Entre hermanos

Capítulo 1: La oscura realidad

(Hechos en la época feudal, los personajes pertenecen a Rumiko Takahashi)

Se que te has perdido en la oscuridad que llevas dentro, te buscas no te encuentras ya no sabes como hacerlo... yo intentare ayudarte aunque caiga al vacío, mi hombro podrá aguantar lo que tu alma sola no pueda no necesito entenderte no necesitas culparte solo déjame ayudarte... (Kanna)

Hace ya mucho tiempo en una de las tantas aldeas de Japón una guerra había comenzado, en la que varios caballeros tuvieron que demostrar sus fuerzas, pero el equipo atacante tenía un plan en mente, su propósito era llevarse a los niños y mujeres del lugar; para prostituirlas y que al crecer aquellos niños serían sus esclavos. Onigumo, terrateniente de la aldea atacada había enviado a proteger a cada niño y mujer del lugar, en especial a su querida esposa Yura y cinco hijas, Kagura, Sango, Kikyo, Kagome y la pequeña Kanna, para después ir dispuesto a dar su vida por ellos, enfrentándose a aquel ejército que había acabado con varios aldeanos, pero sus fuerzas no eran suficientes, cayó herido al suelo dejando perder mucha sangre, en aquel entonces Yura salió del escondite en donde se encontraba y corrió hacia su amado con lágrimas en sus ojos

-¡Onigumo!-

Grito ignorando a sus hijas que le suplicaban que se quedara ahí, Yura cayó de rodillas ante Onigumo acercándose en un abrazo

-Vamos con las niñas.- Decía mientras le ayudaba a que se levante del suelo pero varias flechas de soldados atravesaron a aquella valiente mujer y ambos volvieron a caer

-Yu...Yura.- Murmuró Onigumo dejando caer una lagrima de su ojo, y quedó totalmente inconsciente, junto a su amada que había dejado ya de respirar.

5 Días más tarde.

-Papá... Papá otra vez tiene fiebre...-

Entrando a la habitación, la pequeña Kanna asustada dijo a sus hermanas Kagome y Kikyo, pero a la segunda no parecía importarle mucho

-Déjalo, hace días que no despierta, papá no vivirá mucho tiempo más.-

Respondió Kikyo sin quitar la vista al espejo que le enseñaba su belleza, mientras terminaba de acomodar su cabello, por su lado Kagome se levantó de la cama en la que estaba acostada

-Kikyo, no seas tan insensible.-

Dicho esto corrió a ver a su padre, seguida por Kanna que no había dejado de llorar, hacia ya una semana después de aquella guerra y su padre aún no había despertado, cada vez era menos la esperanza de que lo hiciera. Las peleas entre sus hermanas habían sido de mal en peor, Kagura se había ido de la casa poniendo la escusa de que no toleraría más a Kikyo, pero Kanna sabía el secreto de cada una de ellas, a pesar de que pasaba el tiempo cuidando de su padre, ella podía escuchar hasta el más bajo sonido de aquel palacio, Kanna se puso de pie frente a su padre mientras Kagome tomaba la temperatura

-Ve a descansar, has estado cuidando de papá y no lo haz hecho.-

Dijo Kagome a Kanna al llegar Sango con varias hierbas medicinales

-Si, deberías descansar, nosotras cuidaremos de papá.-

Decía la recién llegada con una mueca en su rostro

-Eres muy pequeña... Es demasiado para ti.-

Pero la pequeña no confiaba en sus hermanas, después de escuchar que lo sacrificaría ¿Quien lo haría? Se sentó en un rincón sin dejar de llorar mientras se abrazaba a sus piernas

-No voy a alejarme de papá...-

Había sido una noche larga y fría para Kanna, se quedó en la habitación de su padre como de costumbre, y sentía que cuando ella se durmiera sus hermanas le harían daño a su padre, y sus cuidados serían en vano, pero todo estaba en silencio, a excepción de el jardín, un ruido llamó su atención e hizo que la pequeña se asomara, un hombre con un disfraz de mandril se encontraba de pie en aquel lugar, Kanna se levantó de la cama tomando la espada de su padre y corrió para ahuyentarlo

-Cálmate...- Dijo el extraño al ver que la niña se puso a la defensiva.

-Estoy enterado de lo que sucede con el terrateniente, y eh venido a ayudarlas, según las energías de este palacio, tu padre morirá... Pero se como salvarle.-

La pequeña no cambió su mirada amenazante y no creyó en sus palabras puesto a que no confiaba en nadie, pero aquel sujeto desconocido quito la cabeza del mandril para revelar así su identidad, tenía el cabello largo y oscuro, sus ojos eran color café y tenía un rostro capas de enamorar a cualquier mujer que lo viera

-Tampoco confiaría en alguien que viene a ofrecerme ayuda... Verás mi nombre es Naraku, y tengo poderes espirituales.-

Continuó hablando mientras una de sus rodillas tocaba el suelo, la pequeña bajo el arma que sostenía en sus manos creyendo en sus palabras

-Ven... papá está aquí, por cierto mi nombre es Kanna.-

La pequeña corrió hasta donde se encontraba la habitación de su padre seguida por Naraku que con una sonrisa amable susurraba

-Que pequeña tan adorable-

Al llegar a la habitación, Kanna se arrodilló frente a su padre y Naraku saco unas hierbas medicinales y una perla que brillaba como la luna

-Vamos a cambiar la mala energía por la buena...- Dicho esto junto sus manos con las de la pequeña, después de colocar la perla sobre donde estaría el corazón de Onigumo, un viento fuerte comenzó a soplar, en ese entonces Kanna cayó desmayada al suelo.

El día siguiente, cuando Kanna abrió sus ojos, estaba en su cama recostada, se levantó con rapidez, corriendo a donde habitualmente estaba su padre

-¡Papá!-

Dijo en un grito al entrar, pero este no estaba en su habitación, y su cama estaba armada, salió del lugar algo confundida, pero en la casa tampoco estaban sus hermanas, un ruido en la sala la puso en alerta, era su hermana Kagome que revisaba todo buscando unas hierbas medicinales

-Kagome...- Su dulce voz distrajo a la muchacha que había conseguido al fin lo que buscaba.

-Kanna... Es Kagura... No hay tiempo que perder-

Kagome tomó la mano de su pequeña hermana para correr junto a ella entrando al bosque hasta encontrase con Onigumo que sostenía la cabeza de Kagura, la cual tenía una herida en su brazo izquierdo y sus hermanas Kikyo y Sango le lloraban abrazándose cada una a un brazo de su padre, la pequeña no entendía lo que estaba pasando, su hermana mayor había sido atacada y eso le angustiaba, pero por otro lado se encanto de que su padre se encontrará a salvo.

-Fue atacada por una bestia, es normal que no lo sepas, después de estar tres días inconciente- Kagome murmuró para luego acercarse a los demás, Kanna abrió más sus ojos ¿Tres días? ¿Pasaron tres días? Pero aquellas preguntas se perdieron en el viento al ver frente a sus hermanas un hermoso muchacho de cabello plateado y perfectos ojos color miel...