Disclaimer: Dragon Ball y sus personajes no me pertenecen sino a Akira Toriyama.
Advertencias: Lime; posible aunque no intencional OoC por el curso común de la historia.
EMPEZAR POR EL FINAL
«Te haré el amor, Marron. Te haré el amor hasta el último día de mi vida, porque te amo, porque estoy loco por ti.
Porque eres la única a la que imagino y quiero a mi lado.
Porque tú debes ser mi mujer».
Schala S. — A Salvo.
—Una casualidad—
I
A pesar de todo, no me atrevo a decir que fue un error.
Y sí, cualquiera podría decirme lo contrario. Estuvo fuera de tiempo, me adelanté, fui un irresponsable, no sé cuáles son mis prioridades. Personalmente, creo que fue la casualidad más bella que me ha tocado vivir, aunque suene exagerado, sentimental, emocional, etcétera, etcétera, etcétera; y que decir ese tipo de cosas no vaya conmigo.
Porque me reconocen más bien por ser práctico, y siempre precavido, y tal como me habían enseñado tanto mi madre como mi padre; siempre a tener la cabeza fría, es lo que te conduce al éxito, porque si te dejas llevar por las emociones, si te atreves a olvidarte de donde estás y de qué haces, significa que además de tonto, eres inexperto, porque no visualizar las consecuencias de tus actos te hace un inmaduro. Pero aquella vez se me fue absolutamente todo de las manos, y no pude hacer nada cuando ya me había dado cuenta de lo que estaba haciendo.
De lo que estábamos haciendo, ella y yo. De dónde habíamos terminado después de lo poco que nos habíamos acercado, o de lo mucho, quizá, pero que de todas formas era insuficiente. Según yo, que ahora veo todo a cierta distancia. Es cierto que gracias a ella maduré, y estuve obligado a hacerlo, porque no me quedaba otra opción, porque ya la prioridad no era yo, ni siquiera ella. La prioridad era lo que menos esperé que me sucedería, cuando tenía apenas veintitrés años, y ella apenas diecinueve recién cumplidos.
Pero no tiene mucho sentido seguir dando ideas sueltas a esta historia. Historia que tiene un comienzo, quizá no muy peculiar, para nada emocionante; pero la mejor historia que he protagonizado hasta ahora.
Fue hace un año, cuando Marron había entrado a la universidad a estudiar Letras, y yo iba en cuarto año de Administración de Empresas. Por algún motivo, jamás había entablado alguna relación más íntima con ella, y todo lo que se me venía a la cabeza cuando la recordaba era pensar que era muy, muy bonita, tan dulce como ninguna mujer a la que hubiera conocido. Además de pensar, por alguna razón, que tenía los ojos celestes más bellos que hubiera visto alguna vez, y el corazón más puro.
Es exagerado, pero me atrevía (y me atrevo, aún) a pensar eso de ella, porque no he visto ni veré en mi corta, pero feliz vida, una mirada más sincera que esa. Los ojos de Marron siempre me gustaron, y antes de que todo esto ocurriera, siempre pensé que la mujer de la que me enamoraría (de verdad) tendría la misma mirada, y me cubriría siempre con la misma pureza que ella desprende de sus palabras. A pesar de no conocerla demasiado, a pesar de no haberme acercado a ella antes cuando éramos niños (porque mi vida entera en esos momentos no era más que Goten y las travesuras que planeábamos) o de que no me llamara la atención como mujer, siempre tuve esa convicción.
Convicción que, llegado el momento, se hizo casi un dogma.
La universidad era un espacio lo suficientemente amplio como para no volver a ver jamás a alguien en el campus, pero no era así con ella. A Marron la veía todos los días porque teníamos conocidos en común, y una de mis compañeras, la que mejor me caía, era su amiga, quizá la única que tenía, Marron nunca fue muy asidua a los grupos grandes de personas.
