Situado en el libro 'El último Dios del Olimpo'
Recomendación: Intenten leer mientras escuchan la canción Goodbye my lover de James Blunt, ya que hay partes de la canción (en español y con algunas modificaciones.)
"Lo que debo hacer."
Narrado por Silena Beauregard.
I
¿Saben por qué razón ayudé a Luke?, él era el único que me apreciaba por otra razón que no fuera por ser tan plástica o bonita como el resto de mis hermanas. Él parecía ver algo más en mí, yo creía que al ser todos semi-dioses, entenderíamos lo que era estar a la sombra de nuestros padres y no dejaríamos que eso influyese en el campamento. Pero no. Allí para todos primero era la hija de Afrodita, y sólo se quedaban con esa parte de mí. Así que decidí ayudar a la única persona que creía que me valoraba realmente.
Sin embargo, tan pronto como accedí a ser su informante dentro del Campamento Mestizo, me arrepentí, sentía que algo no estaba bien, tenía un muy mal presentimiento. Luke me entregó un brazalete por donde podríamos comunicarnos. Debo admitir que incluso en ese momento presentí que él estaba utilizándome, pero me mantuve en negación, no quería aceptar que solamente estaba sacando provecho de mis inseguridades.
Pero, ¿por qué me arrepentí?, la única respuesta que puedo decir se trata de un nombre…
Charles Beckendorf.
II
Les contaré una historia para que puedan comprenderme.
Una tarde mencioné un poquito más alto de la cuenta que se me había roto por la mitad un anillo, no había sido muy cuidadosa con una de las espadas y, con un tintineó, vi caer mi anillo roto. Sin siquiera mirarme, todos refunfuñaron con gesto molesto y hastiado porque… bueno, debo admitirlo, los hijos de Afrodita somos un poco exagerados, y sobre todo si hay algún tema de belleza involucrado.
Pero lo que ellos no sabían era que, ese anillo, era una de mis pertenencias más preciadas, me lo había regalado mi padre. Él me lo había entregado luego de que me dijera que yo era una semidiosa y que mi lugar seguro en el mundo era el Campamento Mestizo, que allí encontraría mi verdadero hogar, lejos de él. Ese anillo significaba el sacrificio de mi padre de alejarme de él con tal de que estuviera a salgo. No me importaba siquiera el haberme lastimado el dedo, no podía ver más allá de mi anillo roto.
Nadie sabía aquello porque todos esperaban vanidad de mí, nunca peleé contra ese estereotipo, fue así que nadie me tomo en serio. A pesar de todo, Charlie se acercó a mí y me ofreció arreglarlo con una tímida sonrisa en su semblante. Debo ser sincera, hasta ese entonces no me había fijado realmente en él, tenía cierta belleza oculta, a pesar de lo que solían decir de los hijos de Hefesto. Inversamente a lo que todos pensaban, que con el solo hecho de mirarte Charles lograba intimidarte, no lo hizo conmigo, yo no lo percibí de esa manera. No, cuando ofreció su ayuda me miró de la forma más dulce, nunca nadie me había logrado tocar el alma simplemente con los ojos...Y eso ya es decir bastante, viniendo de mí.
Sin dudarlo un segundo acepté, le entregué el anillo y, con una de mis sonrisas más radiantes, le agradecí. Charlie, pareciendo casi incómodo, pasó su mano por su nuca; yo conocía ese gesto por demás, la mayoría de los chicos actuaban de esa manera cuando yo estaba presente, se trataba de una mezcla de timidez, de vergüenza y un poco de intimidación debido a la belleza que yo tenía. Además, Afrodita les daba ese poder a sus hijas sobre los hombres.
Luego de este encuentro y que me devolviera el anillo en perfectas condiciones tal como lo había prometido, Charlie me solía buscar para que lo ayudase con los pegasos o en cosas sin importancias; pero, siendo yo hija de la diosa del amor, sabía que aquellas sólo eran excusas que disfrazaban sus intentos por acercarse a mí de forma sutil. Pero me hice la distraída, no quería que dejara de hacer todo eso, a mí también me interesaba este chico tan musculoso y misterioso.
