Bueno, eehh... La verdad, ni siquiera sé por dónde empezar xD

Yo sé que todos están tan tristes como yo porque terminó Free! ;-; así que es hora de sentarnos a llorar :C Nah, mentira. En fin, lo que les vengo a ofrecer con mi historia es una especie final alternativo, porque yo sé que a nadie le gustó que MakoHaru ganara (no es nada personal contra Makoto, pero RinHaru es la ley) y todos queremos seguir leyendo maravillosos relatos sexuales (?) y amorosos de esta queridísima pareja jijiji.

Aprovecho de dejar especiales agradecimientos a "Blair" y "Misila" por haberme alentado en hacer este fic y, en el caso de Misila, haberme dado permiso para hacer referencias a sus historias "Las cartas que nunca llegaron" y "Arte abstracto".

Es la primera vez que escribo un fanfiction, así que cualquier error que vean por ahí es inexperiencia (?)

¡Espero les guste muuuuchoooo! :DDDD

P.D.: Intentaré actualizar lo más rápido posible, lo juro :3


Prólogo

Haruka se dio cuenta de que lloraba cuando notó que dejaba de ver con claridad los objetos que tenía a cinco metros de distancia. Sentía que todo el sacrificio no tenía sentido, que sus esfuerzos no tenían sentido y, peor aún, su razón de existir no tenía sentido. No tenía fuerzas ni aliento para seguir corriendo, ya que el llanto consumía más de dos tercios del oxígeno que entraba por sus pulmones.

Un pensamiento tuvo lugar en la confundida y colapsada mente de Haru, y ese era que no había nada más deprimente que estar perdido en el medio de un bosque, con un Moscú nevado y en medio de un crudo invierno de menos treinta y cinco grados. No le importaba no saber dónde se encontraba, no le importaba congelarse, no le importaba nada; ya había perdido y sido traicionado por el mayor amigo, confidente y amor de su vida. Sólo podía mirar al gris cielo y pedir, a lo que fuere que estuviese allá arriba, una explicación para tan injusta y nefasta situación…

-O-

Capítulo 1

¿Sería la tenue luz que penetraba las cortinas o sería el olor a huevos fritos proveniente del pasillo? No lo sabía con certeza, pero estaba seguro que, cualquiera fuera el motivo, algo había interrumpido su placentero sueño. Haruka Nanase es la clase de persona que odia profundamente ser despertada, no importa si es Nagisa tirándose encima de su cama o la luz del día entrando por su ventana: nada debe detener su descanso. Luego de diez minutos intentando volver a dormirse, decidió que definitivamente no podría conciliar nuevamente el sueño, así que tendría que resignarse a contactarse con el mundo real; se calzó las pantuflas y fue hasta la cocina. Recorrió el pequeño trecho que había entre la habitación matrimonial y la cocina para encontrar a un muy ataviado Rin Matsuoka intentando cocinar huevo frito y salchichas para desayunar.

Haru y Rin vivían en Suginami, cerca de la avenida Nakasugi, sector no demasiado céntrico de Tokio pero que era cómodo por su relativa cercanía (diez kilómetros) del predio olímpico de la ciudad. A Rin le costó dormir en el living de la casa de la abuela de Nanase el poder elegir el departamentito; todo porque a Haruka no le gustaba nada vivir casi en el medio de la ciudad, pero no era mucho lo que podía hacer: Matsuoka era quien pagaba la renta. El departamento no era precisamente amplio, aunque tampoco era especialmente pequeño; lo suficiente para que una pareja viviera cómodamente. Tenía dos dormitorios (uno de ellos destinado a ser un cuarto de deporte), dos baños, un living-comedor y una cocina, todo eso en una sobria planta toda pintada de blanco. A pesar de no tener demasiado tiempo para decorar, el lugar era bastante acogedor e invitaba a un grato descanso.

-Se te está quemando.

-"Buenos días, Rin. ¡Oh! Buenos días, Haru, ¿qué tal dormiste?"- se burlaba el tiburón -"Mira, te estoy cocinando el desayuno" me parece una mejor forma de empezar el día- dijo con un deje de enfado.

-Pero, de verdad se te…- prosiguió extrañado Haruka.

