Ninguno de los personajes de Zootopia me pertenece, excepto los OC que harán apariciones en casi todos los capítulos.


1

Historia de una vida.

Miedo. Traición. Sed de sangre.

Los gritos inundaron sus oídos. Aquellas voces estaban llenas de desesperación e incluso había algunas que eran solo sollozos. Él realmente no lograba entender que ocurría, pues sus ojos parecían estar cubiertos por alguna sustancia espesa. Aun así, una tenue luz era perceptible en su campo de visión. Ladeó la cabeza y parpadeó varias veces, tratando de quitarse aquella sustancia que le impedía ver que ocurría. Luego, alzó su pata, pero al momento de moverse, un dolor asfixiante cubrió su cuerpo. Soltó un terrible y agudo grito de dolor, mientras sus piernas temblaban y cedían, dejándolo caer.

Hace miles de años, estas eran las fuerzas que gobernaban nuestro mundo, en donde las presas temían a los depredadores.

Estaba en el duro y frío suelo, mientras un dolor recorría su ser. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Qué le había sucedido? Esas preguntas surcaron su mente, mientras él temblaba frío, con esperanzas de que todo lo que estaba ocurriendo, fuera sólo momentáneo. Claro estaba que no eso no iba a pasar y supo esto por que logró escuchar una voz, que se alzaba por encima de los gritos y sollozos que le estaban provocando un terrible dolor de cabeza.

Y esa delicada y tierna voz que escuchaba, estaba inundada con un terrible tono de terror, mientras repetía una sola cosa, una y otra vez. Al principio no lo captaba, pero después de unos segundos, las palabras se volvieron claras.

Ella gritaba su nombre.

Y los depredadores tenían la necesidad biológica e incontrolable de morder, rasguñar y...

Entonces recurrió a todas sus fuerzas y estiró sus patas hasta sus ojos, quitándose el líquido de sus ojos. Al bajar la mirada, se encontró con algo que lo dejó totalmente paralizado. Su cuerpo tembló, mientras su respiración se volvía acelerada. Sentía que su corazón se le iba a salir en ese instante. Él sabía que era aquello en sus patas y comprendía aquella situación en la que estaba envuelto.

Comenzó a llorar, pues sabía muy bien que esa sangre que lo cubría no era suya, era de ella. Era su sangre.

Matar.

Él la asesino y ahora su cuerpo yacía enfrente de él.

Ella lo había llamado, rogando que se detuviera, pero ahora, nunca más podría hablar.

Nunca más.


Cuando Nick despertó, sintió que iba a morir. Se encontraba en un terrible dolor pues parecía que a cada segundo se le incrustaban millones de agujas en cada parte de su cuerpo. Desde el cuello hasta sus piernas, las agujas atacaban sus nervios, dejándolo casi paralizado. Su pecho subía y bajaba al ritmo de su errática respiración; si se le veía bien, parecía estar hiperventilando. Sumado a esto, tenía un molesto y muy agudo zumbido en sus orejas, que le anulaban su audición casi por completo. Aun con todo lo que le estaba ocurriendo, tuvo la fuerza para poder sentarse en su cama para lograr entender que rayos ocurría. Después de unos segundos de sufrimiento, notó que solo le dolía del cuello para abajo, enseguida supo que ocurría. Saltó de la cama y corrió como alma que lleva el diablo. Su vista estaba borrosa y tenía un mareo que le estaba provocando unas nauseas del demonio, pero, al conocer tan bien su casa logró cruzar la habitación y llegar al baño. Azotó la puerta y se aventó a la bañera, la cual estaba llena de agua helada, casi congelada. Cada nervio en su cuerpo saltó al instante.

Nick se quedó sumergido por un par de segundos para luego salir a la superficie con un aullido de dolor. El agua había estado más fría de lo que esperaba. Mucho más fría de la temperatura habitual. Pero aun así no se quejaba del todo, pues estaba cumplido con su cometido: el dolor desparecía poco a poco, mientras que su respiración volvía a la normalidad. Eso sí, el zumbido persistía y ahora era más agudo que antes. Aunque Nick no se preocupaba, pasaría después de unos minutos aquella molestia.

El zorro respiró pesadamente, mientras se recargaba en los bordes de la bañera. Había sido horrible, sin duda, la pesadilla más vivida hasta el momento. Y lo peor de todo era que hacía meses que no le pasaba, aunque los últimos días, aquellas terribles pesadillas habían vuelto para atormentarlo. Pero está... está era algo diferente. Era tan real que de hecho no parecía un sueño, si no como...

Un recuerdo...

Nick soltó un largo y pesado suspiro con el simple hecho de pensar eso.

Pero, en algo tenía razón, lo que había visto fue totalmente diferente a todo lo anterior. Incluso ahora, seguía escuchando los gritos muy por encima de zumbido —que ya había desaparecido casi por completo—. Pero lo que más le asustaba no eran aquellos gritos, ni el dolor, no, a lo que de verdad temía era aquel líquido rojizo. Alzó ambas patas y las miró cuidadosamente, y por un momento de alegró de ver que en realidad no había sangre en ellas.

