DESTINO
La primera vez que se miró en un espejo completamente desnudo recibió una tremenda paliza al ser descubierto por sus padres. Las moraduras le llenaron todo el cuerpo, excepto el rostro. Su cara debía ser perfecta, sus padres tenían decidido desde pequeño lo que querían de él.
Debía ser perfecto, impoluto y puro.
No fue al colegio, tenia un profesor que le daba clases particulares, cuando cumplió los 10 años el buen profesor desapareció, y conoció de veras el dolor. Llego a su casa un hombre alto, de cuerpo musculoso y mirada gélida.
- Muy bien niño, se te acabó la vida fácil. Despídete de tus padres.
Aquel chico de ojos asustados miro extrañado al nuevo maestro y dirigió su azul mirada hacia sus padres, y solo encontró una bolsa de viaje tendida hacia él y el desdén y el desprecio en la mirada de sus progenitores.
- Y era hora de que vinieras a por él, no ha sido fácil dominar a esta fiera.
Los ojos se le abrieron tan grandes como los tenia, ¿fiera?, no entendía nada. Aquel hombre lo sujeto de la muñeca y tiró de él
- Nos vamos niño
Nunca en su vida había sido tan humillado como lo hizo su maestro. Su corazón se endureció y su piel se volvió fría igual que sus ojos que parecían dos témpanos de hielo.
Su maestro le enseño a dominar ese elemento y fue entonces cuando descubrió lo que se esperaba de él. Sería un Caballero del Zodiaco. El Caballero de Acuario.
Camus de acuario
CAPITULO I
Era el ultimo en llegar al Santuario, el ultimo y el más esperado. Los once caballeros restantes habían oído hablar de él.
Habían oído historias muy tristes sobre su niñez y sobre su entrenamiento. Imaginaban que seria un tipo frió, musculoso y cruel, con el rostro marcado por las cicatrices.
Mü se encontraba en la puerta de su templo observando el horizonte cuando vio aparecer un coche, negro y pequeño. Se puso en pie para recibir a él o los ocupantes del automóvil.
Vio bajar a un hombre alto, fuerte y de mirada heladora, lo reconoció por su cosmos, se trataba de Aristeo el maestro del nuevo Caballero de Acuario. Por fin lo conocería, y sería suyo el honor de presentarlo a los demás, comenzó a bajar las escaleras para presentar sus respetos a los recién llegados.
Conforme bajaba vio como Aristeo abría la puerta del acompañante del conductor y hacia salir a su alumno.
Mü casi se cae por las escaleras cuando le vio, tenía el rostro perfecto, unos ojos azules que de mirarlos te provocaban un infarto y un cuerpo atlético y muy varonil. No llevaba puesto ningún tipo de armadura. Una camiseta azul oscura con las mangas levantadas sobre los hombros y unos vaqueros negros desgastados, ceñidos. El largo cabello azulado le caía en cascada hasta debajo de los hombros. Se quitó las oscuras gafas negras que le servían de diadema y se las colocó, ocultando sus bellos ojos.
Mü llego hasta ellos y sonrió.
- Maestro Aristeo, en nombre del Santuario les doy la bienvenida.
El Caballero de Aries quedó literalmente congelado, la mirada que le dirigió Aristeo no era solo congelante, parecía querer matarle.
- No molestes niño.- Y diciendo esto tomo a su alumno bruscamente del brazo y le hizo comenzar a subir las escaleras, en dirección al templo del Patriarca. Utilizó los pasadizos y caminos secretos que le llevaran al gran templo sin necesidad de pasar por el resto de ellos.
- Muy bien Camus- le dijo Aristeo soltándole del brazo - espero que sepas comportarte, o lo lamentaras.
El joven caballero se quitó las gafas de sol y las coloco dobladas, colgadas del cuello de su camiseta.
- Si Maestro- su voz sonó vacía, fría, desprovista de todo sentimiento.
El Patriarca los recibió en la sala del trono, tan solo ellos tres en la inmensa habitación. Aristeo se inclinó ante él y Camus le imitó.
- Señor, aquí os traigo a mi discípulo. Camus
El Patriarca se levantó y se acercó al joven, con una de sus manos le alzó el rostro y lo miro a los ojos, puedo ver en ellos la soledad, pero no encontró ningún otro sentimiento, le acaricio la mejilla con sus largos dedos y el joven ni siquiera se movió, ni un ligero rubor en sus mejillas.
- Buen trabajo Aristeo, digno de ti, tiene tu frialdad y el alma desprovista de sentimientos- dijo esto con tristeza, ese chiquillo tenia el corazón destrozado.
Aristeo sonrió para sus adentros, incluso el gran Patriarca había quedado impresionado con la belleza de su alumno. Pero no dejaría que lo convirtiese en uno de sus numerosos amantes, tenía otros planes para él
CAPITULO II
Mü se dirigió hacia la casa de Virgo, habían preparado una pequeña reunión junto con el Caballero de Escorpio.
Ellos tres habían formado una tríada peligrosa en el Santuario. Ninguno de los otros caballeros había conseguido evitar sus encantos, incluso algún caballero de plata había caído en sus redes amorosas. Ninguna relación duraba más de una semana, nadie les ataba y por supuesto, nadie se les resistía. Tan solo una persona era capaz de dominar a los tres efusivos caballeros.
Shión, el Patriarca y maestro de Mü; los tenía como favoritos y la tríada aceptaba gustosa sus exigencias.
Una voz le sacó de sus pensamientos.
- ¿Dónde vas tan rápido Mü?