Charlie era conocido en el Campamento por ser el que forjaba la mitad de las cosas maravillosas que había allí se encontraban, pero lo que les parecía extraño a los demás era que yo lo llamaba Charlie, o Charles, pero ellos simplemente lo nombraban bajo su apellido. Era probable que se debiera a sus ojos intimidantes, su voz grave y su complexión fuerte. Pero esas cualidades eran de las que me parecían más atractivas de él.
Tocaste mi corazón y mi alma,
cambiaste mi vida y las metas de mi vida.
el amor es ciego, y eso lo supe
cuando mi corazón se cegó por ti.
III
Luego de un período de ir y venir con nuestros sentimientos, me pidió ser su novia, e intentando recuperar todo el tiempo que había perdido dejando que él me cortejara, admití que lo quería desde hacía mucho. Pero, como si el destino supiera que estaba inmensamente feliz aquel día, en el momento que volví a la cabaña de Afrodita mi muñeca comenzó a arder. Gruñendo intenté quitarme el brazalete con la marca Cronos, pero no podía quitármelo. Entré en pánico, y en ese momento la voz fría de Luke inundó la cabaña, con la suerte que yo me encontraba sola.
El rubio me advirtió que no ignorara al Rey Titán, no era seguro para mí hacerlo, que intentando quitarme el brazalete sólo lograría dañarme a mí misma. Ante mi silencioso llanto, me aseguró que haciendo de informante estaba ayudando a miles de personas a salvarse de un futuro terrible, que si los dioses seguían gobernando serían muchas más las personas lastimadas que si el poder lo tuviera Cronos. Dudé, así que comenzó a amenazarme, insinuó que les iba a advertir a Quirón y los dioses que yo era la espía que estaba dando información del Campamento. Eso último me haría arder en vergüenza, me haría caer aún más profundo de lo que ya estaba hundida. ¿Cómo alguien podría perdonar lo que estaba haciendo?
Le hice prometer que, si yo los ayudaba, no lastimarían a ningún campista. Le pedí que protegieran a Charlie, que no lo hirieran bajo ningún concepto. Y él lo hizo, dio su palabra.
IV
Prontamente a Charlie junto con Percy le asignaron la misión de hacer explotar el Princesa Andrómeda, el crucero en el que se encontraba Luke
Con un estremecimiento, y aun dudando de lo que estaba haciendo, informé a Luke que atacarían el barco, que evacuaran esa nave de inmediato. Pero ese no era exactamente el plan que tenía, su ego y su orgullo lo cegaban, él no se escondería y lucharía contra ellos. ¡Charlie iba a matar a Luke! ¿O sería al revés?
No me lo quería siquiera imaginar. De todos modos, si Luke moría, ella sería libre… Pero nunca desearía que alguien muera, aunque esa persona fuera el rubio semidios.
Desesperada y sin saber qué más hacer, acudí a la lástima de Charlie. Le rogué llorando que se quedara conmigo, que se negara a llevar a cabo la misión, necesitaba tenerlo a salvo aquí en el Campamento sin importar qué. Pero él estaba demasiado entusiasmado con la idea de salir a destruir cosas, no escuchaba mis ruegos. Me dijo que no le pasaría nada, que era una misión que estaban planeando de forma muy meticulosa y que deseaba ayudar a Percy. Me prometió algo que era casi improbable que fallaran.
—Los dioses me necesitan. Estaré bien, cariño, te doy mi palabra. No necesitas preocuparte por ello, estaré aquí antes que te des cuenta de que me fui.
V
Unas semanas antes que partieran, Luke se comunicó conmigo una vez más. Pero sentí algo distinto, su voz sonaba demasiado fría y distante, chirriante. Tan diferente que ya no lo reconocía realmente. Él me exigió que le dijera quienes eran los que atacarían el crucero, frente a mi primera negativa me recordó la amenaza con la que me había chantajeado antes. Podría haberle mentido, pero ¿qué me aseguraba que luego se vengara mediante Charlie? Con un suspiro contesté, cortante pero afligida:
—Charlie y Percy, pondrán bombas de Fuego griego.