Pero estás temblando, y no es por frío, tú ya te acostumbraste a esto, tú sabes que tiemblas de miedo...

Soltó otro suspiró, cubriendo sus ojos con ambas patas mientras se encogía en su lugar. ¿Por qué le ocurría eso? Y está pregunta se la había hecho muchas veces, pero claro, nadie podía responderla. Ni siquiera él mismo tenía una razón.

Nick, tu sabes por qué te ocurre esto...

—Sí, maldita sea, claro que lo sé... —dijo Nick con una voz muy diferente a la suya, la cual sonaba ronca y hueca. Alzó ambos brazos, decidió a librarse de aquellos pensamientos tan deprimentes... no hacía falta decir que en su mente, aquella voz que era su conciencia, le decía cosas que no quería escuchar.

Soltó un gruñido, mientras sacudía la cabeza. Enseguida y con un salto, salió de la bañera con el pijama —una playera no tan blanca, y unos pantalones cortos bastante desgastados— totalmente mojados y pegados a su pelaje. Al verse en ese estado, soltó un quejido y salió del baño.

Al cruzar nuevamente la habitación, vio con enojo el desastre que había hecho al salir corriendo al baño: su mesita de noche estaba volcada y la lámpara estaba rota, pero eso sí, el reloj digital había sobrevivido a la caída, pero se había desenchufado. Y luego estaba su cama, que, bueno, digamos que las cobijas se salvaron, pero aun así terminaron en una esquina, totalmente deshilachadas. Nick soltó un grito de furia tan fuerte que rebotó en las paredes y lo hizo sonar mucho más atemorizante.

Mi única lámpara y la terminó jodiendo... Maldita sea...

Nick dejó que su enojo se pasará para luego acomodar todo de nuevo. Levantó la mesita de noche y puso la lámpara en su lugar, aunque ahora ya no importaba, ya que la pantalla y el foco estaban destrozados. Extendió las desfilachadas cobijas sobre la cama, las cuales en realidad no calentaban mucho. Entonces se fijó que su almohada no estaba, frunció el ceño y comenzó a buscar en donde estaba uno de sus posesiones más preciadas. Buscó debajo de la cama, detrás de su cajonera, pero no la encontró, luego fue a la cocina, y la encontró en el bote de la basura, con todo el relleno de fuera. Nick sacó la almohada y supo al instante que ya no servía. Pero... si apenas ayer en la noche la tenía bien cuidada ¿cómo había terminado en ese estado y en la cocina?

No me jodas... sí que soy un hijo de...

Nick no terminó su pensamiento y dejó la almohada donde estaba. Ya conseguiría otra... no de hecho no, él sabía que no iba a conseguir otra nueva.

Con los hombros caídos, el zorro se dirigió a su cama, se sentó en la orilla y observo su apartamento. Bueno, apartamento era un nombre muy lindo, más bien parecía una alcantarilla con una cama y una alfombra con olor a zorrillo. Sin mencionar la horrible calefacción, la estufa que no calentaba nada, la electricidad que se iba cada cinco segundos y el espacio tan reducido. Lo único realmente bueno de aquel pozo de miseria era que tenía dos ventanas, una que daba a la calle y la otra que daba al edificio de al lado.

Se dejó caer sobre la cama, tratando de no ver el terrible paisaje frente a sus ojos, pero el techo no le ofreció el consuelo que buscaba, antes de que lo notara, un estruendo se escuchó en la habitación de arriba, causando que mucho polvo y pintura se despegaran y terminaron cayéndole en los ojos.

El león. Seguro es ese jodido león de nuevo.

Ese león era el más ruidoso de todo el edificio, pues ponía su música a todo volumen, durante todo el día y toda la noche. Y la música que siempre ponía era metal y del pesado, de ese que solo son gritos y gemidos. Esa era una de las grandes razones por las que Nick odiaba a ese imbécil, sumado al hecho de que una vez le fue a pedir amablemente que bajara su música, y el león le dijo que se podía ir mucho a la mierda, cerrándole la puerta en las narices. Así paso un par de veces más, y el resultado siempre fue el mismo, aquel león era un idiota con el que no se podía tratar.

Nick sabía que la estrepitosa música no se detendría hasta dentro de un par de horas, pero él no iba a soportar un sólo minuto; con esto, el zorro decidió que mejor huía del lugar, pues dentro de unos segundos se pondría peor. Se levantó de la cama, y se dirigió a la cajonera, de la cual sacó la única ropa que tenía y que no era su pijama, una camisa blanca, que ya no era tan blanca, y unos pantalones negros, los cuales tenían un hoyo en la pierna derecha —y solo tenía este porque toda su anterior ropa se había roto o la habían robado—. También sacó una corbata gris, con rayas negras y se puso todo este conjunto, procurando que se viera lo más informal posible. Se remango la camisa y dejo la corbata muy suelta.

Luego se fue a ver al espejo que estaba cerca de la puerta; pero enseguida se arrepintió, ya que vio una de las cosas más horribles en la faz del planeta: El collar de domesticación.

