IMPORTANTE: Este fic está ambientado en la época medieval, más concretamente, hace unos 500 años. Esto implica que la opinión de la sociedad respecto a los homosexuales, las mujeres, las personas de distinta raza distan mucho de las actuales (y más concretamente, de las mías). Mi intención no es crear debate con estos temas, sino reflejar los pensamientos de la época, que no tiene por qué coincidir con los míos. La Iglesia Católica tiene un papel fundamental a través de la Inquisición (aunque duela, forma parte de la Historia), se tratan temas como la homofobia, la esclavitud, la religión, el feminismo, los derechos de los trabajadores, la pena de muerte... Yo respeto todo tipo de creencias, las comparta o no. Espero que nadie se sienta ofendido con nada de lo que se narra en el fic... que como ya dije es reflejo de la sociedad hace 500 años. Afortunadamente, la sociedad ha cambiado y evolucionamos hacia la igualdad, con paso lento pero seguro.

CAPÍTULO 1: UN FUTURO INCIERTO

Erase una vez, en un lugar muy lejano, hace mucho mucho tiempo, una joven mujer que se enamoró de un soldado. La chica era morena, tenía ojos marrones y se llamaba Susan. El soldado era rubio, con ojos azules y un montón de pecas en las mejillas. Tuvieron una bonita boda en el campo en primavera. Dos semanas después, él tuvo que ir al frente y dejó a su mujer en casa. Murió un mes después de marchar, sin siquiera saber que su esposa estaba embarazada. Cuando ella se enteró, tuvo mucho miedo... ¿Cómo criaría a un bebé ella sola? Afortunadamente, un amigo de la infancia, James, quiso ayudarla y se ofreció a casarse con ella y criar al bebé como si fuera su propio hijo. Seis meses después de la boda de James y Susan nació una hermosa niña a la que llamaron Brittany. Ella era la viva imagen de su fallecido padre. Un año más tarde, nació el primer hijo biológico de James, Blaine, que era también muy parecido a su padre, por lo que los dos hermanos no se parecían en nada. Brittany era la niña mimada de James y Blaine era su orgullo y su heredero. Los dos niños crecieron entre el lujo y la riqueza que les ofrecía el estatus social de su padre, que era Conde de Limgan.

Nuestra historia comienza en la primavera en que Brittany cumpliría los 17 años. Ya era momento de encontrarle un marido y sus padres se pusieron a ello. La idea que se les ocurrió fue una fiesta de cumpleaños. Desde luego que estarían invitados todos los hombres ricos y herederos de título nobiliario, incluido el propio príncipe. El objetivo era que se asegurase su futuro, puesto que no vería nada de la herencia familiar, no por que no fuera una Anderson biológicamente hablando, sino porque era mujer. Ese hecho había provocado que ella fuera educada como una señorita y que entre las cosas que había aprendido se encontraban las labores propias de una buena esposa. Si bien no sabía coser un botón o cocinar (porque de eso se encargaban las criadas) sí sabía bordar. Había aprendido a tocar el piano, cantar y bailar para entretener a las visitas, sabía leer y sobre todo, le habían enseñado a escuchar y ocultar sus propias opiniones, porque no está bien visto que una señorita opine. Su vida, desde el momento en que se convirtiera en esposa de un hombre, consistiría en darle la razón en todo lo que él opinase y satisfacerlo en todos los sentidos.

Por su parte, Blaine todavía tenía 15 años (en el verano cumpliría los 16). Él no estaba entusiasmado con su cumpleaños en unos meses porque supondría tener que empezar a trabajar al lado de su padre para, el día de mañana, hacerse cargo de los negocios familiares y de la administración de la enorme finca en la que vivían. Sin embargo, el moreno era un soñador y prefería sumergirse en los libros, la música y el teatro. A él le hubiera gustado ser actor, pero sabía que nunca lo podría conseguir porque su padre no lo entendería. Por lo que se veía condenado a vivir entre números y animales. Otro asunto que le preocupaba era sus opciones de matrimonio. Sabía que él en ningún momento tendría la opción de elegir, por lo que se tendría que conformar con alguien que eligieran sus padres. ¿Y si era superficial, creída o presuntuosa? ¿Y si era tonta y no tenía temas de conversación? Él se había esforzado mucho en educar a su hermana a espaldas de sus padres, de manera que ella tenía sus propias opiniones, aunque siempre era lo suficientemente hábil como para ocultarlas. Blaine no entendía por qué todas las mujeres debían ser sumisas y estúpidas, cuando no había diferencias y tenían un cerebro perfectamente capaz de pensar... Su hermana era un claro ejemplo. Le había dejado libros que se consideraban propios de hombres porque eran de temática más compleja que tontas novelas de amor y el ojimiel fingía que tardaba más tiempo en leerlos para que Brittany los cogiera. Si algo había en el menor que soportaba menos que casarse con una mujer desconocida, era pensar que su hermana se casase con un hombre que la sometiera a su voluntad. Su hermana valía para mucho más que para tener hijos y seguir al estúpido hombre que sus padres eligieran.

Sin embargo, por mucho que los dos odiasen los papeles que les tocaba vivir, no podían hacer nada para cambiarlos... ¿O si?