Naruto no me pertenece, sino a Masashi Kishimoto
Categoría: Naruto, Originales
Genero: Acción, angustia, AU, drama, horror, humor, misterio, romántico, tragedia
Clasificación: No menores de 18 años
Advertencias: Incesto, lemon, muerte de un personaje, shota, tortura, violación
"Tenemos dos fuerzas que nos ayudan a vivir: el olvido y la esperanza"
Vicente B.I.
Dedicado a la persona que me estuvo ánimo a escribir. Lau, sin ti, creo que esta historia nunca hubiera existido.
Capítulo 1: El idiota de mi vecino
1
Pasan de las 7 de la noche y aún no podemos terminar de bajar las cosas del auto. Es una tortura tener que mudarnos siempre por el empleo de mi papá. Está es la quinta vez en donde se repite el mismo ciclo sin fin: nueva casa, escuela, amigos, y ahora, por encima de todo, nuevo idioma; como si todo lo anterior no fuera suficiente para torturarme psicológicamente.
No podía creer la facilidad con la que mi papá había aceptado ser el gerente de la nueva sucursal en Japón. Obviamente, era una gran oportunidad, con un mayor sueldo y beneficios, pero sin importar lo anterior, sigo sin estar de acuerdo. ¡Ni siquiera se dignaron en pedir mi opinión, así como tampoco les interesó el traerme aquí en contra de mi voluntad! Lo único que quedaba era adaptarme o… adaptarme. Léase entre líneas, fingir estar contento con este novedoso cambio
No odio Japón, digo, es mi pais natal y la admiro de cierta forma, pero seamos sinceros, no tengo ni un puto recuerdo concreto de ella y por encima de todo, tuve que re-aprender el idioma por capricho de mis padres. Para mí, y no es por ser antipatriótico, Alemania era el lugar donde se encontraba mi hogar. Realmente nunca tuve muchos problemas cambiándonos a diversas ciudades o de casa en el mismo país, pero de eso a venir a japonés, había una enorme diferencia. No sólo estoy hablando de los cambios de horario o incluso del clima, sino de la diferencia tan radical de culturas y el idioma. Vale, se hablarlo y medio escribirlo, pero de eso a centrar toda mi educación en él, resultaba, de alguna forma, frustrante. En un principio, la sola idea me desagrado desde que mis padres tuvieron la amabilidad de mencionármelo hace un mes, pero ahora que la realidad tocó a mi puerta, era mucho peor de lo que pensé. Deseaba que toda esta horrible situación fuera una broma de muy mal gusto, pero una broma al fin de cuentas.
Coloqué mis cosas en el segundo piso, el cual a partir de ahora sería mío. Era algo parecido a un departamento, ya que el primer y segundo piso no estaba conectados en el interior; había una escalera afuera, de cara al garaje, el cual era un pasillo largo y ancho. El departamento contaba solamente con un baño en la recamara, un cuarto individual, una sala y un balcón. Claro, comparado con el del vecino, el de nosotros era pequeño. El suyo debería medir entre 10m de ancho x 12m largo, y de distancia al mío serian como menos de medio metro. Ambas casas eran totalmente occidentales, lo cual agradecí totalmente, ya que por lo que vi en Internet, los departamos en Japón parecían nidos de ratas: pequeños y "compactos".
Bajé la caja que llevaba en mis manos, me estiré haciendo crujir mi espalda y agradecí mentalmente que fuera la última caja que tenía que subir. Después de un largo suspiro y de sobar mis hombros, me dirigí a la puerta que daba al balcón, la abrí, dejando entrar el aire fresco. Aspiré con fuerza y permití que ese sentimiento de extrañeza se apoderara poco a poco de mí. Me sentía especialmente inquieto y feliz, a pesar de todo. De cierta forma, les había prometido a mis papás que intentaría acoplarme a este nuevo y gran cambio. Además, sería infantil de mi parte seguir molesto, por una "simple" mudanza. De hecho, si me pongo a pensarlo, debería estar feliz y saltando de alegría, porque últimamente las cosas están saliendo bien con mis padres. Puedo tomar esta mudanza como borrón y cuenta nueva.
En mi última escuela, las cosas no salieron bien y todo fue a causa de esa zorra que no dejaba de acosarme. Diciendo toda esa mierda acerca de mí. Trato de comprender a las mujeres, ¡lo juro! Pero por más que me esfuerzo, no logró entender por qué piensan que con una noche de sexo, yo me voy a convertir en su novio y aguantar todas sus estupideces e hipocresías. Vale, hay mujeres que sí valen la pena, pero un a costón de una noche: no es nada y no significa nada, al menos para mí. Obviamente procuro dejárselos en claro antes de que consumar el acto e incluso después, pero sin importar todo lo que diga, ellas me ignoran. Piensan que si siguen insistiendo cambiaré de parecer en algún punto, sin embargo eso nunca sucede, porque cuando estoy con ellas de esa forma, no busco algún tipo de relación seria, más aún, ¿quién la querría a mi edad?