Sí, aquel objeto que le daba una descarga eléctrica cada vez que tenía una emoción muy fuerte, como la ira, el odio, en fin, todos aquellos impulsos animales que lo volvían un peligro para las pobres e indefensas presas. Y aquel collar que le provocaba descargas cada vez que tenía pesadillas, pero por suerte, Nick había descubierto que el agua fría lo calmaba y las descargas se detenían. Es por eso que cada noche llenaba la tina con agua fría, congelada, por si acaso...

Entonces miró el collar, examinando cada parte de este. Sin duda estaba muy ajustado a su cuello y le provocaba un dolor de cuello que nunca se iría. Aparte de eso, estaba pesado, aunque eso ya casi ni lo notaba, digamos que se había acostumbrado. Sus ojos pasaron al controlador gris cuadrado de dónde provenía toda la energía, y la pequeña lucecita verde resaltaba de todo. Al principio, Nick no sabía para que funcionaba la luz... fue hasta después que notó que se ponía amarilla, mientras deba tres pitidos, que eran avisos para luego pasar a un color rojo brillante y soltar la descarga.

Él también había aprendido que dependiendo de cuan enojado se sentía, el controlador administraba las descargas para ser más o menos fuertes. Y todo esto lo aprendió por las malas, durante tantos años usando el collar.

Soltando un ligero gruñido, obligándose a dirigir su mirada a su rostro. El gran hocico, el pelaje rojizo, y aquella cara de tristeza que siempre cargaba. Y no podía evitarlo, es decir, aquel collar era la fuente de todo su sufrimiento y dolor. ¿Por qué habían creado tan maléfico objeto?

Mientras miraba con fiereza su reflejo, sus puños se cerraron y se apretaron a tal grado que sus nudillos tronaron. ¿Por qué tenía que ser así? ¿¡Por qué?! ¡Él no había hecho nada! ¡Nada!

Nick ni siquiera se fijó cuando la lucecita del collar se tornó amarilla, tampoco escuchó cuando el primer pitido de advertencia sonó por toda la sala, después de todo, él estaba demasiado metido en sus pensamientos. Aparte, la música del león era un gran distractor.

Y ahora que lo pensaba bien, en realidad había otro culpable... ¡ella! ¡Sí, ella, la que lo había arrastrado a todo ese lío! Entonces, ¿¡porqué mierda todos los señalaban en la calle, incluso ahora, después de tanto tiempo?! ¿¡Porqué?!

En la cara de Nick se dibujaba una expresión aterradora: todos sus colmillos eran visibles, pues en su hocico se veía una mueca horrorosa. Mientras que sus puños ya estaban sangrando de tal enojo que contenía. Entonces, antes de que sonara el último pitido y recibiera la descarga, un nuevo estruendo de la música lo devolvió a la realidad de golpe. La luz de su collar enseguida volvió al color verde.

Y ahí se encontraba el zorro, con los puños sangrantes y su corazón a mil por hora. La verdad es que él no lograba recordar que era lo que había pasado y cuando se miró al espejo, se asustó y terminó por retroceder. Sus brillantes ojos verdes no estaban ahí, si no que ahora tenía unos ojos de un color amarillo brillante. Soltó un grito y se apartó, parpadeando varias veces, rogando por lo que acababa de ver fuera solo su imaginación. Luego volteó de nuevo y se alegró de ver que sus ojos tenían su color natural.

¿Pero qué carajos? ¿Cómo...? ¿Qué...?

Por más que trataba de racionalizar lo que acababa de pasar, no lograba encontrar una razón para lo que acababa de ver. Pero lo peor de todo y lo que le asustó más fue el hecho de esa no era la primera vez que le pasaba. Sí mal no recordaba, la primera vez que vio aquellos ojos amarillos fue una vez que rompió una taza llena de café caliente, la cual le cayó en el pie. Y, bueno, digamos que no solo se cortó el pie, sino también se quemó y lo que pasó después no fue nada bonito. Nick comenzó a gritar todas las groserías habidas y por haber; tirándose y retorciéndose del dolor, y luego de gruñir, salió corriendo de la cocina ―para poder meter el pie en agua y curarse en el baño―, mientras se sostenía el pie herido. Pero, al cruzar la habitación, se miró fugazmente en el espejo y eso le hizo olvidar totalmente lo que estaba haciendo. Se volvió ver qué era eso que notó en su reflejo... y entonces se quedó de piedra. Los ojos amarillos lo miraban con fiereza. Tras unos segundos, cerró los ojos con fuerza y cuando miró de nuevo, sus ojos volvieron a la normalidad y el dolor en su pie volvió más fuerte...

Eh, pero... ¿qué fue eso?

Al volver a la realidad, Nick notó que ya tenía las llaves y su celular en la mano, listo para salir. Sacudió la cabeza, diciéndose que lo le pasaba era simplemente el estrés y las pocas horas de sueño tranquilo que había tenido últimamente. Sí, solo era eso... estrés y cansancio... nada más. Pero, al voltear a ver sus puños llenos de sangre, supo que había algo más que le provocaba aquellos extraños ataques de ira. Se quitó la sangre con una toalla que tenía cerca y salió de su departamento.

