Inesperado.

Desde la alcoba del departamento, Clary vislumbró a través de la ventana el nuevo paisaje. O al menos eso intentó hacer, porque lo cierto era que Londres, era una ciudad muy lúgubre y penumbrosa. Densas nubes plomizas se amontonaban en el firmamento ocultando el sol casi por completo e impidiendo el paso de la luz hacia la tierra. Donde la espesa niebla extendía sus vaporosos tentáculos y envolvía todo cuanto moraba en ella. Casas, edificios, transeúntes, naturaleza, adquirían un aspecto borroso, tétrico o ceniciento.

-¿Todavía no entiendo por qué estamos aquí?-Le dijo Jonathan aproximándose a ella por detrás e intentando captar alguna figura nítida a través de la ventana.

Después de irrumpir en el Instituto y del encuentro que ambos habían tenido con Jocelyn, Clary había cambiado inesperadamente su decisión de permanecer en ese lugar para sorprender y aniquilar a los Lightwood. E incluso había decidido no matar a su madre. Al menos no en aquel momento y de la forma en la que su hermano iba a hacerlo. Así que después de hacerle un iratze para curar las heridas de su cuello, le había pedido al joven que girara su anillo, el que servía como un traslador, y los llevara al departamento de Italia.

Y cuando él le pidió al menos un motivo que justificara aquel repentino cambio en sus planes, ella le dio dos. Le dijo que no acabarían con los demás porque, por el momento, tener a Jocelyn en su poder era suficiente triunfo. Pero que a ella tampoco la matarían allí porque lo había analizado mejor y había resuelto que la madre de ambos merecía una muerte mucho más lenta y dolorosa. Debía conocer lo que era el verdadero sufrimiento antes de que los fríos labios de la muerte le dieran su beso final. Claro que se lo explicó sin tanto melodrama. Aunque si le dijo que en tanto ella pensara la forma de hacerlo, era necesario que se instalaran en algún lugar seguro.

A pesar de las objeciones de su hermano, Clary había adoptado una postura intransigente. No quiso escuchar ni aceptar ningún cuestionamiento. De hecho, lo amenazó diciendo que si él no pensaba sacarlas de allí, ella misma tomaría su estela y abriría un portal para largarse a cualquier sitio. No importaba cual.

Lo que hizo fue arriesgado. Y en el fondo no creía que su hermano sucumbiría ante sus advertencias, sino que esperaba que impusiera su dominio igual que lo hacia siempre. Pero lo hizo: Jonathan cedió. Lo cual había sido extraño, pero afortunado.

Una vez en el departamento Clary le indicó un nuevo e insólito paraje. Al parecer a ella si le importaba el sitio de su destino después de todo, porque había insistido fervientemente en que fuese Londres.

Empañando la ventana con su aliento, y nublando aun más la visión de su hermana, que parecía demasiado concentrada en el paisaje exterior más que en su persona, Jonathan la tomó desde atrás por la cintura y la atrajo hacia su cuerpo, rodeándola con sus brazos. Pero no apretándola con fiereza, sino con la suavidad de un tierno abrazo.

Clary, saliendo de su ensimismamiento, se sorprendió nuevamente con el gesto extrañamente afectuoso de su hermano. "¿Qué le pasa? Últimamente ha estado actuando muy raro." Pensó. Pero no dijo nada al respecto, simplemente se limitó a contestar su pregunta. La cual por cierto había escuchado muy bien, pero la había obviado porque era algo que ya le había explicado varias veces.

-Ya te dije que aquí es buen sitio para permanecer.-Intentó hablar con tranquilidad, pero aun así la molestia se reflejaba en su voz- ¿Acaso crees que alguien pueda encontrarnos o al departamento viajante a través de la espesura de la niebla? Es un camuflaje perfecto. A demás sabes bien que en Italia ya no podíamos quedarnos-Repitió como tantas otras veces. No era la absoluta verdad. Pero aun así era una respuesta cierta. La Clave sabía que Italia era el último lugar donde Jonathan había estado. Y aunque, obviamente, reconocían el hecho de que él no se quedaría allí, esperando a que lo atrapen, sino que se trasladaría a otro lugar, tenían casi todo el país sitiado y muy bien vigilado por si acaso.

