DISCLAIMER: Ninguno de los personajes me pertenece; todo es propiedad de la bellísima J. K. Rowling. Esta historia es mía, escrita sin ningún fin de lucro.

SUMMARY:
Harry, Sirius y Remus han atravesado el Velo, pero descubren que no es la muerte lo que los recibe del otro lado. Una nueva vida se abre ante ellos y no les queda más opción que aceptarla. Repetirá su quinto año allí y sabe no será aburrido; se supone está muerto. Afectado por la licantropía, Harry descubre que posee más de un padre que quiere verlo feliz.

DETALLES: Lycan!Harry & Hanny ('cause yes…)


Harry Potter y los padres de las noches blancas

1

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Harry vio que Sirius esquivaba el haz de luz roja de Bellatrix y se reía de ella.

¡Vamos, tú sabes hacerlo mejor! —le gritó Sirius, y su voz resonó por la enorme y tenebrosa habitación. El segundo haz le acertó de lleno en el pecho. Él no había dejado de reír del todo, pero abrió mucho los ojos, sorprendido.

Harry soltó a Neville, aunque sin darse cuenta de que lo hacía. Volvió a bajar por las gradas y sacó su varita mágica al tiempo que Dumbledore también se volvía hacia la tarima. Dio la impresión de que Sirius tardaba una eternidad en caer: su cuerpo se curvó describiendo un majestuoso círculo, y en su caída hacia atrás atravesó el raído velo que colgaba del arco. Harry vio la expresión de miedo y sorpresa del consumido rostro de su padrino, antes apuesto, mientras caía por el viejo arco y desaparecía detrás del velo, que se agitó un momento como si lo hubiera golpeado una fuerte ráfaga de viento y luego quedó como al principio. Entonces Harry oyó el grito de triunfo de Bellatrix Lestrange, pero comprendió que no significaba nada: Sirius sólo había caído a través del arco y aparecería al otro lado en cuestión de segundos…

Sin embargo, Sirius no reapareció.

¡SIRIUS! —gritó Harry—. ¡SIRIUS!

Harry había llegado al fondo del foso respirando entrecortadamente. Sirius debía estar tras el velo; Harry iría y lo ayudaría a levantarse… Pero cuando llegó al suelo y corrió hacia la tarima, Lupin lo rodeó con los brazos y lo retuvo.

¡NO!—gritó, forcejeando contra el agarre de su antiguo profesor. Remus sintió el empujón hacia adelante y trastabilló antes de sentir cómo el adolescente se escapaba de sus brazos. El cuerpo de Harry se impulsó hacia adelante, pero en el rostro del mayor se reflejó el horror. Había tenido demasiado como para resquebrajarse en aquel momento.

Estiró su mano una vez más, aferrándose al antebrazo del azabache con tanta fuerza que lo obligó a retroceder un paso; pero demasiado tarde.

Bajo las risotadas incesantes de Bellatrix, el tiempo volvía a detenerse. Los rayos de luces se quebraron en el aire y Harry Potter atravesó el velo, arrastrando a Remus Lupin consigo.

Harry lo sintió conocido. Veía luces brillantes y deformes en lugar de oscuridad. Pero lejos de sentirse desorientado, la quietud lo calmaba. Una mano todavía sujetaba su brazo pero había disminuido la fuerza. Ya no dolía, a pesar de sentir las pulsaciones de la zona afectada. Había perdido las gafas; Remus a su lado apenas era visible. Lejos de ellos, flotaba un borrón negro que no parecía tener forma.

¿¡Qué demonios…!?

Era la voz de Sirius.

No grites.

Era la voz de Lupin.

Pero…

Sólo… no grites…

Harry apretó los párpados, sintiendo los ojos cansados. No podía sentir algo que lo sujetase más que el aire. Voces llegaban a sus oídos pero eran demasiado lejanas como para comprenderlas.

Suspiró.

No puedo ver bien…

Has perdido tus lentes, Harry—escuchó que dijo Remus, manteniéndose cerca suyo. Aquella mancha negra ahora se encontraba más cerca, y había tomado una forma humana. Oyó que suspiraba sonoramente.

