Resumen:
¿Eres un lobo y te comportas como un sumiso perro con ella? ¿Deseas ser su hombre? Cambiaste, hombre lobo, pero existe algo que sigue siendo igual, en luna llena no puedes controlarte.
Notas:
Universo Alterno
Disclaimer: Los personajes del Anime NARUTO le pertenecen al maestro Masashi Kishimoto.
OoC, un poco, supongo.
M por Lemon, Lime.
Ésta es una pequeña historia que salió simplemente de mi, lo hago por pura diversión, espero que lo disfruten.
Full moon on Paris
Luna llena sobre París
La luna llena está sobre París. El hombre lobo está en París. Eso es lo que dice toda la gente. Esta noticia es un llamado de atención a toda la gente de Europa, pensaban, luego de tanto tiempo, que finalmente el lobo se había extinguido. Pero se volvía a escuchar de él. Un animal que atacaba a las personas. Pocos habían sobrevivido afirmando así, efectivamente, de que lo que los había atacado era un lobo, un hombre lobo.
Todo desafiaba la realidad. Hace tiempo atrás, las historias no eran nada más que mitos y chismes que atemorizaban a la gente. Pero es el siglo XXI, para muchos, las cuestiones de poder han cambiado, ya no existe el miedo infundado, solo existe lo que tú crees.
Pese a que era un simple rumor, la realidad se escondía muy en el fondo de la palabra de la gente. El despiadado hombre lobo estaba acechando esta misma noche a la gente de París. Ahora mismo se encontraba caminando en cuatro patas en las más recónditas calles, en las más oscuras, en las más inhabitadas de la llamada ciudad del amor.
Él está observando la luna que se muestra hostil desde un callejón solamente iluminado por el astro que lo pone demente, que lo hace aullar profunda e intensamente. Luego, para profesar su dominio gruñe. Siente que la luna es y será siempre su adversario.
No es común que no sienta su entorno, él está siempre en vigilia, alerta y a la acechanza, pero se ha acercado alguien sin que él lo note. Su instinto manifiesta inmediatamente peligro, enseña sus dientes, arruga su nariz y suelta más gruñidos para aterrorizar a la persona que osa acompañarlo. Siempre funciona. Pero esta vez no. Una muchacha se acerca y lo mira con mucha curiosidad. También existe un plan b: atacar.
—¡Woah! —exclama ella —Eres… Hermoso —susurra llena de admiración, éxtasis y embeleso. Nunca había esperado tener al lobo frente a ella, nunca había esperado que fuera tan bello, tan imponente. Ella simplemente estaba clavada ahí, admirando a un perro negro y enorme que no se muestra para nada amistoso, pero le parece increíble ver de cerca su mandíbula de donde nacen dientes filudos y blancos, hay saliva entre ellos, pero no le da asco, le da curiosidad, piensa que es un gran espectáculo, misterioso, digno de mirar.
La curiosidad envuelve al animal también. Tiene mucho deseo de saber qué pasa con la muchacha. No existe una explicación inmediata para el deseo de conocer a la joven de ojos verdes claros.
¿Qué está mal con ésta mujer? ¿Por qué no está llorando ya?
Le interesa no hacerle daño, le interesa dejarla viva, sólo por curiosidad.
—Hola —murmura ella de nuevo, tiene una amable sonrisa en su boca. Una sonrisa que hace que desee dejar de gruñir, dejar de asustarla, dejar de querer alejarla.
La luna llena lo vuelve loco, lo vuelve lobo. Y sin embargo, aquí con ella, se transforma en una persona. No sabe cómo, normalmente en luna llena no tiene la fuerza para convertirse en un humano, simplemente no puede, le parecía imposible. Pero ahora lo imposible se convierte en algo posible.
Ahora que es un hombre se siente diferente, piensa diferente, tiene sed de algo, desea algo diferente. Desea algo que nunca ha querido, algo que siempre era capaz de controlar. Existe algo que sigue siendo igual. En luna llena no puede controlarse.