Suspiré pesadamente, sentándome en la baranda ancha de cemento y poniéndome los audífonos. Le subí todo el volumen e intente olvidarme completamente de toda esa mierda, que la verdad, no valía la pena y que lo único que hacía era traerme malos recuerdos y dolores de cabeza insoportables. Tal vez en esta nueva escuela podría encontrar a una linda chica, que por lo menos no hubiera sido cogida por media escuela y que supiera entablar un buen tema de conversación. No para casarme con ella, obviamente, pero sí para tener una linda experiencia y pasar el rato. ¿Qué hombre no le gusta tener una buena compañía en los momentos de soledad? Supongo que la mayoría estaría de acuerdo conmigo.
Pero vamos, eso qué más da, buscar o no una mujer, no es lo importante, ellas siempre vienen a mí de alguna u otra forma. Lo que debería de preocuparme un poco son mis calificaciones. El semestre pasado no me fue exactamente bien y ni siquiera estaba seguro si podría pasar las materias en esta nueva escuela. Además, la constante presión por parte de mi padre y los sutiles consejos de mi madre acerca de cómo adaptarme a este nuevo sistema, no me ayudan a sentirme mejor.
— Naruto… Naruto… —escuché a la lejanía cuando le bajé ligeramente el volumen a mi reproductor de música.
— ¡Mande mamá! —pregunté alzando la voz.
— Vamos a cenar peque, así que no tardes en bajar —dijo asomando el rostro por la puerta que daba hacia el balcón.
— Enseguida voy. No tardo. —Ella sólo asintió distraídamente y desapareció de mi vista.
Me levanté perezosamente, le di una última mirada a la casa de enfrente, dándome cuenta, para mí sorpresa, de que el vecino se encontraba recargado del lado derecho de la baranda, mirándome o al menos tenía el rostro vuelto hacia mí. Lo único que alcancé a captar entre las sombras fue su altura, era alto, muy alto para un japonés. Nos observamos fijamente por un tiempo más de lo debido, sin decir absolutamente nada y no fue hasta que mi madre volvió a llamarme, que salí del estado hipnótico en el que me encontraba. Sin decir nada palabra, di media vuelta y entré al cuarto, asustado.
¿Qué diablos había sido eso?
Nunca en mi corta vida me he sentido tan intimidado por una simple mirada y quiero aclarar que me he visto en situaciones, en donde hasta un adulto se hubiera sentido aterrado. Pero ahora estaba aquí, corriendo con la cola entre las piernas, por un grandulón que lo único que había hecho era mirarme fijamente, sin decir media palabra. ¿Desde cuándo me había vuelto tan cobarde y estúpido?
Mierda… eso realmente fue humillante.
2
Oh, diablos. ¡Esto tiene que ser una puta broma!
¿Era en serio que mis padres me habían inscrito a una escuela de niños mimados?
Entendía perfectamente por qué el cambio de aire tan brusco, pero ¡diablos! De estar toda mi vida en escuelas públicas a una privada tan de repente y sin siquiera dejarme asimilarlo, era una doble bofetada. Era cierto que era mi primera vez en Japón después de años de estar en el extranjero y sé, mejor que nadie, que necesito ayuda extra para adaptarme. Pero aun así no podía dejar de pensar que esto era una mierda, una y mil veces.
— Jóvenes, les quiero presentar a su nuevo compañero. Fue transferido desde Alemania. Por favor, cuiden de él —dijo el profesor empujándome ligeramente para que, supongo, me presentara. Pero como yo no dije ni media palabra, se cansó de esperar y decidió tomar las riendas del asunto —. Al parecer el joven Uzumaki es un poco tímido, pero ya se irá acostumbrando… —comentó el maestro, poniendo su mano en mi hombro.
— Profesor, ¿por qué tiene apellido japonés si es alemán? —preguntó algún idiota de la parte de atrás, y para empeorarlo todos asintieron.
— Bueno… pues… —balbuceó y yo puse, traté, en la medida de los posible, de no poner los ojos en blanco.
— No soy alemán. Soy mitad japonés por parte de mi padre y británico por mi mamá - dije sin mirar a nadie en concreto.
— ¿Sabes hablar bien el japonés? —preguntó, otro.
— Sí. Lo entiendo, pero tengo varios problemas con la gramática. Incluso mi acento es extraño para ustedes, supongo.
— No, es perfecto —dijo una muchacha y todas asintieron aprobatoriamente.
La verdad es que sabía que tenía el acento muy marcado, mi papá siempre me lo repetía a la hora de hablar con él, incluso mi mamá me molestaba a veces con eso; pero si a las personas no les importaba, qué más daba. Al fin de cuenta ni siquiera tenía ganas de hablar en japonés, a pesar de que la pronunciación era un poco más sencilla que la Alemana. Me encogí ligeramente de hombros, antes de que el profesor me pidiera que escribiera mi nombre completo en la pizarra. Lo hice lo mejor que pude, aunque mis trazos no eran muy estéticos que digamos.
— Mi nombre es Uzumaki Naruto, por favor seamos amigos —murmuré, sintiéndome estúpido al decir eso último.
Mi mamá me había dejado muy en claro cómo debía presentarme, hablar y comportarme; sin importar cuanta pena o cuan estúpido me sintiera al decir esas frases como: cuida de mí, estoy bajo su cargo, buen trabajo o seamos amigos. Obviamente no estaba acostumbrado a tanta formalidad, ni de llamar a todos por su apellido y siempre de usted, incluso inclinarme para saludar me resultaba incómodo.
