Considero a Loud House una serie de premisa sencilla, pero con mucho potencial. La cantidad de personajes distinguibles hace que se puedan sacar historias de lo que sea y de cualquier parte. Por ello ha logrado el éxito que le acompaña.
En esta ocasión, pensé en una especie de «cuento» relacionado a la serie, protagonizado por la más pequeña de la singular familia. No pienso extenderme mucho, tan solo un par de capítulos. Además, no incluí nada de dialogo, tomando en cuenta que un bebé de su edad no diría muchas palabras para una conversación.
Como siempre digo, espero que lo disfruten.
Había una vez, una pequeña bebé de año medio, llamada Lily. Era la más pequeña en una enorme familia de 11 hermanos y sus padres, sin contar las diversas mascotas de la casa, que hacían de su hogar un lugar caótico y estrecho. A pesar de todo, Lily se sentía a gusto en esa casa de locos, porque su habitación era una de las pocas en las que la esquiva tranquilidad se mantenía, excepto cuando su hermana inteligente, Lisa, hacía sus extraños y devastadores experimentos. Todos en la casa estaban conscientes de los cuidados que un bebé debía tener, por lo que siempre dedicaron tiempo para la pequeña y hacer de sus hábitos placenteros, como comer, dormir y jugar, por decir algunos.
Lily siempre fue consentida en todo y por todos, pero, por más que lo deseara, había un juguete muy llamativo en la casa, uno que jamás pudo siquiera tocar. Desde el primer momento que lo vio en la habitación de su único hermano, Lincoln, quería tenerlo al igual que con todo lo que pedía: era el conejo Bun-Bun, un peluche con camisita púrpura, el cuál Lincoln cuidaba celosamente.
Más de una vez, Lily quiso tomar a Bun-Bun y jugar con él, pero Lincoln siempre lo alejaba de sus manitos y lo dejaba en una parte donde no lo podía alcanzar, mientras le pasaba otro de sus juguetes. A veces se tranquilizaba con ello; otras veces, quería tener únicamente al conejo de peluche y hacía berrinches para tenerlo, sin éxito.
Un buen día, Lily se encontraba jugando tranquilamente en su habitación, mientras su hermana Lisa estaba concentrada estudiando, cuando escuchó unos pasos agitados desde el pasillo. Era Lincoln, quien parecía emocionado por algo. Al correr, dejó abierta la puerta de su cuarto, en donde Lily, invadida por la curiosidad, aprovechó de entrar una vez que su hermano bajó por las escaleras y sin que Lisa se diera cuenta.
Cuando entró, muchos de los juguetes de Lincoln estaban en el suelo, era un completo desorden. Lily estaba llena de felicidad tomándolos y jugando con ellos, y fue ahí cuando recordó a Bun-Bun. Hizo un esfuerzo por mirar sobre la cama y lo encontró, bastante alejado para ella, pero luego de un instante, tuvo la gran idea de tomar la sábana bajo el peluche y arrastrarlo a ella. Luego de un gran esfuerzo, logró que el conejo cayera de la cama.
Ahí estaba: después de tanto tiempo, por fin tuvo en sus manitos al conejo Bun-Bun. Lo abrazó, era tan suave como su mantita favorita, ahora sabía por qué a su hermano le gustaba tanto. Comenzó a cuidarlo como si fuera su bebé y se lo llevó a su cuarto, no sin antes casi ser descubierta por Lincoln, quien iba acompañado de su amigo Clyde. La pequeña pudo entrar justo en el momento que los chicos pasaron y entraron a la habitación donde tomó al conejo de peluche.
Estuvo mucho tiempo jugando con Bun-Bun y otros de sus juguetes, mientras Lisa seguía estudiando, sin haberse dado cuenta de las travesuras de su pequeña hermana. Cuando terminó de jugar, los dejó en el suelo, no sin antes darle un tierno besito al conejo de Lincoln, para molestar a Lisa y así ésta le prestara algo de atención. Pero repentinamente, se escucharon unos lamentos en el pasillo, que provenían del cuarto de su hermano.
Luego de que Clyde se fuera, Lincoln ordenó su habitación y se dio cuenta que su conejo favorito no estaba. Lo buscó durante mucho tiempo, en cada rincón de su cuarto y varias veces. Lily se estaba arrepintiendo por lo que hizo, pero estaba temerosa por devolverle a Bun-Bun: sentía miedo que Lincoln se enojara con ella y ya no la quisiera más. Pero no soportó ver cómo se estaba poniendo cada vez más triste, así que decidió ir a buscar finalmente al peluche y entregarlo en sus manos, aunque tuviese que recibir un enorme castigo, como ella creía.
Tomó a Bun-Bun y salió de su habitación. Pero para su mala suerte, se encontró con Charles, el perro blanco de manchas negras, quién miró maliciosamente al conejo en las manos de la pequeña de la familia. Al igual que Lily, el perro sentía un fuerte impulso por apoderarse de aquel juguete, porque cada vez que intentaba agarrarlo con su hocico, su dueño Lincoln se lo arrebataba y hasta le prohibía acercarse a éste. Mientras más le negaba a tomarlo, más deseaba a ese conejo de peluche.
Por ello, Charles vio la oportunidad perfecta de tomarlo y enterrarlo en su lugar favorito del patio, junto a su comida favorita. Éste le quitó rápidamente a Bun-Bun de las manos de la pequeña Lily y huyó por las escaleras, mientras la pequeña, sorprendida, no podía hacer otra cosa más que mirar con frustración y al borde de las lágrimas. Cuando comenzó a llorar, tanto Lincoln como Lisa la miraron y acudieron de inmediato a consentirla. Lincoln la tomó en sus brazos y Lily lo abrazó con mucha fuerza, tenía muchas ganas de aprender a decir, más que nunca: «Lo siento, hermanito».