No sé ni por qué me sorprendo… Sólo espero que alguien asesine a esa perra.

Sirius—lo reprendió Lupin. Harry sólo sonrió, escuchándolo refunfuñar.

¿Dónde estamos?—quiso saber, mas el silencio volvió a reinar, evidenciando la situación.

Ni Sirius ni Remus ni él sabían con exactitud dónde se encontraban. Había sido demasiado ingenuo, pensó, y se encontraban muertos. ¿Estaban muertos? Podía sentir perfectamente su corazón latiente y la punzante sensación de dolor en su brazo previamente apretado.

No lo sé—suspiró su padrino y lo divisó acercándose—. Pero he oído voces más allá, tal vez debamos seguir para averiguarlo…

Los mayores sujetaron sus manos y las apretaron para asegurarse de no soltarlo. Harry sólo supo una cosa, sin motivo alguno, la sensación lo azotó; iba a casa.

Abrió los ojos de pronto, agitado. Su cabeza dolía; una pulsación constante en la parte trasera de su nuca. El sudor empapaba su espalda y optó por sentarse. Gimió cuando sus muslos se contrajeron, obligándole a cerrar nuevamente los ojos. Se mordió el labio inferior y volvió a abrirlos, notando entonces la claridad del día que se filtraba por la ventana.

¿Dónde estaba?

La habitación era oscura aunque la sentía agradable. Había una sola ventana, con blancas cortinas semi desplegadas, que dejaba entrar algo de luz azul. No había sol que molestase todavía pero el celeste del cielo volvía aquel cuarto un panorama bastante tranquilo y solitario.

En paz.

Había un espejo del otro lado, situado junto al armario, y reflejaba su posición. La cama era individual pero ancha y de cobijas azul francia. Las sábanas eran blancas y las sentía húmedas.

Había tenido otra pesadilla.

Volvió a ver a su alrededor, notando la mesa de noche junto a la cama. Sus gafas se encontraban cuidadosamente dobladas sobre ésta, a la altura de la lámpara.

"¿Qué…?"

Se miró la mano y luego los pies. Había un póster pegado del otro lado de la enorme morada, y podía leer lo que decía con increíble facilidad.

GRYFFINDOR RULES

Miró nuevamente sus gafas y se sintió ajeno a ellas. Repentinamente, la habitación se iluminó de anaranjado. Levantó la mirada hacia la puerta ahora abierta y no reconoció a la persona que se encontraba bajo el umbral.

Era un adulto; más alto que él. Iba bastante bien vestido, con clase, pero a diferencia de Lucius Malfoy, le agradaba lo que llevaba puesto. No era tan extravagante, si bien denotaba que tenía dinero, parecía que había decidido por llevar algo elegante pero también cómodo; nada que sobresaltase demasiado. Y eso le gustó. Vestía de negro y bronce, y lo veía con atentos ojos castaños.

Con la luz, no pudo distinguir bien de qué color era su cabello, pero sí sabía que era oscuro y estaba muy revuelto.

—Veo… que despertaste…—habló, con voz tiesa. Él se apenó un poco y bajó la cabeza, frotando sus manos con insistencia.

—¿Dónde estoy?—preguntó. Notó su voz cansada.

El hombre apartó sus ojos de él y miró hacia afuera, por sobre su hombro.

—En Grimmauld Place.

Abrió sus ojos y levantó la mirada, intercambiando una propia con el sujeto. Por algún motivo, se estremeció.

—¿Grimmauld Place? Pero…—dudó—. Jamás había estado en este cuarto…

—No, es obvio…—murmuró el adulto pero pudo escucharlo. Volvieron a verse y todo se tornó incómodo—. Has estado en el tuyo, no en el nuestro—explicó pero sólo creó más confusión.

Volvió a mirar la habitación y hubo algo en ella que le supo familiar. Había una sola habitación que podría tener tales detalles y que no había visto nunca, pese a quererlo.

El cuarto de Sirius.

