N/A: Feliz San Valentin!!!, aunque sea dentro de algunos días, quería asegurarme de que no me ganara el tiempo como me pasó con mi fic de navidad (hubiera sido muy vergonzoso publicarlo cuando estuvo listo: el 19 de enero :P).

Pero bueno, no le doy más vueltas, y los dejo con el primer capitulo del fic.

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Siempre tan egoísta, fría y manipuladora. Una persona que sería tan fácil odiar, pero que por alguna razón, no puedo. Y me dejo llevar, me vuelvo su esclavo, uno más de sus juguetes...

"Athena y sus Santos... son obligados a bailar sobre la palma de la mano de la diosa...y yo también."

...o quizás ella es mi juguete. Por que yo soy su capricho, yo soy aquello que más desea, y que no tendrá jamás, soy algo prohibido, y por eso seguirá aferrada, a mi entera disposición.

" aún que sea sí, tu eres diferente... tu cuentas con mi protección"

+++Oh Mi Diosa!+++

La luna. Aquel astro de color plata, tan bello, y a la vez tan lejano a nosotros. Todos podemos verla, admirarla, inspirarnos con ella, pero muy pocos pueden alcanzarla. Y admitámoslo, muy pocos querrían la travesía. Para hallar sólo arena y rocas.

Descendió suavemente sobre el lugar, como siempre sobre la punta del pie y agitando su blanco vestido a su alrededor. Aquel cuarto, era donde él solía dormir siempre. Era la única habitación en todos los pilares que formaban su palacio. A pesar de que ella la había formado con su basto poder, jamás había entrado hasta ese día..

Era un cuarto bastante humilde. Paredes de piedra negra como todo en aquel lugar, una ventana, el resquicio sin puerta, y una cama sin gracia . Más bien parecía una celda.

Lo dejó suavemente sobre su cama y decidió alejarse de allí. Pero algo se lo impidió.

De nuevo ese deseo, ese impulso, tan impropios de una diosa. Sudando, con el corazón saltando de una manera tan vulgar, y respirando agitadamente, hizo algo tan simple como darse la vuelta, hacía la cama donde el reposaba inconsciente.

Era una sensación tan rara para ella, era algo demasiado ajeno a todo; el que le costara tanto trabajo, e hiciera con tanta duda, poner un pie delante del otro, hasta llegar junto a su lecho.

Aquella era la dulce sensación, de saber que estas haciendo algo prohibido. Aunque lo único que hizo fue quedársele mirando mientras dormía, ¿qué tal si despertaba? O peor, ¿qué tal si alguno de sus hermanos llegaba en aquel instante?; ¿qué explicación daría?, ¿cómo la tratarían?, quedaría como la idiota de Atena, aquello era indigno, era humillante, ni ella misma podía perdonarse. Estos pensamientos nefastos aceleraron increíblemente su ritmo cardiaco, liberando una placentera sensación en su pecho. Linda contradicción.

Siguió mirándolo con la respiración agitada. Su cabello pelirrojo, cayendo sobre el antifaz de color blanco, y sobre sus ojos cerrados. Su silueta masculina, aún a través de la armadura medio destrozada, su piel morena... y esa horrible mancha roja en su pecho.

Un escalofrío recorrió involuntariamente su cuerpo, al saber que fue su flecha dorada la que le había echo esa herida.

¡Todo por la estúpida de Athena como siempre!. Se dio la vuelta y empezó a avanzar hacía la salida echa un energúmeno. Rumiando una venganza contra su imbécil e inmadura hermana pequeña. Esta vez si la echaría al Erebo hasta que desangrara por completo, y no habría santitos salvándola. La traición que les había echo era imperdonable...

Pero por segunda vez, se detuvo a un paso de salir. Y regresó al lado de él.

No tenía caso. Athena ya no daría problemas. Sola era una inútil que no sabía más que desangrarse y gritar el nombre de Pegaso. Y a todos los santos ( borrico alado incluido) se les había borrado la memoria (cortesía de su hermano mayor). Además, había podido sanar la herida de Icarus fácilmente. Cuando conoces como hacer un ataque, también debes saber como revertirlo.

No tenía caso, había otras cosas en las que pensar.

" cuando una persona cree en alguien, tiene fé. Entonces es que realmente se vuelve muy fuerte"

-Icarus...