El caballero sonrió al reconocer la voz.
- Maestro... - se inclinó y se arrodillo ante él - Gran Patriarca.
Shión se acercó lentamente, y lo hizo levantar, le sujeto la barbilla y le miro a los ojos fijamente, Mü se ruborizó al sentir como su maestro leía sus más recónditos pensamientos
El Patriarca sonrió y abrazo al joven caballero, acercándole la cabeza hasta su pecho. Mü aspiro el dulce aroma de su maestro.
- ¡Que difícil lo vais a tener pequeño...!
Mü levantó la cabeza y le miró perplejo
Shión lo soltó y le dio un pequeño beso en la mejilla, alejándose de él murmuro.
- Cuidaos de Aristeo pequeños.
Mü quedó quieto, inmóvil a mitad de camino entre las casas de Leo y Virgo. Su nombre, susurrado dulcemente en su mente lo hizo comenzar de nuevo a caminar, Shaka le llamaba.
Se reunieron los tres en las habitaciones privadas de Shaka, un dormitorio pequeño, bien iluminado y con pocos adornos, una cómoda cama junto a la ventana y sobre ella un rosario de cuentas doradas.
Milo se tumbo en la cama, boca abajo, acariciando la rubia cabellera del caballero de Virgo, que estaba sentado en el suelo, apoyado en la cama, relajado y en calma, sus claros ojos azules estaban abiertos, mirando a un pensativo Mü, apoyado en el marco de la puerta
- ¿Qué te pasa?- preguntó Milo rompiendo el silencio.
Mü les miró y sonrió, Shaka le hizo un gesto para que se acercara a ellos. Se tumbo en el suelo, con la cabeza sobre las piernas del rubio.
- Esta mañana... - sonrió triunfal- He conocido a Acuario.
Las miradas de los otros dos caballeros se clavaron en él.
- Es mucho más hermoso que Afrodita y Misty juntos chicos- cerró los ojos y
recordó al caballero mentalmente, mandándoles esa imagen telepáticamente a sus dos amigos.
- ¡Por todos los dioses!- exclamo Shaka.
- U... aa... uuuuu- fue lo único que pudo decir Milo.
Shaka y Mü se rieron a carcajadas.
- Si que te ha impresionado Milo.- dijo Mü, se levantó y se arrodillo, dejando su
Cara frente al del escorpión.- ¿No te habrás enamorado eh?
Milo le beso los labios levemente y sonrió.
- Eso no ocurrirá nunca.
Shaka giró la cara hacia ellos, el rostro de los tres se separaba tan solo por milímetros.
- Ya tenemos nueva presa chicos
El rostro de Mü se ensombreció y se separó de ellos sentándose en el suelo, con las piernas cruzadas, como los indios.
- Vi a Shión antes de llegar, nos avisa que tengamos cuidado con Aristeo, él
Maestro de... como se llame.- hizo una mueca al no saber el nombre del Caballero de Acuario.
- No puede ser tan malo- dijo Milo, se giró en la cama y su cabeza y largo
Cabello azulado quedó colgando.
Shaka y Mü se miraron y sonrieron. Se acabaron las preocupaciones, ambos caballeros se lanzaron sobre el indefenso escorpión, literalmente devorándolo a besos.
CAPITULO III
Camus observaba su templo, mármol blanco por todas partes, en un rincón escondida tras un delicado tapiz la puerta secreta que llevaba a sus dependencias privadas. Estaba solo, Aristeo se encontraba reunido con el resto de maestros y el Patriarca. Entró en la pequeña habitación que sería su dormitorio. Un camastro metálico y un juego de sábanas grises, como se imaginaban nada de lujos, ni una sola manta ni siquiera una colcha. Su maestro le había enseñado a vivir en austeridad. Las paredes desnudas ni tan siquiera estaban pintadas. Comparado con el lujo del templo la habitación parecía la celda de una cárcel. Una puerta llevaba hasta el baño, tan solo el lavabo, el retrete y un plato de ducha, pudo comprobar que solo funcionaba el agua fría. ¿Por qué su maestro le trataba así? Cierto era que el poseía el poder del hielo... pero... ¿Cuánto tiempo hacia que no sentía sobre su cuerpo el agua caliente?. Demasiado tiempo. Dejó la bolsa de viaje junto al pequeño armario empotrado, sin puertas, tan solo el hueco y una barra para colgar las perchas con la ropa. Toda la habitación era gris, sin ventanas, toda su vida era gris. Sin poder evitarlo y sabiendo que si era descubierto le daría una paliza; rompió a llora.
No sintió la presencia tras él hasta que fue demasiado tarde.
- ¿ Que se supone que estas haciendo niño?
Camus dio un respingo y se giró asustado, sus ojos estaban rojos por el llanto.
- Yo... lo siento maestro.
Aristeo se acercó a él y le arrancó la camiseta de un tirón.
- No llores. No sientas... ¡Date la vuelta ahora mismo!- orden
Camus se dio la vuelta dándole la espalda. Sintió el primer golpe de la vara de junco que su maestro utilizaba para castigarle, y luego otro, y otro mas y otro... perdió la cuenta pero no oso derramar una sola lágrima, de sus labios no se escapo ni un solo quejido. Cuando Aristeo se cansó le lanzo una áspera toalla y le ordeno:
- Dúchate y vístete niño vas a ser presentado a tus compañeros...¡ Que no se
te ocurra mirar a nadie que no seamos el Patriarca o yo!
Diciendo esto se marchó.