Apenas terminé de hablar, explotó una risa maléfica que me hizo estremecer de puro miedo. Y me hizo pensar, si sólo la voz sonaba así y me hacía sentir tan aterrada, no quería saber qué sucedería si entraba en acción. ¿En qué se había convertido?
—Luke, sabes que yo participo de esto para que no los lastimen… Por favor, ¡por favor! —Supliqué al borde del llanto— No lastimen a Charlie. No le hagan…
Luke me interrumpió con otra ronda de risas crueles y cortó la comunicación, dejándome sola y con el corazón vacío.
Charlie se montó a un pegaso negro y se marchó en busca de Percy. Lo despedí con un beso, prometiéndole que nos volveríamos a ver, haría lo que fuera porque no le sucediera nada. Con una sonrisa llena de confianza Charlie desapareció en el cielo.
Pero mis esperanzas de que volvieran sanos y salvos se fueron derrumbando poco a poco, los días pasaban y no había noticias de ellos; dejé de maquillarme, dejé de mirar hacia el espejo, me abandoné por completo. Lo que veía y se reflejaba en el espejo no era de mi agrado; una chica frívola me miraba desde allí, tenía los ojos sin sentimientos, esa muchacha parecía estar vacía por dentro.
El problema era que, lamentablemente, esa chica era yo.
VI
Percy volvió unos tres días luego, si mis cuentas no fallaban. La caracola de Quirón sonó mientras yo dormía, pero no necesité de tiempo para despertarme, mi cuerpo estaba en constante alerta y desde que se había ido Charlie, no había logrado dormir de forma continua. Inmediatamente me levanté de un salto y corrí en dirección a donde iban todos los campistas. Pero cuando miré al círculo vacío, allí sólo estaba Percy.
Quité de mi camino a unos cuantos campistas, miré alrededor. Quizás me lo estaban escondiendo, podría tratarse de alguna clase de sorpresa.
—¿Dónde está Charlie? —Pregunté clavando mi mirada en Percy. Por un momento pude ver angustia en su rostro, pero luego me evitó, guiando sus ojos a Quirón.
El silencio hizo que mi corazón se estrujara.
—Silena, querida, hablemos de esto en la Casa Grande —Murmuró el centauro acercándose a mí.
Me fui alejando mientras mis ojos se abrían cada vez más debido a la impresión. ¿Aún seguía dormida?
—No, No, No… —Murmuré. Aquella situación, todo, todo era mi culpa.
Grité, pero el nudo en mi garganta no permitía que nada saliera, no era capaz de hacer uso de mi voz, mis cuerdas vocales estaban siendo eclipsadas por mis lágrimas. Charlie había muerto, y solo era mi error.
Clarisse se acercó a mí y no fui capaz de alejarme nuevamente. Necesitaba alguien en quién apoyarme y ella lo supo, pasó uno de sus brazos alrededor de mi cuerpo, ofreciéndome chocolate caliente. Y ella siguió hablándome, pero yo ya no escuchaba, sentía que me encontraba muy lejos de allí.
Y después de eso, yo ya no parecía una semidiosa; El campamento ya no era igual, yo era una intrusa. Respiraba por simple costumbre.
Cuando me comuniqué con Luke, él me ofreció sus disculpas, y por un momento, su voz realmente parecía arrepentida de lo que había sucedido. Pero, lo peor de todo, es que hacía responsable a Percy, adjudicándole la explosión a él, que él era el culpable porque había provocado la explosión.
—¿No ves lo que hacen con los mestizos, Silena? Si no fuera por los dioses, Beckendorf estaría vivo. Contigo. —Me susurró la voz fría de Luke, estaba segura que no era su voz. Volvía a ser estremecedora y todo rastro de arrepentimiento se había esfumado. Sin embargo, sentía en una parte de mí que él tenía razón en lo que decía.— Los dioses nunca se interesaron por lo que los mestizos necesitáramos. Pero eso no los frena para usarnos cuando ellos nos requieren y nos dejan morir, tal como hicieron con Charlie.
