¡Buenas noches~! (Aquí es la 1 de la mañana... ¿Quizás debería decir buenos días? No sé xD)
Primero que nada. Hola, Sabi. Ya sé que te dije que iba a subirlo cuando acabase el 2 capi por lo menos, pero no puedo hacerlo. Lo siento chicas (o chicos, no sé si algún hombre me lee xD) pero esta autora es una irresponsable. ¡Os quiero~!
Shugo Chara es de Peach-Pit, yo sólo me divierto (sola y abandonada...) sin ánimos de lucro. ¡NO CONSIGO DINERO CON ESTO! Ò_Ó
De este fic digo que es un long-fic. Voy a tardar en subir otro capitulo. Mucho. Puede que bastante. Pero los capítulos son cortitos y se escriben prácticamente solos...
Un besito y que os vaya bien~~
PD: El rating puede cambiar. Pervertidas ¬¬
Bestias en la Noche
Capítulo 1
Muchas personas viven en este mundo sin saber en realidad dónde están o por qué algo ocurre. Viven el día a día sin saber que aquello en lo que creían es mero cuento, que lo que tomaban por realidad resulta no serlo y que los mitos y leyendas son ciertos. En este mundo actual, las leyendas son sólo eso, leyendas. Pero hay casos en los que esas leyendas son verdaderas.
No estoy hablando de los Leprechaun o de los unicornios, hadas o demonios; no, más bien me refiero a los vampiros.
Sí, vampiros. Bebedores de sangre que se ocultan en las sombras de la noche para buscar sus presas, humanos que les sirvan de alimento. ¿Es que acaso no tienen conciencia? ¿Moral alguna? Esas bestias alguna vez fueron humanos, deberían recordarlo. Pues no. Son animales sin conciencia, movidos por el hambre, que no lo dudarían ni un instante en matar a alguien, abrirle la yugular y beber hasta la última gota de sangre de su pobre víctima. Fueron humanos, eso sí es cierto, pero poco a poco ellos van sufriendo una lenta y tortuosa transformación que les va quitando todas las emociones, pensamientos o conciencia para dejar el ansia de sangre y la brutalidad animal. Estos seres no se mueven por iniciativa de ningún tipo, sino que el hambre los obliga a cooperar en raras ocasiones, ya que usualmente se atacan los unos a los otros y el débil perece para que el fuerte sobreviva.
Realmente nadie sabe de dónde viene esta "enfermedad" o "virus" vampírico, pero el cazador más viejo dice que su abuelo alguna vez le comentó que hace muchísimo tiempo, tanto que la vida se contaba en estaciones y no en años, existió un humano que quiso desafiar a los dioses y fue castigado con la inmortalidad y el ansia de sangre, además de todas las desventajas de ser vampiro, tales como la vulnerabilidad a la luz del sol o el agua bendita, un agua que provenía de un lago especial que las leyendas dicen que allí descendió un ángel. Pero nadie había visto a ese ser supuestamente inmortal, y el anciano confesó que su memoria le fallaba en ocasiones y esa historia se la contaron estando él muy pequeño; así que en realidad, nadie sabe por qué existen los vampiros, pero existen.
Al igual nadie sabe de dónde vienen los cazadores. Humanos consagrados para buscar y matar esas bestias sin conciencia o razón. Salen por la noche como los vampiros y utilizaban todo lo que tenían a su disposición para matarlos. La verdad, pensaban algunos, es que con los tiempos modernos y su tecnología era cada vez mas fácil matar a los bebedores de sangre. No era como antes, que tenían que bandearse con estacas de madera y botellas de agua bendita; ahora podían utilizar autenticas bombas de agua bendita, pistolas, ametralladoras y otras armas de fuego, o incluso nuevas técnicas de sigilo y persecución.
Los cazadores no tienen una vida con la sociedad, se mantienen ocultos y repartidos por todo el globo, poseen miles de identidades, todas falsas, y rara vez se inmiscuyen en los asuntos de los humanos normales, sólo si la situación lo amerita. No se ponen medallas, no esperan agradecimientos de las personas o las felicitaciones por realizar sus trabajos rápida y limpiamente. Solo se encargan de esos monstruos.