—¿Puedes hablar? —dice ella con un algo más de seguridad, en el fondo pudo haber estado asustada, pero ahora que tenía a algo más normal en frente, sus miedos se habían disipado. El hombre lobo está en París. Está en frente de ella. Es maravilloso, piensa. Como lobo es hermoso, como humano lo es más.
El hombre lobo, en efecto, era lo más increíble que había visto en sus veintitrés años de vida, los primeros cinco, que no recordaba, no contaban, pero aún así. El hombre desnudo frente a ella no deja de causarle asombro, es simplemente perfecto, físicamente lo es. Sus pelos se han ido, solo los tiene en los lugares correctos, su fuerza es reflejada claramente en cada uno de sus músculos, en cada uno, en su cuello, en sus brazos, en su torso, abdomen, caderas y piernas. Su rostro es guapo, para su sorpresa es delicado, nariz fina, casi respingada, sus cejas enmarcan perfectamente su ojos negros que lanzan una mirada bruna letal y su boca es simplemente, apetecible. Es alto, tremendamente imponente. Ella no es baja, mide un metro setenta, pero frente al majestuoso hombre se siente un poco baja, un poco insignificante.
La mirada del hombre lobo ha cambiado, ya no es dura, asesina o cruel. Se ha suavizado un poco pero sigue mirando fijamente a la joven. Después de no obtener respuesta, la muchacha se siente acorralada. El hombre lobo la mira como si aún quisiera comérsela. Ella conoce la mirada, ella no es literalmente la cena del lobo, es otra cosa.
—¿Me entiendes? —intenta otra vez ella.
—Sí —responde él finalmente. Su tono es grueso, vibrante y masculino. Su voz termina de desarmarla. Lo desea. ¿No es incorrecto desearlo?
Las nubes en el cielo se mueven, dejan una vista más clara de la luna, una maravillosa vista. El hombre lobo la observa de inmediato, a la luna. Espera que ésta lo vuelva animal, que, aunque no esté en desacuerdo, que le despoje y que le haga olvidar el deseo que le produce la mujer. La mira fijamente, pero no siente nada, no siente cierto descontrol, no siente la agitación ni la furia de convertirse en un lobo. Nada sucede. Nada vuelve a cambiar. Sigue siendo un humano.
Entonces vuelve a mirar a la muchacha que está contemplando la luna al igual que lo había estado haciendo él.
—¿Te gusta, no?
El asiente, pero en realidad no sabe si le gusta o no, cuando la mira solo lo hace por instinto, es como si ella lo llamara, ella solo despierta lo primitivo de él. En cambio la muchacha despierta algo diferente, no reconoce si es paz, pero si reconoce que desea estar más cerca de ella. Y así lo hace, la abraza en apenas un paso.
Ella pega un sobresalto, su corazón se acelera. Él está aferrándosele, con sus brazos cruzados en la espalda de ella, casi la asfixia, está encorvado, con su rostro entre el cuello de ella. Huele su aroma, su cabello, el abrigo blanco que lleva puesto. La joven siente la nariz helada del hombre en su oreja, siente luego sus labios entreabiertos en su mandíbula, no es un beso, es una inspección. Asimismo nota emoción en el sexo masculino, la sorprende, pero de buena manera.
La muchacha siente éxtasis, presiente que el hombre lobo quiere consumarla, o al menos eso quiere ella. El cuerpo de él está caliente, en llamas, quiere fundirse en él como un metal. Su cuerpo siente una atracción inigualable hacia el de él, quiere tocarle, pero no puede evitar tener cierto recelo. Aún teme por su vida.
El aliento tibio del hombre choca en su propia boca cuando se separa un poco para quedar los centímetros suficientes cerca de su cara para poder observarla, junta su nariz a la de ella, justo como un beso esquimal.
Aquel gesto le parece lo más tierno. Y lo tierno siempre le ha parecido lo más sexy. Su centro de placer está cosquilleando, humedeciéndose, no se reprime, de todos modos, tiene a un sensual hombre desnudo abrazándola. El hombre lobo no es tan bueno comunicándose así que aún presenta dudas acerca de ese abrazo.
