FullMetal Alchemist pertenece a Hiromu Arakawa.


"De gavilanes en época de cortejo"


Edward Elric había descubierto, durante las pocas veces que había llegado a visitar Rush Valley, que el lugar: era un gran asentamiento urbano que sin dudas crecería prósperamente, la meca de los automails... y que apestaba a hombres. Esto último no hubiera significado nada importante para el alquimista, porque la realidad era que se le daba bastante mal eso de entablar relación con el género femenino; pero, en esa ocasión, la conclusión involucraba a Winry Rockbell. Y ahí era cuando las cosas se ponían jodidas.

—¡Winry, cariño, apúrate, que el próximo cliente te está esperando! —apremiaba Garfiel, el dueño de "El Atelier de Garfiel" (cuánta creatividad, se decía Edward a sí mismo), en el que su amiga había comenzado a trabajar hacía un tiempo.

—¡Enseguida! Hola, Hertz —respondió Winry, llevando consigo su caja de herramientas y sonriéndole afablemente al cliente, un fornido y moreno hombre de unos veinticuatro años, que correspondió el gesto de un modo que Edward clasificó como "libidinoso".

—Buenos días, Winry. Encantado de verte —Le dijo el tal Hertz, sonriendo nuevamente, y el alquimista contempló cómo su amiga se sonrojaba.

Y ahí comenzó la rutina habitual que constituía su comportamiento desde que algún descarado actuaba de ese modo frente a Winry mientras ella trabajaba en sus prótesis.

—Bastardo —musitaba, y Al, a su lado, lamentaba no tener un cuerpo con oídos que tapar.

Así permanecía unos diez minutos, enfurruñado y mascullando otros insultos aún más coloridos, todos producto de su buena y educada cosecha y sus refinados modales. Le resultaba repugnante el modo en que esos bastardos (repetía) miraban a Winry. Estaba de más decir que su amiga siempre había sido el modelo de chica ideal: rubia, de ojos celestes y un cuerpo menudo pero curvilíneo. Ciertamente agradable a la vista. Y aquello despertaba las hormonas de esos tíos, pasados en testosterona, y que, según había concluido (y era cierto), sólo pensaban con "el amigo de abajo".

Volvió a bufar.

—Pero qué encanto de mujer: no sólo hermosa sino también amante de las máquinas. Deberían haber más como tú en este mundo, chica —Le piropeaba otro de ellos, un mastodonte de metro noventa con cara de violador en serie.

Su amiga, en vez de arrojarle la llave inglesa contra la mandíbula: ¡sonreía tímidamente y se volvía a sonrojar!

—¿Qué acaso no ve que todas esas moles carecen de sentimientos y se la quieren llevar a la cama? —Le decía a Al con un siseo similar al de una cobra y con una sombra tenebrosa proyectándosele sobre los ojos— Si yo le hablara como lo hizo esa bestia, me azotaría hasta la muerte con una herramienta —Y otro bufido.

Al pensó para sus adentros que, si Ed tuviera un poco más de tacto con la mecánico y la halagara en vez de discutirle por todo, ella se lo tomaría muy bien. Pero se guardó ese pensamiento, porque provocaría la ira de su hermano, y él estaba demasiado plácido ahí sentado como para armar una trifulca.

Edward volvió a revolverse en su asiento (hacía un rato que esperaba a que su amiga terminara con un par de clientes para atender su brazo) y su furia aumentó a niveles insospechados cuando, al momento de darse Winry la vuelta para buscar algo, dos cerdos frente al mostrador, se dieron un discreto codazo en las costillas, sonrieron como unos auténticos pervertidos y se guiñaron un ojo, seguramente admirando las curvas provocativas que el escaso atuendo de Winry exponía.

Ed ya tenía un tic en el ojo derecho. Le habló (gruñó) a la única persona en ese lugar que le ofrecía un oído sensato y lo detenía de armar una auténtica matanza.