Camus se metió en la ducha, dejó que el agua fría lavase sus heridas. Y lloró, lloró como nunca lo había hecho, lloró por todo el dolor que sufría y por todo el que sufriría después.
Salió de la ducha mucho más calmado, debía aprender a controlar sus sentimientos o seria castigado de nuevo. Ni tan siquiera utilizo la toalla sobre su cuerpo, elevo su cosmos para congelar las heridas y así evitar que sangraran, luego ya vería como hacía para curarse. Sacó de su mochila la poca ropa que tenía y se puso una camisa oscura, bastante holgada para que no rozase su piel; y nos vaqueros azules. Se cepillo el pelo y salió de la habitación.
- Autocontrol Camus... autocontrol- musito para si mismo
Llegó al salón del Patriarca en cuestión de minutos, se oía mucho ruido y no podía encontrar a Aristeo por ninguna parte. Sus ojos azules se movían con rapidez evitando mirar al resto de personas de la sala. Descubrió al Patriarca y se acercó a él, esperando encontrar allí a su maestro. Shión hablaba con un caballero de largos cabellos y algo mayor que Camus. El Patriarca le tendió la mano cuando lo vio acercarse.
- Bienvenido muchacho
Camus permitió que Shión lo tomase de la mano y lo acercase hasta el otro muchacho, sentía el cosmos de su maestro en la sala, vigilándole.
Autocontrol, se repetía mentalmente
- Este chico es Saga, el caballero de Géminis- Camus hizo un leve gesto de
cabeza saludándole pero evito mirarle a los ojo
Las horas siguientes fueron las peores de su vida, fue presentado a todos los caballeros dorados, incluidos sus maestros y a varios de plata que asistían a la fiesta. No levantó la vista del suelo en toda la noche, tan solo para mirar a Shión cuando le hablaba, este se dio cuenta de la actitud del muchacho y buscó a Aristeo con la mirada. Esa situación debía terminar.
- Camus...¿ te importa quedarte un momento con tus compañeros? Debo hablar
con tu maestro un momento.
El joven le miró a los ojos, pero no dijo nada, tan solo asintió con la cabeza.
Se apoyó levemente en la pared, las heridas le escocían. Notó como el resto de los caballeros se cerraban en semicírculo ante él
Autocontrol.
CAPITULO IV
La tríada y por supuesto el resto de los caballeros no iban a desaprovechar la ocasión de poder hablar con el esquivo Camus. Todos estaban bastante impresionados con él.
- Hola Camus- saludó uno de ellos, lo reconoció como el caballero de Escorpio.
Pero no recordaba su nombre.
El joven caballero de acuario se sentía atrapado, si tan solo fuesen menos. Las piernas casi no le tenían en pie, se apoyó en la pared buscando refugio en ella, perdió todo el autocontrol, y sus heridas comenzaron a sangrar lentamente. Sabía que su maestro le vigilaba pese a estar hablado con el Patriarca. Realmente... estaba asustado. Cuando ya pensaba que caería al suelo si seguían rodeándole escuchó otra voz
- Venga Milo... vámonos, dejémosle solo- una mano se posó en el hombro del
caballero de Escorpio; era Shaka.
Los once caballeros se alejaron sin decir nada. Camus suspiró aliviado y sin pensarlo dos veces salió de la fiesta, intentando no ser visto. Unos clarísimos ojos azules le vieron salir, y también vieron los surcos dejados por la sangre en la camisa, así como los que levemente manchaban la pared.
Shaka se despidió de sus amigos y se excuso diciendo que quería meditar. Milo y Mü no preguntaron, aunque seguían sin entender por que había evitado el primer contacto.
Shaka salió del templo del Patriarca, y se dirigió lentamente al de Acuario. Había algo en el caballero de los hielos que no le había gustado y quería saber lo que era. No le constó mucho encontrar la puerta secreta que le llevaría al dormitorio de Camus, camino por el pequeño y oscuro pasillo, una tenue luz al fondo le hizo deducir que la puerta de la habitación estaba entreabierta.
Observo.
Camus se había quitado la camisa lanzándola con rabia contra la pared. ¿Por qué tenía tanto miedo?. Al fin y al cabo eran chicos como él, se levantó y abrió su mochila sacando un bote de desinfectante de ella, respiro hondo y lo abrió. Dejó que el líquido cayese por su espalda, no había otra forma de curarse. Aristeo nunca le ayudaría y la falta de una mano amiga se hacia presente en estos momentos. Se concentró intentando calmar su cosmos dolorido, fue entonces cuando notó la presencia tras la puerta.
Con un rápido movimiento la abrió y agarró del cuello al espía, su furia se apaciguó cuando descubrió unos azules ojos llorosos y una voz suave que le dijo:
- ¿Te duele mucho...?
Lo soltó del cuello y dejó de mirarle. Entró en la habitación y se puso la áspera toalla en la espalda intentando secar las heridas.
Se sentó en la cama.
- Vete de aquí- dijo sin siquiera levantar la vista- Si mi maestro te encuentra
conmigo se enfadara.
Shaka entró en la habitación y cerró la puerta.
- ¿Ha sido el quien te ha hecho esto?- sin esperar respuesta se sentó tras el en la
cama y le quitó la toalla. Camus hizo ademán de levantarse pero Shaka le puso la mano en el hombro y sonriéndole continuó diciendo- Déjame curarte... y luego me iré.
El caballero de acuario no tenía fuerzas para negarse, asintió y dejó que el rubio se ocupara de él. Esta vez estaría atento por si Aristeo volvía antes de tiempo.
- ¿Cómo te llamabas?- preguntó.