-Eso lo tengo bien claro. –Dijo él-A lo que me refería es al por qué de nuestra permanencia en Europa. Si querías realmente estar en un sitio seguro donde nadie nos encontrara, deberíamos habernos ido más lejos. Y definitivamente a una zona menos húmeda y lúgubre. A algún lugar de Asia o de África por ejemplo. –Sugirió. –A demás no veo por qué tenemos que permanecer ocultos e inactivos. ¿Qué pasó con eso de aniquilar a nuestros enemigos antes de conquistar al mundo? Ni hemos matado a la ramera de Jocelyn aun, ni hemos asesinado a ningún otro después de Jace.-Se quejó. Pero no estaba enfadado sino más bien hastiado- Y ni siquiera salimos del maldito departamento. Te la pasas aquí encerrada, admirando el contenido de aquella estúpida caja –Dijo refiriéndose a la caja de plata de los Herondale, la cual Clary había tomado de la habitación de Jace en su ida al Instituto-o simplemente mirando aquí por la ventana hacia la gran nada. –Suspiró frustrado. Y aquel soplo de aire hizo que los vellos de la nuca de Clary se tensaran. Y no solo por que era bastante frío sino que había otro motivo.

Definitivamente Jonathan estaba actuando raro. Seguía siendo malvado obviamente. Había hablado de "matar" y había llamado "ramera" a su madre después de todo. Pero estaba siendo demasiado dócil con ella. Incluso las reprimendas que le lanzaba eran bastante suaves. Y lo más extraño era que ni siquiera había vuelto a indagar sobre aquella caja o a mencionarla hasta ese momento. Él solo se quedaba mirándola fijamente mientras ella husmeaba entre los papeles de su interior. Pero nunca decía nada. Ni siquiera le preguntaba por qué estaba tan interesada en estudiarlos. El Jonathan dominante hubiera indagado hasta sonsacarle la verdad incluso utilizando la violencia. Pero aunque su forma de actuar le intrigaba, ella no estaba dispuesta a ponerse a analizar los por qué del cambio de su hermano. Tenía otras cosas más importantes en qué pensar. A demás, el desinterés de él en lo referido a la caja era bueno para la joven, que no tenía intenciones de compartir "cierta información" con su hermano por el momento.

Pero tampoco podía ignorarlo por completo. Algunas respuestas tenía que darle. Aunque fuese a sus preguntas más banales. Así que tomando las manos del joven, que aun se encontraban enganchadas en su cintura envolviéndola con suavidad, disolvió el abrazo, y se giró directamente a él para hablarle. Lo cubrió con una de sus miradas seductoras y convincentes y dijo:

-Cariño en primer lugar, sabes tan bien como yo que el continente no tiene nada que ver. Sí, Inglaterra pertenece a Europa, pero de una forma política más que nada. Geográficamente no está conectada a ella. Es una isla. Por ende estamos aislados. Y como si aquello no fuera suficiente seguridad, el lugar es casi indetectable porque el agua bloquea cualquier intento de rastreo. Por no mencionar que siempre soñé con visitar Londres. Es una ciudad con bastantes historias interesantes.-Explicó respondiendo a su primera pregunta y en lo referido a la otra agregó- Y en segundo lugar, yo jamás desistí de la idea de acabar con nuestros enemigos. Simplemente cambié de parecer con respecto al momento de hacerlo. Y te di mis razones.

-Razones-Interrumpió el joven calmadamente-muy poco convincentes, considerando que nuestra madre aun está con vida y gozando de una perfecta salud.

Clary sonrió pérfidamente cuando contestó:

-No por mucho cariño. Finalmente se me ha ocurrido una buena forma de acabar con ella. ¿Qué dices si invocamos a Lilith?

La noche había llegado, devorando a la ciudad con sus enormes y oscuras fauces. Mientras sus negras y heladas manos, ansiosas por colarse en el interior de las viviendas, rasgaban las ventanas veteándolas con diminutos cristales. En lo alto del cielo temblaban algunas estrellas, las que lograban penetrar la espesura de las sombras de aquellos obstinados nubarrones que se resistían a abandonar su puesto y mantenían su firmeza aun cuando el día ya había muerto. Sin embargo, no había poder oscuro que le ganara al brillo imponente de la luna, que refulgía con luz plateada, oronda, en el cielo. Clary pensó que aquel satélite era muy parecido a Jonathan. Altivo, imponente, cambiante, plateado. Hubiera dicho también frío y distante, pero su hermano últimamente estaba demasiado cerca de ella y sobre todo sorprendentemente cálido. La duda volvió a invadirla por algunos instantes mientras lo veía dibujar el pentagrama.