Al estar en el pasillo que daba a las escaleras, notó que ahí afuera no se escuchaba tanto el escándalo del león. Soltó un suspiro de alivio y miro a ambos lados: las escaleras dividían el edificio en dos secciones, ambas con cinco departamentos en cada piso. En el suelo había una fina capa de polvo que cubría la alfombra, al igual que la basura en las esquinas, que quitaban mucho del poco encanto que tenía el edificio. Al escuchar bien, notó que el pasillo era inundado con unos gritos provenientes de una habitación lejana. Al voltear a ver, observó que una pequeña pantera negra sentada en el frío suelo, de no más de cinco años, que sostenía un peluche de conejo muy desgastado y viejo. Nada más la vio unos segundos, supo que estaba pasando.

― ¿Lily? ―dijo Nick con un tono sorprendido.

La pequeña cachorra volteó a ver y cuando Nick se le acercó, ella se levantó y sus ojos se le iluminaron. Aquella niña todavía no tenía su collar de domesticación, pues era hasta lo ocho años que un infante debía portar su collar. Algo dentro del zorro crujió con el pensamiento de que la cachorra tendría que llevar ese terrible artefacto.

― ¡Nick! ¡Hola! ―dijo Lily muy animada, brincando al ver que el zorro sonreía con su saludo.

Nick sonrió más y al acercarse a la pequeña, escuchó que aquellos gritos venían desde el apartamento donde ella estaba a lado. El zorro suspiró, los gritos eran de los padres de Lily.

―Vaya... está vez suenan muy enojados... ―habló Nick mientras se inclinaba frente a la pequeña―. Supongo que por eso estas aquí afueran...

Enseguida la sonrisa en el rostro de Lily desapareció, y su mirada cayó al suelo. Ella apretó su peluche contra su pecho.

―Hoy más nunca... ―dijo con un temblor en su voz―. Pero, ya me acostumbre, ya sabes...

Nick sentía un terrible dolor cada vez que veía a la pequeña con esa cara tan triste. Él sabía que los padres de Lily tenían muchas deudas, y ahora que la niña iba a entrar a la primaria, simplemente la habían sacado de su escuela ya que no podían permitirse aquel lujo que era la educación.

―Hay... ―dijo Nick al ver que los ojos de Lily se llenaban de lágrimas―. No llores, ya pasara... Tu sabes que las cosas mejoraran, aparte, tus padres te quieren mucho... solo que a veces se... desesperan, porque te aman tanto que les preocupa que no puedas tener todo lo que quieras...

Él puso su pata en el hombro de la pequeña y ella lo miro con esperanza. Nick sonrió y ella lo imitó.

―Gracias... Nick ―dijo la pequeña, con la voz temblorosa. Se limpió las lágrimas y se aferró a su peluche.

El zorro se sintió mejor al saber que al menos había logrado que la pequeña dejara de llorar.

―Oye... ¿qué te parece si te consigo un refresco de la máquina expendedora?

Lily sonrió lo más que pudo y comenzó a saltar de la emoción.

― ¿Enserio? ¡Gracias, gracias!

Lily enseguida se aventó a los brazos de Nick y lo abrazo con entusiasmo. El zorro le devolvió el abrazo y le tomó de la pequeña patita y bajaron a la máquina expendedora que había en el la planta baja. Mientras bajaban, Lily le fue contando un par de anécdotas divertidas que le habían pasado y el zorro hizo lo mismo. Reían y se divertían. El humor de Nick había mejorado increíblemente.

―... y es así como descubrí que no debes comer mientras estas en el parque de diversiones ―terminó diciendo Nick. Lily soltó una carcajada y casi se atraganta con su bebida. Él también sonrió.

Luego de unos minutos de risa y bromas, Jim, el padre de Lily, apareció por las escaleras y le agradeció a Nick el haberla distraído un poco. También se disculpó con su hija por gritar y ella lo perdono. Jim se llevó a Lily, mientras volvía a darle las gracias al zorro. Después de todo, él y Nick se conocían hace mucho. Prácticamente se habían mudado al mismo tiempo.

Luego subieron las escaleras, desapareciendo y Nick se quedó solo. Después de terminarse su refresco, salió del edificio y pudo notar que la música del león había bajado considerablemente. Aun así no iba a volver a su departamento. Aventó la lata de la bebida a un callejón cercano y se alejó caminando.


Tras varios minutos de vagar sin rumbo, Nick pensó que lo mejor sería ir a visitar a Fin Nick. Quizá luego podrían ir por un trago. Pero entonces recordó que lo más probable fuera que Fin ya estuviera en el trabajo. El zorro revisó su celular y vio que eran las doce; con eso confirma sus sospechas, Fin Nick llegaba a las ocho a su trabajo. Nick sintió muy raro el pensar que su amigo tenía un trabajo, incluso después de tantos años, es decir ¡era su compañero en aquellos días! Pero, bueno, eso había sido hace mucho tiempo...

Nick suspiró con nostalgia. Vaya, sí que había pasado el tiempo. Parecía que apenas ayer había entrado en aquella heladería, dispuesto a hacer un nuevo engaño y había terminado encontrándose con...

