Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, de ser así, habría tanto yaoi que sería insoportable jajaja.
Advertencias: Eren idiota, Levi herido. Un poco de lemon, un poco de sentimientos encontrados, superación personal, etc.
Dedicado a mí, porque está historia es parte del desahogo emocional después de años sometida a la desgastante depresión. Espero que les guste tanto como a mí.
Hay que ser infiel, pero nunca desleal. – Gabriel García Márquez
[1]
— ¿Cuántas veces, Eren? —el hecho de sólo pensarlo, le provoca arcadas, Levi hace un esfuerzo titánico por no soltar todo el vómito verbal anegando su estómago y corazón.
No tuvo que ser así, no tuvieron que llegar a ese grado, Eren no tuvo que hacerlo.
Pero lo hizo, Levi.
Una voz maléfica, salida desde lo más recóndito de su cabeza esboza una sonrisa morbosa. Levi suspira, cansado ya de tener que escuchar el llanto ininterrumpido de su futuro ex novio. Menea la cabeza en negación, bueno, no tenía que pensar así todavía, aunque era lo más obvio. Eso iba a suceder, ellos terminarían, porque Levi a pesar de ser una persona lo suficientemente madura para hacer frente a ese tipo de situaciones, es un hombre que no acepta errores de nadie, y lo que hizo Eren es algo que él no puede perdonar.
—Levi, por favor…, no me hagas decirlo —Eren solloza, los hipidos sacuden sus hombros, y la voz le sale tronada, quebrada.
Como Levi lo está en esos momentos. Lleno de cólera, de decepción, de… tristeza. Todo lo que habían vivido, todas esas promesas, todo lo que habían construido en un solo segundo se vino hacia abajo.
El castillo de naipes no resistió el primer soplo. Y Eren, suplicándole entre su llanto, lo miraba verdaderamente arrepentido, intentando atraparlo con sus largos brazos, invitándolo a su calidez.
— ¿Cuántas veces, Eren? —repite, remarcando esas palabras con acidez.
Eren respinga, en un ataque de desesperación, intenta acercarse a Levi, que estoico en el umbral de la cocina, brazos cruzados y mirada tranquila, lo aparta deliberadamente.
Y eso le duele al menor, le duele como no pensó que podría dolerle. El rechazo de Levi es un golpe bajo, le da justo en el pecho, donde duerme el corazón.
—Yo… —no puede responderle, no quiere hacerlo. Si le dice la verdad, Levi se vendrá abajo. Eren no puede lidiar con tanta mierda junta. Mierda por su causa, su culpa.
—Sólo dímelo.
—Un par. No, tres veces. Sólo tres, nada más. Te lo juro, sólo fueron tres y no lo disfrute —mentira, la primera vez sí que la disfruto, pidió por más. Las otras dos fueron rápidas, menos de veinte minutos, en el callejón de un bar, en el auto de Eren.
Levi y Eren salían desde hace cinco años, cinco largos y perfectos años. O eso era lo que todos sus amigos pensaban, en realidad no era culpa de ninguno de los dos lo que pasó el último año, simplemente sucedió.
Fue inevitable.
Eren había terminado su carrera como psicólogo infantil, lamentablemente no encontró trabajo como esperó, se resignó a estar en casa mientras tenia suerte, Levi en cambio ya laboraba como abogado en el prestigioso bufete de su familia. Él llevaba los gastos a cuestas, y Eren se encargaba del hogar, no lo hacía tan bien como Levi pero algo es algo.
Se conocieron en un crudo invierno cerca de Dublín, Levi iba camino a ver a un cliente y Eren caminaba tranquilamente junto a su mejor amigo de la infancia; Armin Arlet, demasiado concentrados en su charla como para prestar atención al frente.
Eren no es de los que cree en el destino, realmente como psicólogo piensa que son boberías, eso de que estás atado a una persona que se convertirá en el amor de tu vida es estúpido. O lo fue hasta que lo conoció a él, a Levi y su eterno ceño fruncido.
Levi y su obsesión por la limpieza.
Levi y su sarcasmo.
Levi y su corta estatura.