En su irritación, el cocinero se giró para quedar casi frente a su adormilado interlocutor.

-Escúchame, creo que deberías… ¡Mierda!- exclamó cuando el humo del huevo revuelto había llegado hasta su nariz.

Intentó salvar el asunto con todas sus fuerzas, pero la naturaleza claramente estaba en su contra, por lo que su buena intención terminó por quemarse.

-Te lo dije- musitó con una sonrisa el delfín.

-Cállate… Yo sólo quería…- pero Haru le interrumpió para besarle la mejilla.

-Ahora cocino yo, ¿sí?

-Está bien…- se resignó.

Ya era mediodía para cuando habían terminado de comer y, apenas se habían levantado de la mesa, se dirigieron al sofá contiguo a la misma donde se recostaron a mirar el horizonte (o lo que se podía ver de él) de la cosmopolita ciudad.

-Qué maravilloso día para hacer nada…- dijo entre suspiros Rin, acariciando la negra cabellera de su novio.

Haru gruñía al mismo tiempo que se volteaba para quedar abrazado a su pecho en el diminuto espacio que había entre el pelirrojo y el respaldo del sofá.

-Es martes, tienes que…

-Ir a entrenar- se anticipó Rin -¿Sabes? Me parece injusto que tengas más días libres que yo- se quejó.

-Tú eras quien quería quedar de nadador titular- le recordó Nanase -,además, estamos en especialidades diferentes.

Rin bufó, a lo que Haruka respondió con una mordida en el cuello. Matsuoka intentó oponer resistencia, pero poco sirvió ante los encantos del delfín, a los cuales sucumbió con una sonrisa y un beso en la frente.

A pesar de todo lo bueno que le ocurría –y de lo cual estaba inmensamente agradecido- el pelinegro no podía evitar extrañar Iwatobi y la paz que le proporcionaba vivir en aquel pueblo. Tokio inevitablemente lo hacía sentir un extraño: una persona inapropiada en el lugar inapropiado, un extranjero en su propio país. Luego de dos años viviendo ahí, ya se había acostumbrado a las particularidades y rarezas propias de la gran metrópolis, como la extrema frialdad, la individualidad y el egoísmo.

Luego de vestirse y alistar su bolso, Rin estaba en la puerta del apartamento calzándose sus zapatillas para encaminarse a su entrenamiento.

-Hay días en los que realmente preferiría quedarme en casa…

-Si te da tanta pereza, pues quédate- respondió Nanase, aludiendo a la obviedad del asunto.

-No es pereza; son ganas de quedarme contigo- le corrigió Rin.

Haruka abrió los ojos de la sorpresa, los cuales inmediatamente entrecerró para ladear un poco su cabeza y fruncir el ceño, cosa de no dejar a Rin ver sus mejillas sonrojadas. Por su parte, el pelirrojo se estaba colocando su sudadera y, al voltearse, notó la reacción del chico, lo que le provocó una disimulada risa, acto seguido depositó un beso en la comisura de los labios de Haru junto con una caricia en la mejilla derecha.

-Te quiero, Haru- le dijo despacio, recibiendo como respuesta un imperceptible gemido.

Y así, el tiburón abrió la puerta y desapareció tras ella camino a su entrenamiento.

-Rin-rin…- decía Haru mientras su novio cerraba la puerta.

Ahora, habiéndose ido Rin, tendría que lavar los platos. "Eso podrá esperar"- pensó al tiempo que se dirigía al gran reproductor de música del living para colocar alguna canción de fondo mientras se echaba en la alfombra a reflexionar y mirar a la nada un rato. Ya recostado, sonaba "In My City" de Ellie Goulding.

-O-

Rin Matsuoka es la clase de persona que no puede ir a ninguna parte sin su iPod; sencillamente, no vive sin música. Fue él quien de hecho influenció a Haruka, que nunca tuvo especial inclinación por el arte de los sonidos, sin embargo la música de Rin despertó esa área de su ser, y ahora vivía bajo las mismas condiciones de dependencia. Consecuentemente, habiéndose apenas subido al ascensor, el pelirrojo sacó el aparato de su bolsillo, seleccionó la lista de reproducción para entrenamientos y dejó a la música hacer lo suyo. Escuchaba "Beautiful Life" de Armin van Buuren.