Sacudió su cabeza; no, no iba a caer de nuevo. Muchas veces su mente le jugaba malas pasadas, haciéndole revivir aquellos recuerdos que tanto quería borrar. Pero esta vez no, está vez era diferente. Él era más fuerte ahora y por más que su cerebro lo presionara, él no iba a recaer. Ya no.

Decidió que lo mejor era distraerse un poco, mirando la calle o viendo el cielo. Pero, al alzar la vista, el ambiente a su alrededor no le ayudo que quitarse la depresión que estaba acarreando desde hace semanas.

Todo parecía gris, como si el mundo tuviera un filtro de blanco y negro. Incluso el cielo estaba nublado y ni un rayo de sol lograba escapar. Los depredadores que cruzaban y transitaban las calles tenían la misma cara que Nick vio en el espejo. La tristeza y la pena inundaban los ojos de cada uno de los animales que habitaban en ese lugar. Todos traían sus "collares de domesticación" y ninguno parecía feliz por ello. Después de todo, el mundo ya no era como antes. Todo había cambiado.

Nick caminó algunas cuadras más, sin saber qué hacer. Realmente no tenían ningún lugar en el que estar que no fueran la casa de Finnick y su departamento, incluso el bar al que usualmente iba estaba cerrado. Un gruñido salió de su hocico, mientras que un dolor de cabeza se le comenzaba a formar. Mucho estrés y poca comida no eran buena combinación y ese era el porqué de sus constantes migrañas. Ya ahora que lo pensaba, hacía tres días que no comía.

Él también sabía que cada vez que tenía esas migrañas, se ponía bastante gruñón y es por eso que prefería estar solo y en total silencio. Pero ahora estaba en medio de la calle y el silencio no era una opción. Por suerte logró encontrar un callejón oscuro y sucio para descansar. Se sentó a lado de un bote de basura y cerró los ojos. Puso su pata en su frente. Quería comprar unos cigarrillos, pero había gastado el poco dinero que le quedaba en el refresco para Lily. Gruño y escuchó el pitido de aviso del collar.

Fue entonces que escuchó una voz cercana a él.

― ¿Wilde? ―la voz era un tanto aguda y tenía cierto tono de sorpresa en ella― ¿Nick Wilde?

El zorro abrió los ojos con pesadez, pues no quería que nadie lo molestara. Cuando miró hacia arriba, su sorpresa fue mayúscula, ya que se encontró con una zorra vestida con una sudadera de color gris y un pantalón azul marino. Tenía un maquillaje un tanto elaborado y le pareció que lucía hermosa, pero su pelaje parecía apagado y no era el brillante rojizo que Nick recordaba. Quizá era por el collar que la encadenaba y no permitía que fuera libre. Y sumado a esto, tenía unas ojeras tan grandes que parecía que no había dormido en semanas. Igual que Nick.

― ¿Amber? ¿Amber Wright? ―dijo Nick con cierta duda― Oh dios, ¿eres tú?

Ella asintió varias veces, mientras en su hocico se formaba una sonrisa. Nick se paró y Amber se aventó a sus brazos y lo atrapo en un abrazo inesperado. El zorro se quedó de piedra por esta acción, pero después de unos segundos, correspondió al abrazo.

―Vaya, cuanto has cambiado ―dijo Amber, con tono alegre. Se separó y miró a su amigo de arriba a abajo, examinándolo.

―Lo mismo digo ―dijo Nick con una risita nerviosa―Han sido... ¿qué? ¿Seis? ¿Siete años?

Ella rio y miró al cielo, pensativa.

―Siete años. Sí, fue hace siete años que te vi por última vez.

Amber pegó la vista al suelo y Nick sabía muy bien por qué. Ellos eran amigos, conocidos desde la primaria. Ella era una niña muy rica, ya que su padre era un gran empresario en una compañía telefónica, pero ella nunca se jactaba de ello y era más bien compasiva y tierna. Pero después de que su padre muriera en una explosión masiva, que casi destruye el edificio donde él trabajaba, toda su familia quedo en la ruina total. Así que la madre de Amber, al no poder encontrar un trabajo para mantener a sus tres hijos, cayó en la bebida y las drogas. Con esto, Amber tuvo que hacer algo que ella le disgustaba más que nada: robar y engañar. Algunas veces trabajó con Nick en algunas tretas. Pero luego de un tiempo, su madre se metió con un tipo que no debía meterse y como no pudo pagar las drogas, toda su familia tuvo que salir de Zootopia, para terminar huyendo a una casa en el sur que tenían desde hacía meses; se fueron sin dejar rastro y sin decirle a nadie. No fue hasta después de una semana que Nick se enteró que Amber se había esfumado. Y ahí estaba de nuevo, frente a él, con una no tan reluciente sonrisa.

Tras unos segundos de incomodo silencio, en los cuales ninguno de los dos hablaba, la tensión fue cortada por la alegre pero ronca voz de Nick.

―Y dime, ¿qué haces por aquí?

La pregunta tomó por sorpresa a la zorra, ya que alzó la vista y se le quedó viendo unos segundos, tratando de entender que acababa de pasar.

―Oh, pues... ¿no te enteraste? ―su voz sonaba temblorosa y nerviosa―. Vivo cerca de aquí desde hace tres meses, y bueno, estoy... en, buscando trabajo...