Aquella tarde invernal, cuando el escaso sol besaba las copas de los árboles y coloreaba los rascacielos. Levi chocó contra él, un golpe ligero, algo inocente.
Pero lo suficientemente significativo para atraer la atención de Eren, echando un vistazo por encima del hombro. Sus ojos se encontraron, prendándose largos minutos.
Hasta que Armin le susurró cosas que él no comprendió. Levi esbozó una media sonrisa, y luego siguió su camino. A partir de ese día, los encuentros fueron más frecuentes, y las sonrisas pasaron a ser más amplias, a veces sólo se limitaban a mirarse, gesto que se repitió durante dos meses antes de que Eren decidiera dar el primer paso.
Preguntar su nombre.
—Eren, quiero saber porque lo hiciste. —Levi quiere ahorrarse los detalles de los encuentros sexuales de Eren.
Francamente, lo único que pide es una razón, una respuesta a los actos insidiosos de su pareja. Un indicio de su fallo como persona.
Le dolía pensar que Eren se entregó a otros brazos porque él ya no lo satisfacía, porque la vida a su lado se había vuelto de todo menos agradable.
— ¿De verdad lo preguntas? —Eren mira sus zapatos, como si en ellos fuese a encontrar las palabras correctas.
¿Por qué lo hizo?
Tal vez porque desde hace unos meses Levi ha estado llegando tarde, tal vez porque ya no le presta atención como antes, ya no comparten las cenas –el único momento en el que se encontraban cara a cara-, tal vez porque Eren encontró a Levi hablando con una chica llamada Petra y él parecía animado con su charla.
Eren no quiso interrumpirlo, y tampoco quiso preguntar sobre ella. Porque Eren es así, suele guardarse las cosas cuando no quiere saber la verdad, eso es muy malo, Armin se lo ha dicho muchas veces, que es mejor hablar que especular.
Eren de igual modo siguió su rutina; levantarse a preparar el desayuno, hacer el aseo, ir a comprar los alimentos de la semana, sacar la basura, tirarse en el largo sofá de tres plazas a leer, mirar televisión, escuchar música, entrar a Facebook y hablar con Mikasa, su mejor amiga que se encuentra estudiando en otro país.
Al pasar los meses, Eren se sintió más aburrido y más solo que de costumbre. Con Levi yendo de viaje a otros lugares sin él, porque por palabras de Levi:
Son negocios, te aburrirás.
¿Más de lo que ya estaba?, quizá necesitaba estar unas pocas horas junto a Levi para no resentir la soledad que amenazaba con tragárselo entero.
Pero Eren se terminó callando. Acumuló sentimientos negativos, se hizo ideas en la cabeza, ideas que comenzaron a atormentarlo por las noches cuando Levi no llegaba a dormir, aludiendo a un caso de corrupción que lo mantenía en la oficina todo el tiempo.
Eren se sintió desplazado, porque Levi no le contaba mucho acerca del caso, dejaron de hablar de su trabajo, Levi dejó de preguntar sobre su día. Y poco a poco se enfriaron las cosas, Levi se daba cuenta, intentaba librarse de los deberes para estar con su chico.
Un tiempo llegó temprano, comía con Eren y dormía a su lado. Sólo un mes, después volvieron a sumergirse a la rutina, cada vez más insoportable. El peso de los fallos en los hombros de Eren.
Harto de sentirse solo, fue a la oficina de Levi, quería darle una sorpresa, pero él fue el sorprendido al no encontrarlo en su trabajo.
El señor Levi salió a comer con Petra, su secretaria.
Enfadado, dolido y aturdido por la nueva información, Eren salió del edificio Ackerman echando humo, resuelto a desahogar la soledad en compañía de unas copas.
Allí conoció a un tipo, no se agradaron a la primera, de hecho Eren lo insultó llamándole cara-de-caballo. El chico llamado Jean lo apretujó contra la barra y le espetó con voz dura que no volviera a llamarlo así o le rompería los dientes.
Eren sonrió malicioso, y se lo repitió hasta al cansancio, hasta que de los golpes llegaron a los besos, y Eren perdió el recato en un barato motel, con Jean entre las piernas, Eren gimiendo, Eren sumido en el placer, el rostro de Jean de pronto se deformó, ahora era Levi besándolo, Levi embistiéndolo, Levi acariciándolo.