— Bueno, joven Uzumaki, puede sentarse en aquel lugar que está desocupado —dijo el profesor, señalándome un puesto vacío que estaba al final de la tercera fila —. Comencemos la clase.
Las clases no fueron tan malas como pensé. De hecho, las horas se fueron rápido hasta el almuerzo. Justamente cuando tocaron la campana, ya tenía encima de mí a la mayoría de las chicas de mi salón. Preguntándome no sé cuanta cosa: hablaban tan rápido y chillaban tanto que no entendía ni media palabra de lo que decían. No me sentía intimidado por el comportamiento de ellas, todo lo contrario, alimentaban mi ego, aunque en ese momento no era para nada cómodo no poder salir de ahí. Tenía hambre y la hora del almuerzo estaba pasando, así que pensé algo rápido.
— Señoritas — hablé, por fin, levantándome de mi asiento —, con su permiso, tengo un poco de hambre. —Tan pronto como pronuncié esas palabras me arrepentí. Todas me bombardearon con peticiones de acompañarme a comer, después se hizo un pequeño silencio incómodo, hubo un intercambio de miradas asesinas y antes de que pudiera decir nada, comenzaron a pelearse. El ruido era tal, que me sacaron de quicio, pero antes de que pudiera decir algo, intervino una voz.
— ¡Niñas! ¿Por qué no le dan un poco de espacio al nuevo? — Las calló el presidente de la clase —. Al menos déjenlo respirar. — Ellas no parecieron muy contentas con el comentario y hasta lo miraron mal, pero se tranquilizaron.
— Lo sentimos, joven Uzumaki —dijeron al unido, comenzando a salir una por una, un poco apenadas.
Suspiré con pereza y no pude evitar dejarme caer pesadamente en mi asiento, sobándome las sienes con mis dedos, tratando de tranquilizar mis delicados nervios y rogando que dejaran de zumbarme los oídos por tanto escándalo. Estoy acostumbrado a este tipo de "bienvenidas" por parte de las chicas, pero es la primera vez que alguien me auxilia de esa forma. Se lo agradecí internamente cuando todas se callaron. Digo, a quién en su sano juicio le gusta que le estén gritando en el oído, sin mencionar que no tengo la paciencia suficiente como para tolerar eso. Al menos no tuve que ser irrespetuoso con ellas, eso es un punto a mi favor, supongo. Bueno, qué más da, es hora de comer en lugar de perder el tiempo pensando.
Aventurándome por los pasillos pude encontrar de pura casualidad la azotea del edificio. Ahí fue, donde caí en la cuenta de cuan bonito y bien cuidado se encontraba el campus. Pude ver, desde mi posición, las enormes aéreas verdes y lo hermoso de sus jardines; con esos detalles japoneses de exquisito gusto, que salen en algunos animes. También pasé mi vista por el gimnasio de básquetbol, el club de Kendo, el de arquería y el club de la tradicional ceremonia del Té, el campo de baseball, un taller de cocina y la cafetería - que parecía un pequeño restaurante, más que otra cosa. A pesar de lo que diga, aquí todo es muy bonito… casi perfecto.
Mastiqué el emparedado que mi mamá me dio en la mañana, mientras me sentaba admirar y observar lo que hacían todos los alumnos: unos entraban a la cafetería y ahí se quedaban; otros en cambio, preferían comer al aire libre y otros caminaban de aquí para allá, hablando amenamente con sus amigos o parejas. Al terminar mi desayuno, no pude evitar sacar mi cajetilla de cigarros. Tomé uno, lo prendí y saboreé el dulce sabor a tabaco. Sintiéndome por fin completo y relajado de cualquier problema que pudiera presentarse o que ya hubiera ocurrido. La dulce brisa golpeó mis mejillas suavemente y no puede evitar cerrar los ojos, momentáneamente, perdiéndome en una sensación de ensueño. La risa estruendosa de alguien, sonó en mi cabeza, al igual que unos comentarios muy propios de él. Sonreí ante el sutil recuerdo, pero la repentina felicidad, no duró más que unos segundos, porque tal como apareció mi sonrisa, se borró. Dando paso a una inusual nostalgia. Me sentí inquieto y… por qué no decirlo, solo.
Por más que intente ser optimista, tengo que admitir, que esté no es mi lugar. No me siento cómodo ni con el nuevo uniforme ni con las clases, es como si de alguna forma no encajara. Sé que es el primer día, pero siento como si todo se me escapara de las manos de una forma miserable. Tal vez eso es lo que más me frustra, que no puedo tomar las decisiones importantes por mi propia cuenta, porque aún soy un "niño" y debo de seguir los parámetros que se me han impuesto. Y a pesar de todo, siento que yo no debería estar aquí, sino en Alemania junto con Albert y mis amigos. Por más que me esfuerce en aceptar todos estos cambios, no es fácil, más cuando tengo que hacerme a la idea de que existe la posibilidad de no volver a verlos y tal vez de no regresar a Alemania. No hay nada que ate a mis padres allá y al parecer mi papá está muy feliz de haber regresado a su país de origen, igual que mi mamá. Pero de la misma forma, sé que mi lugar es con mis padres. Deseo estar con ellos. Es lo único que tengo en la vida, pero este cambio tan repentino, sigo sin entenderlo por completo.