El día estaba bastante soleado pero no demasiado caluroso, de hecho, era uno de esos días que recordaba más a la primavera que al verano; una suave brisa corría desde el este y refrescaba bastante el ambiente. Así, con unos agradables veinticinco grados, Rin comenzó a trotar en dirección a la parada de autobús. El departamento estaba ubicado en un pequeño edificio que tenía salida a una angosta callecilla que desembocaba en la autopista que llevaría al nadador hasta el predio olímpico. Era un barrio bastante agradable para habitar: no había demasiado ruido, estaba bien conectado con todo, era seguro y tenía mucho verde, cosa que se agradecía tremendamente en una ciudad como Tokio. Matsuoka atravesaba con toda naturalidad y sin demasiada detención aquel recorrido que realizaba cinco veces por semana (a veces seis, dependiendo de la intensidad de los entrenamientos) y, mientras lo hacía, sentía que el día de hoy iba a ser un tanto particular. Sin saberlo, estaba en lo correcto.

Al llegar a la parada, se sentó en la banca a esperar su autobús. Mientras tanto, comenzaba a observar a la gente que pasaba, los autos que viajaban a quizás qué velocidad y a las diversas nubes que surcaban ese azul cielo de día martes en pleno agosto, cuando en eso, apareció el autobús. Una vez adentro, Rin no pudo evitar ponerse a pensar en lo mismo de siempre: ¿Qué pensaría su padre de él, ahora que estaba en la división olímpica nacional y que había recibido un sinfín de propuestas para desarrollarse en Australia?

"Espero estés satisfecho…"

Pero, contra todo pronóstico, había preferido quedarse en Japón, no porque a él no le gustara la idea de desarrollarse fuera del país, sino por Haru.

"Haru…"

Había sacrificado gran cantidad oportunidades por Haruka, porque sabía y entendía que para él ya era un gran paso dejar Iwatobi, ni imaginrse qué sería irse de Japón. Nanase se adaptaba con dificultad a los cambios, más aún si ellos implicaban un cambio idiomático. Rin recordaba con gracia aquella vez que fueron a Sídney antes de las finales nacionales, ya que Haru había tenido que arreglarse como podía con su precario inglés, lo cual, por supuesto, le había traído unas cuantas incomodidades y malestares. Sí, había sido gracioso por unos días, pero ¿qué sería del pequeño delfín una vez abandonado su nicho nipón para emigrar al extranjero? Claramente no sería tarea fácil.

"Sólo quiero lo mejor para él..."- dijo el pelirrojo para sus adentros, mientras seleccionaba "Your Eyes Open" de Keane.

-O-

"Unos metros más, sólo unos metros más…"

Rin necesitaba respirar y lo necesitaba con desesperación. Una sonora exhalación se escuchó apenas el nadador sacó la cabeza del agua.

-¡Excelente tiempo, Matsuoka!- gritó el entrenador al agotado tiburón –Si sigues así, es probable que rompas tu record de las olimpiadas en Rio- ultimó satisfecho el hombre, a lo que Rin respondió con una media sonrisa.

Ya recuperado el aliento, se apoyó en el borde de la piscina y divisó dos figuras humanas que se encontraban en una de las graderías junto con el director del Comité Olímpico Japonés. Lo primero que notó de estos hombres fue que no eran japoneses. "¿Otra vez reclutadores australianos? Es la cuarta vez que vienen, ¿no se cansan de que les diga 'no'?"- pensó algo molesto y se sumergió unos segundos en el agua. Al salir, se había dado cuenta que el director y los dos hombres ya no estaban. "Deben haberse ido"- se dijo, y salió de la piscina algo más tranquilo. Se acercó a las bancas que se encontraban cerca de la puerta de entrada al recinto para buscar su toalla y secarse.

-¿Te tomas un receso?- preguntó con ánimo el entrenador.

-¿Uh…?- la pregunta pilló desprevenido a Rin, quien se encontraba distraído pensando aún en los supuestos reclutadores.

-Que si te vas a descansar- repitió con gracia.