Entonces, ella siempre me saludaba, o cuando pasábamos caminando ella me sonreía y me hacía un gesto con la mano. Yo le guiñaba el ojo, casi por costumbre. A veces iba acompañada de mi compañera, otras veces iba sola, con muchos libros de literatura o jugando con su celular. Fuera como fuera que la veía, siempre lucía radiante, como si cualquier cosa que hiciera lo disfrutara, encontrándole la belleza a todo a su alrededor. Y si bien no me llamaba la atención más que como una conocida muy cercana, fui encontrándola cada vez más bonita. Tenía una belleza muy especial, una que no encontraba en nadie más, pero no me inspiraba ningún deseo, de esos deseos que son incluso grotescos cuando se es adolescente con hormonas revueltas. Para mí, Marron tenía una belleza demasiado pura como para que yo, un simple mortal, me atreviera a cercarme.
Sé que sueno ridículo, pero así lo sentía. Era lo más genuino que ella me inspiraba.
Un día (el día que más confusión me produce ahora, y que más cosas raras me hace sentir), luego de uno de los últimos exámenes que debía rendir ese semestre, un compañero me invitó a una fiesta en su casa. Una cosa poca, un par de tragos y mucha música. No acostumbraba ni acostumbro a hacerle el quite al alcohol, pero ese día sólo quería dormir. Me insistieron de una y mil formas, y a todas las peticiones me negué, hasta que mi compañera soltó cierta frase que, por lo menos, despertó mi curiosidad.
—Irá Marron.
Me quedé pensando en eso por un momento. Y si no fuera, ¿qué? Me pregunté.
—Vamos, Trunks. Nos hará bien distraernos.
En eso tenía razón. En que iría Marron, también la tenía, en el fondo. Habría alcohol, y de toda clase.
—Si habrá tequila, voy.
—Hecho.
Y así acepté la invitación, que al final se había convertido en un repentino y breve negocio. Esa misma noche, tomé una ducha en mi departamento, un jeans oscuro, una camisa azul y una casaca de cuero. No me perfumé demasiado, de seguro luego, por el alcohol, todo me olería a rayos, incluso yo mismo, así que cuando fueron las diez de la noche, salí.
Cuando llegué, la fiesta ya había comenzado. Había música por todos lados y, ya siendo tan temprano, muchos ya habían caído rendidos por el alcohol, los cigarrillos y quién sabe cuánta cosa más. Caminé entre los muebles de la casa y tomé una cerveza, para luego sentarme en uno de los sofás individuales. Al momento en que me puse a conversar con el dueño de casa y quien me invitó, no pasaron más de diez minutos, y llegó mi compañera con Marron. Recuerdo que tenía un vestido azul marino y botas largas. Hacía frío en pleno julio. No estaba maquillada, o quizás sí, un poco; no lo sé. Lo que sí sé es que se veía muy bien, pero tampoco la miré demasiado.
Mi compañero fue a recibirlas y les dijo que se sentaran junto a él y conmigo. No me entusiasmaba mucho, pero eran los únicos seres que me caían bien en la universidad, y la charla entre los cuatro se hizo amena. Sólo eso recuerdo; las estupideces que hablábamos y de lo que nos reíamos no. Lo borré de mi memoria, no era necesario guardarlo, pero lo que sí guardé en mi memoria por algún motivo, era la sonrisa de Marron. Quién diría que una chica de apariencia tan dulce disfrutara tanto del humor negro.
Las horas pasaron, la gente comenzaba a descontrolarse poco a poco. Ya por el contexto y todo lo demás, nuestros dos acompañantes se habían ido a algún lado, se notaba que había ciertas ganas de concretar de una buena vez lo que se les notaba en los ojos.
Quedamos solos con Marron, y seguimos conversando, nos olvidamos de quienes se habían ido recién y nos olvidamos también de dónde estábamos. Conversé mucho con ella, tanto, que llegué a conocerla lo suficiente en apenas un rato.
Cuando ya no se podía hablar por el ruido, fuimos al balcón. El aire era fresco y el cielo, pese a su oscuridad, se veía cargado de nubes. Le dije que era mejor que entráramos, que buscáramos otro lugar, y fue así como terminamos en una de las habitaciones del departamento.
Por acción del alcohol que habíamos bebido y por lo atontado que me sentía, volvía a preguntarle cosas que ya le había preguntado antes, como por qué eligió estudiar letras, qué tanta gracia le encontraba a los libros (sin ser petulante), qué le gustaría hacer una vez tuviera su título; hasta que me pasé un poco de la raya diciéndole cómo había dejado pasar la oportunidad de conocerla antes, a ella, a una mujer tan inteligente, fantástica y bonita como ella, tan dulce y con gustos tan peculiares y dispares.