— Oye, aquí no se permite fumar…— escuché decir a una voz masculina.
¡Mierda! Me atraparon.
Al voltear, me sentí un poco más relajado al darme cuenta que se trataba solo de un alumno y no de un maestro. Pero en el mismo instante en el que alcé la mirada, pude encontrarme con un par de ojos negros. Reconocí al chico enseguida: era el idiota de mi vecino. Sin poder evitarlo, sentí mi sangre helarse. De nuevo, nos miramos. No entendía la tensión que se creaba entre ambos, pues al parecer él se encontraba tan mudo como yo. Entonces ese pequeño momento de tensión, se convirtió en un susto, cuando el timbre sonó. Él idiota de mi vecino, dio media vuelta y entró de nuevo a las instalaciones, sin decir ni media palabra.
Vaya… vaya… vayaaaa…
Estaba tan impresionado por la situación que ni siquiera tenía ganas de pensar qué diablos me estaba pasando. Digo, no es como si fuera algo reconfortar te saber que un hombre me ponía nervioso y me quitaba el habla; eso, definitivamente se escuchaba demasiado homosexual para mi gusto. En su lugar, aparté ese pensamiento y apagué el cigarro. Sí, definitivamente era mejor no pensar en cosas estúpidas, cuando todo estaba de maravilla.
3
Después de tres horas de trabajo arduo, pude ponerme al corriente con todas mis materias, aún me costaba un poco, porque había unos kajis que no entendía muy bien. Sabía hablarlo bien, no perfectamente, pero algo era algo; sin embargo escribirlo, para mí, era un poco más complicado. No pensé mucho más en el asunto y guardé los cuadernos que me prestó el presidente de la clase. Era un chico agradable, aunque no recordaba su nombre. Tengo que reconocerlo, soy malo para recordar nombres, pero bueno, se encontraba en su cuaderno y eso, al fin de cuentas, era mejor que nada.
Me dirigí con pasos pausados hasta mi balcón, no sin antes verificar que la puerta que daba a la primera planta, estuviera bien cerrada. No deseaba que mis padres me interrumpieran, mientras me encontraba fumado. Después de las repetidas advertencias de hacerme comer todos los cigarros y castigarme, si me volvían a encontrar fumando, tuve que volverme más precavido. Aunque para esta hora, de seguro mi madre estará preparando la cena y mi papá viendo la televisión.
Saqué mi cajetilla de cigarros, tomé uno, lo coloqué en mis labios prendiéndolo y dándole una suave calada. Definitivamente fumar era algo que no podía dejar, al menos de momento. El cigarrillo, me traía buenos recuerdos. Todos felices y divertidos. Además, me recordaban frecuentemente a Albert, quien fue el culpable que le tomara gusto al tabaco, y también, era un buen amigo; a pesar de todo lo que hubiera pensado en el pasado y lo que le decía cada vez que tenía oportunidad. Reí débilmente mientras el humo salía de mis labios, y una sonrisa se formaba de forma espontánea.
Que patético soy….
— Hola —escuché decir. Volteé tan rápido que casi pierdo el equilibrio de donde me encontraba sentado en la baranda.
— Scheiß drauf! (¡Joder!) —exclamé cuando me tambaleé —. Was ist los mit dir? Ich wäre fast gefallen! (¿Qué pasa contigo?) (¡Casi me caigo!) —dije con los labios apretados, volteando y encontrándome de frente con el rostro del idiota de mi vecino.
El silencio nos envolvió con una extraña nebulosa. Fue un momento increíblemente incómodo. Él me observaba como un cuervo al asecho con sus grandes ojos negros y yo… yo sentí que debía bajarme de la baranda porque si no me caería y rompería el cuello.
— Do you speak Japanese or English? (¿Hablas japonés o inglés?).
Alcé una ceja al escuchar su estúpida pregunta. Abrí mi boca para ofenderlo, pero después la cerré. Recordé que había hablado en alemán en lugar de japonés. Suspiré, me rasqué la cabeza y apagué mi cigarro.
— Sí, lo hablo y entiendo.
— Tu acento alemán es muy marcado —dijo, irritándome —. Lamento haberte asustado, no era mi intención, pensé que me habías visto.
— Pues no lo hice. ¿Qué quieres? —pregunté al percatarme que no tenía la intención de irse, sino de alargar la conversación y eso me fastidió aún más.
— Sólo saludar —dijo con el mismo tono neutro con el que había estado hablando desde el principio, sin inmutarse por mi fulminante mirada —. Creo que nuestros anteriores encuentros han sido un poco… silenciosos y no he tenido la oportunidad de presentarme como es debido.
— Bueno, ya. No me importa —contesté con una expresión osca, prendiendo otro cigarrillo, dándole una fuerte calada, exhalando el humo por la nariz, mientras me giraba.
No tenía por qué ponerle atención ni mirarlo o, incluso, ser educado. Lo único que quería en este momento era terminar rápido mi cigarro y regresar a mi fresco cuarto. Definitivamente me hubiera muerto de calor, si mis padres no se hubieran tomado la molestia de instalar un aire acondicionado para mi habitación. Era septiembre, por eso entendía que el clima en Japón fuera tan condenadamente caluroso, pero ¡demonios! no podía parar de sudar ¡era horrible! Lo único que provocaba todo esto es que estuviera más irritable de lo normal y con el idiota jodiendome con su presencia me sentía como un volcán a punto de estallar y eso no era bueno. Cuando apagué mi cigarrillo, pensé que por fin podría librarme de ser la presa de esos asquerosos ojos oscuros, sin embargo, no tuve tanta suerte.