Y nuestra protagonista es una de ellos, de los cazadores de vampiros.
Hinamori Amu se llamaba ella, y no era cualquier cazador del montón; no, ella era especial. No sólo al tener solamente doce años y poseer una posición alta dentro de la Asociación, sino que además ella era una humana con ciertas... ventajas, si hay que ponerlo así. Ella no era una adolescente hormonada más, y tampoco una cadete como los demás cazadores de su edad. Desde pequeña ella había mostrado rasgos sobrehumanos y capacidades que superaban a los demás alumnos. Fuerza sobrehumana, agilidad destacable o una capacidad de razonamiento superior eran algunas de las cosas con las que todo el mundo la describía. Siempre siendo la primera de su clase al aprender rápido, inmediatamente al llegar a los cinco años fue sacada del colegio de Cazadores para tener clases particulares, muy diferentes a las de los demás, donde le enseñaron lo que se tardaría años en aprender en apenas tres, de modo que a los ocho años de edad se le dieron sus primeros trabajos, de los que salió victoriosa.
Ella no conocía de sentimientos, le eran extraños. Desde que podía recordar le dijeron que los sentimientos te hacen débil frente a tu enemigo, quien se aprovecharía de tu debilidad para volverla en tu contra y destrozarte. Se mantenía fría y serena todo el tiempo, impidiendo que nadie supiese quién era en realidad, ya que era lo que le decían estaba bien. No sonreía y en su vida había reído a carcajadas o alguien hubo escuchado alguna risa suya; solamente asentía y realizaba sus misiones encomendadas sin chistar, cumplía en el tiempo establecido y regresaba a su casa donde nadie la estaría esperando, ya que vivía sola. ¿Sus padres? Ella no los conocía ni sabia cómo eran porque desde pequeña la han cuidado diferentes personas de la asociación, haciéndole la comida hasta que ella pudo hacerlo sola o vigilando que estudiase apropiadamente. No sabía lo quera el amor de una madre o la protección de un padre. Miraba a veces con extrañeza cómo algunos niños jugaban con sus padres, preguntándose una y otra vez como se sentiría eso, pero lo quitaba de su cabeza nada mas pensarlo porque la distraería de su misión.
Ella les daba lo que necesitaban y hacia lo que se esperaba de ella; a cambio, tenía la libertad absoluta. Poseía un piso en la ciudad, le daban dinero todos los meses para sus gastos y nadie se quejaría si ella decidiese hacer vida con los humanos. Le dejaban trabajar sola y sin pareja, lo que era inusual, además de que le permitían hacer lo que quisiera con sus presas. Muchas veces pensó que su vida era vacía y sin sentido, que ella podría hacer mucho más que cazar vampiros todas las noches y pasarse el día durmiendo en una rutina cansina e inacabable, que quizá ella estaba hecha para algo más que eso... Pero con el pasar del tiempo desistió de la idea. No había nada mas allá de la Asociación de Cazadores y la vida que ofrecían, que la muerte y la sangre eran su vida y estaría repitiendo la misma estúpida rutina hasta que muriese de vieja o la matasen los vampiros, cosa que realmente dudaba, lo que le recordaba una y otra vez, cuando despertaba al anochecer, que estaba totalmente sola en ese mundo tan cruel y vacio.
Pero ella iba a descubrir esa noche, que era exactamente igual a las cien anteriores, que su vida iba a dar vuelco total... Porque fue la noche en la que se topó con un vampiro un tanto peculiar, Ikuto.
Hace frío, pensó Amu cerrando mejor la chaqueta de cuero negra alrededor de su cuerpo menudo. Siguió caminando por aquella calle oscura y vacía sabiendo que en unas horas su ronda iba a concluir con la salida del sol. Acababa de matar a un par de vampiros y estaba segura de que no se iba a topar con alguno más, pero es mejor estar preparado en todo momento, así que todavía permanecía alerta.
