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Pensaba hacer un SasuHina, pero de cierta manera la personalidad sacrificada y leal del protagonista original, me llevó a decidirme por ItaHina, aunque tambien un GaaHina quedaría en esta historia pero es más grande mi amor por los Uchiha, sin embargo tengo otras historias para adaptar y además originales SasuHina, y de Hinata con otros personajes, en fin.
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Los personajes de Naruto no son míos, son de Kishimoto, y la historia fascinante es de Kiley MacGregor.
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ESPERO LA DISFRUTEN TANTO COMO YO LO HICE
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ARGUMENTO
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Por mandato y decreto del Hokage Kakashi Hatake Hinata debe pasar un año bajo la protección y custodia de Itachi Uchiha, lider del Clan Uchiha. De este modo el monarca pretende asegurarse de que las disputas y guerras entre Hiashi, el padre de la chica, e Itachi lleguen a su fin, puesto que está más que harto de mediar entre dos de sus señores y vasallos.
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Como un modo de mostrar la disposición de ambos a su orden, estos deben acceder a entregar algo muy preciado por ellos. Hiashi debe entregar, con todo el dolor de su corazón, a su adorada hija Hinata, su más preciado tesoro. Para Itachi su más valorada posesión es su honor por lo que jura por su honor de ninja garantizar la seguridad de la chica que queda a su cargo.
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PRÓLOGO
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— ¡Él es el mismo diablo!
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Itachi Uchiha, cuarto líder del Clan, resopló audiblemente ante la convicción que demostraba la voz de Hiashi mientras ambos permanecían de pie ante el escritorio del Hokage Kakashi, con el hermano de Itachi y uno de los de hombres de Hiashi ligeramente detrás de ellos. Era un epitafio que había escuchado más veces de las que podía contar.
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Curvando el labio en un retorcido gesto de diversión, Itachi asintió rápidamente.
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— Engendrado en el infierno y amamantado con la teta de un demonio. No puedo pretender otra cosa. —Después de todo, era de su reputación de lo que estaban hablando y, en este país envuelto en el caos, Itachi era el campeón indiscutible.
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Dos ANBU, que permanecían tan inmóviles como estatuas, flanqueaban el lugar donde el hokage se sentaba. Vestido con su túnica que le representaba como Hokage y su cara cubierta con su distintiva mascara que descubría únicamente su ojo derecho, Kakashi no parecía muy complacido cuando clavó la mirada en ambos ninjas. Aún cuando Itachi había vertido su propia sangre, y derramado la ajena todavía más, para afianzar el gobierno de Kakashi, conocía los límites de la tolerancia de su líder, y, a estas alturas, el hokage ya había sido presionado más allá de sus límites.
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Hiashi dio un paso imprudente hacia el líder de la aldea.
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— Quiero que deje mis propiedades en paz, Majestad. Con toda seguridad, posee bastante tierra como para apaciguarse con ellas, así que bien podría abandonar los territorios Hyuga.
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Kakashi Hatake no era un hombre al que uno debiese acercarse imprudentemente. Era un hombre que se había hecho a sí mismo con una férrea determinación y un valor endiablado; un hombre que tenía mucho en común con Itachi, y mejor aún, un hombre que estaba en deuda con el mecionado.
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La mirada en el rostro de Kakashi fue la imagen misma de la ira de los infiernos.
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Recuperando de nuevo la cordura, Hiashi retrocedió y clavó la mirada en el suelo empedrado.
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Kakashi miró a Itachi y suspiró.
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— Nos no entendemos cómo empezó este conflicto. Itachi, tu dices que él los atacó, y Hiashi, tú dices que él los atacó, de modo que ninguno admite haber instigado este asunto. Esto nos recuerda a dos niños malcriados peleando por un juguete mientras ambos aducen injusticia. Particularmente, esperaba algo mejor de ti, Itachi.
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Itachi hizo todo lo que pudo para no mostrar la furia que le invadía. Había servido fielmente a Konoha durante más de la mitad su vida. Aun así, no era el bufón ni el peón de ningún hombre, y no respondía ante nadie salvo ante sí mismo. Itachi había aprendido ese hecho hacía tiempo, y era eso mismo lo que hacía de Itachi un valioso aliado para él. Su alianza había sido forjada con sangre, en la batalla.
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Con la furia hirviendo a fuego lento en su interior, Itachi osó enfrentar la mirada del hokage como si fuese la de un igual.