— Extranjero —pronunció sin ningún tinte de tono en su voz, era tan neutra y despreciable como la oscuridad de sus ojos —. Bienvenido a Japón — exclamó, atrayendo mi atención y mi rostro giró por inercia —. Por cierto, si tienes el horrible hábito de fumar has el favor de limpiar tu desastre. En la escuela dejaste la colilla de tu cigarrillo tirado en el piso de la azotea, ten un poco de respeto por las instalaciones de la institución. También tendrías que tener en consideración que el comité de disciplina es muy estricto y si te descubre fu…
Salté la baranda, retrocedió unos pasos, aterricé a unos centímetros de él y me erguí. Era evidente la diferencia de estatura, mido 1.58 y supongo que el más de 1.70. Mi mano fue rápida apresando el cuello de su camisa y jalándolo hacia abajo y a delante, utilicé tanta fuerza que escuché perfectamente como su ropa se rasgaba. Su mano se posó en mi hombro evitando que nuestras frentes chocaran e intentando recuperar el equilibrio.
— Cierra tu puta boca —murmuré con los labios apretados, sintiendo como las sienes me palpitaban y mi respiración era brusca, casi golpeada —. Mis padres no saben que continúo fumando, así que puedes parar de gritarlo.
Nuestros rostros se encontraban muy cerca, así que el intercambio de miradas que había estado evitando se produjo. Sus penetrantes y perturbadores ojos negros me observaban sin un atisbo de emoción, eran como dos cuencas vacías. Su piel blanca, su cabello negro y su rostro perfilado no hacían más que acentuarlas. El suave palpitar de mi corazón, se convirtió en una arrolladora agitación, mientras que mi respiración se volvía errática. El miedo enterró sus afiladas garras en mi cuerpo, paralizándolo y jugó con la inestabilidad de mi frágil mente. Pesadillas que me encargaba de mantener en las sombras, se deslizaron sobre mí murmurándome lo insignificante que era.
— ¡Peque, ven a cenar!
Desperté. Tan abruptamente como quién ha tenido una pesadilla tan realista que incluso salta de la cama y olvida en dónde se encuentra. Fui consciente de la imagen tan humillante que estaba mostrando e intentando recuperar un poco de dignidad, lo aparte con brusquedad, me giré y acerqué a la baranda.
— En seguida bajo —contesté, al ver que se encontraba a mitad de las escaleras para subir a mi "habitación".
— No tardes y ten cuidado al cruzar, tesoro —dijo, sonriendo y yo la imité lo mejor que pude.
No aparté mis ojos de ella en ningún momento, intentando aferrarme con desesperación a mi cordura. Me paré en la baranda, brinqué torpemente, pero logré caer de pie. Respiré profundamente, soltando el aire por la boca. Mi estómago se encontraba revuelto estrujándose dolorosamente, la presión en mi garganta todavía se mantenía dificultándome tragar saliva, pero mi mente se había despejado un poco. Tomé el borde de mi playera, secándome el rostro, frotándolo con desesperación. Chasqué la lengua y me encaminé a la puerta.
— ¿Estás bien? —dijo el idiota de mi vecino.
Sus palabras me hicieron parar en seco y recordar que aún se encontraba detrás de mí. Rechiné los dientes con fuerza, sintiendo como algo caliente me recorría el vientre. Mis manos se cerraron y abrieron. El profundo y retorcido deseo de destruir su horrenda cara se apoderó de cada poro de mi cuerpo, sin embargo, no podía, no ahora, y menos con mis padres esperándome. Cerré los ojos, seguí caminando y entré a mi habitación, cerrando la puerta a mis espaldas. Respiré profundamente por la nariz y exhalé por la boca, utilicé esa técnica hasta que el deseo de destrozar su persona se apaciguara.
Era la primera vez en mi corta existencia, que deseaba con todas mis fuerzas matar a alguien simplemente por placer. La única razón, por la que me estaba controlando, era por mis padres. Hace casi dos años que les prometí no volver a pelear, y hasta ahora había cumplido mi promesa, pero tal vez, golpear a ese hijo de puta, podría ser una excepción. Además, a nadie le importaría. Digo, casi, casi, sería un héroe nacional, por corregir su asquerosa y fea cara; para que las personas no se sientan intimidados por ella.
— Sí. Hasta deberían darme un premio por eso. Por mi contribución a la comunidad —asentí, llevándome las manos a los lados, mientras me encaminaba al baño.
Me lavé las manos con jabón, hasta que por lo menos el olor en mis dedos se logró diluir un poco y me enjuagué la cara. Después me quité la playera, me sequé el sudor del cuerpo con ella y me puse una limpia. Ya más tranquilo, bajé a cenar. Mi mamá estaba poniendo la mesa, así que me acerqué a ayudarle y cuando terminé, me senté al lado de mi padre, que me miró con un poco de curiosidad; yo simplemente traté de no ponerme nervioso por esa mirada, pero cuando acercó la mano, no pude evitar tensarme.