Entonces los cabellos de la nuca se le erizaron y ella supo qué era eso: un presentimiento. Había desarrollado, como todos los cazadores, un sexto sentido para detectar a los vampiros antes de que ellos se diesen cuenta de su presencia. Y sabía dónde estaban ellos. Con un suspiro de resignación, Amu cambio la ruta al girar en un callejón y se adentró más aún en la oscuridad de la noche.
Y allí estaban. Eran tres vampiros, o nosferatu, que era la fase en la que ellos aparentaban estar. Nosferatu era la última fase de la transformación, y la más horrenda según Amu, porque ya no parecían humanos para nada con esos cuerpos encorvados de uñas mugrientas y afiladas, bocas siempre abiertas y babeantes con los dientes como cuchillos asomándose en todo momento... La primera vez que los vio en un libro le dio escalofríos, pero ahora eran cosa del día a día. Ella sabía que a los de la Asociación les encantaba enviarla a misiones con nosferatu porque le tenían manía a ella.
Esos nosferatu parecían acosar a un humano en el suelo (y Amu esperó que estuviese vivo, o al menos permaneciese siendo humano), pero habían comenzado a pelearse entre ellos produciendo esos horribles chillidos, bramidos y sonidos guturales sin sentido que era su forma de comunicarse. Tan distraídos estaban que no notaron a la cazadora a un par de metros de ellos; y, por lo tanto, no vieron la muerte venir hacia ellos de su parte hasta que fue demasiado tarde y ya estaban siendo descuartizados por unos hilos finos, pero afilados y mortales.
Amu observo con asco cómo los restos se iban convirtiendo en polvo mientras caminaba hacia la figura en el frio y húmedo suelo. Era un chico joven, no llegaría a los veinte años siquiera. Estaba bastante herido, pero parecía que respiraba. Menos mal, pensó, así no tengo otra muerte en mis hombros. Se acerco más a él y lo alzo sin esfuerzo para ponerlo sobre su espalda y transportarlo al primer lugar que se le ocurrió: su casa. No podría llevarlo a un hospital por si habría visto algo de esas bestias y lo decía a todo el mundo y se descubría el pastel; y tampoco podía llevarlo a la Asociación porque podrían hacer cosas horribles. No le gustaban las personas que allí estaban ni los apoyaba en su totalidad, pero tenía que vivir con lo que le había tocado ya que no podía escapar.
Caminó con rapidez por las calles de la ciudad, segura de que ningún humano la estaría viendo, hasta que llego al complejo de apartamentos donde se situaba su hogar, si es que se podría llamar hogar. Entró y el portero estaba dormido (era normal al ser como las cuatro de la mañana) así que se adentró ella sola en el lugar y fue directa al ascensor porque su casa estaba en piso bastante alto. Cuando hubo llegado allí, liberó una de sus manos que sostenían al joven y abrió su puerta con las llaves haciendo el mínimo ruido, como siempre. Ni se molestó en encender las luces, sus ojos se habían acostumbrado a la oscuridad debido a todo el entrenamiento (aunque sabía que sus habilidades peculiares tendrían algo que ver), y se fue directa a uno de sus sillones para depositar tan importante carga.
Ya libre del peso, se dedicó a cerrar todas las cortinas para que no entrasen los rayos del sol saliente que herían sus ojos. Frunció el ceño al Sol cuando cerraba la última cortina, contrariada del efecto que tenía en ella.
Con un suspiro, se giró hacia su invitado para encontrárselo todavía dormido. Se acerco a él y toco su frente para comprobar si tenía fiebre, pero estaba normal; después comprobó su pulso que, aunque algo acelerado, no era preocupante. Al haberse asegurado que sobreviviría esa noche, se permitió admirarlo ahora con la tenue luz de las bombillas de su apartamento. Decir que era guapo era quedarse corto, pensó Amu fijándose en los rasgos perfectos del chico que tenía delante. No era sólo la composición de ese cabello azul tan brillante y de aspecto sedoso (quiso alargar una mano para tocarlo, pero decidió que mejor no lo hacía), las cejas finas y alargadas, la nariz perfecta y proporcionada o esos labios rellenos; no, aquella criatura destilaba una especie de halo de misterio que hacía llamar la atención de todo aquel que lo observara.
