La noche parecía estar más oscura de lo habitual, la electricidad no funcionaba hace meses y el silencio era interrumpido por el ruido de los bombardeos en la lejanía.

Las ráfagas de metralla se acercaban a pasos agigantados. Rey estaba escondida en un rincón de un viejo departamento derruido por las bombas, abrazada al viejo muñeco de trapo con traje anaranjado hecho por su madre.

A pesar de contar con diez años, era pequeña y delgada, producto de la desnutrición producida por la guerra. Luego de la muerte de sus padres, hacía menos de un año, aprendió a sobrevivir sola. Se alimentaba a base de lo que encontrara en los edificios abandonados. Vio la muerte de cerca y aprendió a no verse afectada, al menos no en apariencia. Salir de Jakku por sus medios, no era factible, las batallas se daban continuamente y los únicos afectados como siempre, eran los débiles, pobres como ella.

Sintió desde su rincón el ruido de los camiones de soldados que solían realizar allanamientos aleatorios. Aquella noche no alcanzó a esconderse. Los pasos cercanos de las botas militares y las luces de las linternas, la hicieron abrazarse fuertemente a sus piernas. Tenía miedo, no sabía si eran los invasores o los defensores. La luz de una linterna dio de lleno sobre ella.

-No me dispare por favor -Rey levantó el rostro, aguantaba las lágrimas de miedo.

El joven soldado cubierto por las gafas infrarrojas y la máscara antigases, se acercó.

-No tengas miedo, también lo siento.

Su voz sonó distorsionada, pero Rey no le temió y se levantó con las manos en alto donde sostenía su vieja muñeca. De su hombro colgaba el viejo morral donde guardaba lo que iba recolectando.

-Baja las manos, estarás bien -Habló el hombre- Te sacaré de aquí.

La pequeña chica se acercó al enmascarado, este la tomó en brazos. Ella pensó que era muy alto y delgado para ser un soldado.

El soldado la sacó del edificio, mientras sus compañeros estaban vigilantes sobre un posible enemigo.

La subió a una van con un símbolo desconocido para Rey. Allí había otros chicos, de su edad, mayores y menores. Miró antes que cerraran la puerta, el enmascarado cerró, dio dos golpes a la camioneta y esta partió a toda prisa.

Un chico moreno, un par de años mayor que ella se le acercó y le habló.

-Hola, soy Finn ¿Quieres chocolate? -Susurró la última parte.

- ¿Chocolate? -Preguntó abriendo los ojos.

-Uno de los soldados nos dio, creo que fue para que los pequeños dejaran de gimotear -Dijo alzando los hombros- Me queda el ultimo trozo ¿Quieres o no?

-Si por favor -Respondió tomando el chocolate que el chico le ofrecía y se lo echó a la boca a toda prisa- Gracias... Soy Rey.

Finn asintió, se quedaron en silencio mientras Rey devoraba el trozo de chocolate. Era lo único que había comido desde el día anterior. Debido a los bombardeos, que parecían mucho más prolongados, no pudo salir en búsqueda de víveres y se quedó escondida en el departamento.

Rey se fijó que los demás niños dormían, el vaivén de la camioneta parecía relajarlos. Atrás quedaba el sonido de las balas y los estruendos de las granadas. Algún día agradecería a quien la sacó de la desolación de la guerra con vida.

Casi al amanecer llegaron a un edificio, por lo que pudo reconocer, era una ONG. La bañaron, le dieron ropa nueva y una cama donde dormir. Fin que tenía catorce años, se fue al otro lado del edificio con el resto de los chicos.

Rey durmió a sobresaltos, había perdido la costumbre de dormir en una cama y hacerlo de corrido. Despertó temprano en la mañana, antes de que llegaran las mujeres vestidas en batas de colores.

La hicieron vestirse y hacer la cama antes de desayunar. Luego la llevaron a una oficina, le hicieron algunas preguntas con respecto a la familia y con quienes vivía, cuando aseguró que estaba sola desde la muerte de sus padres, le preguntaron por algún pariente vivo, ya fuera cercano o lejano. Solo recordó a su tía abuela, Mara Jade, que vivía en Coruscant.

La mujer tomó sus datos, buscó en la computadora el nombre indicado por Rey y marcó un numero en su teléfono.

Rey estaba concentrada en no pensar, abrazaba a su muñeco, mientras tarareaba una canción, que no recordaba si la había escuchado realmente alguna vez.

-La hemos encontrado -Sonrió la mujer- Te enviaremos a Coruscant con ella

Rey la miró y asintió, su preocupación era otra, el chico que había conocido, Finn. Él le contó que era huérfano y que sus padres no tenían parientes vivos.

- ¿Qué pasará con Finn? -Rey sonaba nerviosa y preocupada.

- ¿El chico moreno, un poco más alto que tú? -Miró a Rey quien asintió- No encontramos a nadie, Lo enviamos a Coruscant, pero a un orfanato. ¿Por qué te importa?

- Él es mi amigo -Respondió Rey con seguridad.

La mujer sonrió, solo en esas tragedias se veía la importancia de las personas y la valentía de otras. Necesitaba ser fuerte y cercana a esos chicos, todos estaban traumados y crear lazos, podían mejorar las condiciones para ellos.

Sacó de su escritorio un bolígrafo y escribió un número, acercándoselo a Rey.