—¿Has visto cómo le miran el trasero y se sonríen? Esos tíos —Señaló sin poca discreción y compuso una mueca de asco exagerada—. Con esa clase de gente trabaja nuestra amiga, Al. Expuesta al constante peligro de esas manos corruptas. Debería comenzar a practicar la castración con mi brazo transformado.

Al se inquirió desde cuándo su hermano usaba términos tan poéticos para hablar y sintió deseos de largar una carcajada. Sabía que Ed no esperaba ninguna respuesta de su parte y que era sólo el chivo expiatorio de sus delirios. Se preguntó a sí mismo qué cara pondría su hermano si supiera que Frederic y Arnold (los que presuntamente estaban "comiéndose con la mirada" a Winry, según Edward continuaba mascullando todavía) en realidad estaban lanzándose miraditas cómplices y guiños amorosos. Hasta el asfalto de Rush Valley sabía que aquellos dos eran homosexuales.

Pero claro, su hermano, cegado por la posesión, podía creer que incluso la planta potus que moraba pacíficamente sobre el mostrador, deseaba a Winry. Al lo increparía al respecto, pero él aseguraría que era por pura protección y que "alguien tiene que ocuparse de velar por su seguridad, cuando parece que no tiene el sentido común de protegerse a sí misma de esos lobos hambrientos" (palabras textuales).

Volvió a sentir ganas de reír, y entonces decidió que era momento de frenar tanta parafernalia y también de darle un poco de iluminación a su hermano mayor.

—Hermano —Lo llamó.

—¡Nada más mira! —estalló él de pronto, ajeno— Ahora le está sonriendo al tío que la está desnudando con los ojos.

—Hermano —probó de nuevo.

—¡Le sonríe! —continuó, haciendo aspavientos— Si yo le sonriera de ese modo, me aventaría con una llave de tuercas hasta que me quedara el rostro irreconocible.

—Hermano...

—Pero no. Hasta me pregunto si alguno de esos cerdos tendrá el automail de verdad roto, o sólo lo hacen para venir y coquetearle. Y ella...

—¡Hermano!

—¡¿Qué?!

Algunas personas del negocio los miraron raro.

—Cierra la boca por un instante, por favor —Terminó por decir el menor, extrañamente exasperado con Edward.

El mayor bufó y decidió hacer algo más productivo.

—¡Eh, Winry, ya te vas tardando demasiado! —gritó desde un extremo del cuarto— Me voy a hacer planta —susurró.

La rubia le dedicó una mirada de ojos entrecerrados y aulló.

—¡No seas impaciente, ya va! —Y entonces continuó sonriéndole al modesto cliente, al que, según Edward, sólo le faltaba un balde para contener las cataratas de baba que amenazaban con escapársele de la boca.

—¿Ves? —Volvió a su hermano— Me grita y a aquel esperpento le sonríe. No hay justicia en este mundo.

—Hermano, ¿quieres saber qué es lo que ocurre contigo? —preguntó Al.

—¿Qué?

—Estás celoso —declaró finalmente, tomándose la posterior reacción de su hermano con toda la filosofía del mundo.

—¡¿QUÉ?!


En un pueblo lejano de Drachma, un sonido alertó a las aves, haciendo que éstas volaran, asustadas, lejos de sus árboles.

«¡¿QUÉ?!»

Una pareja que caminaba hacia su hogar, volteó a mirar el cielo.

—¿Qué habrá sido eso, querido? —dijo la mujer.

El hombre se encogió de hombros.

—Han de ser los gavilanes en época de cortejo.


Notas de la autora:

Ok... esto no tiene demasiada explicación xD Edward está celosito :3 Y el título es... el título(?) No tengo creatividad para estas cosas, sólo soy una simple ficker amateur xD

Em, haré otra viñeta, con la contraparte, Winry. Me falta escribirla pero ya está eh... armada mentalmente(?) XD ¿Qué les pareció? (Otro intento desesperado de humor, NECESITO HUMOR EN MI VIDA, sino me voy a deprimir 3: ) xD

¡Besos y dejen sus opiniones! :D