Amu bajó la vista y se maravilló ahora de esa figura esbelta que aunque estuviese sentado en su sillón sabía que sería muy alto y le sacaría unas dos cabezas. Con algo de vergüenza observo la forma en la que los músculos se marcaban con esa camiseta negra ajustada y la piel que mostraban los lugares donde la tela había sido rasgada y la sangre no lo cubría.
Amu se golpeo en una mejilla para despertar de su ensimismamiento y fue a por el botiquín de primeros auxilios que guardaba en el cuarto de baño. Regresó con Ikuto para encontrárselo en la posición exacta en la que lo había dejado. Pues claro que no se va a mover, idiota, está inconsciente, se reprendió a sí misma con un bufido antes de sacar lo que necesitaba del botiquín y comenzar a limpiar el rostro del chico. Cuando hubo terminado, tomo unas tijeras y corto la camiseta del joven por delante de forma longitudinal para abrirla y poder tener una visión completa de las cortadas y arañazos presentes por toda la piel del pecho y abdomen del peliazul. Fue cuando se disponía a limpiar la primera de todas que se dio cuenta algunas parecían no provenir de garras de nosferatu sino de cuchillos, y se comenzó a preguntar realmente qué diablos le habría pasado a aquel joven...
Amu sudó bastante mientras se las apañaba envolviendo al joven en los vendajes que había sacado de su botiquín. Pesaba mucho a pesar de su aspecto delgado, se dio cuenta demasiado tarde cuando ya lo tenía encima y sus brazos lo rodeaban como en un abrazo cariñoso… Bueno, lo de cariñoso sobra porque no había cariño en ese momento.
— Mm... - escuchó cómo él comenzaba a despertarse y Amu tuvo esperanza de que él pudiese decirle lo que lo habría herido.
— Espera un momento... - susurró ella cuando le pareció ver algo extraño en la boca del joven. Soltó lo que tenía en las manos en una mesilla de café cercana y se limpió las manos con un trapo. Alargó una mano hacia el rostro del peliazul y se maravilló unos segundos del suave tacto de su piel antes de levantar ligeramente el labio superior del chico y encontrarse con su blanca dentadura, pero entre esos dientes había algo que no cuadraba. Con una expresión sombría, Amu observo con detenimiento los afilados colmillos de aquella boca, internalizando que había metido uno de sus enemigos en su propia casa.
Saltó hacia atrás cuando vio que aquellos ojos comenzaban a abrirse, esperando encontrarse unos irises carmesí como la sangre. Tomando una daga de la bota del traje de cazadora que no se había quitado todavía, Amu se puso en posición de ataque y aguardó el golpe.
Pero aquel extraño joven no se movió más que cuando abrió los ojos con esfuerzo, como si eso le costase la vida junto a respirar. No movió otro músculo más que los párpados, pero fue suficiente para inutilizar la estrategia que Amu había preparado para ese momento. Porque sus ojos no eran rojos carmesí.
Eran azules como zafiros.
Ella lo miró extrañada mientras soltaba la daga que portaba en la mano derecha y se aproximó algo cautelosa al vampiro en su sofá. Pero él seguía sin moverse.
— ¿Qué te pasa?- le dijo sin realmente esperar una respuesta.
— Estoy… débil…- consiguió susurrar en voz baja aquel sujeto.
— ¿Débil?- dijo extrañada. Nunca había conseguido ver a un vampiro débil de ese modo. Suelen preferir que los mate otro de su especie antes de morir ante un cazador.- ¿No te puedes mover? – él cerró los ojos con cansancio en negación. Soltó un suspiro.
Amu se lo quedó observando unos momentos en silencio, viendo cómo su respiración errante provocaba que su pecho subiese y bajase con lentitud, y planteándose qué hacer. Tenía en frente a un vampiro casi muerto, débil, formando una presa tan fácil que un bebé cazador podría matarlo en un periquete. Entonces, ¿por qué dudaba? Él volvió a abrir sus ojos azules y la miró desde su posición, allí sentado e indefenso.