Habían decidido hacer el ritual en el medio de la sala. Era un lugar bastante amplio. Y lo había quedado más aun después de mover los muebles. A demás las intensas llamas del hogar a gas, ubicado en el centro de la habitación, le aportaban a la escena la suficiente luz y les había ahorrado la molestia de tener que encender cientos de velas. No es que no pudieran invocar a un demonio con la luz eléctrica encendida, pero la energía del fuego era mucho mejor.

Dibujar un pentagrama era como abrir un portal. Pero esta puerta servía como una conexión directa entre el mundo terrenal y espiritual. En este caso particular el diseño era simple. Sin runas de contención que impidieran que el demonio invocado se saliera de control. Ya que después de todo, ellos no tenían por qué temer a Lilith y no necesitaban tenerla encerrada. Aunque sabían que ella no se movería de su interior porque estaba muy débil aun y necesitaba la energía, la fuerza, que aquel le aportaba.

Jonathan estaba terminando la punta de la estrella con su estela. Y Clary debió reconocer que sus trazos eran tan claros, prolijos e impecables como los de un artista. Pero que a demás él se veía muy tentador con aquel traje oscuro que exaltaba la palidez de su piel y el plata de sus cabellos, para terminar fundiéndose con el ónix de sus increíbles ojos negros.

El joven no era el único que iba bien vestido. Ella se había puesto uno de los muchos vestidos de fiesta que había en el placar del cuarto que Valentine había escogido como alcoba matrimonial. Aquella ropa que él mismo había comprado para la ingrata de su madre, esperando que ella decidiera irse a vivir allí. Cosa que obviamente nunca había pasado.

Iban de gala porque la ocasión lo ameritaba. No siempre se tenía el honor de invocar a un demonio tan antiguo y poderoso como Lilith, que a demás era en parte madre de Jonathan y ahora también lo era de Clary. Y considerando que esa sería su presentación oficial al mundo de la oscuridad ante una de las máximas representantes de aquel, no podía ir vestida de una manera burda e informal. Y Clary se esmeró para causar un gran impacto y dar una excelente impresión.

Así que eligió un vestido que simbolizaba y enaltecía todo aquello que su nueva vida le había otorgado. Desde los cambios mentales hasta los físicos. Era de un fuerte rojo oscuro. Color que reflejaba su fuego y su vitalidad interior. Largo, pero no completamente cerrado. Estaba abierto del lado derecho, con un tajo que empezaba desde arriba de la rodilla, pero muy por debajo del muslo y que llegaba hasta el suelo. Lo que permitía que esa única pierna quedara semi al descubierto, mientras que la otra estaba totalmente oculta. La prenda era sin espalda o casi, si no se consideraban las finas cintas que la cruzaban. Era bastante entallada al frente pero muy poco escotada. Un diseño que le permitía mostrar los nuevos encantos de su cuerpo sin perder totalmente la elegancia. Que gritaba que ella no era una vulgar y simple niña, tímida e introvertida, sino una mujer delicada, fina, osada y sensual. Por eso eligió muy bien la tela. Un forro de raso interno con una capa de seda. Lo que le proporcionaba aquella textura tersa y aquellos matices sutilmente satinados.

Clary sintió la suavidad de aquella tela rozándola con sus manos, mientras volvía a mirarse en el gran espejo de marco dorado que, a demás de los muchos cuadros de pintores consagrados, decoraba en una de las paredes de la sala. Era la decima vez que se contemplaba, fatua y vanidosa, satisfecha con la perfección de su figura y con la belleza de sus nuevos rasgos.

-¿Admirándote?-Le dijo Jonathan acercándose sigilosamente por detrás y volviéndose a aferrar, estela en mano, a ella por la cintura.-No lo necesitas. Sabes que te ves absolutamente hermosa.

