Leyenda de Zelda: Enlaces del Tiempo


Comentarios Iniciales:

Los personajes de Link y Zelda de esta historia están físicamente basados en el juego de Twilnlight Princess, mientras que el resto de los personajes que no sean inventados serán los mas cercano a sus apariencias en Hyrule Warriors. La edad de nuestros protagonista también es un poco diferente, Zelda tendrá la edad de 20 años, mientras que Link aparentara ser físicamente cinco años mayor que ella.

Esta historia hará muchas referencias de los juegos SS, OOT y TP. Utilizando solo esta Cronología en ese orden, sin interferir con ninguna otra. El contexto de este Fanfic se lleva miles de años después del final del juego de Twilnlight Princess.

Como le he dado un pequeño cambio a Link, lo eventos en OOT se manejaran de una manera completamente diferente a lo que sucedió en el juego. Donde debido a la situación de nuestro héroe, al no haber Link niño, fue la princesa quien descuidadamente permitió que Ganondorf se apoderara de la Trifuerza y creara su reino del mal por siete años, hasta la aparición del héroe legendario, quien combatió contra el terrible tirano, destruyéndolo y con ayuda de la ocarina volverá el tiempo, permitiendo que se creara el mundo de TP. Todo esto será explicado más detalle en la historia y sus razones por la cual la he hecho de esta manera.

Por otra parte, también anuncio que subiré un capitulo por semana, siendo principalmente los viernes. Para los que ya han leído mis historias anteriores, sabe que no dejo de trabajar en ellas hasta concluirlas.

Por último esta historia en general será catalogada como un Drama, donde los personajes se verán involucrados en situaciones que los hará crecer y evolucionar a través de la trama sin acabar en tragedia. Debido a esto pueden aparecer escenas violentas, palabras malsonantes y se hará referencia a escenas que abarcan sensualidad sin caer en la vulgaridad, es por ello que será marcada como clasificación T. Por lo tanto, si no están acostumbrados a este tipo de lecturas, por favor ahórrense sus comentarios.

La imagen de portada es de mi propiedad y la pueden encontrar en mi pagina de DA.

Sin más que decir, Gracias y espero que la disfruten.


CAPITULO UNO:

" La esperanza son los eslabones de la cadena de un deseo..."

- Ante el calor de la batalla final, el herido héroe luchaba contra la maligna criatura, su cansado cuerpo apenas y podía soportar los temibles ataques. Temiendo por la vida de su amado, la diosa blanca al contemplar el sacrificio que estaba dispuesto a hacer su elegido, haciendo uso de su poder, otorgó su energía vital al guerrero, ayudándolo a destruir y sellar aquel temible ente… Pero el precio que había pagado por aquella ofrenda, había sido devastador para el campeón de Hylia.

Sosteniendo entre sus brazos el inerte cuerpo de su amada, el guerrero suplicó a las tres divinidades creadoras del mundo, que deshicieran el hechizo de la diosa blanca sobre él, implorando que intercambiaran aquel destino, entregando su vida por la de la mujer que amaba… Más su petición fue rechazada, puesto las deidades supremas no podían recuperar lo que se había perdido.

Ante las lagrimas y el sufrimiento del caballero, las tres sabías explicaron al guerrero, el verdadero valor de aquella noble ofrenda, donde la diva había entregado su inmortalidad al paladín. Atrapándolo por siempre en una terrible e interminable batalla contra la oscuridad, la cual había jurado regresar y concluir con sus siniestros planes. Sabiendo que el guerrero no podría confrontar solo a aquella criatura, las sagradas diosas permitieron reencarnar el alma de diva blanca apara ayudar a su protegido a derrotar el mal cada vez que se presente…

Se dice que a pesar de los años, el inmortal héroe sigue resguardando el reino, protegiendo a sus habitantes, cumpliendo con su misión de mantener la esperanza y cuidar el poder sagrado, pero otros dicen que solo se encuentra simplemente esperando… a volverse a encontrar con su amada Diosa… - Narró con absoluto dramatismo el titiritero de sombras a su publicó, sintiendo las azoradas miradas de sus espectadores, siguiendo cada una de sus palabras.

El sonido de las ruedas de madera y el paso de los cascos de los caballos sobre el suelo de piedra interrumpió el natural y apacible ambiente de la plaza principal de la ciudadela, Los mercantes que habían bajado sus barullos para escuchar al maestro de las marionetas dar su espectacular presentación, murmuraban entre ellos, ante la presencia de aquel elegante carruaje que se habría paso entre las calles. Intrigados observaban la calandria que portaba los adornos e insignias de la familia real.

Ante la presencia de la carroza, pequeños niños admiraban atentos el paso de los enormes y blancos caballos que la jalaban, disfrutando de aquel extraño y único espectáculo, algunos de ellos se levantaron persiguiendo el vehículo, el cual estaba siendo custodiado por imponentes e imperiales guardias, montados en magníficas bestias de alazanes tonalidades...