—¿Quién es?—lo volvió a mirar, con el ceño ligeramente fruncido. No veía su varita por ningún lado y se sentía desorientado.

El otro pareció dudar y luego habló;

—¿Tu quién eres?

Parpadeó y apretó los labios. No sabía si le iba a gustar decirle su nombre.

—Harry… Harry Potter…

Para su sorpresa, el hombre sólo permaneció con sus ojos puestos en él y entonces cabeceó una afirmativa, desviando la mirada hacia el espejo de la habitación. No hubo reacción alguna a las acostumbradas. Ni siquiera sorpresa o estupefacción, sólo aceptación… e incluso ¿resignación?

—Yo…—volvió a dudar y miró al adolescente en la cama, con una sonrisa suave—. Soy Lord Potter—Harry abrió sus ojos—. Me llamo James Charlus Potter… Me da gusto conocerte Harry.

Se creó el silencio.

Su corazón golpeaba con violencia su pecho y sus ojos picaban. James continuaba observándolo con atención, viéndose desilusionado por la falta de palabras. Tomando valor, balbuceó cohibido.

—¿Papá?

Una pequeña sonrisa nació en el hombre.

—Algo así…—se masajeó el cuello y Harry pudo ver un anillo de plata en su dedo anular, reluciendo a la luz—. Ven, acompáñame…—dijo el mayor, haciendo un gesto hacia afuera—. Querrán saber que estás bien…

Se levantó de prisa cuando lo vio desaparecer tras la puerta. Y el dolor bajó estrepitosamente. Todas sus extremidades dolían, quemaban, y gimió por ello. Sus músculos se contraían y pulsaban. Su cabeza ardía descontrolada pero era capaz de mantenerse consciente. Quería agitarla pero se contuvo, no quería empeorar la situación.

Tenía demasiadas preguntas naciendo en su mente.

¿Se padre estaba vivo? ¿Cómo era posible? Recordó el anillo en su dedo y contuvo la respiración. ¿Su madre también estaba viva? ¿Acaso era un sueño? ¿Le habían mentido? ¿Dónde estaban Sirius y Remus? ¿Qué había sucedido en el Departamento de Ministerio?

Y entonces recordó, precipitándose a la salida.

Sirius había sido atacado por Bellatrix Lestrange.

Las luces iluminaban el pasillo y vio qué tan agradable era el lugar, con las paredes de un color crema y el suelo alfombrado de rojo escarlata. Completamente ajeno a Grimmauld Place.

Caminó hacia las escaleras, oyendo voces en la planta baja. A paso lento se dirigió hacia allí, con los pensamientos perdidos. Llegó al último escalón y no encontró el retrato de Walburga Black, sino una pintura de un paisaje muy bonito. Era una pintura mágica pues los árboles de la imagen se mecían con el viento.

Siguió caminando y entró a la sala, viendo a algunos hombres allí, platicando. Al notar su presencia, las voces callaron y los ojos lo miraron, incomodándolo. Pasó su mirada por cada uno de ellos, logrando reconocer a algunos de ellos. Veía a Kingsley Shacklebolt y a Alastor Ojoloco Moody, ambos de pie junto a la hoguera, inspeccionándolo con la mirada. Había dos hombres sentados en un sillón negro que también lo veían, pero no pudo reconocerlos. Uno en particular se le hacía vagamente familiar pero no supo definir de dónde. James también estaba con ellos y se veía claramente nervioso, echando miradas hacia la puerta de la cocina. Lo imitó, desviando la mirada hacia allí, encontrándose con un plano vacío.

Hasta que una silueta pasó por la puerta.

Harry reconoció al instante los largos cabellos pelirojos y los ojos verde esmeralda, como los suyos. Lily llevaba en sus manos una bandeja con varias tazas humeantes, misma que tembló cuando cruzaron miradas. Al menor le desconcertó ver el vacío en los ojos de su madre, oprimiendo así la felicidad de verla. Ella le sostuvo la mirada y luego la desvió rápidamente, manteniéndose inmóvil en el lugar.

Un estruendo se escuchó detrás de la mujer.