"¿Hermosa? No es la palabra que él hubiera usado para definirme. Más bien hubiera dicho: Tentadora, seductora, apetecible, sensual. " Pensó la chica con cierto horror. "¿Qué le está pasando a su demonio interior?" Puede que antes ella no lo soportara demasiado porque competía con el suyo. Pero tampoco era para desear que se esfumara por completo. Le desagradaba aun más el nuevo trato que Jonathan tenía con ella. Aquellos matices de su temperamento eran demasiado delicados, suaves y románticos. Y lo que acababa de decir era el colmo. Clary se había callado hasta ahora, pero era el momento de hablar y descubrir lo que le estaba pasando de una vez por todas.

-Es suficiente.-Gritó volteándose hacia su hermano bruscamente, disolviendo la fragilidad del abrazo. Sus ojos la encandilaron. Brillaban demasiado. Nunca habían brillado así. Ni en sus momentos de lujuria extrema o de furia. Era un brillo distinto, intenso si, pero a la vez sereno y calmo-¿Qué diablos pasa contigo?-Él pestañó. Parecía extasiado. "¿No se esperaba mi reacción o no sabe a que esta actuando raro últimamente?" Pensó ella.

-¿A qué te refieres?-Inquirió él, confirmando su última sospecha.

-Me refiero al hecho de que para ser mitad demonio te estas comportando demasiado amable conmigo Jonathan.-Lo acusó. Él parecía tremendamente sorprendido ante sus palabras.

-Eso es ridículo. –Negó muy convencido.-"Amable" no es un término que este dentro de mi diccionario. Carece de significado y de sentido para mí.

-Bueno, pues acabas de llamarme hermosa–Señaló ella.

-Fue un cumplido. Y "hermoso" si es un término que conozco. Significa algo que resulta bello a los sentidos. –Explicó con total naturalidad, casi divertido. Era evidente que no captaba cual era el problema allí.

-Sé lo que significa.-Arremetió ella con furia.-No estoy hablando de eso. Lo que quiero decir es que es una palabra, un cumplido, demasiado INOFENSIVO.- Escupió aquello último con cierta aversión.

"Tiene razón" pensó el joven. Finalmente se daba cuenta de las implicancias de lo que había dicho. Pero ¿Por qué lo había hecho, por qué había usado ese término? No lo sabía con seguridad. O no quería reconocerlo. Aunque era difícil intentar negar aquel nuevo sentimiento que lo invadía por completo cada vez que contemplaba a su hermana. Cambiando el funcionamiento de su mente, nublando su juicio, doblegando su propio espíritu, amortiguando los más pasionales y viles deseos de su cuerpo. Lo odiaba. Odiaba sentirse así. Lo hacia verse débil. Y él definitivamente no podía ser alguien débil, ni frágil, ni mucho menos "amable". Era un demonio malvado, cruel y despiadado. En todos los aspectos. Incluso en lo referido a las relaciones de índole romántica. El amor no tenía sentido para él. La lujuria, el deseo, la pasión, esos eran sus sentimientos románticos.

Dejo que su odio lo empapara, que lo llenara. Hasta que aquel brillo calmo de sus ojos se transformó en un soberbio y peligroso fogonazo. Y el ardor de la furia lo invadió desde los pies a la cabeza, incendiando y anulando cualquier otro sentimiento. Ya le enseñaría a su hermana que él no tenía nada de "inofensivo". Ahora ella sabría lo que implicaba ser Jonathan Christopher Morgentern.

Clary se dio cuenta del cambio en la expresión de su hermano. Notó la efervescencia de sus ojos y la dureza de sus rasgos. Vio como él sonreía de un modo siniestro mientras alzaba la estela con la que había estado dibujando el pentagrama y la hundía con furia sobre su pálida piel. Sintió la viveza de sus trazos mientras dibujaba una runa indescifrable sobre su hombro. Pero no pudo frenarlo. Ni defenderse. Ni preguntarle qué estaba haciendo. Todo había sido demasiado rápido. Y en cuestión de segundos ya no vio nada más. Ni tampoco oyó. Ni pudo hablar. Ni sentir, ni pensar. Las sensaciones de su cuerpo se anularon y su mente se sumió en una abismal oscuridad.

