Al despertarme un alivio mezclado con una pizca de terror invadía mi cuerpo. Las pesadillas habían vuelto, realmente nunca se habían ido, pero desde hace unos meses mi mayor miedo era perder a Katniss y junto con ella a nuestro bebé.

Miré a mi derecha y allí estaba ella tumbada y durmiendo plácidamente. Desde hace nueve meses su cuerpo fue cambiando poco a poco, aunque para mí ella seguía siendo mi chica en llamas, mi Sinsajo, mi esposa.

Mientras observaba como dormía me quedé mirando detenidamente sus labios, sus ojos, su cabello... aquellos con los que había soñado desde los cinco años. En mitad de estos pensamientos una inmensa sensación de tranquilidad recorrió todo mi cuerpo al verla junto a mí y poco a poco el cansancio pudo conmigo y me sumergí en mis sueños.

Una llamada de auxilio y nerviosismo me despertó.

-¡Peeta, Peeta! Venga, rápido. Levántate.-dijo mientras respiraba entrecortadamente.-El bebé ya viene.

Me levanté de un salto aturdido y emocionado a la vez. No podía creer que el día hubiera llegado, iba a ser padre.

-Katniss, tranquila. Respira hondo.-la calmé.-Ahora mismo llamo al médico.

No quería dejarla sola, pero no me quedaba otra opción. Así que bajé rápidamente las escaleras de casa y recorrí el pasillo hasta llegar al teléfono. Marqué el número del médico del 12. Al cabo de unos segundos lo cogió y le expliqué brevemente la situación. Él me respondió con un "voy en seguida" y efectivamente, en un par de minutos de minutos ya estaba aquí. Nos saludamos y fuimos a lo importante Katniss y el bebé.

Al llegar a la habitación Katniss estaba muy nerviosa, prácticamente sin saber qué hacer.

-¡Por fin estáis aquí!-exclamó aliviada. -Peeta por favor ve a avisar a Haymitch, quiero que vea al bebé en cuanto nazca.

Aunque no me gustaba la idea de volver a separarme de ella en un momento tan importante, hice lo que me pidió. Al fin y al cabo, Katniss estaba en buenas manos ya que conocíamos al doctor desde que se mudó al distrito 12, es decir, hace unos 10 años.

Fui a la casa de Haymitch que, como siempre, estaba descuidada, con la puerta abierta, el jardín lleno de gansos y además, apestaba a alcohol.

Al entrar vi que estaba durmiendo en el sofá con una botella de licor en el suelo y la televisión encendida. Muy típico de él, pensé.

-¡Buenos días Haymitch!-grité sin acercarme demasiado, por experiencia sabía que dormía con un cuchillo en la mano.

-¿Qué quieres a estas horas chiquillo?-me espetó con malhumor, no sin antes soltar un bufido.

-¡Levántate viejo borracho, Katniss va atener el bebé!-le respondí con un intento fallido de sonar enfadado, ya no me gustaba que me llamase "chiquillo".

-¿Quééééééééééééé?-dijo asombrado mientras se dirigía a la puerta.-¡Vamos! ¿A qué esperas?

Simplemente asentí. Estaba de muy buen humor como para hundirme con su bipolaridad, pero le acababa de dar la noticia de que Katniss iba a dar a luz, era normal ese estrepitoso cambio de humor.

Ya en mi casa entré a la habitación, en cambio, Haymitch prefirió quedarse en el salón a esperar y le aconsejé que aprovechara para darse una ducha. Olía mal, sinceramente, olía asquerosamente mal.

Al entrar a la habitación una sonrisa de Katniss me llenó de alegría, al instante el médico me dijo que todo estaba saliendo estupendamente y que el parto duraría un par de horas más. Asentí, calmado por la noticia, y cogí una silla para sentarme al lado de Katniss. Cuando ya estaba cerca suyo cogí su mano, protegiéndola, como siempre había hecho.

-Te amo.-susurró mientras un par de lágrimas recorrían sus mejillas.-Pero si esto no sale bien, si todo vuelve, si los juegos...

-Shhhh, tranquila. Todo saldrá bien.-afirmé mientras posaba mi dedo índice sobre sus labios.-Te amo, cariño. Y eso siempre será así, nadie lo podrá cambiar.-dije en susurro apenas audible mientras me acercaba a ella para darle un suave y fugaz beso.-Siempre.

Las siguientes dos horas se me hicieron eternas. Veía como Katniss sufría, pero yo no podía hacer nada para evitarlo. Finalmente el médico anunció lo que esperábamos.

-El bebé ya está con nosotros. ¡Es una niña preciosa!-exclamó con una sonrisa.

-¡Oh!-suspiramos Katniss y yo a la par.

-¡Bienvenida al mundo Suzanne Mellark!-dijo Katniss entusiasmada al sostenerla entre sus brazos.

Suzanne. Suzanne Mellark. Mi hija e hija de Katniss, de dos vencedores. Era pequeña, pero fuerte y tenía esos ojos grises tan característicos de la Veta que me habían enamorado años atrás. Era hermosa, al igual que Katniss. Desde ese momento supe que había nacido un nuevo Sinsajo, Panem iba a arder a manos de Suzanne. De Suzanne Mellark.

Una voz conocida y dulce me sacó de mis pensamientos. Esa espléndida voz que me hipnotizó hace años. La voz de una chica de la Veta. De una cazadora. De una tributo. De una vencedora. De una chica mentalmente desorientada. Del Sinsajo. De una rebelde. De una superviviente. De mi esposa y ahora esa chica se acababa de convertir en madre junto a mí, un simple panadero.

-¿Real o no real?

Sin pensarlo dos veces respondí, intentando reflejar todo lo que sentía en una sola palabra:

-Real.