Prefacio

Por más que El Profeta dijera que todo estaba bien y que Lord Voldemort no haría lo mismo de hace unos años, todo el mundo mágico, hasta los Muggles involucrados con los magos estaban realmente preocupados. Incluso yo, aunque no había nada de qué temer, yo confío plenamente en la capacidad de los magos para acabar con esto. Pero me refiero a los magos que no tienen nada que ver con el Ministerio de Magia.

En estos días mi padre ha escrito varias notas para El Quisquilloso, donde apoyábamos siempre a Harry y más ahora que el Ministerio dice que todo está perfecto, tanto que deberíamos irnos a regalarle flores a Lord Voldemort. Aunque no sería mala idea regalarle unas flores, a lo mejor éstas hacen que él cambie un poco y aprenda que no todo en la vida es matar y destruir familias.

Cuando aún estaba en Hogwarts, escuché que varias personas ya no querían regresar desde el año pasado, ya que no se sentían protegidos con el profesor Dumbledore como director. Persona más capacitada para protegernos no puede haber ¡no puede! Dumbledore tenía más años de experiencia que cualquier otra persona.

Sin Dumbledore, la escuela y todo será diferente. Su muerte quizá tiene un gran significado para todos los estudiantes y profesores de Hogwarts "Que él haya muerto, no significa que nosotros no podamos luchar contra los demás" Pero dudo que alguien lo vea como yo, muchas personas creen que lo que hago o digo es realmente fuera de lo normal A mí en lo personal no me importa que digan tantas cosas de mí.

—Me gustaría que me ayudaras a escribir algo para la revista—dijo mi padre cuando se percató de que me había quedado sumida en mis pensamientos.

Desperté como de un trance. Ni siquiera me acordaba que estaba sentada en una silla, que tenía las piernas cruzadas e incluso que tenía la cabeza recargada en la pared. Ésta estaba fría, lo que supongo que hizo que mis pensamientos fluyeran tanto que hasta olvidara dónde estaba y qué estaba haciendo.

—Estaba pensando en hacerle un homenaje a Albus Dumbledore. Para eso me gustaría que me describieras de nuevo cómo estaba el ambiente en Hogwarts después de su muerte. —despegué la cabeza de la pared y sentí un leve mareo, acompañado de unos pequeños golpecitos de mis aretes de rábano.

Subimos al pequeño estudio de papá. Sirvió unas tazas de té y comenzó a preguntarme, anotando hasta el más mínimo detalle de lo que le contaba. Mi papá estaba muy emocionado por hacer ese homenaje a Albus Dumbledore, quien también fue el director de Hogwarts en su época.

Mientras platicaba con mi padre acerca del funeral que habíamos hecho en Hogwarts, me pregunté cómo había sido la escuela cuando papá era joven, incluso imaginé a mi mamá. Casi no la recuerdo, pero mi padre dice que me parezco mucho a ella, no sólo física, sino que mentalmente también. Sólo que yo no soy tan brillante como ella.

—Terminamos, Luna—me dedicó una rápida sonrisa. —Muchas gracias por dejarme hacer un reportaje de lo que pasa en Hogwarts.

—No sólo están pasando cosas en Hogwarts—terminé por platicarle también mi experiencia de hace unos días en el Callejón Diagon.

Hace unos días se me terminó mi diario y quería comprar uno nuevo que vi. No escribía precisamente un diario, sino que escribía pensamientos y experiencias con la naturaleza. Ahora lo compraría de más páginas, cien no son suficientes. Bien, sigamos con el tema del Callejón Diagon.

No necesariamente tenías que ser un mago para saber que algo malo pasaba en aquel solitario lugar. No había ni una gota de alegría, los magos caminaban con miedo y cubriéndose las espaldas.

Salté hasta la tienda de pergaminos (aunque también vendía antigüedades) y me percaté de que a muchos les parecía extraña mi actitud. Por supuesto que les parecía extraña, al parecer soy la única persona que en verdad está dispuesta a dar lo mejor de sí para terminar con esta guerra con Lord Voldemort. Llegué a la entrada de la tienda y esperé a que me abrieran la puerta.

Ésta estaba con barrotes y letreros de que teníamos que tocar para entrar. Esperé y esperé, más no intenté abrir la puerta por mi cuenta, debo ser paciente. Unos minutos más tarde, el hombre bajito y rechoncho me abrió la puerta con una sonrisa nerviosa.

—Bienvenida, señorita Lovegood—dijo el hombre. —¿su padre ya está trabajando en la nueva edición de El Quisquilloso?

—Mi papá no dejará su trabajo nunca—contesté con una sonrisa.

—¿Qué comprarás ahora? Tengo nuevos objetos que conseguí de buenas personas—me llevó hasta los aparadores donde tenía las antigüedades.

Su gatito blanco estaba acostado plácidamente arriba de unos libros de Defensa Contra las Artes Oscuras. Sus cuatro patas colgaban de los libros y su cabeza reposaba en sus patas delanteras. Le dediqué unos amistosos cariñitos y éste comenzó a ronronear manteniendo los ojos cerrados. Levantó la cabeza para que le rascara en el cuello, me reí un poco de él y lo dejé, debo regresar rápido a casa.

Miré las antigüedades que tenía el hombre, muchas cosas me gustaron mucho. Tomé un anillo en forma de girasol y una peineta con perlas. Lo bueno es que ahora traía el dinero que ahorré desde hace unos años, sino no podría siquiera pagarme el anillo. Al final tomé un diario nuevo de color berenjena y garabatos plateados, éste tenía más hojas que el otro.

—Veo que ya terminaste el del año pasado—comentó. Le pagué y me despedí de él con una cálida sonrisa. —cuídese mucho, señorita Lovegood. Estos son tiempos difíciles.

—Lo son para las personas que no confían en sí mismas.

Recordar ese día me trajo pensamientos acerca de la reacción que tuvo el hombre cuando le dije lo último. No sé si debió ser conveniente decirle algo así a un hombre mayor que apenas puede mantener su tienda ¡Tendré que ir de nuevo a pedirle una disculpa! No puedo creer que fui mala con él.

Escuché golpecitos en la ventana de mi recámara, salí de nuevo de aquel trance y miré hacia la ventana. Una lechuza marrón tocaba mi ventana, corrí rápidamente a abrirle, se veía cansada. Saludé a la lechuza y saqué unos bocadillos que tenía guardados por ahí.

Desaté la carta que venía en su pata. No era precisamente una carta, era una invitación a una boda entre el hermano de Ron y una chica que participó en el Torneo de los Tres Magos. Me alegra que alguien quiera hacer algo así en lo que ahora llaman momentos difíciles una boda atraerá la felicidad. Por supuesto que iré.

Bajé las escaleras y le entregué la invitación a mi padre.


¡Hola! Aquí subiendo una nueva historia. Esta es mi versión de lo que vivió Luna Lovegood en Harry Potter and the Deathly Hallows. Espero que les haya gustado ;D dejen sus comentarios.

Disclaimer: Los personajes y lugares son propiedad de J.K Rowling.