Intentó bucear en los turbios y vastos océanos de su mente durante un rato, esforzándose por salir a la superficie y encontrar la claridad. Pero fue inútil. Una fuerza invisible la arrastrada hacia lugares más recónditos y profundos. Donde comenzó a sentirse cada vez más embotada, ausente, ida. No tenía dominio de su cuerpo y luego ya no tuvo conciencia de tener uno. Todo, era nada. Inconsistencia, vacío, negrura infinita. Y de pronto, la misma fuerza invisible que la arrastro hacia los abismos le dio el impulso para emerger. Lo primero que pudo hacer fue pensar, luego sentir y finalmente oír y ver.

Todo estaba silencioso. Dio un rápido vistazo a su alrededor. Aun estaba en la sala del departamento. Tendida en el suelo. Se dio cuenta de que había sido despojada de su ropa. Su piel podía sentir el frio glacial del piso de mármol. Quiso levantarse. Pero cuando se movió sintió un dolor intenso. Era el suplicio de penetrantes aguijonazos que iniciaba en sus extremidades y la recorría por entero, para concentrarse finalmente en la región céntrica de su cuerpo. Entonces desistió de la idea. Se quedó quieta, de cara hacia arriba, y sus ojos le devolvieron su reflejo. Descubrió que alguien había asegurado el gran espejo de marco dorado en el techo. Y notó que a demás ella no estaba en cualquier sitio de la sala. Sino que estaba recostada sobre el pentagrama.

El fuego aun ardía en el hogar, pero ahora también había varias velas encendidas cuyas danzarinas llamas refulgían a su alrededor. Buscó señales de violencia en su nívea piel. A pesar del dolor no estaba herida. Pero sí marcada. Reconoció runas de sujeción en sus manos y en sus pies. Y no de cualquier tipo. Esas runas permitían el movimiento. Pero a la vez su máximo poder se activaba con aquel. Enviando pequeñas descargas eléctricas desde donde estaban ubicadas hacia el resto del cuerpo, obligándolo a permanecer inmóvil debido a la potencia, a la agudeza, del dolor que generaban. De pronto alguien obstaculizó su visión y ella reconoció al instante la figura que la eclipsaba.

-Tú me hiciste esto cretino.-Afirmó con cierto enfado. No le había gustado la forma en la que su hermano la había pillado desprevenida y la había reducido e inmovilizado. Aunque también había cierto alivio implícito en su voz. Porque lo que Jonathan le había hecho mostraba señales de que se estaba recuperando. De cualquiera que hubiese sido su mal.

-¿Yo? Imposible. Suelen decir las malas lenguas que tiendo a ser demasiado INOFENSIVO.-Dijo irónicamente. Y una sonrisa picara se formó en sus finos labios.

Aun llevaba puesto parte de su traje de etiqueta. La delicada camisa de un profundo color escarlata y el fino pantalón negro. Pero se había deshecho del saco y los zapatos. Su cabello plateado estaba levemente humedecido, lo que le confería un cierto tono acerado. Y sus ojos refulgían lascivos, excitados.

Sí, Clary pudo verlo, reconoció la lujuria en el interior de aquellos insondables orbes negros. Lujuria y furia. Porque había también cierta peligrosidad en ellos y en sus gestos.

-Si crees que porque ahora me tienes aquí inmovilizada y desnuda dentro de un pentagrama he dejado de pensar que lo eres Jonathan, te equivocas.-Le dijo ella provocándolo intencionalmente. A pesar del peligro que la asechaba, estaba segura de que gozaría con el hecho de ser torturada. Porque definitivamente prefería a ese Jonathan: al dominante, amenazante, intimidante. Lo deseaba y añoraba tanto que la sola idea de encenderlo aun más también la excitaba a ella. Ni siquiera el helor de las baldosas en contacto con su cuerpo pudo disminuir el calor, el fuego que iba incrementándose en su interior. Misma lumbre que se agigantó más cuando sus palabras tuvieron el éxito esperado.

-Entonces creo que tendré que esmerarme un poco más. Es hora de comenzar con el ritual-Dijo él, mientras se desabotonaba la camisa, descubriendo la solidez de su cuerpo compacto.

Su torso, a la luz de las lumbres era menos claro y más rojizo-dorado, surcado por las sombras de algunas viejas runas de tiempos pasados. Se deshizo de aquella prenda completamente cuando ya había llegado al suelo, inclinándose sobre su hermana.

Comenzó recorriendo la forma de sus piernas con sus manos y su boca. Rozando, acariciando, delineando, aquel camino sinuoso con sus dedos. Besando, lamiendo, succionando la suave piel de sus perfectos trazos con su lengua y con sus labios.