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— Como bien sabe, mi señor, no soy ningún cobarde, y no me inclinaré ante este hombre mientras siga atacando a mis campesinos y asaltando mis tierras. Si Hiashi quiere una guerra entonces, por Dios, soy definitivamente el que se la va a proporcionar.
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Kakashi miró hacia arriba como si buscase la ayuda de los sagrados santos.
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— Nos estamos aburridos de que nuestros señores luchen entre ellos. Nos damos cuenta de que los años en que Tsunade fue Hokage fueron muy permisivos, pero esos tiempos ya han terminado. Ahora soy yo, Kakashi, el que cuida y ordena en este país, y nos lograremos que se extienda la paz en él —miró directamente a Itachi—. ¿Comprenden?
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— Sí, mi señor.
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La mirada de Kakashi se volvió entonces hacia Hiashi, cuyos ojos seguían clavados en el suelo, a sus pies.
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— ¿Y usted?
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— Sí, señor.
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Los severos rasgos de Kakashi se relajaron un tanto.
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— Está bien, entonces. Pero como Nos sabemos que no deberíamos dejar en libertad dos ratones mientras el gato está ocupado en otros menesteres, debemos sellar este pacto de manera más permanente.
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Un nauseabundo sentimiento de miedo se atravesó en la garganta de Itachi. Conocía a Kakashi lo bastante bien como para comprender que aquello no iba a ser de su agrado.
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Kakashi continuó.
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— Como ninguno de ustedes parece querer admitir quién atacó primero, nos deberemos aplicar la sabiduría de Salomón. Si alguna de vuestras mercedes toma posesión de algo a lo que el otro tiene en alta estima, puede que entonces sus señorías se lo piensen dos veces antes de llevar más lejos las hostilidades.
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— ¿Hokage? —preguntó Hiashi, y su voz arrastraba el peso de su propio estremecimiento.
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Kakashi se mesó la barba sobre su mascara.
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— Tienes una hija, ¿no es así, Hiashi?
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— Sí, señor, tengo tres que aún siguen con vida.
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Kakashi asintió, y entonces se volvió para observar a Itachi, que le devolvió la mirada con impertinente franqueza.
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— ¿Y qué me dices tu, Itachi?
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— Tengo un hermano derrochador del que llevo deseando librarme durante años.
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Dicho hermano echaba espuma por la boca por la indignación unos diez pasos por detrás de él, pero, con gran sensatez, guardó silencio ante su líder.
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Absolutamente perplejo, Kakashi consideró el asunto.
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— Decirme, Sasuke —dijo dirigiéndose al joven hermano de Itachi—. ¿Qué es lo que tu hermano estima más en esta tierra?
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Itachi se volvió ligeramente para contemplar cómo se retorcía Sasuke ante la mirada del Hokage. Con la cabeza respetuosamente inclinada, Sasuke respondió.
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— Para serle sincero, Hokage, él tan sólo valora su honor. Moriría por defenderlo.
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— Sí —dijo Kakashi pensativamente. —Nos hemos comprobado los límites a los que él llegaría para mantener limpio su honor. Muy bien, nos exigimos que Itachi jure por su honor que no hará incursión alguna ni atormentará a Hiashi, y éste entregará a una de sus hijas como promesa de su buena conducta.
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— ¿Qué? —bramó Hiashi de forma tan escandalosa que Itachi casi esperaba que las vigas del techo comenzaran a caerles a su alrededor—. No podría estar hablando en serio.
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Kakashi dirigió una acalorada mirada a Hiashi.
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— Señor, te estas extralimitando. Es a tu líder, el Hokage a quien te estás dirigiendo, y su traicionero suelo el que estás pisando.
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El rostro de Hiashi se puso más rojo que la sobreveste carmesí que Itachi llevaba sobre la armadura.
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— Su Majestad, se lo ruego, no me pidas esto. Mis hijas son las más gentiles criaturas, y no están acostumbradas ni a pasar penalidades ni a la compañía de los hombres. La mayor va a casarse de aquí en pocas semanas, y su hermana es una monja que ha hecho votos en Sunagakure. Con toda seguridad, usted no puede exigir que abandonen sus votos para convertirse en rehenes durante un tiempo.
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— ¿No hablaste sobre una tercera hija?
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Un absoluto y genuino horror se reflejó en el marchito y alargado rostro de Hiashi.