El chico rubio sonrió, lo hizo tumbarse en la cama y cogió el bote del desinfectante, sin algodón o gasa con la que curarle no se lo pensó dos veces, rasgo su túnica y la empapó con el ungüento.
- Me llamo Shaka, y soy el caballero del signo de Virgo.
Camus le miró de reojo
- Shaka... ¿acabas de romper tu ropa?
- Si- sonrió de nuevo- Cállate y descansa.
Camus se relajó sin perder la concentración en el cosmos de Aristeo y cerró los ojos.
Shaka estuvo durante varios minutos curando la espalda de su ahora amigo, cuando se marchó le tapo con una sabana, estaba profundamente dormido. Salió del templo sigilosamente y se fue al suyo. Hablaría con Shión al día siguiente.
CAPITULO V
Shión se despertó por el insistente sonido de golpes en su puerta. Mü dormitaba a su lado y Milo lo hacía en el amplio sofá. Shaka... bueno, para eso estaban los otros dos chicos allí, para saber por que el había desaparecido de la fiesta, la excusa de querer meditar no les había sonado muy convincente.
Abrió la puerta y sonrió cuando reconoció al caballero de Virgo.
- Entra Shaka... te esperábamos.
Este le miró extrañado y entró, su cara cambio cuando reconoció a sus amigos todavía dormidos en la habitación. Se acercó a Milo en el sofá y depositó un leve beso en sus labios.
- Despierta. Musitó en su oído.
Milo abrió los ojos y sonrió al reconocerlo, se levantó, estirándose.
Shión estaba despertando a Mü, una simple caricia en la mejilla fue suficiente.
Se sentaron los tres en el sofá, Mü y Milo todavía medio dormidos se apoyaban el uno en el otro, Shión sonreía al verlos así. Shaka se sentó en el suelo frente a ellos, con las piernas cruzadas en la posición del loto.
- Anoche estuve con Camus
El Patriarca le miró sorprendido y los dos chicos se terminaron de despertar por completo.
- Traidor...- musitó Milo sonriendo.
- Estuve curando sus heridas. Llevaba la espalda en carne viva.- dijo todo esto
de carrerilla- Ese hombre es un monstruo.
Shión se levantó del sofá y se sentó frente al muchacho rubio le acarició las mejillas y le sonrió.
- No te preocupes... yo me encargare de todo
Shaka esbozó una pequeña sonrisa y si poder evitarlo se abrazó a el por el cuello y rompió a llorar
- Como pueden hacer sufrir a un ángel
Shión abrazó al lloroso chico y lo tranquilizó. Se encargaría de ese asunto lo más rápido posible. Aristeo debía abandonar el Santuario y dejar al joven Camus bajo su protección, no toleraría un solo golpe más en el cuerpo del chico.
Aristeo y Shión se reunieron pocos minutos después en un pequeño despacho, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas... Aristeo se colocó en el único rincón oscuro de la habitación.
- ¿ El señor me ha hecho llamar?
Shión le miró con rabia, y con voz enérgica dijo:
- Tienes exactamente dos horas, para abandonar el Santuario, desde este mismo
instante, tu alumno pasa a ser de mi cargo
Aristeo le miró asombrado... que significaba todo esto
- ¿Qué queréis decir con....?
Shión le miro fijamente a los ojos
- Creo que ha quedado suficientemente claro, no tolerare los malos tratos en este
recinto sagrado. Tienes dos horas.- diciendo esto Shión abandonó el despacho.
Aristeo se quedó solo, y preguntándose quien le había dicho al Patriarca... pues claro... Camus la noche anterior la había pasado al lado de Shión, él se lo había contado.
- Muy bien... me iré... pero no sin antes vengarme
Aristeo salió del templo del Patriarca con paso firme y rápido, se dirigió al templo de Acuario.
Entró silenciosamente en la habitación, Camus todavía dormía, su rostro angelical reposaba en el colchón, se había echado a dormir sin siquiera hacer la cama. Aquel muchacho malcriado había arruinado todos sus planes.
Cuando lo escogió para ser su sucesor lo único que le importó fue su belleza, quería que el nuevo caballero de acuario fuese el ser mas bello y perfecto creado por los dioses, que todas las miradas se volviesen cuando el pasara, que en las fiestas o reuniones sociales solo se hablase de su belleza... y de su frió corazón. Deseaba que ese muchacho fuese como el, con el corazón congelado, incapaz de dar amor, ni de recibirlo. Tan solo debía romper todos los corazones posibles, y que sufriesen por su amor. Esa era la meta que Aristeo se había impuesto, pero el maldito francés tenía que contarle al Patriarca los pequeños escarmientos que recibía si no se portaba como debía. Esta vez el escarmiento seria peor... le golpearía hasta quedarse sin fuerzas, y cuando Camus implorase perdón, lo encerraría en un ataúd de cristal para preservar su belleza toda la eternidad.
Aristeo sacó su vara de junco y descargó el primer golpe con todas sus fuerzas, Camus despert
Uno tras otro los golpes fueron rasgando la nívea piel del chico. Espalda, brazos y piernas, la sangre había manchado todo el colchón y algunas gotas salpicaban las paredes. Camus lloraba, ya sin poder evitarlo, esta vez no sabía por que su maestro lo castigaba de esa cruel forma, pero también sabía que esto no podía seguir así, que no permitiría que siguiese humillándole de semejante manera, pero no tenía casi fuerzas, el dolor y la sangre vertida le estaban dejando agotado. Un nombre pasó por su cabeza, el nombre del único amigo que creía tener en el Santuario
La primera vez que se miró en un espejo completamente desnudo recibió una tremenda paliza al ser descubierto por sus padres. Las moraduras le llenaron todo el cuerpo, excepto el rostro. Su cara debía ser perfecta, sus padres tenían decidido desde pequeño lo que querían de él.