¿Qué quiere conmigo?
¿Es solo curiosidad?
¿Una inspección?
¿Me deseas, hombre lobo?
El animal y su buena visión observan en la oscuridad, las nubes ruedan, pasan y la luna vuelve a alumbrar el callejón, en realidad alumbra a la joven. Él la observa, los ojos verdes, muy claros, brillan como la luz misma. Eso le fascina, le gusta como ella lo está mirando ahora. Él se da cuenta, de que también lo desea.
—¿Qué harás conmigo? —se atreve finalmente ella a preguntarle.
Siendo lobo deseaba ser su cachorrito, siendo humano deseaba ser su hombre. Eso deseaba.
—Haré lo que quieras —responde él, está comportándose como un fiel, sumiso y adorable perrito.
¡Whoah! Tengo al hombre lobo en mis manos
La reciente declaración la satisface, demasiado, entonces lo primero que se lo ocurre es darle un beso al hombre. Coloca su brazos donde puede agarrarlo, en su cintura y acerca su boca a la de él. En realidad realiza algo de esfuerzo para alcanzarlo. Separa apenas sus labios y él la imita, entonces se unen, y aunque es algo torpe, la sensación es placentera, especialmente cuando a él se le ocurre, acertadamente, sacar su lengua y pasarla por los labios de ella.
—¿Has he-cho esto an-tes? —logra decir ella. La respuesta de él es un movimiento negativo de cabeza. La libido de la muchacha se dispara a mil. Su corazón se enciende, sus fibras nerviosas también lo hacen. Allí en el callejón, lo único que quiere hacer es follar al hombre lobo.
El beso continua caliente, el hombre aprende rápido, siente que debe tocarla, es más una necesidad, así que lo hace. Con un brazo sigue abrazándola, lo mantiene en la espalda de ella, no quiere dejarla ir, pero la otra decide que debe tantear por toda la silueta de la chica. Cuando llega a los glúteos lo único que siente que debe hacer es apretarse con ella en esa zona, siente desesperadamente que sus caderas deben estar muy juntas.
La mujer suspira con deleite. Quiere, entonces, sentir al hombre en toda su piel. Nunca creyó estar lo suficientemente caliente como para tener sexo en un callejón. Para su suerte, el callejón es oscuro y no asa ni un alma por allí. Aprovecha un instante en el que el hombre lobo está relajado, distraído, o muy ocupado con su trasero e intenta alejarse.
—Es solo un momento —habla ella cuando el gruñe y opone resistencia a que se separen.
—Es necesario —habla de nuevo cuando el no termina de soltarla, desconfiado con el gesto. Cuando finalmente se libra de él, se despoja de su blue jean y hace que él se siente en el suelo. La idea al principio había sido solo mover un poco su ropa interior pero al ver sentado ahí, a un hombre con el gesto más curioso y hambriento decide quitarse también el abrigo holgado y le muestra su cuerpo sólo con el fino encaje de ropa interior. Sus ojos negros la miran de pies a cabeza, sus pupilas, que aún cuando sus ojos lucen tan negros, pueden distinguirse, se dilatan. Su boca se separa cuando levanta la mirada y conecta sus ojos con los de ella. El lobo siente mucho deseo por ella, le gusta el cuerpo de ella, blanco, rosado, liso y con curvas, lo excitan. Es instinto, no sabe por qué siente cosquilleos en cierta zona, la siente dura. Le gusta la sensación.
Ella se acerca y se sienta encima de él, a horcajadas, sus piernas encajadas en su cintura. Sus intimidades ajustadas como dos piezas que deben estar juntas.
—Como eres un grandulón, lo mejor es que esté arriba ¿no? —razonó ella mientras él se encontraba perdido viendo sus pelvis unidas.
En un movimiento brusco y fuerte, él rompe la pequeña ropa interior de ella. Ella da un respingo ante la acción. El tipo tiene curiosidad, observa sus diferencias, gruñe. Esa rudeza la excita más. No, se equivoca, lo que la excita más es sentirlo finalmente. Sentir su miembro erecto entre sus íntimos labios. Todo fue más rápido a continuación, el se dejó hacer, ella guió la arremetida, él solo sintió.