Y así siguió subiendo hasta su sexo, donde se detuvo. Pero solo para abrirse el suficiente paso. Sin ninguna contemplación tomó las piernas de su hermana y les dio nueva forma. Por lo que aquellas pasaron de tendidas o acostadas a flexionadas o arqueadas. Y además quedaron perfectamente abiertas. Mientras la joven transitaba del placer a dolor en un instante, por culpa de aquellos espasmos eléctricos que las runas le enviaban hacia todas las regiones de su cuerpo, a causa del movimiento. Sin embargo, lejos de quejarse, ella se mantuvo firme, concentrada, callada. No iba a darle el gusto a Jonathan de oírla gritar aun.

En vez de desanimarse por aquel estado de inmutabilidad, él continúo, diligente y hacendoso, su trabajo. Se introdujo en aquella vieja zona conocida como si fuera nueva, explorándola con la misma emoción del primer día. Maravillándose eternamente con su aspecto. Olvidando la forma de sus familiares rasgos y redefiniéndolos.

El sexo de su hermana era ahora su capullo. Una preciada flor de la cual inhaló su dulce aroma. Para luego sorber con sus labios la humedad de aquellos labios, sus pétalos, sus corolas. Tan suaves, delicados y blandos. Y así siguió deslizando la lengua por su clítoris, su pistilo, de arriba a abajo, de lado a lado, zigzagueando. Para terminar hundiéndola en la zona más profunda, su cáliz interior, el que albergaba el verdadero néctar de la vida.

Clary a demás de sentir, podía ver completamente desde el espejo ubicado en el techo todo lo que sucedía. Y estaba tan llena de gozo, satisfacción, de dicha, por lo que su hermano le hacía, por como la tocaba, la besaba, la invadía, que pensó que era absurdo no poder también tocarlo. Y entonces lo hizo. Tenía las manos muy cerca de su cabeza, así que el movimiento era mínimo, por ende pensó que el dolor también lo sería. Pero ni bien sus dedos rozaron la docilidad de sus cabellos acerados, Jonathan reaccionó ante aquel contacto y se detuvo.

-Eso no será posible Clarissa. Esta vez no tendrás el beneficio de tocarme-Le dijo mirándola con ojos maliciosos.

Luego la tomó con fiereza, una mano en cada uno de sus brazos y los cambió de posición, de manera que aquellos quedaron extendidos hacia arriba. El rostro de la joven, que ardía de deseo y de placer, ardió aun más pero ahora por culpa del suplicio. Su cuerpo excitado se contrajo, cuando la corriente eléctrica lo traspasó de arriba a abajo, haciéndola vibrar y estremecer con la arrasadora fuerza del más terrible de los orgasmos. Mientras ella finalmente sucumbía y se quejaba en un gemido único, de gozo y de lamento, al mismo tiempo.

Pero él no dejaría que las cosas se enfriaran a causa de ello. Se levantó y tomó una de las velas, un grueso cirio rojo, de los muchos que iluminaban la sala, ubicados en su mayoría en torno del pentagrama. La colocó muy diestramente sobre el centro del vientre de su hermana. Y luego, con la misma ductilidad comenzó a quitarse las únicas prendas que traía puestas. El pantalón y el bóxer quedaron desperdigados, como oscuras manchas informes, en el blanco suelo de mármol.

Completamente desnudo comenzó a rozar su erección sobre el pubis de la joven, acariciándolo con suavidad, con lentitud. Empapándolo con la húmedad misma de su orgasmo. Y a la vez produciéndole a ella pequeños escalofríos que se traducían en sutiles vibraciones en su vientre. Y cada vez que esto pasaba, algunas gotas de la cera líquida, concentrada en el interior de la vela, se derramaban sobre su piel. Pero la sensación de quemazón era minúscula, porque la cantidad también lo era. A demás en tanto la sustancia la tocaba, su estado cambiaba y la cera se endurecía, se compactaba. Mientras el campo marfileño de su piel, de diminutas flores cobrizas se poblaba.