Debía ser perfecto, impoluto y puro.
No fue al colegio, tenia un profesor que le daba clases particulares, cuando cumplió los 10 años el buen profesor desapareció, y conoció de veras el dolor. Llego a su casa un hombre alto, de cuerpo musculoso y mirada gélida.
- Muy bien niño, se te acabó la vida fácil. Despídete de tus padres.
Aquel chico de ojos asustados miro extrañado al nuevo maestro y dirigió su azul mirada hacia sus padres, y solo encontró una bolsa de viaje tendida hacia él y el desdén y el desprecio en la mirada de sus progenitores.
- Y era hora de que vinieras a por él, no ha sido fácil dominar a esta fiera.
Los ojos se le abrieron tan grandes como los tenia, ¿fiera?, no entendía nada. Aquel hombre lo sujeto de la muñeca y tiró de él
- Nos vamos niño
Nunca en su vida había sido tan humillado como lo hizo su maestro. Su corazón se endureció y su piel se volvió fría igual que sus ojos que parecían dos témpanos de hielo.
Su maestro le enseño a dominar ese elemento y fue entonces cuando descubrió lo que se esperaba de él. Sería un Caballero del Zodiaco. El Caballero de Acuario.
Camus de acuario
CAPITULO I
Era el ultimo en llegar al Santuario, el ultimo y el más esperado. Los once caballeros restantes habían oído hablar de él.
Habían oído historias muy tristes sobre su niñez y sobre su entrenamiento. Imaginaban que seria un tipo frió, musculoso y cruel, con el rostro marcado por las cicatrices.
Mü se encontraba en la puerta de su templo observando el horizonte cuando vio aparecer un coche, negro y pequeño. Se puso en pie para recibir a él o los ocupantes del automóvil.
Vio bajar a un hombre alto, fuerte y de mirada heladora, lo reconoció por su cosmos, se trataba de Aristeo el maestro del nuevo Caballero de Acuario. Por fin lo conocería, y sería suyo el honor de presentarlo a los demás, comenzó a bajar las escaleras para presentar sus respetos a los recién llegados.
Conforme bajaba vio como Aristeo abría la puerta del acompañante del conductor y hacia salir a su alumno.
Mü casi se cae por las escaleras cuando le vio, tenía el rostro perfecto, unos ojos azules que de mirarlos te provocaban un infarto y un cuerpo atlético y muy varonil. No llevaba puesto ningún tipo de armadura. Una camiseta azul oscura con las mangas levantadas sobre los hombros y unos vaqueros negros desgastados, ceñidos. El largo cabello azulado le caía en cascada hasta debajo de los hombros. Se quitó las oscuras gafas negras que le servían de diadema y se las colocó, ocultando sus bellos ojos.
Mü llego hasta ellos y sonrió.
- Maestro Aristeo, en nombre del Santuario les doy la bienvenida.
El Caballero de Aries quedó literalmente congelado, la mirada que le dirigió Aristeo no era solo congelante, parecía querer matarle.
- No molestes niño.- Y diciendo esto tomo a su alumno bruscamente del brazo y le hizo comenzar a subir las escaleras, en dirección al templo del Patriarca. Utilizó los pasadizos y caminos secretos que le llevaran al gran templo sin necesidad de pasar por el resto de ellos.
- Muy bien Camus- le dijo Aristeo soltándole del brazo - espero que sepas comportarte, o lo lamentaras.
El joven caballero se quitó las gafas de sol y las coloco dobladas, colgadas del cuello de su camiseta.
- Si Maestro- su voz sonó vacía, fría, desprovista de todo sentimiento.
El Patriarca los recibió en la sala del trono, tan solo ellos tres en la inmensa habitación. Aristeo se inclinó ante él y Camus le imitó.
- Señor, aquí os traigo a mi discípulo. Camus
El Patriarca se levantó y se acercó al joven, con una de sus manos le alzó el rostro y lo miro a los ojos, puedo ver en ellos la soledad, pero no encontró ningún otro sentimiento, le acaricio la mejilla con sus largos dedos y el joven ni siquiera se movió, ni un ligero rubor en sus mejillas.
- Buen trabajo Aristeo, digno de ti, tiene tu frialdad y el alma desprovista de sentimientos- dijo esto con tristeza, ese chiquillo tenia el corazón destrozado.
Aristeo sonrió para sus adentros, incluso el gran Patriarca había quedado impresionado con la belleza de su alumno. Pero no dejaría que lo convirtiese en uno de sus numerosos amantes, tenía otros planes para él
CAPITULO II
Mü se dirigió hacia la casa de Virgo, habían preparado una pequeña reunión junto con el Caballero de Escorpio.
Ellos tres habían formado una tríada peligrosa en el Santuario. Ninguno de los otros caballeros había conseguido evitar sus encantos, incluso algún caballero de plata había caído en sus redes amorosas. Ninguna relación duraba más de una semana, nadie les ataba y por supuesto, nadie se les resistía. Tan solo una persona era capaz de dominar a los tres efusivos caballeros.
Shión, el Patriarca y maestro de Mü; los tenía como favoritos y la tríada aceptaba gustosa sus exigencias.
Una voz le sacó de sus pensamientos.
- ¿Dónde vas tan rápido Mü?
El caballero sonrió al reconocer la voz.