—¡FAHMMY!—su padrino salió de la cocina con la boca llena y unos ojos que brillaban como nunca antes. Pronto se vio estrangulado por sus brazos y se contagió de su alegría, sonriendo mientras intentaba respirar.

Remus también apareció por la puerta, frunciendo el ceño apenas los vio.

—¡SIRIUS!—gruñó, acercándose. El Black soltó a su ahijado y miró a su amigo, con un gesto inocente—. ¡Traga primero, perro!

El convicto frunció el ceño y le gruñó guturalmente, con una posición defensiva. Remus entrecerró sus ojos y se colocó en una postura atacante. Y fue demasiado para Harry.

Comenzó a reírse sin control, sujetándose el estómago cuando el dolor regreso. Sus hombros temblaban a causa de sus risas y los dos hombres se calmaron al verlo, incluso viéndose cómplices. Apenas pudo recobrarse de los espasmos cuando otra persona hizo acto de presencia y el humor del menor se fue por los suelos.

—Veo que ya has despertado, joven Potter. Nos tenías preocupados, han pasado seis días—fue el saludo de Albus Dumbledore, el cual sonreía. Harry arrugó la nariz y su primer impulso fue colocarse detrás de su padrino, observando al anciano con recelo. ¡Lo había ignorado por todo un año y le venía a hablar con tanta tranquilidad! ¿Y desde cuándo lo llevaba 'joven Potter'? El director pareció preocupado de su reacción—. ¿He dicho algo malo?

No pudo contenerse.

—¡Además de chiflado, viejo hipócrita!

—¡Harry!—vociferó Remus con sorpresa y Sirius se descompuso de la risa, abrazando a su ahijado para sostenerse en pie.

Detrás, James también parecía sorprendido pero las comisuras de sus labios temblaban al igual que sucedía con sus dos acompañantes. Kingsley había sonreído por inercia y sólo se escuchó el gruñido de Moody. Lily sólo había fruncido el ceño.

—Discúlpelo, Albus—dijo Remus, con un leve rubor. Harry continuaba viendo al anciano con desdén—. El otro no lo trató muy bien durante su quinto año…

Aquello llamó la atención del menor, el cual miró al licántropo con atención.

—Ya veo…—sonrió Dumbledore, luciendo más tranquilo. Harry volvió a fruncir el ceño, desconfiado—. Supongo que sigo cometiendo errores no importa dónde esté.

El menor bufó—. Hasta que lo reconoce.

—Harry…—Remus lo miró en advertencia y el aludido se acobardó por primera vez ante su ex profesor, volviendo a ocultarse tras su padrino. Sirius observó el intercambio atentamente—. Han pasado muchas cosas, Harry—la mirada del hombre se suavizó y eso tranquilizó al muchacho, que volvió a verlo con confusión—. Verás…

—Atravesamos el Velo cuando estábamos en el Ministerio—dijo Sirius sin tomarle importancia.

Harry parpadeó.

—Lo recuerdo…

—¿Recuerdas qué pasó después?—indagó Lupin, sin despegar sus ojos de él.

La habitación se sumió en silencio y el menor frunció el ceño, intentando aclarar sus memorias. Se sentía observado pero con el año que había pasado ya no le importaba en lo más mínimo. Incluso se había acostumbrado, pero no así dejaba de inquietarlo. Finalmente, sacudió la cabeza en negativa.

Se oyeron varios suspiros.

—Harry, el arco fue nombrado Velo de la Muerte porque todo aquel que lo cruza no regresa—el menor se sorprendió—, y a partir de ese momento, esa persona figura como muerta.

—Pero no estamos muertos—se apresuró a destacar.

—No—sonrió el adulto—. Pero hemos caído aquí, donde sí lo estamos.

Sirius vio la confusión en el rostro de su ahijado y sonrió, viendo a la peliroja y al azabache cerca de la chimenea.

—Dime Harry—llamó su atención y señaló hacia ellos—. ¿Reconoces a esas personas?