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— Señor, Hinata es la más gentil de todas mis hijas. Se estremece ante el más ligero sobresalto. Una hora en los territorios Uchiha y moriría de miedo. Se lo suplico, por favor, no me exijas esto.
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Kakashi entrecerró los ojos.
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— Nos desearíamos que ustedes señorías nos hubiesen dejado alguna otra opción. Mas, ya, estamos cansados de las constantes quejas y acusaciones de nuestros señores. De hecho, el día siguiente al de hoy tenemos un compromiso en la aldea de la Niebla para poner en orden otra disputa entre dos clanes a los que no parecen importarles sus propias tierras. ¡Todo lo que queremos es paz! —bramó Kakashi. El brillo de la mirada del hombre de cabello gris se intensificó—. Hiashi, fuiste tu quien solicitó la intervención del Hokage en este asunto. Nos hemos dado nuestra solución, así que permitir que se lleve a cabo, y apiadánse de la atolondrada alma que ose desafiar a este título —Kakashi pareció calmarse un tanto—. Hinata-sama le será entregada a Itachi para que él la custodie.
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¡Una dama en su hogar! Itachi pudo sentir como sus labios empezaban a curvarse ante ese pensamiento. Estuvo a punto de decirle a Kakashi que olvidase todo el asunto, pero una con una simple mirada pudo darse cuenta de que era mejor no cuestionar los dictados del Hokage.
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Entonces sucedió una de las cosas más increíbles que había visto en su vida. Hiashi se postró de rodillas ante el trono de Kakashi. Las sobrevestes blancas y cafés ondearon como un charco a su alrededor cuando se doblegó y apoyó la frente sobre el suelo de piedra.
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— Por favor, Majestad —rogó Hiashi con voz trémula—. No podría tomar a mi hija y, en cambio, exigirle a Uchiha un simple juramento. Se lo suplico. Hinata es… ella es mi vida. Podría quedaros con mis tierras pero, por favor, dejar a mi hija donde está.
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Por un instante, Itachi casi sintió compasión por aquel hombre; hasta que recordó el pueblo que había incendiado en el silencio de la noche. Las mujeres que habían sido violadas y asesinadas con saña en sus lechos.
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Si no hubiera sido por el mandato de Kakashi, habría sitiado el castillo de Hiashi costara lo que costase, y habría visto cómo las murallas del clan se caían a pedazos.
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Pero Kakashi tenía una deuda de sangre con el padre de Hiashi, y como ninja distinguido de la Hoja, Itachi se había visto obligado a no hacer daño a Hiashi sin el permiso real.
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De cualquier manera, Itashi sabía que sólo la presencia de la hija de Hiashi en su hogar garantizaría un comportamiento benevolente por parte de éste hacia su gente. Y, como de costumbre, haría lo que fuese necesario para proteger a su pueblo, y obedecería la orden de su líder.
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Kakashi acariciaba su barba pensativamente mientras escuchaba a Hiashi seguir implorando su misericordia.
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— Levántate, Hiashi.
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Hiashi se puso de pie; tenía los ojos brillantes por las lágrimas no derramadas.
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— Nos hemos escuchado tu súplica, y podemos asegurarte que Itachi se toma sus votos muy en serio. Le hemos visto llevar a cabo su deber con obras de incuestionable lealtad. Sin embargo, como tu eres conocido por faltar a tus juramentos, nosotros debemos asegurarnos de alguna manera de que se conserve la paz.
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El Hokage hacía referencia al hecho de que Hiashi había prometido apoyar el reclamo de Kakashi al trono sólo para, alrededor de dos meses más tarde, unirse a las fuerzas del Kasekage Gaara.
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Hiashi no era alguien en quien se pudiese confiar. Jamás.
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— Si el Hokage tiene dudas acerca de mi lealtad, ¿por qué aún conservo mis tierras? —preguntó Hiashi.
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Los orificios nasales de Kakashi se abrieron ostensiblemente.
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— Debería agradecerle eso a su padre, y mejor que cuestionar mis motivos, deberáis sentiros complacido de seguir gozando de nuestra misericordia y actuar mostrando la apropiada gratitud. Itachi custodiará a su hija durante un año. Si durante ese tiempo ha demostrado ser honorable, le será devuelta.
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El semblante de Hiashi se volvió duro como el granito.
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— Actua como si hubiese sido yo el que instigó todo este asunto —murmuró—. ¿Por qué debo ser castigado mientras que él…?