-¡Ah! Sí… la verdad es que estoy un poco cansado- respondió sonriente.

La verdad, Rin había decidido dejar de nadar por la incomodidad que le provocaba la presencia de estos hombres que, según él, nada bueno podían significar, aunque… ¿Por qué necesariamente vendrían a buscarlo a él? Era absurdo pensar algo así, sobre todo teniendo en cuenta que no era cualquier equipo, era el Equipo de Natación Olímpico.

-And here he is!- escuchó Matsuoka a sus espaldas.

Giró su cuerpo en la dirección de donde provenía la conversación, pero antes de que pudiera siquiera terminar de moverse, el más gordo de los hombres hizo ademán de darle la mano.

-Vitaliy Leontyevich Mutko, ministro de deportes de Rusia- saludó en un fluido inglés -. Un gusto.

Rin movió torpemente la toalla que aún tenía en las manos hacia su hombro derecho para corresponder el saludo cuanto antes. No había terminado de digerir la información cuando el segundo hombre le saludó.

-Aleksandr Dmitrievich Zhukov, presidente del Comité Olímpico de Rusia- dijo acercándole la mano en una casi imperceptible reverencia, con un inglés algo más oxidado.

"¿Rusos? ¿Qué? ¿Por qué?"

No, Matsuoka definitivamente no estaba entendiendo nada.

-Rin, estas honorables autoridades están muy interesadas en tus capacidades- decía con una amplia sonrisa el homónimo del comité olímpico local.

-La verdad es que estábamos muy ansiosos por conocerte finalmente. Hemos visto tu participación en Rio y nos has parecido deslumbrante- comentó el ministro con entusiasmo.

-Perfecto, diría yo- exclamó su acompañante.

-Ah…

Rin aún no podía ordenar las ideas en su cabeza con claridad. Sabía que había quedado como un maleducado y estúpido luego de aquella respuesta, pero realmente no hubo nada más que pudiese articular.

-Pobre chico, ha quedado desconcertado con la noticia- observó entre risas Vitaliy.

"Vamos, imbécil, ¡di algo!"

Por supuesto, su boca no obedeció, y en respuesta se rio de forma nerviosa y se llevó el brazo izquierdo a la nuca. "Genial. Estúpido"- se dijo con resignación.

-Por cierto, ¿qué hay de Garuka?- preguntó algo extrañado Aleksandr.

-Haruka- corrigió con amabilidad el director japonés -. Sucede que hoy se encuentra en su día libre.

-Mañana venimos juntos- comentó de forma espontánea el tiburón, casi a la par del director.

"¿Que no te cansas de meter la pata?"

Pero antes de que cualquiera pudiese decir algo, el ministro habló.

-¡Perfecto, entonces!- realmente se notaba su alegría- Mañana mismo haremos las mediciones y observaciones pertinentes de sus capacidades.

-Entonces, ya sabes, Matsuoka: tu misión para hoy es hacerle saber a Nanase que se prepare para mañana, que será un día muy especial- le dijo su compatriota.

-Sí, perfecto- la calma ya empezaba a aparecer en las cuerdas vocales de Rin –, no hay problema.

"¿Qué querrían los rusos de mí? No soy tan bue… o sea, sí, pero ellos tienen una tradición deportiva…"- eran la clase de pensamientos que corrían por la cabeza del tiburón quien, por increíble que suene, ya en el taxi camino a casa, seguía tembloroso por la sorpresa. Sí, su desconcierto era evidente, pero había algo que le ocupaba aún más: "Haru… ¿Qué va a decir Haru? No se lo va a tomar bien"- se dijo al tiempo que torcía los labios. Por sus audífonos sonaba Nero con "This Way".

-O-

-Olvídalo- sentenció.

-Por favor… Sólo es para que te vean- pedía suplicante.

-No, no voy- ultimó.

-Pero…- Rin ladeó la cabeza como signo de resignación- Haru, tan solo piénsalo, ¿cuándo en la vida volveremos a tener esta oportunidad?- pero Nanase no respondió; muy por el contrario, hizo caso omiso al comentario y se dirigió a la cocina- No seas así…

Nanase se volteó para mirar a Matsuoka. Sí, estaba casi pidiéndole de rodillas que considerara la proposición, no podía permitir tal situación, pero… Mil pensamientos cruzaban su mente, no estaba siquiera en condiciones de hilar frases coherentes.