Marron se sonrojó al instante, diciéndome que ella pensó lo mismo de mí. Quizá lo dijo por cortesía, o para no dejarme en vergüenza por ser un maldito atrevido que apenas se le entendía lo que decía, pero algo me decía que no mentía, que era sincera conmigo, y si me hubiera mentido, qué rayos, le hubiera creído incluso las mentiras. Sabíamos quiénes éramos, quiénes eran nuestros padres y el vínculo que los une, pero conversar esa noche con ella fue como si la hubiera conocido desde siempre, pero más a fondo, como la persona a quien más confianza le tenía. Además de Goten, claro.
Me sentí tan a gusto, tan tranquilo con ella, que, en algún momento, no sé cómo ni sé cuándo, pero en medio de tanta y tan grata conversación, me atreví a besarla. Y cuando la besé, supe que llevaba demasiado tiempo esperando hacerlo. Marron me respondió el beso, nerviosa, y sus manos temblaban un poco. Me separé de ella, la miré a los ojos y le pregunté si realmente quería continuar, porque no quería dañarla.
—Sí quiero—Me dijo ella.
Yo sentí que me devolvían en alma con esas dos palabras. Realmente quería besarla más, tocarla más, y así lo hice. La besé más profundamente, ostenté toda la experiencia que tenía en ese beso, y al mismo tiempo, fui lo más despacio que pude. Intentaba tocarla despacio, intentaba mirarla siempre a los ojos para convencerla de que era sincero, intenté desvestirla con una delicadeza inaudita y que jamás tuve con ninguna mujer antes de ella, y le di todo el placer que mis manos y mi boca fueron capaz de entregar, porque de mí salía una ternura que, incluso hoy, no sé de dónde me nació, pero allí estaba, estaba tan sólida y era tan real como ella desnuda sobre esa cama, en la oscuridad de esa habitación apenas iluminada por la luz de afuera, donde le hice el amor.
Pasó el tiempo. El segundo semestre había empezado hace dos meses, ya quedaban otros dos para que se terminara, o quizá tres para quienes éramos un poco más flojos. Durante ese tiempo, seguí viendo a Marron en la universidad, siempre con libros o mirando su celular, y ella siempre me saludaba, hasta que llegó un momento en que dejó de hacerlo.
Su rostro se veía preocupado por algún motivo, y yo jamás me atreví a preguntarle. Hasta que escuché decir a mi compañera que a Marron le ocurría algo. Algo grave.
Y yo debía preguntar qué le sucedía.
Ella me dijo que fuera a verla a su facultad, ese mismo día, a las tres de la tarde. Tenía clases a esa hora, pero qué diablos, nunca había faltado, podía faltar por primera vez. Cuando entré al edificio, la vi a ella bajar las escaleras y le hice una seña.
Ella se me acercó, pero no me miró a los ojos. Se notaba muy, muy preocupada y muy triste, como si ya nada a su alrededor tuviera sentido ni belleza. Entonces yo también me preocupé, y demasiado.
Y me atreví, como aquella vez, a preguntarle qué le sucedía. Marron me miró a los ojos y me habló por primera vez en mucho tiempo. Yo sentí que su mirada era diferente por algo, y me asusté. Sus ojos ya no eran dulces, estaban agotados, como si les faltara algo por los que brillar.
—Estoy embarazada, Trunks.
...
Notas:
Sí, para mí también es sorpresa. No me gusta mucho este ambiente de escuela y universidad y eso, pero creo que es ideal para retratar una historia que debe ser más sencilla, más adolescente, y por qué no, una historia que me resulte más liviana. No me exijan mucho, es mi primera historia de ellos... piedad.
Me las craneé muchísimo con el título, no quería que quedara tan flojo pero tampoco quería algo tan dramático, así que me salió eso. La historia tendrá sólo tres capítulos, no quiero alargarla tanto pues no tiene mayor complejidad.
La cita al fic de Schala S era menester para mí, siempre quise citarla a ella en alguna de mis historias, porque siento que si no fuera por ella, yo no estaría aquí. Sólo espero hacerle justicia a su fanfic tan maravilloso como lo es A Salvo.
Y sí, Marron juega Pokémon Go en la universidad. XD
