Paraíso familiar

Dedicado a Saku.


Thackery Binx despertó de su sueño eterno y placentero con su hermana, Emily Binx.

Despertó a lo que estuvo acostumbrado durante trescientos años. Garras y pelo como la noche negra. Quiso gritar pero siseó y maulló en lugar de eso.

Ya no hubo coros celestiales. El aroma a galletas quemadas pero dulces por Emily. El abrazo de la pequeña.

Solo por eso, se imaginó en el Infierno.

—Bienvenido —dijo una bruja, como confirmándolo.

Binx volvió a sisear. Aquella muchacha de cabello rubio en un vestido naranja y negro se sobó los labios, apenada.

Había algo familiar en ella. Pero solo podía ser pariente de las Sanderson.

—¿No me reconoces? —soltó ella, al borde del llanto, abranzando el maligno libro.

Binx lo comprendió con desolación.

—¿Dani?

Ella asintió, apenada.

—¿Cómo has podido...? —exigió saber.

—Te extrañaba. Allison y yo nos quedamos el libro...—comenzó a explicar, mirando al suelo de la cabaña maldita.

—¡Ese terrible libro! Te advertí...—bramó Binx, con el pelaje erizado que ella se atrevió a acariciar, con manos trémulas.

—Lo sé. Pero no pude. Años y años. Todo lo que escuchaba era tu voz. Necesitaba esto —explicó Dani, cayendo de rodillas, limpiándose las lágrimas.

Su rostro seguía siendo infantil. Aunque hubiera crecido.

Envejecido.

Y él la hacía sufrir.

—Pues yo ahora extraño a Emily. ¡Por tu egoísmo, quizá nunca esté con ella de nuevo! —bramó, alzando las zarpas.

Ella sacudió la cabeza.

—No necesariamente. Digo...puedes morir, Binx. Es solo que tu vida está ligada a la mía como antes lo estaba a las Sanderson. Te he resucitado con mi propia sangre.

Dani le mostró sus heridas, sonriendo con dolor. Un pentagrama rojo en su mano. Sal alrededor de ambos.

—Te has perdido por completo sin mí —suspiró él, decidiéndose a estirar sus nuevas patas, arrojándose al regazo de la joven bruja.

—Podrías decirlo. ¿Pero ahora tú me cuidarás?

Ella lo llenó de caricias. Él comenzó a ronronear fuerte. Era una manipuladora.

—Seguro, no tengo remedio. Pero tú ya no usarás ese libro, ¿verdad?

Dani se echó a reír y lo abrazó, cargándolo. No hubo coros celestiales pero fue dulce. Bailaron en espirales por la cabaña.

El lugar, de repente, dejó de despertarle odio.

—Ya no lo necesito.

Fueron hacia la puerta. El sol los bañó a ambos. Definitivamente, Dani no parecía una bruja así. Quizá sí un ángel.

—¿A todo esto, dónde está tu hermano?

La somnolencia invadió a Binx, que se acurrucó contra el cuello de Dani.

—Terminando la universidad con Allison. Ella está embarazada. Se mudarán juntos pronto.

—¿Te sentías sola?

Ella besó su cabeza.

—Mucho.

—Ya no más —le aseguró él con firmeza y sinceridad.

Eso también tenía pinta de ser el cielo.