— Naruto… ¿estás bien? —me preguntó mi padre, poniendo su mano en mi frente para comprobar mi temperatura — Tienes la cara roja, aún no terminas de acostumbrarte al clima de Japón. No te preocupes, pronto hará un como más de frío.
— No te preocupes, querido. Estuvo jugando con su nuevo amigo, el vecino, y por eso se encuentra todo colorado.
— Odio el clima —siseé, intentando ignorar el comentario de mi mamá.
— ¿En serio? ¿Ya has hecho un nuevo amigo, hijo? Estoy tan aliviado, después de la mudanza, pensé que estabas molesto con nosotros por verte traído a Japón- colocó ambas manos en mis hombros, con una enorme sonrisa en su rostro y como si en cualquier momento se fuera a echar a llorar.
¿Por qué la conversación estaba dirigiéndose por ese rumbo?
— Además, el jovencito va a la misma escuela y grado, que nuestro terroncito de azúcar. ¿No es maravilloso que tu nuevo amigo, sea también tu compañero de escuela y tu vecino?
— Sí, mamá —murmuré, sintiendo que me daba un tic en el ojo, al no poder contradecirla, porque del mismo modo, sería inútil.
— ¿Tú como sabes eso, querida? —preguntó, interesado mi papá.
— Me lo encontré en la tienda de la esquina y me ayudó con las bolsas de las compras, —su sonrisa era tan deslumbrante cuando hablaba de ese imbécil, que tuve la tentación de enterrarme el cubierto y el cuchillo en los ojos — pero bueno, vamos a cenar.
Metí las verduras en mi boca, intentando ignorar la plática, porque de buenas a primeras ellos se encontraban hablando del pendejo ése, como si fuera el tipo más maravilloso del mundo. Agradecí mentalmente cuando mi papá comenzó a hablar acerca de su trabajo y mi mamá sobre su día; al menos de esa forma pude poco a poco olvidar todo acerca de ese imbécil. Al terminar la cena, mi papá me dio un abrazo y me dijo que estaba muy feliz de que estuviera adaptándome. Me besó ambas mejillas y me mandó a dormir.
Sé que ellos no tienen la culpa de que nos mudemos cada rato, pero usualmente suele culparse por ello. Siempre se disculpan silenciosamente, temiendo que yo les reclame algo. Pero nunca sería capaz de eso, a pesar de que no me gusté ir de aquí para allá, sin rumbo alguno. Digo una cosa es que haga rabietas en mi cuarto o maldiga una y mil veces al aire; pero obviamente no soy capaz de reclamarles nada. ¡Cómo podría! Ellos siempre han estado ahí cuando más los he necesitado, nunca se separaron de mí a pesar de los problemas que les cause, me han dado un amor sin condiciones y me han demostrado que yo soy alguien importante en sus vidas. Sin duda, son los mejores padres que alguien podría tener. Estos son mis padres y eso nada, ni nadie, lo puede cambiar.
Sonreí.
Soy feliz teniéndolos a mi lado.
4
Una semana había pasado desde que comencé mi "nueva" vida, acostumbrándome un poco al ritmo acelerado de la escuela. Tareas por aquí, proyectos por allá y las chicas devorándome en sus fantasías, soñando tenerme como su chacha…digo "príncipe azul" en sus más locos sueños, pero ¡bah!... ¡¿a quién quieren engañar?! Para que yo sucumba a sus deseos, se necesita más que una mirada coqueta y una dulce sonrisa hipócrita. Pero bueno, hay que dejarlas soñar, eso no le hace mal a nadie. Lo único que amargaba mi existencia, era el idiota de mi vecino que a cada rato me lo encontraba, irritándome su sola presencia, pero dejando eso por un lado, todo estaba de maravilla.
Las clases pasaron volando, hasta que por fin tocaron el timbre para poder salir a desayunar. Recogí mis cosas y me percaté, que se me había olvidado el almuerzo que mi mamá me preparó en la mañana. Suspiré y me rasqué la cabeza. Lo bueno es que mi papá me dio dinero, antes de salir del auto. Por lo menos me podría comprar algo y no morirme de hambre. No tenía muchas ganas de ir a la cafetería, en donde me estarían mirando como bicho raro, pero era eso o no desayunar nada y tenía demasiada hambre como para tomarle tanta importancia al asunto.
Caminé despacio hasta que, por fin, llegué a la dichosa cafetería. Desde esta perspectiva, se veía más grande de lo que había pensado. Entré sin ver a alguien en especial, pero sintiendo las fuertes miradas sobre mí y el silencio que se hizo, al sólo pisar la entrada. No le tomé importancia. En cambio, con sólo mirar el lugar, pude percatarme de lo elegante que era, más que una simple cafetería, parecía un restaurante: las sillas de madera, las largas mesas, el piso totalmente de duela, los tres candiles de bronce y cristal que se lucían en el techo; los cocineros y mesero, que se encontraban detrás del bufet, atendiendo a los estudiantes.
Todo era tan ostentoso que realmente me exasperaba un poco, pero creo que lo había escuchado por ahí, que aparte de ser cafetería, era aquí donde también se realizan los eventos del colegio. Chasqué la lengua, encogiéndome de hombros. No dándole tanta importancia al asunto y sin pensármelo más tiempo, me dirigí rápidamente hacia donde se encontraba el bufet del día de hoy. Miré todo. La comida se veía realmente apetecible, pero de tanta que veía era difícil elegir, hasta que me percaté, que en una esquina estaba una olla llena de ramen, sin pensármelo dos veces tomé un plato hondo y se lo tendí al mesero que estaba encargado de servir los alimentos.