La ira floreció en mi pecho como flor recibiendo la primavera, no veía nada malo en lo que Luke decía, en sus palabras había mucha verdad. Hefesto había dejado morir a su hijo, Afrodita había dejado que su hija, muriese por dentro. Sabía que ellos lo podrían haber evitado si hubiesen querido. Pero no lo hicieron, dejaron que las cosas sucedieran de aquella forma.
Pero, en todas las historias hay un pero que cambia la situación de todo ¿cierto?
—Está bien Luke, no es necesario que me sermonees… Ya sé lo qué es lo que debo hacer.
Adiós mi amor,
adiós mi amigo,
Has sido ahora el único,
Has sido el único para mí.
VII
La mitad de los campistas nos habíamos ido a luchar a Nueva York, aquello sería una dura batalla.
Me ofrecí para volver al campamento a convencer a los chicos de Ares que su lugar era en el campo de batalla que se había armado en la ciudad de las luces, y todos estuvieron de acuerdo conmigo que yo era la única que podría hacer entrar en razón a Clarisse.
Mi pegaso me dejó frente de la Casa Grande, por la ventana podía vislumbrar a Clarisse y Chris. Me bajé de mi cabalgadura y recorrí todo el campamento con la mirada. Vi como los hijos e hijas de Ares pasaban por el frente de la Casa Grande gruñendo y refunfuñando en contra de los hijos de Apolo. Algunos parecían estar divirtiéndose en la cabaña de los hijos del dios del sol, arrojando cosas o saqueando cosas.
Y ante aquel panorama estuve más que segura que más campistas morirían en esa batalla. No lo iba a permitir, debía hacer algo al respecto para cambiarlo. Como le había dicho a Luke: yo sabía lo que debía hacer.
Me escabullí por los árboles y llegué a la cabaña de Ares. Clarisse y Chris estaban saliendo a patrullar las fronteras y todos los demás chicos de la cabaña estaban practicando con sus espadas, lanzas y jabalinas, además de divirtiéndose. Gruñí por lo incoherente que me parecía eso. ¿Para qué practicaban si luego se negaban a luchar?
Parecía que la cabaña estaba vacía, así que entré y busqué la litera de Clarisse. La reconocí de inmediato; su lanza eléctrica, sus restantes armas y armadura de protección estaban sobre el colchón. Las tomé, me coloqué la armadura de forma presurosa y salí corriendo de la cabaña. Volví a mirar todo el campamento y suspiré sólo una vez. Sé valiente, Silena.
—¡ARES! —vociferé con toda la fuerza que tenía, a sabiendas que mi voz era mucho más aguda que la de Clarisse.
A pesar de que era notable ese hecho, los campistas dejaron sus actividades de inmediato y me siguieron. En el instante en que algunos de ellos invocaron a su padre, aparecieron carros tirados por unos extraños caballos esqueleto con crines de fuego. Todos subimos a los carros, por suerte ni Clarisse ni Chris se habían percatado de que nos estábamos marchando en carros tirados por esqueletos.
Cuando llegamos, todos los campistas que estaban en tierra se encontraban luchando. En el blanco de todos ellos había un extraño monstruo de unos cien metros de largo, pero lo reconocí al instante: un Drakón. Automáticamente quise volver a la seguridad del Campamento, pero recordé que esto lo hacía por Charlie. Todos los que estábamos a bordo habíamos ahogado un chillido cuando vimos los ojos amarillos del drakón.
—¡ARES! —Grité nuevamente con todo lo que me daban mis pulmones, esta vez para infundirles valentía.
Todos vitorearon conmigo, lo que me alegró un poco. Allí había verdaderos luchadores, todos ellos habían nacido para la lucha. Excepto ella.
—La mitad de nosotros vamos a ir en contra del Drakon —Indiqué, intentando de que mi voz sonara más ruda y con fuerza, tal como la de Clarisse debía sonar en situaciones como aquellas—, la otra vaya contra los demás monstruos.