La sonrisa de Nick desapareció y ladeó la cabeza. Algo en su voz y en su forma de comportarse le decía que en realidad no estaba ahí por trabajo. Algo no encajaba, como si algo no estuviera bien; y este sentimiento incomodaba a Nick.

― ¿Y tú qué? ¿Qué hacías ahí tirado? ―exclamó Amber, cambiando totalmente de tema.

―Pues ya sabes, descansado ―dijo él, sintiendo una punzada en su cuello.

― ¿Seguro? Estabas bastante pálido, de hecho, todavía sigues pálido. Aparte parecía que algo te dolía.

―No te preocupes, solo un dolor de cabeza, estoy bi-

Nick sacudió la cabeza, un dolor se expandió por todo su cabeza. Las punzadas en la cabeza que le había desaparecido momentáneamente por la aparición de Amber, comenzaba a volver. Un mareo le empezaba a nublar la vista, y las náuseas que tenía eran capaz de tumbar a un búfalo. Y de hecho, a él lo habían tumbado. Antes de que lo notara, ya estaba de nuevo en el suelo del callejón y Amber se arrodillaba junto a él.

―Oh dios mío, Nick, ¿estás bien? ¿Qué te pasa?

Pasaron unos segundos en los que creyó que vomitaría. Pero luego, pudo contenerse de desmayarse, pero el mareo que tenía, perduraba. De hecho, estaba sorprendido de que no hubiese vomitado.

―Esto es sólo... sólo un pequeño dolor de cabeza ―fue lo único que atino a decir antes de las náuseas que traía se convirtieran en arcadas. Con razón, ya se habían tardado las arcadas. Hijo de puta.

―Sí, claro, sólo un dolor de cabeza ―dijo Amber, mientras se acercaba a Nick y se sentaba a lado de él―. ¿Desde hace cuánto que no comes?

Nick no se sentía del todo cómodo, haciendo a un lado toda la mierda que le pasaba. Era como si estuviera hablando con un extraño, es decir, hacía más de siete años, y ahora lo encontraba en ese estado tan deplorable, tan débil. Aparte, sentía que algo no encajaba en esa situación, como si todo el encuentro con ella hubiera sido arreglado. Y ese sentimiento era muy extraño.

Por otro lado, quizá el encuentro con Amber podría serle de ayuda. Quizá se habían encontrado en un momento tan particular por alguna razón en particular. Nick no sabía que pensar. ¿Qué clase de pregunta era aquella? ¿Realmente le importaba si había comido? Sí, era cierto que hacía semanas que se había quedado sin dinero, pero... si le preguntaba eso era por una razón... y si ella... ¿lo ayudaba?

No, ella no lo ayudaría. En ese mundo, en esa ciudad, cada quien se salvaba por su cuenta. Esa era la regla de oro. Y nada, ni siquiera una tierna sonrisa de una vieja amiga, ni mucho menos la preocupación de alguien iba a cambiar aquella norma con la que Nick había crecido. Él no necesitaba ayuda. Él no quería ayuda.

― ¿Importa? ―dijo Nick, moviéndose, para poder ver a Amber a la cara.

― ¡Pero claro! ¡Sólo mírate, estas muy flaco y parece como si te hubieran arrollado!

Nick frunció el ceño. No necesitaba que nadie se lo dijera, él sabía que apariencia tenía. Totalmente roto. Y lo peor de todo, es que él ya lo había aceptado desde hace mucho. Amber entonces comenzó a decirle que lo mejor sería que fuera a un hospital, pues su pálida cara le decía que estaba muy enfermo. Nick se limitaba a suspirar y gruñir de vez en cuando. Su paciencia se estaba acabando.

―Mira, Amber, apreció mucho tu preocupación, pero si no tienes un cigarro o quinientos dólares que me puedas dar, creo que sería mejor que te callaras ―la voz de Nick tenía un tono agresivo y para nada amigable. Está frase había interrumpido las palabras de ella y ahora se encontraba totalmente sorprendida por la actitud del zorro. Y seguido de la sorpresa vino el enojo. Frunció el ceño y quiso decirle que sólo trataba de ayudarlo y que se estaba comportando como un idiota. Pero, al ver que Nick se volteaba, dándole la espalda, supo que en realidad no lo podía juzgar. Ella sabía por lo que su amigo estaba pasando, ella misma lo había vivido hace años.

Nick gruño cuando se movió. No quería que nadie lo sermoneara, mucho menos alguien que no había visto en tantos años. Sabía que lo había dicho era algo sumamente estúpido, pero el poco orgullo que le quedaba le impedía voltearse y pedirle perdón al único animal que conocía que no le había señalado como el causante de todos los problemas del mundo. Agá, sí que era estúpido.