-Este es el número y la dirección del orfanato donde él irá -Rey tomó el papel- Podrás llamarlo cuando llegues a tu nueva casa.

-Gracias -Dijo Rey y guardó el papel dentro de su muñeco.

Al día siguiente una hermosa mujer pelirroja en sus cuarenta bien conservados, esperaba en el aeropuerto. Su único pariente vivo, su sobrina nieta, llegaría en cualquier momento desde Jakku.

Nunca esperó hacerse cargo de alguien que no fuera ella misma, estaba acostumbrada a su libertad e independencia, la vida bohemia.

Todo esto le significaba un gran cambio, pero ella era todo lo que existía en la vida de esa pequeña chica y lo cumpliría, después de todo, estaban unidas por un lazo de sangre.

Diez años después de la batalla de Jakku.

Diez años pasaron desde aquel día en que Rey fue rescatada en Jakku. Ahora solo era un lugar desolado y árido, cubierto de desechos de tanques, speeders y restos de armaduras.

En cambio, Rey ya no era una chiquilla pálida y desnutrida, tenía casi veinte años y era toda una mujer.

Se mudó junto a Finn a un lugar céntrico de Coruscant, aunque económico, era un barrio en alza. Trabajaba en el restaurante Takodana, propiedad de la vieja Maz Kanata, le quedaba cerca del departamento que ahora compartía con Finn.

No se hubiesen vuelto a ver en la vida, de no ser que Rey le insistió a Mara que lo ayudara a ser adoptado.

Mara buscó entre todos sus contactos, a quienes quisieran adoptar a un chico de color y de doce años, recientemente huérfano de guerra.

Cuando perdían la esperanza, una pareja conocida por unos amigos en común acudieron en su ayuda y se embarcaron en la aventura. Ben y Satine Kenobi, eran una pareja mayor, conservadora y de buena posición. Él había sido militar y ella estuvo en la política en su país, Mandalore. Satine, sobre todo, se sintió identificada con Finn. Su país había estado en diferentes guerras civiles que habían producido muchos huérfanos y convenció a su esposo de adoptar al chico. Al fin y al cabo, tenían un buen pasar y estaban retirados, podrían darle una buena vida hasta que se valiera por sí mismo.

Fue conocerlo y amarlo, Finn era extraordinario a ojos de la pareja. Demostró tener buen corazón, educación y habilidades innatas para la cocina.

Debido a la edad de Finn, sus oportunidades de ser adoptado eran escasas, lo que hizo el papeleo para los Kenobi fáciles y rápidos.

Lo cuidaron como si fuese el hijo que nunca pudieron tener. Él los adoraba, tanto, que incluso prefirió salir de su casa y valerse por sí mismo antes que herirlos con su verdad.

Rey y Finn no pudieron mantenerse alejados, prácticamente habían pasado los últimos diez años pegados el uno al otro, como la mugre a la uña.

En medio de esos diez años, Mara se enfermó de cáncer. Rey le sirvió de enfermera y acompañante a las quimioterapias. Debido a la misma enfermedad, su tía debió dejar su carrera de asesora política de Sheev Palpatine, el ex Gobernador de Coruscant. A pesar de toda la ayuda que le ofreció su jefe y mentor, sus arcas se vieron resentidas, por lo que Rey no pudo entrar a una universidad al salir de la secundaria.

Eso y el deseo de Finn por salir del closet los unieron en la idea de vivir solos y trabajar para sobrevivir. Además de los miedos nocturnos que volvían de vez en cuando, tras años de terapia.

Finn estuvo intentando salir desde la secundaria, temía la reacción de sus conservadores padres. Incluso por hacerlos sentir orgullosos y felices, había salido con su compañera Rose Tico. A quien debió confesarle la verdad, mientras la contenía en un mirador para que no se quitara la ropa, ya que estaba decidida a perder su virginidad con él.

Ella obviamente no reaccionó bien, lo golpeó, le gritó y lo insultó, incluso abandonó el auto y se alejó del mirador a medio vestir. Él trató de convencerla de llevarla en el auto a su casa, pero literalmente lo mandó a la mierda.

Rey por su parte solo había salido con un chico, nada agradable, era sociable, pero tímida en el fondo y se atontaba cuando un chico se le acercaba.

También tenía pesadillas que volvían de vez en cuando, mezclando el sonido de las balas, y el recuerdo de la máscara y la voz distorsionada de su salvador "No tengas miedo".

El departamento que rentaban estaba en el segundo piso de un edificio de seis pisos, tenía dos dormitorios, un baño y una cocina/ living/comedor y una ínfima terraza para colgar la ropa o salir a fumar un cigarrillo, sin embargo, se sentían conformes y no necesitaban más. Con suerte tenían las camas y un viejo sillón donado por Satine, que Finn aceptó a regañadientes.

"Al menos para que tengas donde sentar a las visitas, recuerda que puedo ser yo" Dijo ella para convencerle, Finn aceptó rodando los ojos.

Ahora que Mara había sido dada de alta y estaba nuevamente trabajando en la campaña política de Palpatine, era libre de hacer su vida. Rey salió de la casa de Mara con algo de ropa, su televisor, su laptop y su colección de libros.

A pesar de que no se decidía que estudiar, tomaba algunos talleres en el centro comunitario.

Necesitaba probarse así misma que realmente era una sobreviviente.

Y así, es como empezaba realmente esta historia.