Y creo mi imitación funcionó o ellos sólo querían seguir creyendo que yo era su líder, porque volvieron a vitorear aún con más fuerza haciendo lo que había indicado y me fueron empujando hacia afuera, respiré hondo y me enfrenté al Drakon.
Soy una soñadora pero quiero despertar
No puedes romper mi espíritu,
son mis sueños los te llevas.
VIII
Todos corrimos hacia aquel monstruo que nos miraba sin la menor preocupación, mis ojos reflejaban todo el miedo que sentía, pero debía de ser fuerte. Debía luchar hasta las últimas instancias.
—¡Ares, a mí! —Vociferé, echándome encima del Drakón, pero la piel de este monstruo era muy dura, de un grosor extraordinario.
—¡Puedes hacerlo!, ¡un hijo de Ares está destinado a matarlo! —A lo lejos, me gritó Percy. Seguramente seguía creyendo que era Clarisse la que estaba batallando.
Me di la vuelta y lo miré solo por un segundo, pero en ese corto lapso en que nuestras miradas estuvieron conectadas, estuve segura que Percy se dio cuenta que yo no era Clarisse. Sus ojos se apagaron de inmediato, y parecía que las palabras se le estaban atorando en su garganta, pero estaba demasiado impactado como para poder frenarla.
—¡ARES! —Exclamé una vez más, intentando que el dios de la guerra me ayudara en esta oportunidad.
Quería que me ayudara en una batalla que estaba a punto de perder. Que estaba destinada a perder desde que había aceptado ser traidora.
Con la lanza eléctrica de Clarisse en mano, cargué contra el monstruo. Ni siquiera me permití pensar que aquello era una locura, porque lo era, pero antes de que pudiera preverlo, el Drakon me escupió veneno a mi cara.
Grité mientras caía.
No puedo describir el dolor que sentía en ese momento, pero era insoportable. Sentía toda mi piel arder en llamas, sentía que todas las torturas del mundo estaban siendo aplicadas a la vez en cada parte de mi cuerpo. Me era imposible siquiera quejarme por el dolor.
Lo siguiente que oí fue la voz de Clarisse, la verdadera, maldiciendo e intentando matar al Drakon que me había atacado. Después de un rato, se hizo silencio. Creía que había muerto, pero Clarisse se acercó a mí, al parecer ya había acabado con el monstruo.
—¿Qué estabas pensando? —Me gruñó en tono molesto, pero sabía que había otra emoción detrás, escondida.
Intenté tomar aire, pero mis labios me dolían, mis pulmones quemaban cuando entró el aire a ellos. Encontré las fuerzas necesarias que precisaba para confesar lo que había hecho, debía hacerlo porque ellos necesitaban sentirse seguros. No había razón para mantener aquel secreto.
—No... Escucharías. La cabaña sólo... te seguiría a ti. —Mi voz sonaba lastimera, susurros que seguramente dolía escuchar así como dolía pronunciar.
—Así que robaste mi armadura. Esperaste hasta que Chris y yo salimos a patrullar; y fingiste ser yo. —Luego miró hacia atrás, y le gruñó a sus hermanos—: ¡¿Y NADIE se dio cuenta?!
Intenté quejarme de aquello con un bufido, pero no salía nada de mi garganta. Incluso logré que el dolor rompiera aún más mi garganta.
—No los culpes. Ellos querían... creer que yo era tú. —Susurré lo que había pensado cuando estábamos a punto de enzarzarnos en la batalla.
—Tú, estúpida niña de Afrodita —Sollozó Clarisse, dejando salir la emoción que antes estaba ocultando —, ¿atacaste a un Drakón? ¿Por qué?
—Todo es mi culpa —Admití, comencé a llorar, lo que iba a hacer me dolería más que le veneno que tenía en mi piel—El Drakón, la muerte de Charlie... el Campamento en peligro...
—¡Basta! —Negó Clarisse, probablemente creía que lo decía simplemente por decir.— Eso no es cierto.