- Maestro... - se inclinó y se arrodillo ante él - Gran Patriarca.
Shión se acercó lentamente, y lo hizo levantar, le sujeto la barbilla y le miro a los ojos fijamente, Mü se ruborizó al sentir como su maestro leía sus más recónditos pensamientos
El Patriarca sonrió y abrazo al joven caballero, acercándole la cabeza hasta su pecho. Mü aspiro el dulce aroma de su maestro.
- ¡Que difícil lo vais a tener pequeño...!
Mü levantó la cabeza y le miró perplejo
Shión lo soltó y le dio un pequeño beso en la mejilla, alejándose de él murmuro.
- Cuidaos de Aristeo pequeños.
Mü quedó quieto, inmóvil a mitad de camino entre las casas de Leo y Virgo. Su nombre, susurrado dulcemente en su mente lo hizo comenzar de nuevo a caminar, Shaka le llamaba.
Se reunieron los tres en las habitaciones privadas de Shaka, un dormitorio pequeño, bien iluminado y con pocos adornos, una cómoda cama junto a la ventana y sobre ella un rosario de cuentas doradas.
Milo se tumbo en la cama, boca abajo, acariciando la rubia cabellera del caballero de Virgo, que estaba sentado en el suelo, apoyado en la cama, relajado y en calma, sus claros ojos azules estaban abiertos, mirando a un pensativo Mü, apoyado en el marco de la puerta
- ¿Qué te pasa?- preguntó Milo rompiendo el silencio.
Mü les miró y sonrió, Shaka le hizo un gesto para que se acercara a ellos. Se tumbo en el suelo, con la cabeza sobre las piernas del rubio.
- Esta mañana... - sonrió triunfal- He conocido a Acuario.
Las miradas de los otros dos caballeros se clavaron en él.
- Es mucho más hermoso que Afrodita y Misty juntos chicos- cerró los ojos y
recordó al caballero mentalmente, mandándoles esa imagen telepáticamente a sus dos amigos.
- ¡Por todos los dioses!- exclamo Shaka.
- U... aa... uuuuu- fue lo único que pudo decir Milo.
Shaka y Mü se rieron a carcajadas.
- Si que te ha impresionado Milo.- dijo Mü, se levantó y se arrodillo, dejando su
Cara frente al del escorpión.- ¿No te habrás enamorado eh?
Milo le beso los labios levemente y sonrió.
- Eso no ocurrirá nunca.
Shaka giró la cara hacia ellos, el rostro de los tres se separaba tan solo por milímetros.
- Ya tenemos nueva presa chicos
El rostro de Mü se ensombreció y se separó de ellos sentándose en el suelo, con las piernas cruzadas, como los indios.
- Vi a Shión antes de llegar, nos avisa que tengamos cuidado con Aristeo, él
Maestro de... como se llame.- hizo una mueca al no saber el nombre del Caballero de Acuario.
- No puede ser tan malo- dijo Milo, se giró en la cama y su cabeza y largo
Cabello azulado quedó colgando.
Shaka y Mü se miraron y sonrieron. Se acabaron las preocupaciones, ambos caballeros se lanzaron sobre el indefenso escorpión, literalmente devorándolo a besos.
CAPITULO III
Camus observaba su templo, mármol blanco por todas partes, en un rincón escondida tras un delicado tapiz la puerta secreta que llevaba a sus dependencias privadas. Estaba solo, Aristeo se encontraba reunido con el resto de maestros y el Patriarca. Entró en la pequeña habitación que sería su dormitorio. Un camastro metálico y un juego de sábanas grises, como se imaginaban nada de lujos, ni una sola manta ni siquiera una colcha. Su maestro le había enseñado a vivir en austeridad. Las paredes desnudas ni tan siquiera estaban pintadas. Comparado con el lujo del templo la habitación parecía la celda de una cárcel. Una puerta llevaba hasta el baño, tan solo el lavabo, el retrete y un plato de ducha, pudo comprobar que solo funcionaba el agua fría. ¿Por qué su maestro le trataba así? Cierto era que el poseía el poder del hielo... pero... ¿Cuánto tiempo hacia que no sentía sobre su cuerpo el agua caliente?. Demasiado tiempo. Dejó la bolsa de viaje junto al pequeño armario empotrado, sin puertas, tan solo el hueco y una barra para colgar las perchas con la ropa. Toda la habitación era gris, sin ventanas, toda su vida era gris. Sin poder evitarlo y sabiendo que si era descubierto le daría una paliza; rompió a llora.
No sintió la presencia tras él hasta que fue demasiado tarde.
- ¿ Que se supone que estas haciendo niño?
Camus dio un respingo y se giró asustado, sus ojos estaban rojos por el llanto.
- Yo... lo siento maestro.
Aristeo se acercó a él y le arrancó la camiseta de un tirón.
- No llores. No sientas... ¡Date la vuelta ahora mismo!- orden
Camus se dio la vuelta dándole la espalda. Sintió el primer golpe de la vara de junco que su maestro utilizaba para castigarle, y luego otro, y otro mas y otro... perdió la cuenta pero no oso derramar una sola lágrima, de sus labios no se escapo ni un solo quejido. Cuando Aristeo se cansó le lanzo una áspera toalla y le ordeno:
- Dúchate y vístete niño vas a ser presentado a tus compañeros...¡ Que no se
te ocurra mirar a nadie que no seamos el Patriarca o yo!
Diciendo esto se marchó.
Camus se metió en la ducha, dejó que el agua fría lavase sus heridas. Y lloró, lloró como nunca lo había hecho, lloró por todo el dolor que sufría y por todo el que sufriría después.