¿qué había pasado?, ¿por qué había dicho eso?. No pudiera ser, que Icarus también se estuviera denigrando al nivel de los sentimientos humanos. No podía ser...

- ¿por qué? – le preguntó al inconsciente caballero, pasando su mano por entre sus cabellos, y sentándose a su lado. - ¿por qué te has puesto entre la flecha y Athena?. ¿por qué también tu?

¡Su hermana! Fue el pensamiento que le llegó más rápidamente. Esa tonta amazona águila, había engañado y envenenado la mente de su vasallo, y lo había puesto en su contra. ¡pagaría!... aunque ya le habían borrado la memoria no era suficiente, ¡no!, no para esa maldita que le había quitado a su protegido. A ella sí la enviaría al Erebo a desangrarse por la eternidad. Volvió a intentar salir hecha un energúmeno a liberar la ira de los dioses. Pero otra vez sé quedó en el intento.

Al menos 10 veces al día, cada dios mandaba (o deseaba mandar) a alguien al Erebo a desangrarse por la eternidad (en el caso de Ares, cada 10 min). Pero... ¿por qué?...

Era la primera vez que se lo preguntaba. Parecía que lo único que sabían hacer los dioses últimamente era descargar su furia. Que vida tan vacía y carente de sentido se había vuelto, estar eternamente enojados, sin saber ni siquiera por que.

No solía pensar así, pero desafortunadamente era la verdad. ¿acaso Athena tenía la razón?, ¿por eso su propio Icarus había saltado frente a la flecha?. Era una extraña sensación pensar aquello, un extraño vacío, el admitir que quizás estaba equivocada.

Se levantó elegantemente del lecho del ángel, y se dirigió a su ventana. Parecía que el convivir tanto tiempo con un humano, había empezado a nublar su juicio, y por eso ahora pensaba incoherencias. Y también sentía incoherencias.

Siempre, desde que lo encontró en una calle de Grecia, de 15 años, tumbado, apaleado, y sediento de poder y venganza. Con toda esa fuerza y pasión en su personalidad, había sentido una secreta y prohibida atracción por el pelirrojo, por más que ella misma se lo negara. Cada vez que se encontraban a solas, esos roces en la piel, esas miradas, ese sofocante ambiente que se generaba a su alrededor. No eran precisamente accidentes.

Y ahora, el estaba allí, herido casi de muerte por querer defender los estúpidos "sentimientos humanos", resultando que quería ser fuerte para proteger a su hermana y no por la venganza como ella siempre quiso creer...

Resultando no más que un indigno humano, que la traía condenadamente loca – se mordió los labios con un gesto de dolor al pensar esto -. Lo que había sido siempre, por más que ella había intentado extraérselo.

La situación era increíblemente dolorosa. Como le habían enseñado siglo tras siglo, Los humanos no eran sino escoria, pero...

No soportaba creer, que su Icarus fuera escoria...

... y no soportaba pensar, que ella también podía ser escoria, debido a que conservaba sus sentimientos por él.

.. Pero tampoco soportaría, dejar de sentir lo que sentía. Era lo más placentero que hubiese sentido jamás.

- ¿qué pasará ahora?... ¿qué debo hacer?

¿se estaría preguntando a quien debía enviar primero a desangrarse al Erebo por la eternidad, si a Pegasus a Athena o a mi?... conociéndola, es lo más probable.

Icarus había despertado unos instantes atrás, después del tercer intento de salir de Arthemisa. Se le hizo sorprendente abrir los ojos en su habitación y no en el Erebo, pero tenía la sospecha de que Athena y sus santos no habían salido igual.

"¿me has protegido de nuevo?".

Así parecía, ¿de que otra forma habría acabado allí?. Sin embargo, había algo que no alcanzaba a cuadrar del todo con la forma de ser de la diosa.

Estaba de pie, frente a la ventana dándole la espalda. La luz de la enorme luna que iluminaba su palacio cayendo sobre ella, filtrándose entre sus chinos. ¿Acaso se había quedado cuidándolo?

Su mente era un mar de dudas. No se arrepentía de nada de lo ocurrido en las ultimas horas: su hermana, sus palabras, la flecha. La pregunta era, ¿por qué seguía vivo?. Si Arthemisa había estado apunto de matar a su hermana por su impureza, ¿por qué a él no?, sino al contrario, lo salvaba de la flecha, y velaba por él al pie de su ventana.