En la hora de la cena, Lily, ya más tranquila, disfrutaba de las cucharadas de comida que le daba su hermana mayor, Lori, pero tuvo que fijar su mirada hacia Lincoln, sentado en el sillón, para volver a entristecerse. Éste se mostraba decaído por haber perdido a Bun-Bun, e incluso, estaba llevando lentamente sus rodillas a su pecho para agachar su cabeza y encerrarse en aquel caparazón imaginario de amargura. La afligida bebé dejó de comer, por lo que su hermana Lori se preocupó de su repentino cambio de humor. Hizo a un lado la comida y tomó a Lily en sus brazos, le dio unas palmadas en su pequeña espalda y soltó un diminuto eructo, para luego reírse con su gesto. Su hermano Lincoln, luego de levantar su cabeza por el jocoso sonido, también le mostró una leve sonrisa, lo que hizo reír aún más a Lily. Cuando dejó de reír, fijó su mirada en Charles, quien iba huyendo con el conejo Bun-Bun en su hocico. Lily comenzó a agitarse violentamente, Lori supuso que quería estar en el suelo, así que la dejó sobre la alfombra y fue a buscar unos juguetes. Lily tenía una oportunidad para recuperar el conejo de su hermano.
Lentamente comenzó a pararse, intentó dirigirse a la puerta, pero su hermana bonita, Leni, la vio y se hincó frente a ella, quería divertirse un rato con su pequeña hermana Por su edad, Lily tendía a distraerse con facilidad, así que se divirtió un rato, hasta que apareció su hermana graciosa Luan y le mostró una araña a Leni, ésta última se espantó y de un sobresalto, huyó de la casa. Lily se reía porque sabía que era una araña de mentira.
Es ese momento, Lily pudo distinguir a Charles en el oscuro patio de la noche, aun sosteniendo a Bun-Bun. Se decidió a salir por la puerta abierta por Leni, mientras su hermana Luan se reía a carcajadas, luego de pronunciar una frase graciosa que no entendió. Temía que en esas circunstancias apareciese su hermana tenebrosa Lucy y la asustara con esas palabras tan tristes que siempre dice, así que caminó con precaución a la puerta de salida. Para su sorpresa, Charles se asustó con algo cercano a él y se dirigía justo donde estaba parada: quien lo asustó no era Lucy, sino su hermana Lana, la gemela juguetona, quien estaba escarbando la tierra del jardín como un perro. Lily trató de detener a Charles y tomar a Bun-Bun, pero sus movimientos eran torpes y apenas logró tocarlo antes que pasara rápidamente a su lado y la hiciera caer sentada por el impulso. Lily se volvió a parar como pudo, estaba dispuesta a hacer lo que sea por recuperar a Bun-Bun y entregárselo a Lincoln.
En la sala de estar, Lily caminaba lo más rápido que le permitían sus diminutos pies, cuando se cruza su hermana Lola, la gemela señorita, en su auto rosado de juguete. Esta se bajó y la tomó para entretenerla, pero Lily solo quería atrapar a Charles y se mantuvo enojada estirando los brazos hacia donde quería ir. Para su suerte, Lola vio al can y adivinó lo que quería, así que la subió al auto, le puso un casco rosado que le quedaba muy grande y le abrochó su cinturón. La emoción de Lola la hizo acelerar el vehículo a su máxima velocidad (que no era realmente considerable) y avanzar hacia Charles. Pero el perro escurridizo fue advertido por Walt, el ave de la casa, quien soltó un sonoro trinado para que viera de reojo a quienes lo perseguían. Charles comenzó a huir, mientras Lola apuntaba con su dedo a Walt, por su traición. El ave solo agachó la cabeza por la vergüenza.
Luego de iniciada la persecución dentro de la casa, lograron quedar a un costado del perro, en donde Lily intentó arrebatarle a Bun-Bun de su hocico, sin lograrlo debido a sus bracitos cortos. Entonces, Charles saltó sobre un balón de Rugby en medio del aire (lanzado por la hermana deportista, Lynn) y se impulsó, mientras el balón caía hacia las perseguidoras. El objeto rebotó en el parachoques y volvió con rapidez a las manos de Lynn, quién luego se detuvo a ver, extrañada, qué estaba ocurriendo.
La distracción del balón hizo que Lola perdiera el control y fuera directo a Geo, el hámster que permanecía dentro de una bola de juego. Esté observaba temeroso y paralizado el auto que lo iba a chocar, pero fue salvado por los sillones de la sala de estar, en donde el auto quedó atrapado. Geo se alivió y se desmalló.
Lola tardaría minutos valiosos en sacar su vehículo de ahí así que salió y tomó a Lily en sus brazos para continuar la persecución. Vieron a Charles bajar al sótano y decidieron ir también, pero Lynn se interpuso entre ellas para saber que ocurría, quitándole a Lily de las manos de Lola. Lana, con el lagarto Izzy en su cabeza, se acercó a Lynn, sin saber que pasaba. Fue ahí cuando Lola les explicó el asunto, enfatizando el hecho de quitarle lo que el perro de la casa tenía en su hocico y dárselo a Lily (pero solo la pequeña bebé sabía que se trataba del peluche de Lincoln). Cuando Lynn y Lana vieron los pucheritos de su hermana menor, se compadecieron y se unieron a Lola para bajar al sótano.