Haruka no era estúpido, entendía perfectamente lo que esta oportunidad significaba para Rin y no sólo eso, sino el inmenso salto profesional que podía significar para su propia carrera, pero la emigración no era un tema fácil. No era como irse a Australia un par de días o mudarse de Iwatobi a Tokio, era cambiar de cultura, idioma, clima, gente…

-Lo voy a pensar- dijo antes de darle la espalda a su novio y seguir hacia la cocina.

De los ojos de Rin nació una inconfundible alegría, para luego sonreír como el niño pequeño que era en el fondo. Se abalanzó hacia el delfín para darle un abrazo por la espalda y besarle en la mejilla.

-Dije que lo pensaría- aclaró con un ligero tono de molestia, a lo que Rin respondió con una pequeña carcajada y un beso en la comisura de sus labios.

-O-

Eran las once de la noche y el pelirrojo estaba recostado en la cama matrimonial leyendo sobre Rusia en su tableta. Se encontraba tan abstraído en su actividad, que ni siquiera notó cuando Haru salió de la ducha y se acostó a su lado. Sólo se dio cuenta de la presencia del pelinegro cuando este ya había apoyado su cabeza en su hombro derecho.

-¡Vaya! No me percaté de que ya estabas aquí- le dijo a Haruka mientras apagaba la tableta para dejarla en la mesita de noche; sin el aparato encendido, la habitación se encontraba a oscuras.

-Iré.

-¿Cómo?- ¿habría oído mal?

-Iré- repitió.

El pelirrojo volvió a abrir los ojos de par en par mientras su novio se acomodaba sobre su pecho. No lo podía creer. A pesar de que, en definitiva, lo esperaba, por alguna razón le agarró desprevenido.

-Ay, Haru…- decía entre suspiros, con cierto deje de satisfacción.

-Pero nadaré como yo quiera- aclaró -, no voy a hacer ningún esfuerzo especial.

-Está bien- le respondió con una media sonrisa Matsuoka -, mientras te sientas cómodo, todo en orden.

La pareja terminó de acomodarse en la cama, para terminar ambos recostados y abrazados. Haru siempre buscaba el calor y la protección de Rin en esos momentos, y el pelirrojo buscaba sentir al ser que más amaba en la Tierra entre sus brazos.

-Gracias, Haru…- dijo el pelirrojo con los ojos cerrados, quien, a modo de respuesta, sintió cómo su novio se aferraba más a su espalda.

-O-

Con violencia se lanzaron al agua ambos nadadores al sonar la alarma de partida. Rin Matsuoka nadaba con una agresividad sólo vista aquella vez en los Juegos Olímpicos de Rio, donde gracias ello se llevó la medalla de oro (y la victoria sobre Haru). Haruka Nanase cumplía su requisito autoimpuesto de no hacer mayor esfuerzo del necesario aunque, lo quisiera o no, sentía algo de presión por dar una buena imagen de sí. A pesar de eso, logró uno de sus mejores tiempos, ganando la competencia sin mayor dificultad. El pelirrojo, por su parte, llegó al final de los doscientos metros libres una milésima de segundo después de su contrincante; Rin, por supuesto, estaba mucho más nervioso y decidido a impresionar a los rusos.

Aplausos se escucharon desde la gradería donde se encontraba el presidente del comité olímpico nacional junto con los dos eslavos, quienes estaban gratamente sorprendidos por el desempeño de ambos nadadores. Exhaustos, Haru y Rin salieron de la piscina y, ya afuera, escucharon un sonoro "¡Bravo!" de parte del ministro ruso. El tiburón le sonrió en respuesta, mientras el delfín miraba con desconfianza al hombre.

En cuanto notaron que los observadores se predisponían a bajar, la pareja se dirigió a las bancas contiguas a la piscina por sus respectivas toallas. Una vez abajo los tres hombres, se acercaron a los nadadores para felicitarles.

-La verdad, superaron con creces nuestras expectativas- dijo notoriamente satisfecho el ministro –. Creo no haber visto algo tan feroz desde el campeonato europeo del año pasado en Londres.