Fue entonces que escuchó algo a sus espaldas, era un sonido de crujido y cuando Nick se volteó para ver que rayos era, se encontró con Amber, que extendía una caja de cigarrillos, sacado de su sudadera, mientras portaba una sonrisa en su rostro. Esto sorprendió bastante al vulpino, que se le quedó mirando durante un rato, hasta que por fin bajo el cabeza, apenado, tomando un cigarrillo. Nick se volvió y terminó pegando a la pared del callejón y su amiga a su lado. Pasaron unos cuantos segundos en los cuales el zorro se los pasó buscando un encendedor. Amber, al ver que no tenía, saco una caja de cerillos y prendió el cigarro de Nick y luego el de ella. Se quedaron mirando el nublado y contaminado cielo arriba de ellos. Ninguno de los dos sabía que decir.

―Lo siento ―dijo la cansada voz de Nick, mientras soltaba una nube de humo de su hocico.

Amber sonrió. Puso el cigarrillo en su hocico y miró a Nick con su total atención.

―No te preocupes.

Él bajo la mirada al suelo. Realmente no había querido decir eso y mucho menos a alguien como Amber, quien era su amiga desde hace tanto tiempo.

Estaba tan sumido en sus pensamientos que cuando los gritos llegaron a sus oídos, él tardo en comprender que ocurría. Cuando volvió en sí, descubrió que Amber ya se había levantado y estaba viendo hacía la acera, donde se desarrollaba una escena a las que Nick ya se había acostumbrado; eran casi quince depredadores, hembras y machos, entre panteras, tigres, leones y un par de rinocerontes. Algunos agitaban carteles que contenían letras rojas y todos decían lo mismo: "Abajo el muro". Los animales caminaban, pisando fuerte y gritando lo mismo que decía en los carteles.

―En la mañana había una manifestación cerca de mi casa ―exclamó Amber de improviso―. ¿Qué raro, no? Aparte escuche en las noticias que hubo un incendio cerca del muro.

Nick se quedó callado, pensando y reflexionando. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué había tantos disturbios por toda la ciudad?

―Bueno, supongo que cada "aniversario" es así ¿no?

Y la respuesta a todas sus preguntas le cayó de golpe y lo dejó helado. Hoy era el "aniversario", un recordatorio de cuan miserable puede ser una vida si le quitas la libertad de ese animal. Sí, el "aniversario" era la forma en que a ningún depredador se le olvidara quien estaba a cargo en ese mundo: las "indefensas" presas. Aunque, a decir verdad, las presas habían dejaron de ser indefensas desde que se creó la iniciativa de los collares. El "aniversario" es para que todos sepan que hace ocho años, el mundo había cambiado.

Nick se tapó la cara con ambas patas. Ahora todo tenía sentido. El "aniversario" era la razón por la que había tenido esa pesadilla y también porque tenía tantos síntomas de enfermedad. Era su mente avisándole que iba a pasar un día de mierda. Bueno, al menos ya sabía porque tantos animales en la calle se le habían quedado viendo, mientras que muchos otros lo señalaban con un dedo acusador.

Agh, ¿cómo se me pudo olvidar? Sí que soy estúpido...

Nick estaba tan sumido en sus pensamientos que ni escuchó cuando las sirenas de la policía sonaron casi a su lado. Una patrulla llegó y las puertas se abrieron para dejar ver un rinoceronte y un león, los cuales caminaron amenazadora mente hacía los protestantes. Después comenzaron gritar que todos tenían que irse, ya que estaban ocupando un espacio público y que obstruían la vía. Era obvio que esas no eran las razones por las que querían que se fueran.

Luego, uno de los protestantes aventó un cartel a la cara del rinoceronte. Luego, comenzó el caos. Los animales de la marcha, comenzaron a lanzar golpes a los dos policías. Pero claro, al tener el collar, muchos de los que estaban en la marcha, comenzaron a caer y gritar, ya que las descargas eran extremas y los dejaban chamuscados.

Amber gritó y se giró para no ver la horrible escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Nick se levantó de un saltó y tiró el cigarrillo que tenía en la pata. Amber también había tirado el suyo. Ella parecía realmente asustada.

― ¿Amber...? ―preguntó Nick al ver la asustada cara de su amiga.

Ella miró al suelo. El vulpino la acercó y la abrazó. Seguro que ella no estaba tan acostumbrada a ese tipo de cosas como él, que después de tanto tiempo, era ya pan de cada día. Miedo, traición y sed de sangre, eran las tres características de esa ciudad tan hija de puta. Y la pobre de Amber, que se había mudado hace poco y que no conocía las reglas, tenía que verlo de primera mano. Pero, esa era Zootopia, el lugar donde todos pueden ser lo que quieran, excepto libres, ya que han sido encarcelados tras un muro y encadenados a un aparato que los ahoga y les saca la vida poco a poco.

Pero esa era la historia de su vida. La historia de cada una de las vidas de Zootopia, o más, de Tusk City, el nombre que se le dio a la ciudad donde habitan los depredadores.

Nick suspiró ante el pensamiento de que ese día estaba por ponerse peor.

―Bienvenida a Zootopia.

Y Amber se aferró al cuerpo de Nick, mientras los gritos de dolor llenaban sus oídos.


En el pasado, él mundo se dividía en dos: feroz depredador y débil presa.

Pero con el tiempo, evolucionamos y abandonamos nuestras primitivas y salvajes costumbres. Ahora, depredadores y presas viven en armonía... o al menos eso pensamos.