—Hemos estado mal, lo sé muy bien. Nos distanciamos, nos alejamos uno del otro y eso hizo mella en ti y en mí, pero por soledad no me fui a buscar consuelo en el cuerpo de otra persona, Eren.
A Eren le dolieron esas palabras.
— ¡Pero me sentía solo, Levi! ¡Tú llegabas tarde a casa, y-y-y te ibas con esa tal Petra a comer! ¡Yo solo quería —se pone de pie, el llanto mezclaron con la rabia —lo siento, lo siento mucho! Te juro que no lo haré otra vez. Es a ti a quien amo, te amo con toda mi puta alma. Por favor…
— ¡¿Te sentías solo, Eren? ¡Te tengo noticias! —Toma una gran bocanada de aire, — ¡yo también me sentía solo! ¡También quería estar contigo, hice mi mejor esfuerzo por estar a tu lado por las noches! Y Petra es mi jodida secretaria, está casada, su esposo trabaja conmigo. ¡Entiéndelo de una jodida vez!
Se miran a los ojos, enojados, confundidos, heridos. Todo el peso de sus acciones envolviéndolos.
Levi se tranquiliza luego de unos minutos en los que inspira y exhala. Eren es un manojo de nervios.
—No quiero seguir contigo.
No, eso no, no por favor Levi.
—Hay cosas que puedo perdonar, que puedo —no quiere decirlo, —tolerar —musita entre dientes. Eren debajo de otro hombre, la ira acumulándose. —Lo que hiciste, Eren, no es algo con lo que pueda lidiar. Yo sé que cometimos errores, y como te dije; por soledad no me iría a revolcar con otra persona. Pudimos hablarlo, pudimos hacerlo. Si no te hubieras callado tanto tiempo, esto no habría sucedido.
—Pero… Levi, yo te amo, ya te dije que me arrepiento.
—Lo sé, Eren. Y sé bien que te arrepientes, pero yo no puedo, ¿comprendes?, no sé cómo verte ahora. Y no comprendo cómo volviste a hacerlo después de la primera. No sólo me faltaste al respeto a mí, Eren, sino a ti.
Los ojos del castaño tiemblan bajo la mirada gélida de Levi.
Esa mañana, al despertar, lo primero que hizo fue correr al baño, vomitó el alcohol y las malas decisiones, lloró en la regadera, tallándose cinco veces seguidas tratando de limpiarse la saliva, los besos de Jean, colando sus dedos en su interior para sacar todo el semen que se había quedado estancado en el lugar que sólo le pertenecía a Levi.
Temeroso, abandonó el motel, tambaleante llegó al estacionamiento. Y ahí, en medio de la brumosa soledad, se echó a llorar.
Las otras dos ocasiones fueron una vil estupidez. Un acto que nunca debió ocurrir. Ya había pasado un mes desde el tercer y último encuentro, Eren diciéndole a Jean que lo odiaba, y que no volvería a tocarlo nunca más.
Jean se encogió de hombros, se dio la vuelta y abandonó al castaño en el baño del mismo bar en el que se conocieron.
No tenía idea de cómo lo supo Levi, pero ya no había vuelta atrás.
—Espera, ¡Levi! ¿A dónde vas?
Levi se cuela en la habitación de los dos, toma una gran valija donde echa toda su ropa sin orden, sin mirar a Eren que desde la puerta lo mira estupefacto, aturdido.
— ¡No, no, no! ¡Por favor! Levi no te vayas, intentémoslo de nuevo. Lo haré bien, te lo juro.
—Eren, basta.
—No, por favor, yo te amo, de verdad. —Eren cae de rodillas, abrazándose a la cintura de Levi.
No puede con esto, no puede dejarlo ir. Ama a Levi como a nadie en el mundo. No podía hacerle esto, no podía. Levi no sería capaz de dejarlo –
—Quédate con el departamento, yo iré a donde Isa, mañana vendré por el resto de mis cosas.
— ¡Levi!
— ¡Se acabó!
