al cuartel. Era casi como unas vacaciones, al menos después de lo ocurrido la última vez en alta mar. Que sí, que le había permitido ganarse el ascenso a Capitana, pero había estado varias noches sin poder dormir y pasarse unos meses en tierra firme entrenando reclutas había sido un golpe de suerte.

Eso sí, esa tarde se la tomó por libre y cuando salió del cuartel lo hizo vestida con vaqueros y una sudadera común, dejando atrás las camisas blancas de los marines por una vez. Hacía una eternidad que no vestía como una civil y cuando había encontrado la sudadera en el fondo del armario lo había tenido claro: Iba siendo hora de tomarse un pequeño respiro y pasar revista a las librerías de Logue Town.

Lo primero que supo es que había pasado demasiado tiempo sin comprarse libros nuevos. En cuanto atravesó el umbral de la tienda y tuvo a su disposición varias docenas de estanterías no pudo evitar que la asaltaran los recuerdos de una vida anterior, de largas tardes de verano entre novelas y discutiendo argumentos con una personita a la que llamaba su hermana. A Lucy le había gustado leer tanto como respirar y había acabado atrayendo a Miram al lado oscuro, a las aventuras de piratas valientes que luchaban contra gobernantes corruptos en nombre de la libertad. A Miram aún le gustaban, en realidad, pero no estaba bien visto que un oficial marine leyese ese tipo de historias.

Eso sí, cuando un tomo concreto llamó su atención no pudo resistirse a acercarse y acariciar el lomo con un dedo. A simple vista no era más que una novela de aventuras como otra cualquiera, pero ella habría reconocido el título en cualquier sitio. "Leyendas de la Perla Negra" había sido el primer libro que se había leído más de tres veces y, por una vez, decidió dejar las apariencias al margen. Iba a comprárselo, aunque tuviera que esconderlo en lo más hondo del armario. Ya podía rozar el libro cuando este tembló un poco, antes de retroceder varios centímetros y dejar un hueco en el estante. No pudo evitar una maldición más bien poco femenina antes de dar la vuelta a la estantería.

-¿Miram?

La marine se quedó quieta unos segundos antes de abrir y cerrar la boca un par de veces. Se habría preguntado si estaba soñando, pero eso habría sido demasiado estereotípico. Se limitó a quedarse allí, de pie, mientras su mente se preparaba para dar saltos de felicidad. Habían pasado tres años.

-Lucy. –Susurró, y antes de poder apartarse tenía a una personita encima, abrazándola y amenazando con romper su equilibrio y tirarlo al suelo. Dada la situación, Miram no protestó, se limitó a dejarse caer sobre la alfombra y reírse a pleno pulmón como hacía siglos que no se reía.

-¿Cómo…?

-¡Miram! No sabes cómo me alegro de verte. ¡Ven conmigo!

Esa sí era su Lucy, eso desde luego. Tenían la misma edad y aún no habían cumplido los veinte, pero todo lo que Miram procuraba contenerse Lucy lo expresaba sin ningún miedo. ¡Si la vieran ahora sus reclutas, arrastrada por la calle con una sonrisa de oreja a oreja!

-¿Adonde se supone que estamos yendo?

Lucy se giró, literalmente dando saltitos. –A ver a mis compañeros. Nicole es un poco fría, pero te caerá bien. Y el capitán, Johan, es un trozo de pan.

-¿Capitán? Espera, Lu…

-Han pasado muchas cosas y tengo que ponerte al día. –Su tono no admitía réplica, pero yo intenté detenerme. Era mala idea, muy mala idea. Lucy era pirata, sí, eso ya era malo y en cuanto pudiera procesarlo le iba a dar un ataque. Pero ir a su barco…

Como si el destino quisiera ponerlas a prueba aún más, se oyó una explosión a lo lejos y Lucy, ajena al sentido común, echó a correr hacia el foco. Miram no tuvo más remedio que seguirla.


¡Y esto es solo el principio!