El adolescente lo miró y luego hacia donde señalaba, observando los rostros de sus padres muertos, sintiéndose intimidado. James lo veía fijamente pero Lily parecía más entretenida con un cuatro a su derecha. Sólo asintió y regresó a verlo, con un amargo sabor en la boca.

—Pero mis padres están muertos—dijo mirando a su padrino inquisitoriamente. Remus y él intercambiaron miradas y volvieron a verlo—. ¿Qué ha sucedido?—se preocupó.

—Hay teorías que dicen que el Velo es la puerta a otra dimensión—comenzó Lupin—. La dimensión de los muertos, dicen… No está comprobado porque, como verás, nadie jamás regresó de allí. Automáticamente, los papeles legales de esa gente describían a un fallecido, y las hipótesis surgieron, aunque eran erradas.

—¿Eso quiere decir que…?

—Sí—sonrió Sirius—. Hemos caído en el mundo tras el Velo.

Harry abrió la boca para hablar pero luego la cerró, conmocionado. Miró a sus acompañantes y luego se volvió para ver a sus padres, regresando la vista al suelo.

—Y…—levantó la mirada al escuchar a Remus hablar—… no podremos regresar.

—¿Qué?—su voz tembló.

—Aquí no existe el Velo, Harry—contestó Sirius, sonriéndole con comprensión—. No entramos por un velo y salimos por el otro, caímos aquí, literalmente, de la nada—suspiró y le revolvió sus desordenados cabellos, con ternura.

—Hay escritos de personas que afirman haber vivido algo parecido—habló Dumbledore, acercándose un poco—. Personas que aparecieron en este mundo con una vida diferente a la que llevaban antes, con recuerdos de dos vidas vividas a la par. Algunos acabaron por enloquecer, otros se encargaron de plasmar aquellos conocimientos antes de fallecer—convino con voz calma.

—No es nuestro caso—comentó Remus, viendo significativamente a Harry—. Bueno, no del todo.

James se acercó a ellos y miró a al animago y al licántropo. Harry se sorprendió de ver lo viva que era la mirada de los tres al tenerse cerca.

—¿Han recordado algo?

—Todo—dijo Sirius, con una sonrisa vacilante—. No ha sido muy diferente a mi otra vida, hasta ese detalle—volvió a mirar a Harry. El menor lo secundó, confundido—. Llegamos en nuestros cuerpos porque aquí nosotros…—dudó y lo miró comprensivamente—… fallecimos hace mucho tiempo.

James también miró a Harry y Remus sólo sonrió con calma, animándose a hablar.

—¿No recuerdas nada, Harry?—quiso saber—. ¿Algo particular?

Lo meditó lentamente. Su cuerpo gritaba de un dolor desconocido pero había muchas más cosas de las que preocuparse. Recordó cada momento de su vida; los Durlsey, su carta, Hagrid, la piedra filosofal, la Cámara de los Secretos, Sirius, los dementores, el Torneo de los tres magos, el ataque a su primo y a él, su juicio, el Ministerio, Umbridge, los castigos, el ED, las visiones, una profecía, y…

¡Harry!—su madre llegó corriendo mientras él reía. Le había gustado jugar con su regalo. Su tío Paddy le había obsequiado su primera escoba pero no importaba que fuera de juguete. Su padre se reía mientras veía como su padrino era perseguido a muerte por su madre y al captar su mirada, le dedicó una sonrisa traviesa.

Había tirado una vasija de vidrio y ésta casi había aplastado a Bast.

Inspiró, afectado.

—¿Cómo es que nadie me dijo que habíamos tenido un gato?—les cuestionó, indignado.

Sirius se rió y Remus amplió su sonrisa. James parecía estar recordando algo muy agradable.

—Ha sido una suerte que su llegada no haya sido con toda la Orden reunida, al menos hemos tenido tiempo de darles vacaciones—comentó Dumbledore, con gracia. Harry sólo lo ignoró, resentido, bajo la divertida mirada del anciano.