— ¿Necesitas sangre? ¿Es eso?- dijo ella dándose golpes mentales por la estupidez de la pregunta. ¡Por supuesto que necesitaba sangre! ¡Los vampiros chupan sangre para vivir! El vampiro ni siquiera se esforzó en contestarle.- Yo puedo dártela- soltó de sopetón sin ni siquiera pensar sus palabras. ¡¿Qué rayos estaba diciendo?! El vampiro la miró con los ojos medio cerrados del esfuerzo, levantando levemente una ceja- Pero tiene un precio.- Amu inspiró hondo y dijo con el tono más profesional y frío que tenía- Tienes que servirme a mí. Me deberás la vida, así que dedicarás hasta tu último aliento en obedecerme. Tendrás que ayudarme en mis misiones al matar a los de tu propia especie.
— ¿Algo… más?- dijo forzando la voz en apenas un susurro con la ceja todavía levantada. Vaya, así que el vampirito todavía podía decir sarcasmos, aún herido de muerte, ¿eh?
— Sí. A cambio de tus… servicios… te alimentaré yo personalmente. Por el momento te daré mi sangre todos los días, pero cuando te mejores será todas las semanas. Mi sangre será la prueba de nuestro trato vigente. Ahora…- dijo inspirando hondo y sintiéndose nerviosa repentinamente. Nunca había hecho tratos con vampiros.- Muérdeme y sellaremos este… contrato.
Sin esperar a que le contestase, Amu se acercó al vampiro de cabellos azulados y lo tomó ligeramente por los hombros antes de echarse hacia delante y prácticamente sentarse encima de él en ese sillón. Cuando hubo asegurado que no perdería el equilibrio, dejó caer su cabeza sobre el hombro derecho del vampiro acercando su cuello a esos labios fríos al mismo tiempo. Cerró los ojos esperando. Pronto sintió cómo él movía sus brazos y rodeaba con lentitud su cintura menuda, como el resto de su cuerpo, y ponía de su parte cerrando el espacio que quedaba entre ellos y rozando apenas sus labios en la piel nívea del cuello de la cazadora. Amu apretó los ojos al sentir su aliento chocar contra la piel de su cuello, erizándole los cabellos de la nuca y estableciendo escalofríos por su columna.
Se le cortó la respiración al sentir la presión punzante seguida del dolor de la piel siendo cortada debajo de su oreja. Ya la habían mordido antes, pero nunca había sido nada como esto. Nunca había sentido como si estuviese flotando en una piscina de agua fría, a la vez sintiendo la baja temperatura que la sensación de volar. Nunca había tenido ganas de suspirar de placer, más bien le daba asco y una picazón horrenda que permanecía durante días.
Entonces fue cuando vino la succión. Sintió cómo su sangre se escapaba por la herida recién abierta hacia la boca expectante del vampiro hambriento, pero no le molestó en lo más mínimo. Sentía que estaba hecha para esto. Para alimentar a un vampiro.
— Ah…- suspiró ligeramente, sintiéndose como en una nube. Pero supo el momento en que las cosas se le iban de las manos cuando su consciencia le iba abandonando y todo se estaba volviendo negro en los bordes. Sus brazos se pusieron flojos y las piernas le cedieron, de manera que el vampiro tuvo que sostener su peso en su totalidad.
Con lo último que le quedaba, escuchó al vampiro soltarla por fin y respirar agitadamente haciéndole cosquillas con los labios y el aliento rozando la piel. Antes de perder toda la consciencia, lo sintió apretarla con algo más de fuerza acercar una vez más su boca a la piel ahora carmesí por la sangre de su cuello.
Creo que… nunca debí confiar en los vampiros…
Sí, he visto demasiado Vampire Knight. Me gusta mucho Zero *^* y siempre que escucho/pienso/sueño/susurran(?) vampiros y beber sangre me acuerdo de las partes en las que Zero bebe sangre de la (estúpida Mary Sue) Yuki :D :megusta:
¿Merece review? ¡Porfa pliiiiss! ^u^