Salió de la ducha mucho más calmado, debía aprender a controlar sus sentimientos o seria castigado de nuevo. Ni tan siquiera utilizo la toalla sobre su cuerpo, elevo su cosmos para congelar las heridas y así evitar que sangraran, luego ya vería como hacía para curarse. Sacó de su mochila la poca ropa que tenía y se puso una camisa oscura, bastante holgada para que no rozase su piel; y nos vaqueros azules. Se cepillo el pelo y salió de la habitación.
- Autocontrol Camus... autocontrol- musito para si mismo
Llegó al salón del Patriarca en cuestión de minutos, se oía mucho ruido y no podía encontrar a Aristeo por ninguna parte. Sus ojos azules se movían con rapidez evitando mirar al resto de personas de la sala. Descubrió al Patriarca y se acercó a él, esperando encontrar allí a su maestro. Shión hablaba con un caballero de largos cabellos y algo mayor que Camus. El Patriarca le tendió la mano cuando lo vio acercarse.
- Bienvenido muchacho
Camus permitió que Shión lo tomase de la mano y lo acercase hasta el otro muchacho, sentía el cosmos de su maestro en la sala, vigilándole.
Autocontrol, se repetía mentalmente
- Este chico es Saga, el caballero de Géminis- Camus hizo un leve gesto de
cabeza saludándole pero evito mirarle a los ojo
Las horas siguientes fueron las peores de su vida, fue presentado a todos los caballeros dorados, incluidos sus maestros y a varios de plata que asistían a la fiesta. No levantó la vista del suelo en toda la noche, tan solo para mirar a Shión cuando le hablaba, este se dio cuenta de la actitud del muchacho y buscó a Aristeo con la mirada. Esa situación debía terminar.
- Camus...¿ te importa quedarte un momento con tus compañeros? Debo hablar
con tu maestro un momento.
El joven le miró a los ojos, pero no dijo nada, tan solo asintió con la cabeza.
Se apoyó levemente en la pared, las heridas le escocían. Notó como el resto de los caballeros se cerraban en semicírculo ante él
Autocontrol.
CAPITULO IV
La tríada y por supuesto el resto de los caballeros no iban a desaprovechar la ocasión de poder hablar con el esquivo Camus. Todos estaban bastante impresionados con él.
- Hola Camus- saludó uno de ellos, lo reconoció como el caballero de Escorpio.
Pero no recordaba su nombre.
El joven caballero de acuario se sentía atrapado, si tan solo fuesen menos. Las piernas casi no le tenían en pie, se apoyó en la pared buscando refugio en ella, perdió todo el autocontrol, y sus heridas comenzaron a sangrar lentamente. Sabía que su maestro le vigilaba pese a estar hablado con el Patriarca. Realmente... estaba asustado. Cuando ya pensaba que caería al suelo si seguían rodeándole escuchó otra voz
- Venga Milo... vámonos, dejémosle solo- una mano se posó en el hombro del
caballero de Escorpio; era Shaka.
Los once caballeros se alejaron sin decir nada. Camus suspiró aliviado y sin pensarlo dos veces salió de la fiesta, intentando no ser visto. Unos clarísimos ojos azules le vieron salir, y también vieron los surcos dejados por la sangre en la camisa, así como los que levemente manchaban la pared.
Shaka se despidió de sus amigos y se excuso diciendo que quería meditar. Milo y Mü no preguntaron, aunque seguían sin entender por que había evitado el primer contacto.
Shaka salió del templo del Patriarca, y se dirigió lentamente al de Acuario. Había algo en el caballero de los hielos que no le había gustado y quería saber lo que era. No le constó mucho encontrar la puerta secreta que le llevaría al dormitorio de Camus, camino por el pequeño y oscuro pasillo, una tenue luz al fondo le hizo deducir que la puerta de la habitación estaba entreabierta.
Observo.
Camus se había quitado la camisa lanzándola con rabia contra la pared. ¿Por qué tenía tanto miedo?. Al fin y al cabo eran chicos como él, se levantó y abrió su mochila sacando un bote de desinfectante de ella, respiro hondo y lo abrió. Dejó que el líquido cayese por su espalda, no había otra forma de curarse. Aristeo nunca le ayudaría y la falta de una mano amiga se hacia presente en estos momentos. Se concentró intentando calmar su cosmos dolorido, fue entonces cuando notó la presencia tras la puerta.
Con un rápido movimiento la abrió y agarró del cuello al espía, su furia se apaciguó cuando descubrió unos azules ojos llorosos y una voz suave que le dijo:
- ¿Te duele mucho...?
Lo soltó del cuello y dejó de mirarle. Entró en la habitación y se puso la áspera toalla en la espalda intentando secar las heridas.
Se sentó en la cama.
- Vete de aquí- dijo sin siquiera levantar la vista- Si mi maestro te encuentra
conmigo se enfadara.
Shaka entró en la habitación y cerró la puerta.
- ¿Ha sido el quien te ha hecho esto?- sin esperar respuesta se sentó tras el en la
cama y le quitó la toalla. Camus hizo ademán de levantarse pero Shaka le puso la mano en el hombro y sonriéndole continuó diciendo- Déjame curarte... y luego me iré.
El caballero de acuario no tenía fuerzas para negarse, asintió y dejó que el rubio se ocupara de él. Esta vez estaría atento por si Aristeo volvía antes de tiempo.
- ¿Cómo te llamabas?- preguntó.