Llegando a su destino, el carruaje se detuvo, mientras los briosos corceles resoplaban mordiendo sus frenos, mostrando su impaciencia. Ante ellos se encontraba la catedral más antigua del reino, siendo un replica exacta del famoso y antiguo templo del tiempo, lugar sagrado donde contaban las leyendas que descansaba la espada sagrada, arma del legendario héroe.

Ante el suave sonido del seguro de la puerta, la gente se arremolinaba ansiosa por conocer quien viajaba en su interior. Siendo atendidas por el capitán de la guardia, descendieron con cuidado y delicadeza un par de doncellas de la nobleza, sus largos vestidos arreglados indicaban que estaba en el rango más alto de la corte, pero para sorpresa absoluta de los habitantes fue observar, a la princesa del reino descender.

Su larga cabellera castaña clara brillaba ante la luz del astro rey, su delicado y fino rostro, adornado sin polvos mostraba su natural belleza, sus encantadoras pupilas azul ópalo relucía bajo unas largas y risadas pestañas. Adornada con el atuendo ancestral de las regentes del reino, la noble dama sonreía a sus súbditos, mostrando la pureza de su corazón.

Siendo considerada la joya del reino, no solo por su sin igual belleza, sino por su noble espíritu, los residentes de la ciudadela intentaron acercarse a la joven, tratando de mostrar su devoción, así esperando que aquella virtuosa alma escuchara sus plegarias.

Procurando proteger a la regente, los guardias aseguraban el paso de la entrada del catedral, evitando que los pobladores pudieran acercarse. Deseando pasar más tiempo con sus súbditos, pero sabiendo que le era imposible hacerlo, y menos en aquellos momentos, la princesa continuaba con su camino, subiendo los escalones de templo, hasta llegara a sus doradas puertas.

El fuerte sonido de la entrada al ser abierta anunció a los presentes de la presencia de un nuevo integrante, guardando el decoro, la noble dama caminó por el pasillo principal de la iglesia, escuchando como el eco de sus pasos resonaba en la estructura, apreciando el trabajo arquitectónico de esta. Sus largos y barrocos pilares, y aquellos coloridos ventanales que narraban la historia de las tres diosas y el cuento del héroe y la diosa blanca.

Deteniéndose frente al altar, Donde en el muro de la nave principal se encontraba la escultura de mármol blanco de las tres diosas, sosteniendo entre sus manos un triángulo que simbolizaba su sagrado poder. Sintiéndose conmovida ante aquella imagen, la dama la contempló en silencio, sintiendo como las lágrimas llenaban sus cristalinos ojos. No deseando perder más tiempo y sabiendo que no tenía mucho, camino hasta el pasillo izquierdo donde se encontraba el nicho y altar de velas de la diosa de la sabiduría.

Siguiendo el ritual acostumbrado de ofrendas, la princesa acercó su vela blanca, encendiéndola con la llamada de unas de las ya presentes, colocándola en el siguiente espacio de las portadoras, para después cerrar sus ojos. Arrodillándose ante la imagen de su diosa patrona sobre la banca de oración, sosteniendo entre sus manos su perlino rosario y una rosa, comenzando sus plegarias.

Sintiendo como su corazón se estremecía y sus manos temblaban, la princesa suplicaba con pasión a las diosas que escucharan su ruego, que la llenaran de sabiduría ante aquel oscuro e incierto rumbo en que se encontraba, que le brindaran la fortaleza para confrontar los oscuros deseos de su hermano, pero sobre todo deseaba, desesperadamente la salvación de su amado padre, quien había enfermado y estaba siendo arrastrado lenta y tortuosamente hasta su final.

- Os lo suplico, por favor ayúdenme. – imploró murmurando con quebrada voz, sintiendo como las lágrimas surcaban su rostro, sin saber que estaba siendo observada desde las sombras.

No deseando ser una carga para sus acompañantes, sabiendo que serían severamente castigados por haberla traído hasta aquella construcción, limpio las salinas gotas de su rostro, besando los pétalos de la flor, para depositarla frente al altar.


- En el Castillo de Hyrule -

- ¿Cómo que ha salido, acaso no saben seguir ordenes? Les dije que no quería que mi hermana abandonara el castillo – Gritó Fúrico un joven de cabellera rubia casi platinada, sus brillantes ojos grises resplandecían encolerizados, imponiendo su alto porte, mientras aventaba los objetos del escritorio de su estudio contra el suelo en un arrebato de coraje.

Aceptando el regaño por parte del futuro monarca, el comandante del reino solo cerraba sus ojos, sabiendo que era mejor esperar a que pasara el arrebato del príncipe en silencio que intentar hablar con él.