Algo punzó detrás de su cabeza y gimió, doblando sus rodillas y cayendo al suelo. Apenas lo tocó, sus músculos ardieron y se movieron horriblemente, quemándole por dentro. Sollozó de agonía, sacudiendo la cabeza para aclarar su mirada aguada. Pronto sintió tres presencias a su lado, sujetándolo con delicadeza.

Volvió a sentirse desorientado.

—Tranquilo, Harry…—oyó decir a Sirius.

—Ha c-comenzado… Oh, dios…Yo…—sentía balbucear a Remus, muy cerca.

—No entres en pánico, no es tu culpa—la tranquila voz de James lo acogió, destrenzándolo un poco.

—¡Lo es, santo Merlín, que es culpa mía!

—Bueno, veo que no has cambiado nada…—murmuró James y escuchó a Sirius reír.

—Harry, relájate…—así lo hizo, levantando la mirada un poco, viendo ahora todas las figuras de pie frente a él, salvo a los tres adultos que lo sujetaban. Sirius le acariciaba la espalda, hablándole cerca—. Es otra cosa que debemos decirte…—parpadeó, confundido, y sintió una extraña sensación de euforia.

—¿Qué es…?

—El lobo…—oyó murmurar a Remus. Y entonces lo sintió: su brazo ardía como mil demonios, pulsaba y punzaba, posiblemente inflamado—. Lo siento, Harry…—se oía avergonzado y dolido—. Aquí era… luna llena cuando llegamos, y yo te… te…

No necesitó decirlo, pues lo había comprendido a la perfección. Volvió a sentirse desorientado y cansado; pero contrario a desear a Remus lejos, lo quiso tener cerca, más cerca.

—Ha-Harry…

Sacudió la cabeza.

—Está bien…

—Pero…

—Está bien—cerró sus ojos y sonrió, aún sacudiendo un poco la cabeza—. Lo está.

El licántropo se mantuvo en silencio tras eso y pudo sentirlo menos tenso a su lado. Remus realmente era una excelente persona, como había escuchado a Sirius decir más de una vez, y sentía deseos de abrazarlo, por algún motivo desconocido.

Varias manos lo ayudaron a incorporarse e hizo una mueca ante el dolor, procurando mantenerse de pie.

—Ha de estar sufriendo un infierno—oyó decir a Moody y no dijo nada para contradecirlo.

Sirius resopló a su izquierda.

—¡Pues claro! ¡Mi ahijado será un Alfa!—si bien había sonado divertido, pudo sentir su preocupación. Desconocía de qué estaban hablando pero se prometió preguntarle luego a Remus.

—Será mejor que vuelvas a la cama, muchacho—Dumbledore volvió a hablar y casi pudo verlo con claridad—. Nosotros tendremos una importante plática pendiente—esta vez no se dirigía a él. James y Sirius lo soltaron y se alejaron unos pasos, donde Remus tuvo la oportunidad de sostenerlo con firmeza, creando en el muchacho una gran tranquilidad.

—Yo me encargo—dijo Lupin, inquieto.

Lo ayudó a subir las escaleras una vez abandonaron la sala, y cada escalón le supo a tortura. No había músculo o hueso que no le doliera, y era insoportable. Tal vez Remus podía sentir su agonía pues casi lo había levantado para cuando llegaron a la habitación. Se acercaron a la cama y se tumbó en ella, cerrando sus ojos al instante.

Ni siquiera notó cuando las mantas lo cubrieron o cómo un 'Duerme bien' se esfumaba en el aire. Se rindió al sueño instantáneo, con el pensamiento de que, tal vez, al día siguiente estaría lo suficientemente lúcido como para entender y entrar en pánico. O quizá aceptarlo.

La luz se extinguió en la habitación y los pasos se alejaron hasta hacerse inaudibles.

Una sensación todavía quedaba afirmada en Harry; estaba en casa.


Esta idea me la vienen pidiendo desde hace tiempo (un Hanny donde Harry sea hombre lobo) y pues… jugué un poco con la historia y dije, '¿por qué no una mezcla de ideas?'. Aquí los resultados.

En el próximo capítulo: La transformación de Harry, reflexiones y pequeñas charlas.

¡Nos leemos!