-¡Muchas gracias, señor ministro! Nos sentimos profundamente halagados- decía con una amplia –y nerviosa- sonrisa Rin, pero Haru, por supuesto, no sonreía, ya que ni siquiera entendía de qué hablaban, aunque se hacía una idea.

-Bueno, caballeros- dijo secamente el presidente del comité ruso -, nuestra propuesta es la siguiente…

"Sus tiempos son indiscutiblemente buenos, o más bien excelentes, por ende no queremos perder la oportunidad de reclutarlos en nuestro equipo nacional. Los hemos estado observando desde el campeonato mundial de dos mil quince, y desde entonces hemos sopesado la posibilidad de incluirlos. Plantear la idea no fue nada fácil, ya que es la primera incorporación extranjera que hacemos en toda nuestra historia institucional, pero finalmente convencimos a la comitiva."

"Como sabrán, dentro de tres años se realizan los juegos olímpicos aquí, en Tokio, y para entonces queremos contar con el mejor equipo del planeta, porque nuestra meta es ser los primeros en el mundo, y para ello es necesaria la excelencia. La idea es que se vayan a vivir a Moscú, ya que nuestras principales instalaciones se encuentran ahí. No deben preocuparse por casi nada: el departamento en el que vivirán correrá por nuestra cuenta, tendrán un sueldo que corresponderá a la propaganda de los 'sponsors', lo que significa más o menos ocho mil dólares mensuales. El pasaje también será auspiciado por nosotros…"- hizo una pausa para aclararse la garganta, pero inmediatamente su acompañante prosiguió.

-Tampoco es de preocupación el tema de la nacionalidad; nos encargaremos de que la obtengan en los próximos ocho meses. Eso sí, para que reciban estos y más beneficios, es necesario que firmen un contrato de permanencia de un mínimo de cinco años. Eso es todo, ¿qué dicen?- concluyó el ministro.

-Ehm…- Rin se rascó la nuca algo dubitativo- Por mí está bien, pero tengo que consultarlo con Haruka. Sucede que somos pareja, y las decisiones se toman en conjunto…

-Con respecto a eso- interrumpió muy serio el presidente -, deberán mantener ese asunto en absoluta confidencialidad. No queremos cosas poco tradicionales- concluyó tajante.

-O-

-¡¿Cómo te atreves a ser tan maleducado?!- gritaba Rin, quien apenas había cerrado la puerta del departamento.

Haruka fingió no oír la reprimenda, yéndose ya descalzo a la habitación matrimonial.

-¡¿Vas a oírme, o te harás el sordo como en los camarines?!- exclamó Matsuoka irritado por la reacción.

Nanase se giró y le dirigió una gélida mirada.

-¡¿Te das cuenta de la oportunidad que estuvimos a punto de perder?! Sencillamente, ¡no entiendo en qué momento se te pudo haber ocurrido irte sin más en el medio del cierre del trato! Por tu culpa pasé un de las más grandes vergüenzas de mi vida. ¡Deberías estar agradecido de que nos dieron un mes para…!

-No pienso traicionarme, no pienso venderme- le interrumpió Haru.

"Vendernos…"

Haruka tenía razón, y Rin lo sabía. Por supuesto no estaba cómodo con la idea de esconder su relación, pero también era capaz de pensar en frío y entender lo que significaría pertenecer al segundo mejor equipo olímpico del mundo. No podía desperdiciar la oportunidad de esa manera, pero tampoco le agradaba la idea de obligar al delfín a irse; él actuaba bajo sus principios y lo entendía.

-Haru…

Rin suspiró, se rascó la nuca, luego se adelantó unos pasos para abrazar a su novio por la cintura, quien estaba tieso como una piedra.

-Yo…- le costaba articular la frase- yo… lo siento.

-Me iré a dormir- eran las nueve y media, pero al delfín poco le importaba ese detalle.

Haru se zafó de los brazos de Rin y siguió su camino hasta la habitación. Ya ahí le tomó unos segundos deshacerse de su ropa para tirarse en cama; ni siquiera se tomó la molestia de taparse con las sábanas. Matsuoka le siguió y se sentó a su lado. No se atrevía a acercase demasiado, no ahora.