Fui hasta donde cobraran los platillos y pagué, antes de regresar por mi plato de ramen humeante en una bandeja, con mis palillos correspondientes y un jugo que compré también. No pude evitar sonreír al ver la comida y es que tenía mucho tiempo que no había podido comer ramen, prácticamente desde que nos habíamos ido de Japón. Siempre ha sido mi platillo favorito así que no me culpen por ponerme feliz por una estupidez así, pero es que ¡el ramen es tan delicioso!
Sin embargo mi mundo de eterna felicidad, acabó en un segundo, di un paso atrás al ver que un par de chicos venían corriendo hacia a mí e intenté esquivarlos, pero eso causó que golpeara a alguien con mi codo. Giré lentamente, encontrándome a un tipo con su bebida derramada en la parte inferior de su cara y su camisa. Su cara de pocos amigos me demostró que no estaba especialmente contentó con lo que había pasado y al parecer una simple disculpa no solucionaría el problema; aun así, por mera educación, me disculpé.
— Lo siento, no era mi intención…
Su movimiento fue tan rápido y repentino que no alcancé a reaccionar, golpeó con fuerza la bandeja que estaba cargando y esta cayó sobre la ropa y por último al piso; obviamente la comida estaba tan caliente que solté la bandeja por inercia. Miré la bandeja, luego mi ropa de la que salía vapor y por último a mi agresor. Por instinto estuve a punto de lanzarle un puñetazo, sin importar que fuera más alto que yo o estuviéramos en la escuela, pero logré controlarme. Mejor dicho, necesitaba controlarme, no podía hacer una escena en este lugar. Necesitaba dejar de darles problemas a mis padres.
— ¿Qué enano? ¿Piensas que con una simple disculpa todo se va a solucionar?
— No, pero al menos mis padres me enseñaron a ser educado, lo que al parecer a ti no.
— Cuida tu lengua, enano.
Me miró fijamente, con los ojos entrecerrados.
— ¿O qué, vas a pegarme? —sonreí de forma pedante.
No era la primera vez que me encontraba en este tipo de situación, la mayor parte de mi vida era criticado o acosado, por mi estatura, mi cara o cuerpo. Para mi fortuna era lo suficientemente fuerte como para defenderme a mí mismo y demostrarle a cada pendejo que se me ponía enfrente, lo aterrador que podía ser.
— Eso no es lo peor que puede pasarte — dio un paso al frente, con una mirada sombría —. Deberías tener cuidado, enano —se inclinó un poco hasta a mí—. Con esa cara, alguien podría confundirse y violarte.
Ese comentario desató una furia incontrolable en mí, sabía qué si decía otra cosa, por mínima que fuera me lanzaría contra él o incluso, era capaz de ni siquiera dejarlo hablar. Sólo tenía que abrir su asquerosa boca, sólo tenía que decir algo, para darme los motivos para romperle la cara. Sin embargo, para mí desgracia, no pasó nada. Una menuda niña apareció detrás de él, dándole un zape. De forma mágica la tensión se rompió.
— Deja de decir tonterías y vamos a que te limpies.
— ¡¿Midori, por qué nos interrumpes de esta forma?! ¡Estaba a punto de darle su merecido a este enano diabólico! —otro zape por parte de la niña.
— Estamos en la escuela, no hagas idioteces. — Lo agarró de la oreja, antes de pasar al lado de mí y decir: —. Lamento las molestias, por favor discúlpalo.
— ¡¿Por qué te estás disculpando por mí?!…auch…- intentó soltarse sin mucho éxito-…no jales mi oreja tan duro… ¿por qué me maltratas sólo a mí? ¡Él fue el que me golpeó primero!
— Sí, sí. Ya cállate, eres muy ruidoso- exclamó, saliendo por completo de la cafetería.
¿Qué diablos había sido eso?
No sabía si reír o sentirme enojado por lo que había pasado. Al final, no me quedó más que intentar relajarme, pues no tenía caso tomar en serio el asunto. En ese momento, uno de los meseros se acercó a mí, recogió las cosas del suelo y me preguntó si me encontraba bien, si necesitaba ayuda. Yo me apresuré a decir que sí, qué podía arreglármelas yo solo. Él me miró fijamente por unos segundos, antes de hacer una pequeña inclinación y retirarse. Salí de ahí, lo más rápido que pude, sintiéndome como un completo idiota, pero tranquilo, extrañamente tranquilo. Si no hubiera sido por esa niña, lo más seguro es que las cosas hubieran terminado muy mal, así que de cierta forma le agradecí mentalmente por la interrupción. No deseaba hacerles pasar una mala experiencia a mis padres de nuevo. Estaba realmente cansado de eso.