La realidad está muy lejos de la utopía en la que creemos vivir. El mundo ya no es como antes. La vida ha dado un giro total y a cada minuto, parece que retrocedemos más y volvemos a nuestros instintos más primitivos.

Y se preguntaran: ¿cómo es eso?

Bueno, la verdad es que hace ocho años, la vida de cada depredador cambió radicalmente. Y está es la verdadera historia de cómo todo paso.

Muchos depredadores comenzaron a volverse salvajes y atacaban a las presas. Algunos fueron atrapados, muchos otros, no. Esta oleada de salvajismo había asolado Zootopia durante meses, las presas tenían miedo, ya que muchos de estos habían terminado muerto o heridos de gravedad. Fue entonces el gobierno tenía pensado el implementar una iniciativa que desde hace muchos años se había desarrollado: los "collares de domesticación", que daban descargas eléctricas a un depredador si se agitaba o enojaba. Pero realmente necesitaban un suceso, un ataque que moviera a todos los animales. Y ese suceso llegó cuando una oficial de policía, la primera coneja policía, fue atacada por un depredador. La identidad del depredador nunca fue dada al publico. Así, con este hecho, todos pasaron del miedo, a la ira.

Esto fue la excusa perfecta para que el gobierno (imperio) diera luz verde a los collares. Y así, todos los depredadores de Zootopia tuvieron que usarlo, obligatoriamente, sin excepción.

De esa manera pasaron meses, en los cuales, los depredadores se quejaban y trataban de quitarse los collares. Sumado a esto, las tensiones entre carnívoros y omnívoros, aumentaba gradualmente, al punto en que ambos grupos se odiaban a muerte. Y entonces los ataques volvieron y muchos animales murieron, presas y depredadores. Pero la última gota que derramó el vaso fue el asesinato de la alcaldesa Bellwether, la que dio luz verde a los collares. Una gran explosión que destruyó casi por completo el edificio de la alcaldía. En este terrible acto de terrorismo, murieron varios civiles y muchos políticos terminaron heridos de muerte. La bomba que destruyó parte de la ciudad era perteneciente a una organización terrorista.

Esta se apodaba Tusk Teeth (Colmillo Diente), que se manifestaba en contra de los collares por medio de ataques terroristas. Con esto, se le impuso a la policía y todas las autoridades el buscar y destruir está organización. Después de meses de búsqueda, se encontró la base donde trabajaban y se desmanteló todo tipo de bomba y arma letal. Pero la tensión había crecido tanto que el gobierno tuvo que desplazar a todos los carnívoros a las afueras de Zootopia. No importaba en que habitad vivieras, te tenías que ir y mudar a la que fue llamada Tusk City. Pero "El muro de los salvajes" no fue creado hasta que el siguiente alcalde, de lo que ahora era Omni City. El alcalde es un conejo llamado Jack Savage, quien dijo que los depredadores no se detendrían por nada. El muro fue terminado dos años después. Y con esto se fundó la Nueva Zootopia, un lugar que ahora se dividía en dos ciudades, Tusk City y Omni City.

Entonces fue Jack Savage observó como todos los depredadores escapaban de Tusk City, tratando de encontrar una mejor vida. Como el alcalde de Omni City quería el total control de la Nueva Zootopia, pronto creó el Muro Exterior, que encerraba a todos los carnívoros dentro de la ciudad, sin la posibilidad de escapar.

Y así es que llegó a este estado, en el que los depredadores son esclavos de las presas, ya que estas se quedan con todos los bienes y servicios que se producen en Tusk City. Y los depredadores no pueden hacer nada, ya que los collares son las cadenas que les impiden hablar y decir lo que siente. Por eso, está nueva ciudad es un imperio, creado por y para gente sin colmillos. Donde cualquier animal que piense que aquí se cumplen los sueños, sale desilusionado.

Así que si este es el principio de una nueva historia. Una nueva historia, donde las reglas han cambiado y las piezas del juego ya no son las mismas. El mundo ha cambiado. El mundo ya no es como era antes.

Pero eso hace la historia de aquel pobre zorro tan interesante. Y solo tengo una última cosa que decir:

Bienvenido a la Nueva Zootopia.


Nota del autor (N/A): Pues, ¿qué puedo decir que no haya dicho ya en estas más de 6,500 palabras?

Supongo que, de alguna manera, este no era el primer capítulo que a mí me gustaría. Yo desearía poder decir más acerca de este nuevo mundo, pero, la verdad, creo que ha sido suficiente información para un primer capítulo. Creo que logrado asentar las bases para el desastre que se avecina.

Y bueno, estoy seguro que te saltaste partes de este capítulo porque parece Biblia en latín. Sí, sé que quizá no estés leyendo esto, pero, si llegaste al final, quiero decir gracias por darle una oportunidad a esta historia.

Y, creo que no tengo nada más que decir, aparte, ya me duele los dedos y descansaré un poco. El próximo capítulo (si lo desean) saldrá después de Navidad y Año Nuevo. Ya saben, para poder pasarlo en familia, etc., etc.

Dejen su review si les gusto.

Bueno, espero que lo hayan disfrutado, un abrazo y nos vemos luego.