La muchacha percibe cierto dolor entre sus piernas, no puede acostumbrarse rápido al miembro masculino del hombre, pero lo trata, trata de moverse y enseñarle lo bien que se siente la fricción en esa zona. Ella empieza a moverse un poco, empuja hacia delante, un poco hacia atrás, de nuevo adelante y de nuevo hacia atrás. El lobo la detiene bruscamente cuando cree que ella quiere salir.
—No te lo saques —menciona él apretando sus manos en la cadera femenina.
—Está bien, esto es así —dice ella —, muéveme así —lo anima ella. Con un gruñido el comprende y empieza a sentir lo que ella esperaba. El placer lo invade, le encanta la sensación, le gusta tanto que no quiere parar y solo siente que debe hacerlo más rápido, más fuerte.
Ella gime, la sacudida es buena, su intimidad tiene la máxima fricción y siente que se liberará en solo segundos. En cambio el hombre lobo quiere más y más cada vez.
—¡Oh mi Dios! —exclama ella abrazándole por el cuello y apoyándose en él. No le puede seguir el ritmo ya que el va más duro. Pero no se queja, todo es muy bueno igual.
Él está gruñendo, ella siente que él vibra, le encanta eso, también siente que bajo sus brazos le hinca algo. Es vello, nota entre las sacudidas.
—¡Sé suave lobo feroz! —expresa ella con una sonrisa. El vello no le asusta, la excita, pero hace una pequeña mención a un imperceptible dolor entre sus piernas solo por si acaso. El lobo hace ningún caso a eso. Se alegra de que no lo haya hecho de todos modos, porque tras esas fuertes y duras sacudidas ha podido llegar a dos orgasmos uno tras otro. El lobo también lo ha hecho y al fin se ha detenido. Sus cuerpos están sudados y pegajosos, desenredan sus brazos y aunque todavía están unidos abajo, se miran fijamente, topando sus frentes. Ella esta respirando con dificultad, él está fresco como una lechuga, solo que con pelos, quizás producto de la liberación, producto de la relajación y el descontrol.
No es completamente lobo, tiene barba, vello en el pecho, tiene en los brazos y piernas una tupida capa de vellos también. Eso no molesta a la chica, de alguna forma le encanta.
—Mi nombre es Sakura —murmura ella aún controlando su respiración. El lobo la contempla, la observa intensamente, sin perder la conexión de esos maravillosos ojos claros. Son tan claros como el agua de algún paraíso, le encanta, el ha pasado por muchos lugares, y tal vez podría compararlos con el mar, cuando cambia su brillante color.
—Soy Sasuke.
—Sasuke, bien —ella da un fuerte suspiro —Sasuke —menciona sonriéndole.
El gesto de la chica le gusta, le gusta que se muestre apacible con él. Ella le despierta sensaciones, empieza a creer que es algo parecido a los sentimientos. Algo de lo que siempre escucha hablar a los humanos cuando espía de vez en cuando.
Quiero protegerla dice su subconsciente. El reconocimiento hace que suelte gruñidos.
—¡Uf! ¡Me encanta eso que haces! —expresa ella con nuevo éxtasis.
—¿Lo que hago? —inquiere él curioso, todas sus palabras son como susurros neutros y algo serios. La pareja se mantiene abrazada y todavía conectada, a ninguno le parece molestar eso.
—Vibras, eso es… Muy caliente —responde ella dándole un beso. Esa acción maravilla al hombre lobo.
—Tiemblas, palpitas —dice Sakura entre lo que parecen besos, solo provoca el rozamiento de sus labios, solo lo provoca.
—Solo gruño —alcanza a decir Sasuke entre los breves acercamientos.
—Gruñe para mi entonces, Sasuke —dice ella.
El deseo no se va.
Se encuentra dolorida, sí, pero como siempre dicen, la noche es joven, y aún hay luna llena.
Y bien, qué te pareció?