5
Me limpié lo mejor que pude el uniforme, pero no fue suficiente, por supuesto. Gracias a que el presidente de clase me prestó una playera deportiva, un pans y tuve la oportunidad de darme una ducha rápida en los vestidores; es que me mi nivel de paciencia regresó a la normalidad. Por supuesto, me salté una clase, pero me incorporé a la siguiente. Al entrar al salón, me encontré con la curiosa casualidad de que la pequeña chica que había detenido la pelea entre el grandulón y yo, estaba sentada al final de la fila. Realmente no me había dado cuenta de su presencia hasta ahora. Alcé la mano y le sonreí para saludarla al darme cuenta que había volteado a verme, pero eso causó que todos nos miraran respectivamente. Ella no contestó el saludo y se volteó tan rápido como me miró. Su actitud me extrañó un poco pero no dije nada, sólo fui y me senté en mi lugar, porque el profesor había llegado.
La clase pasó lenta y tediosa, no sé si porque mi cabeza no paraba de repetir la discusión con el idiota de mi vecino y, ahora, con el grandulón de la cafetería. Era frustrante sentirme de esta forma. En serio, pensé que el programa al que había ido del control de la ira, había funcionado. Tenía dos años sin golpear a nadie y sin enojarme como lo había hecho en esta última hora, y ahora, parecía que todo mi esfuerzo se había ido al bote de la basura. Lo peor de todo es que sabía por qué reaccionaba de esa forma y eso no me hacía sentir nada contento; por el contrario, era un imbécil, por tomarme a pecho sus comentarios. Ahora, sólo quedaba intentar sobrellevar la situación, tal vez, sólo tenía que volver a acostumbrarme a que las personas me provocaran directamente.
Diablos, sólo espero que si me salgo de control, nadie se enteré y, por supuesto, no termine dejando a alguien lisiado. Sonaba ridículo, pero había hecho muchas cosas de las cuales no me sentía muy orgulloso. Sé que las personas más corpulentas y grandes que yo, nunca me toman en serio; ese es el mayor problema de ellos y mi mayor ventaja. Creo que esa es la razón por la que me salgo de control, porque sé, de alguna forma retorcida, que pudo romperles la cara. Vale, pensar en eso no sirve para controlar mi agresividad, así que lo mejor es sólo intentar relajarme y hacer cualquier cosa qué sé que funcionara como el yoga y la meditación. Sí. Sólo, tengo que dejar fluir las cosas y no tomarlas apecho.
6
Luego de que el segundo timbre sonara, me vi rodeado de chicas como siempre. Esperé a que se tranquilizaran un poco, antes de ponerme de pie y dirigirme a la salida. Charlé con ellas para intentar sobrellevar la situación lo mejor posible, pero antes de darnos cuenta se escuchó un estruendo golpe y todos nos volteamos, para ver qué era lo que había sucedido. Al parecer la chica que me ayudado en la cafetería, se cayó de bruces al suelo. Después del repentino silencio, todos rieron estruendosamente burlándose de ella, incluso los hombres. Nadie se acercó a auxiliar la. Me sorprendió y molestó su actitud.
Sin pensarlo dos veces, me acerqué a ayudarla. Le bajé la falda con cuidado, pues ella aún seguía tirada en el piso y su falda se había subido; sino fuera porque traía una licra larga, hubiera dado todo un espectáculo. Me acerqué a ella para preguntarle si se encontraba bien, pero me sorprendió que se levantara con rapidez, así que no pude más que echarme para atrás y ponerme de pie. Iba a acercarme de nuevo, para asegurarme que se encontraba bien, pues se estaba sobando las muñecas y se encontraba toda despeinada, pero no dije ni media palabra antes de que me golpeara directo en la cara.
— No vuelvas a tocarme —dijo, antes de salir del salón, con la mirada de todos en su espalda.
Me quedé sorprendido, por varios segundos, antes de que el enjambre de mujeres me rodeara preguntándome si me encontraba bien. Mi respuesta fue una fuerte carcajada, que dejó a todos extrañados. Realmente esa niña me había hecho el día dos veces. Tanto, que logró que me tranquilizara de nuevo y vaciara mi mente.
— Incredible… (increíble) —murmuré en inglés— she is very incredible (ella es realmente increíble).
Sin hacerles caso a las chicas que se encontraban alrededor de mí, salí del salón con una enorme sonrisa. Tal vez nadie le encontraba la gracia, pero para mí era tan divertida la situación que no podía parar de reír suavemente. Dejen y les explicó la razón, casi todas las chicas de mi salón, estaban locas por mí, pero ella, que me había ayudado hace unas horas, era la misma que me golpeaba sólo por intentar regresarle el favor. ¡Me golpeó! ¡A mí, Mr. brabucón! ¡Dios, no podía creerlo! Reí, con fuerza de nuevo. Ok. Tal vez nadie le encuentre la gracia que yo le encontré, pero eso no importaba, estaba de buen humor de nuevo, ¡Oh, sí, baby!, y eso era lo único que interesaba.
Sección de dudas:
1.- Nivel institucional de Japón:
Japón - México
Escuela elemental - Primaria
Primaria - Secundaria
Secundaria - Preparatoria
2.- Tiempo transcurrido: 1 de Septiembre al 13
3.- Imágenes de los personajes:
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4.- Sistema de división del ciclo escolar:
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5.- Mi facebook: Seres Etiel
6.- Mi página de Facebook: Etiel (Escritor)
En la página, podrán ver las imágenes y saber acerca de las publicaciones. Muchas gracias por haberse tomado la molestia de leerme.