- Arthemis-Sama.

Su corazón dio un violento e inesperado vuelco al escuchar su voz de nuevo, y no pudo evitar que una sonrisa cubriera su rostro. Pero al dar la vuelta, mostró la misma frialdad e indiferencia de siempre.

- Icarus. Estas bien.

- así parece. ¿qué ah pasado?

- Apolo llegó, y el Pegaso logró golpearlo...

La sorpresa en los ojos de Icarus fue inmediata. Así que Seiya había logrado su objetivo después de todo.

- pero después Apolo borró la memoria de todos los caballeros, y no tienen recuerdo alguno de quien es Athena, o de todas las guerras que pasaron.

Ya decía él. Sabía que el lado de Athena no había podido salido bien librado.

- ¿y mi hermana?, ¿qué pasó con ella?.

El corazón de Arthemisa volvió a dar un vuelco, pero esta vez para irse como a la altura de su estomago. Allí estaba de nuevo, ese lado humano, que ella tanto amaba y odiaba.

- también su memoria fue borrada. No recuerda haberte encontrado.

En este instante Icarus quedó en shock. Imposible, no podía ser cierto... no podía... haber vuelto a perderla. Sintió su alma sumirse en una profunda melancolía y oscuridad. La impresión le impedía hablar.

Ahora ambos se sentían mal. El orgullo de Arthemisa estaba más herido que nunca, ante el hecho de que Icarus prefiriera a su hermana que se había olvidado de buscarlo por años, a ella, que acababa de salvarlo. Era más de lo que podía soportar.

"como te odio... no tienes idea de cómo te odio" pensaron los dos casi al mismo tiempo, una vez que su tristeza se disipó en una ira irracional.

- ¿y entonces porque me salvaste a mi? – Icarus fue el primero en romper el hielo – también soy un humano, también creo en esos sentimientos que tu tanto desprecias. Debiste matarme o borrar también mi memoria.

- deberías agradecer que te salve, que te di otra oportunidad de cumplir tu verdadera meta, de ser algo más que un simple mortal.

- ya no quiero ser un Dios. Al menos no llegaré a serlo de este modo, ya no quiero tu ayuda.

- ahora te vuelves en mi contra, de nuevo. Después de fui la única que dio la cara por ti.

- jamás te pedí que lo hicieras. Jamás dejas a las personas tomar sus propias decisiones ¿verdad?. Siempre una diosa, siempre acostumbrada a cumplir tus caprichos...

- ¡no dejaré que te sigas refiriendo a mi de ese modo!

- ¿o si no qué?... ¿me mandarás a sufrir al erebo por la eternidad?... entonces hazlo ya, no veo porque te has retrasado tanto.

El dolor, el maldito dolor. Apolo siempre decía, que no había forma de que un mortal hiriera a un dios. ¿entonces cómo era que Icarus le estaba causando tanto sufrimiento en aquel instante?

No hay forma de herir a un dios, porque el dolor es una impureza. Los dioses no sienten dolor.

...Los dioses no lloran...

...Los dioses no lloran...

Pero las lagrimas ya salían sin control por sus ojos, y resbalaban por sus mejillas color perla.

Echo a correr fuera de allí. Donde fuera, lejos, tan lejos que no la encontrara ni Icarus, ni sus hermanos, donde ni ella misma y su vergüenza por ser tan débil la encontraran.

Echó a correr, dejándolo a él estupefacto y sólo en el cuarto.

Se inclinó en el suelo, y con la punta de los dedos recogió un liquido que había caído allí. Agua, agua salada. Lagrimas.

- ¿Arthemis-sama...?

ella había huido, se había refugiado en lo más lejano de los pilares de la luna. Sola, con su confusión, su dolor y su vergüenza.

Y el se quedó en el resquicio de la puerta, mirando a lo lejos, buscando su presencia.

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Eh aquí el primer capítulo de mi regalo de San Valentin.

Lo sé Arthemisa X Icarus no es una pareja muy convencional con el que uno festejaría el 14 (xD), pero se ah vuelto una de mis parejas favoritas, precisamente por su forma de ser, y su atracción tan inusual. Ojalá haya expresado eso con el fic, y les haya gustado.

Y , ya saben , sus Reviews me ayudan a mejorar así que se los agradezco si me dejan!!