El chico rubio sonrió, lo hizo tumbarse en la cama y cogió el bote del desinfectante, sin algodón o gasa con la que curarle no se lo pensó dos veces, rasgo su túnica y la empapó con el ungüento.
- Me llamo Shaka, y soy el caballero del signo de Virgo.
Camus le miró de reojo
- Shaka... ¿acabas de romper tu ropa?
- Si- sonrió de nuevo- Cállate y descansa.
Camus se relajó sin perder la concentración en el cosmos de Aristeo y cerró los ojos.
Shaka estuvo durante varios minutos curando la espalda de su ahora amigo, cuando se marchó le tapo con una sabana, estaba profundamente dormido. Salió del templo sigilosamente y se fue al suyo. Hablaría con Shión al día siguiente.
CAPITULO V
Shión se despertó por el insistente sonido de golpes en su puerta. Mü dormitaba a su lado y Milo lo hacía en el amplio sofá. Shaka... bueno, para eso estaban los otros dos chicos allí, para saber por que el había desaparecido de la fiesta, la excusa de querer meditar no les había sonado muy convincente.
Abrió la puerta y sonrió cuando reconoció al caballero de Virgo.
- Entra Shaka... te esperábamos.
Este le miró extrañado y entró, su cara cambio cuando reconoció a sus amigos todavía dormidos en la habitación. Se acercó a Milo en el sofá y depositó un leve beso en sus labios.
- Despierta. Musitó en su oído.
Milo abrió los ojos y sonrió al reconocerlo, se levantó, estirándose.
Shión estaba despertando a Mü, una simple caricia en la mejilla fue suficiente.
Se sentaron los tres en el sofá, Mü y Milo todavía medio dormidos se apoyaban el uno en el otro, Shión sonreía al verlos así. Shaka se sentó en el suelo frente a ellos, con las piernas cruzadas en la posición del loto.
- Anoche estuve con Camus
El Patriarca le miró sorprendido y los dos chicos se terminaron de despertar por completo.
- Traidor...- musitó Milo sonriendo.
- Estuve curando sus heridas. Llevaba la espalda en carne viva.- dijo todo esto
de carrerilla- Ese hombre es un monstruo.
Shión se levantó del sofá y se sentó frente al muchacho rubio le acarició las mejillas y le sonrió.
- No te preocupes... yo me encargare de todo
Shaka esbozó una pequeña sonrisa y si poder evitarlo se abrazó a el por el cuello y rompió a llorar
- Como pueden hacer sufrir a un ángel
Shión abrazó al lloroso chico y lo tranquilizó. Se encargaría de ese asunto lo más rápido posible. Aristeo debía abandonar el Santuario y dejar al joven Camus bajo su protección, no toleraría un solo golpe más en el cuerpo del chico.
Aristeo y Shión se reunieron pocos minutos después en un pequeño despacho, la luz del sol entraba a raudales por las ventanas... Aristeo se colocó en el único rincón oscuro de la habitación.
- ¿ El señor me ha hecho llamar?
Shión le miró con rabia, y con voz enérgica dijo:
- Tienes exactamente dos horas, para abandonar el Santuario, desde este mismo
instante, tu alumno pasa a ser de mi cargo
Aristeo le miró asombrado... que significaba todo esto
- ¿Qué queréis decir con....?
Shión le miro fijamente a los ojos
- Creo que ha quedado suficientemente claro, no tolerare los malos tratos en este
recinto sagrado. Tienes dos horas.- diciendo esto Shión abandonó el despacho.
Aristeo se quedó solo, y preguntándose quien le había dicho al Patriarca... pues claro... Camus la noche anterior la había pasado al lado de Shión, él se lo había contado.
- Muy bien... me iré... pero no sin antes vengarme
Aristeo salió del templo del Patriarca con paso firme y rápido, se dirigió al templo de Acuario.
Entró silenciosamente en la habitación, Camus todavía dormía, su rostro angelical reposaba en el colchón, se había echado a dormir sin siquiera hacer la cama. Aquel muchacho malcriado había arruinado todos sus planes.
Cuando lo escogió para ser su sucesor lo único que le importó fue su belleza, quería que el nuevo caballero de acuario fuese el ser mas bello y perfecto creado por los dioses, que todas las miradas se volviesen cuando el pasara, que en las fiestas o reuniones sociales solo se hablase de su belleza... y de su frió corazón. Deseaba que ese muchacho fuese como el, con el corazón congelado, incapaz de dar amor, ni de recibirlo. Tan solo debía romper todos los corazones posibles, y que sufriesen por su amor. Esa era la meta que Aristeo se había impuesto, pero el maldito francés tenía que contarle al Patriarca los pequeños escarmientos que recibía si no se portaba como debía. Esta vez el escarmiento seria peor... le golpearía hasta quedarse sin fuerzas, y cuando Camus implorase perdón, lo encerraría en un ataúd de cristal para preservar su belleza toda la eternidad.
Aristeo sacó su vara de junco y descargó el primer golpe con todas sus fuerzas, Camus despert
Uno tras otro los golpes fueron rasgando la nívea piel del chico. Espalda, brazos y piernas, la sangre había manchado todo el colchón y algunas gotas salpicaban las paredes. Camus lloraba, ya sin poder evitarlo, esta vez no sabía por que su maestro lo castigaba de esa cruel forma, pero también sabía que esto no podía seguir así, que no permitiría que siguiese humillándole de semejante manera, pero no tenía casi fuerzas, el dolor y la sangre vertida le estaban dejando agotado. Un nombre pasó por su cabeza, el nombre del único amigo que creía tener en el Santuario