Para aumentar un poco la tensión él coloco dos velas más sobre su vientre. Y aceleró la presión de su contacto, hasta que finalmente se introdujo en su interior. Precisamente en su parte más meridional. Abriéndose paso entre sus muslos con su miembro y envistiéndola con energía, con ímpetu, con pasión. Provocando que las velas se cayeran y rodaran por su cuerpo hasta quedar desparramadas en el suelo. Al tiempo que aquella cera liquida, que estaba completamente hirviendo, se derramaba sobre el claro manto de su piel, agigantando su calor, su agonía, su tormento.

Ella era nieve ardiendo, que se consumía bajo un brioso rio de magma, que se derretía bajo un lluvia intensa de fuego. Y en tanto aquello sucedía, él moldeaba, fraguaba, besaba, la amalgama de sus senos. Que a la luz de las velas encendidas centellaban como "adamas", como el material del cielo. Mientras ella era arrasada por una tempestad de gozo y de sufrimiento. Una tempestad que no se detenía, sino que se acrecentaba un poco más con cada caricia, con cada beso, con cada rítmico movimiento. Porque la misma fuerza que le proporcionaba a ambos estar dentro del pentagrama, hacia que él no se cansara y le otorgaba a ella la suficiente energía para resistir sus envestidas. A demás del doloroso placer que estas le provocaban. Así como también el suplicio de los temblores eléctricos producidos por las runas que tenía gravadas en las extremidades de su cuerpo.

De esa forma siguieron durante largo tiempo: él envistiéndola, incendiándola, torturándola, ella aguantando, gimiendo, resistiendo. Hasta que el joven cambió de dirección. Salió de sus muslos y penetró en su sexo, donde finalmente todo terminó. Ambos estallaron con la fuerza de poderosos orgasmos. Y el líquido fluyo con la intensidad de los arroyos, mientras todo se volvía perfecto para ambos. Para él permanecer dentro de ella significó refresco, reposo, descanso. Mientras que para ella, tenerlo a él en su interior simbolizó contención, freno, remanso.

Y además regocijo, ya que lejos de estar molesta por el martirio y el calvario al cual había sido sometida, Clary estaba muy satisfecha. Había disfrutado también a su manera. Y pensó que el ritual había salido muy bien de un modo inesperado. Porque aunque había sido realizado de un modo más erótico y sexual, y a pesar de que sus fines habían sido distintos a los pensados originalmente, a través de aquel, el demonio interior de Jonathan finalmente se había liberado.

Después de un rato, ambos ya se habían bañado y se estaban vistiendo nuevamente para realizar la verdadera ceremonia nigromántica. Y mientras Jonathan estaba terminando de colocarse el saco, le preguntó a la joven muy intrigado:

-¿Qué te ha parecido hermanita? ¿Sigues pensando ahora que soy inofensivo?

-Definitivamente estaba equivocada.-Dijo ella como única respuesta, mientras le destinaba una sonrisa lasciva, donde implícitamente esta dicho que también estaba complacida con lo que él le había hecho. Y luego inquirió-Aunque hay algo que todavía me inquieta...-Hizo una pausa y le indicó a su hermano que se acercara para ayudarla a cruzar las cintas del vestido por su espalda.

-Si quieres saber cómo logré que perdieras el conocimiento de esa forma-Aventuró él, mientras cruzaba las cintas con cierta dificultad. Al tiempo que ella notaba la tensión que había en su voz y en sus movimientos -lo hice mediante una runa antigua y poderosa contenida en el Libro de lo Negro.

-Muy útil, la verdad. E interesante también. Aunque no era eso exactamente lo que quería preguntarte.-Jonathan no había terminado aun su trabajo, pero de todas formas la joven se giró hacia él para hablarle, en el momento justo en el que "algo", un sentimiento, aleteaba en las profundidades de aquellos ojos negros. "¿Ansiedad, nervios?" pensó ella. "¿Por qué?" Ni siquiera quería averiguarlo. Así que inmediatamente dijo- Quería saber ¿Cómo diablos te las ingeniaste para colgar semejante espejo del techo?

*Nta de la autora: este fic es solo la mitad del fic original. Donde estaria desarrollado tambien el verdadero ritual de invocacion de Lilith. Pero como no esta perfeccionada esa parte y las ansias por publicar algo me carcomian, lo hice de manera incompleta. En unos dias prometo subir el prox. A mis queridisimos lectores, mis disculpas y mis eternas gracias por su fidelidad y paciencia.