Mozart despertó. Shiro se alegró y Hitler se fue de la habitación, oyendo antes de salir, las amargas palabras de los labios de Shiro:

"Ahora que ha despertado, Mozart necesita a alguien a su lado"

Hitler se retiró de la estancia tranquilamente, con el corazón medio roto, pero tranquilamente. Una última sonrisa salió de su rostro intentando aparentar serenidad.

Caminó con paso uniforme hasta su habitación, su núcleo de soledad, el único lugar donde se podía sentirse a gusto.

Se sentó en su cama, aun recorriéndole la tristeza de pensar que Shiro prefería a Mozart antes que a él.

-¿Por qué?- se preguntaba mientras caían lágrimas de sus mejillas- ¿Por qué?

Hitler sabía perfectamente como era el clon del músico austriaco, un ser soberbio y prepotente, todo lo contrario que él, un clon amable y solitario.

-Eres malo, Shiro- susurraba entre lágrimas.

Le mataba saber que su único amigo tendría que pasar más tiempo del que él esperaba con ese clon desagradecido. Ese era el motivo de sus abundantes lágrimas que ahora caían por su cara.

Intentó tranquilizarse, se secó las lágrimas con su almohada. Tomó aire y se dispuso a encontrar una explicación razonable.

-Seguro que Shiro pensó que como acababa de despertar de su intento de suicidio necesitaría compañía- musitó intentando mantener la calma.

Pero, a pesar, le seguía carcomiendo por dentro… ¿Es que no sabía que lo necesitaba? ¿Acaso no sabía lo importante que era para él? ¿Qué no quería aguantar más su soledad a la que había sido condenado?

-Al parecer, Shiro no sabe lo que siento por él- sonrió mientras alargaba el brazo para coger su peluche de Dolly- ¿Tu qué crees, Dolly?- Miró a la ovejita, esperando una respuesta, pero, como es natural, no la obtuvo, tan solo se le quedó mirando con sus ojitos brillantes- Tienes razón, debería dejar de llorar e ir a buscar a Shiro- soltó una suave risita y se levantó con el peluche en la mano.

Se recorrió todo el pasillo, sin encontrarlo, hasta fue a su habitación para buscarlo. Ya cansado, se fue al jardín y se sentó en un banco.

De repente notó dos brazos rodeando su cuello. Era Shiro. Al notar su tacto, se asustó un poco y sonrojó.

-Hola Hitler-dijo mientras se sentaba junto a él.

-H-Hola Shiro-dijo intentando no parecer nervioso.

-Al final tenías razón- Shiro agachó su cabeza mirando a la Dolly de Hitler.

-¿Razón? ¿Por qué?- preguntó alzando una ceja.

-Sobre Dolly- lo miró contento- Es increíble, le recé a ella para que le diera otra oportunidad a Mozart y funcionó.

-Sí, ella lo salvó- dijo mientras apretaba ligeramente al peluche.

-Muchas gracias por decírmelo- sacó otro peluche e la famosa oveja- Es cierto lo que dicen sobre Dolly.

-Sí- susurró- Ella es maravillosa.

Shiro cogió el peluche de las manos de Hitler y le besó la cabeza.

-Gracias- dijo mirando a Dolly- también a ti, Hitler- dijo mientras abrazaba al clon.

-D-De nada- Hitler enrojeció sin poder evitarlo, pesando que todas que todas las lágrimas que había derramado habían merecido la pena, tan solo por ese abrazo.- Gracias, Dolly- susurró lleno de felicidad.