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— ¡Silencio! —Rugió Kakashi—. Una palabra insolente más de su parte y haré que lo despojen de todo lo que le es querido.
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Hiashi contuvo su lengua juiciosamente, pero sus ojos brillaban con auténtico rencor.
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Kakashi le hizo un gesto con la mano a su escriba para que plasmara sobre el papel su decreto.
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— Si atacas a Itachi, a su gente o sus tierras durante el próximo año, vuestra hija pasará a ser de su propiedad y podrá hacer con ella lo que le plazca.
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Hiashi recorrió a Itachi con la mirada.
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— ¿Y si él le hiciese daño o la deshonrara, señor?
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El rostro de Kakashi se endureció.
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— Siendo la mano derecha de la corona, Itachi sabe de primera mano lo que nos hacemos con los traidores. Le hemos confiado nuestra vida a Itachi, y aceptaremos su juramento sobre los huesos de los antiguos Kages de que no le hará daño alguno. Para aliviar sus temores, enviaré a uno de mis médicos personales para que examine a su hija ahora y de nuevo dentro de un año, asegurándonos así de que regresa a usted en las mismas condiciones en las que abandonó su protección.
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Y, entonces, mirando a Itachi, Kakashi añadió:
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— Hinata-sama será considerada nuestra pupila. Cualquier daño que se le haga, nos será hecho también a nos. ¿Podemos confiar en que la tratarás en consecuencia?
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— Sí, Su Majestad. La protegeré con mi vida.
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— Entonces todo resuelto. Ahora partir y empezar las preparaciones. Itachi, buscar a nuestro sacerdote para que te tome juramento —Kakashi dirigió su mirada a Hiashi, y dijo amenazadoramente—. Itachi cabalgará contigo hasta tu hogar para proteger a tu hija. Si los emisarios reales regresaran de las tierras Uchiha con noticias de que ella no se encuentra allí, no estaremos nada complacidos.
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Al mismo tiempo, los hombres se inclinaron en una reverencia y caminaron hacia atrás para abandonar el salón del trono. Una vez que las pesadas puertas de madera se hubieron cerrado tras ellos, Hiashi se volvió hacia Itachi.
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— De una u otra manera, conseguiré que mueras por esto —siseó.
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— ¿Es eso una amenaza? —preguntó Itachi con un dejo de diversión en la voz. La última cosa bajo los cielos a la que temía era a la muerte; de hecho, habría supuesto un bienvenido alivio.
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Sasuke agarró a Itachi y lo separó de Hiashi.
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— El Hokage está dentro escuchando —susurró con furia—. ¿Es que deseas mantener otra conversación con él?
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Los ojos de Hiashi lo miraron con furia, y entonces giró los talones y se alejó a grandes pasos.
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— No tema, Hiashi. Le daré a tu hija la mejor de las bienvenidas.
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Una maldición hizo eco en el vestíbulo, pero Hiashi no volvió la mirada, y sólo después de que el líder Hyuga hubiese desaparecido de su vista, Itachi permitió que su rostro mostrara lo disgustado que se sentía.
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Ninguna dama había pisado las tierras del clan en muchísimos años. Cerrando los ojos para difuminar sus recuerdos, Itachi deseó poder bloquear también los gritos de terror y los ruegos de misericordia que resonaban en su cabeza.
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Y ahora iba a llegar otra dama.
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— Sólo será un año —murmuró Sasuke.
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Itachi lo miró a los ojos.
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— ¿Es necesario que te recuerde la maldición, hermano?
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— Tú no eres tu padre.
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Él arqueó una ceja.
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— ¿Crees que no? ¿Acaso no soy su igual en cuanto a lo que prosperidad y batallas se refiere? ¿No comenta todo el mundo que soy su viva imagen?
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— Tú no eres tu padre —repitió Sasuke.
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Pero Itachi no le escuchó tampoco esa vez. Porque él sabía la verdad. Era el hijo de su padre, y al contrario que en Sasuke, la maldición de la hedionda sangre de ese hombre corría por sus venas.
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Llevar a una mujer de buena cuna a los terrenos Uchiha era lo mismo que firmar su sentencia de muerte, e Itachi estaba a punto de comprometer su honor por el bienestar de la dama
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La Fortuna era una puta cruel, y ese día se estaba riendo de él a carcajadas.
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Por ahora, hasta aqui : )