Había llegado el momento de decir lo que todos ansiaban saber. Tardé un poco, pero con mucho esfuerzo, logré abrir mi mano y dejé a la vista el brazalete con la marca de Cronos, ese que Luke me había entregado y sólo me había traído desdicha.
—Tú eras el espía. —Murmuró Percy.
Asentí débilmente, no muy segura de que pudieran percibir el movimiento. Parecía que el dolor no podría empeorar, pero se hacía cada vez más fuerte a medida que pasaba el tiempo y que me esforzaba por moverme y hablar.
—Antes... antes de que me gustara Charlie, Luke era muy lindo conmigo. Era... encantador. Guapo. —Comencé a explicarles, no quería que pensaran que había deseado que todo aquello pasara— Después, quise dejar de ayudarlo, pero me amenazó con contar todo. Me juró... me juró que estaba salvando vidas. Que serían menos las personas lastimadas. Me dijo que no lastimaría... a Charlie. Me mintió.
—Vayan, ayuden a los centauros. Protejan las puertas. ¡Vayan! —Les ordenó Clarisse a sus hermanos. Le agradecí eso, haría que mi humillación sea menos pública.
IX
Respiré profundamente, y me dolió aún más, pero quería decirles cuánto lo sentía, que era la peor persona que podrían haber conocido. Que no me merecía que sintieran lástima por mí, los había traicionado de la peor manera posible y que finalmente obtuve lo que merecía. Pero era incapaz de pronunciar aquellas palabras.
—Perdónenme. —Susurré simplemente.
—No estás muriendo. —Me insistió Clarisse a pesar del dolor que sentía en mi piel y mi corazón.
No podía creer lo fiel que era Clarisse. Después de decirles que yo había sido la que había disminuido las posibilidades de que el campamento ganara la batalla en contra de Cronos me seguía apoyando. Quería que siguiera viviendo, aunque quizás ya había muerto.
Pero la imagen de mi novio apareció ante mis ojos, casi como una sombra.
—Charlie... Veo a Charlie... —les dije, y luego una luz cegadora me invadió.
Estoy tan destrozada, amor, estoy tan hundida.
Estoy tan, pero tan... destrozada.
X
Charlie me sonreía a lo lejos, y no pude evitar acercarme a paso apresurado, casi corriendo. Yo no merecía que aún me mire con dulzura en sus ojos, no lo merecía por la mala persona en la que me había convertido. Ya no valía nada.
El dolor del veneno ya no lo sentía; que solo confirmaba que esta vez sí había muerto. Sin embargo, lo reemplazaba otro dolor distinto, mi alma estaba corrompida. No me sentía cómoda del todo, debería estar aun sufriendo.
—Esperaba no verte durante un tiempo —se lamentó Charlie mientras me abrazaba— Lamento haberte dejado sola, cariño. Lamento también que tú murieras tan pronto.
—Es bueno saber que me quieras aún después de todo lo que hice. Lo que te hice. —Murmuré— Yo le pedí a Luke que no te lastimara… Yo no quería seguir con todo eso, pero…
Pero Charlie me interrumpió dándome un beso. Seguramente él ya sabía todo aquello.
—No importa ya, ya no estamos a su alcance… estamos a merced de Hades —Admitió, mientras el inframundo aparecía frente a ellos. Él había evitado el juicio para esperar la llegada de ella, podrían haber pasado años esperando, pero él lo había hechp— No me importa lo que hayas hecho, pensabas que hacías lo correcto, y eso es lo que interesa. Aun así… Te sigo amando, más que antes si es posible. Eres lo más preciado que tengo, Silena.
¡Hola lectores!
Hay algo en esta pareja que me fascina. ¡Son tan lindos! Sobretodo el personaje de Silena siempre me gustó. Bueno, sin más los dejo, pero antes le dedico este one shot a mi hermana Juli, luego de tanto insistir lograste que lo escribiera.
¡Espero que les guste y recuerden que los reviews siempre son bien recibidos!
— Mapple.