Hizo ademán de acariciarle, pero la culpa lo detuvo. Miró al suelo unos minutos sin saber bien qué hacer en medio del oscuro cuarto. Luego de la pausa, suspiró y se preparó para hablar.

-Yo sé lo que significa esto para ti. Entiendo que esto no tiene que ver únicamente con esconder nuestra relación, sino que con todo lo que acarrea emigrar: idioma, cultura y gente nueva… -tragó saliva y prosiguió- No quiero que pienses en este momento en tu futuro como nadador, sino que pienses en esto como el desafío que realmente significa más allá del dinero y el prestigio: quiero que pienses en nosotros, en el equipo que somos…- volvió a suspirar, esta vez con resignación y pesar –Te amo, Haru, y estoy dispuesto a ocultar lo nuestro, a vivir lejos y a enfrentar muchas cosas más mientras esté en tu compañía…- concluyó.

Nanase no emitió sonido alguno.

Rin se levantó inmensamente triste de la cama y se encaminó al pasillo, pasando antes por su iPod, que lo tenía en el bolso deportivo, para distraerse un poco del malestar que sentía. Pasados cinco minutos, Haru sintió que su teléfono vibraba; era un mensaje de Makoto.

"¡Haru! ¿Qué tal estuvo tu día? Espero te haya ido bien en tu entrenamiento de hoy con los rusos. ¡Espero ansioso los detalles! Un abrazo."

"Está bien" fue todo lo que pudo responder el pelinegro.

El delfín tenía clarísimo que estaba siendo injusto con Rin, pero no podía evitar pensar en cómo le irritaba lo cerrado de mente que era el ministro, y tenía claro que llegando a Rusia la cosa no estaría mucho mejor, pero había algo que desde muy adentro le decía que era su deber irse y acompañar al tiburón. Haruka no quería ser desleal, pero le complicaba luchar contra sus principios (los que ya había traicionado incontables veces por Rin). Definitivamente, era complicado.

Luego de estar recostado durante un par de horas, Nanase se levantó y, sin nada más que sus calzoncillos puestos, se fue al living a buscar a Rin, quien resultó estar sentado en el suelo del balcón contra la ventana escuchando música. "Hold on to Me" de Armin van Buuren sonaba por los audífonos de Matsuoka, quien notó de inmediato la presencia de Haruka. El pelinegro, por su parte, se sentó en el suelo junto a él y tomó su brazo para rodeárselo en el cuello.

"I see the faces, people and places

Burn up the night, and fade to grey

Walking on water, dancing on wire,

Hang on the edge and don't look down"

-¿Quieres que nos vayamos a dormir?- preguntó Rin como si nada.

"I'm on the outside, wide open spaces

Searching for time, to hold on to

Into the daylight, your revelation

Cuts like a knife, then breaks on through"

Haruka asintió con la cabeza y se fueron a la cama. En cuanto entraron, Haru se desnudó y se metió en la cama, cosa que Rin imitó y, una vez abrazados, Nanase inhaló y dio un largo suspiro.

"Hold on to this

-Vamos.

To dream is a gift

Rin se quedó quieto. No quiso hacer amago de nada, porque pensó que lo mejor sería sencillamente escuchar. Esperó a que su novio prosiguiera, pero al no oírlo, habló él.

To love is divine

-¿Estás seguro que quieres hacerlo, Haru?

And I won't bring you down."

-Sí- movió su brazo para tomar la mano de Rin y acercarla a su pecho -, pero sólo si es contigo.

"Hold on to me

Rin presionó a Haruka contra sí. La respuesta lo emocionó, por lo que prontamente sintió cómo se le humedecían los ojos y una lágrima corría por su mejilla izquierda. Pasaron cinco minutos cuando Haru volvió a hablar.

To dream is to be

-Rin-rin- habló tan despacio, que cualquiera que hubiese estado a un metro más de distancia que Rin no le hubiese oído.

To live is to shine

-¿Sí?

And I won't bring you down."

-Te amo.

-Yo también te amo, Haru- respondió besándole la nuca.

Luego de ello, se quedaron ambos profundamente dormidos.