La escena fue interrumpida por el fuerte repiqueteo de la entrada, dando paso a la presencia de uno de los soldados de la guardia, el cual anunciaba que la princesa había regresado y se dirigía hacia los aposentos del rey. Sin esperar respuesta de sus súbditos, el joven aristócrata abandonó la habitación cerrando la puerta con fuerte movimiento mostrando su colérico carácter.

Callada escuchando la conversación de las doncellas de su corte, Zelda caminaba con la mirada agachada recordando la extraña conversación que había tenido con el ministro Rauru antes de abandonar la catedral, él cual le había indicado que tuviera fe, que las diosas jamás permitirían que la oscuridad cubriera el reino.

Ante las risas de las jóvenes que la acompañaban, no puedo mas que esbozar una fingida sonrisa, intentado mostrar su falso interés en los rumores y chismes que conversaban. Pero su tranquilidad fue destruida al escuchar la fuerte y molesta voz de su hermano mayor al llamara por su nombre. No deseando crear una escena, ni poner en riesgo a sus acompañantes, la dama comandó a su sequito a abandonarla apresuradamente, mientras ella se disponía a confrontar su familiar.

Ignorando las acciones de las doncellas, aún cegado por la ira, el joven monarca tomó a su hermana por la mano halándola hasta él, mientras le recriminaba sus acciones. Sintiendo como el dolor crecía ante la sujeción de su mano, haciendo acopio de su valor jaló su brazo liberándolo del fuerte agarre que había marcado su piel.

- Suéltame Zander, tengo el derecho que yo quiera de salir de este palacio. – espetó enojada, mientras acunaba su mano contra su pecho.

- Mientras este bajo el techo de este plació, seguirás mis instrucciones. – replicó, iracundo el príncipe acercándose hasta su hermana de manera amenazadora.

- No tengo por que obedecerte, no eres mi dueño. – Refutó con sobriedad la princesa, retrocediendo ante la amenazadora pose de su familiar.

Contralado por el coraje y la falta de sumisión de su preciada fraterna, el regente alzó su mano dispuesto a castigarla y someterla físicamente, pero para su terrible suerte, su movimiento fue detenido al sentir como el filo de una espada tocaba su cuello.

- Le recomiendo alteza, calmarse antes de que alguien salga herido. – expresó con absoluta seriedad una mujer alta de tez apiñonada, cabellera blanca y pupilas rojizas, atairada con el sagrado uniforme de los guerreros Sheikah.

Sabiendo que no podía hacer nada ante la presencia de la guardiana de doncella, bajó su mano y sin desear mostrar su derrota, el joven se alejó de las presentes con largos y rápidos pasos.

- Gracias Impa, siempre llegas en los momentos correctos. – expresó la princesa sintiendo un enorme alivio llenar su interior.

- No siempre. – replicó la seria guerrera notando las rojas marcas en la delicada piel de la aristócrata.

- No sé cómo puedo cambiar tanto, desde que padre enfermó, se ha vuelto una persona completamente diferente. - dijo la doncella, mostrando el pesar de sus palabras.

- El rey me ha enviado, quiere hablar contigo… Zelda, me temó que ha llegado la hora. – manifestó la guardiana de la joven, conociendo el pesar que traía con sus palabras.


-En los aposentos del rey -

Haciendo acopio de sus ultimas fuerzas, con una desaliñada caligrafía el monarca escribía una apresurada nota, sabiendo que su hora de partir había llegado, y que debía proteger el secreto del reino y el bienestar de su futuro. Daphnes terminaba de transcribir su última petición. Cerrando el pergamino con un rápido sello de cera. El monarca sostuvo en sus manos el papiro al tiempo que invocaba las antiguas palabras de las diosas, notando como una pequeña hada se materializaba tomando la comanda, desvaneciéndose con ella.

Ante el sonido de la entrada siendo abierta, recostando su cuerpo contra los almohadones, el orgulloso padre observaba como su hija entraba a la habitación, arrodillándose a un lado de su lecho. Siempre había sentido una infinita afinidad por su retoño, resignado y triste el soberano colocó su mano sobre su rostro, sintiendo como las cristalinas lágrimas de la princesa las humedecían.

- Si tan solo hubieras nacido primero, te amo mi pequeña Zelda, mi dulce diosa. – expresó el rey con ternura.

- Por favor, padre, no me abandones… No me dejes, Zander ha perdido la cordura, temo por el bienestar del reino, por el mío... Te necesito. – suplicó la doncella sintiendo como el calor empezaba abandonar a su progenitor.

- Escúchame bien hija mía, que estas serás mis últimas palabras para ti. Tú naciste bajo una gran estrella, estás destinada a la grandeza, pero tu camino estará lleno de sufrimiento… No pierdas la fe, prométeme que no abandonaras este reino, que lucharas por su gente… Hyrule fue forjado bajo leyendas, cumple con tu tradición… y todo… estará… bien. - fueron las finales palabras del monarca con su último aliento de vida.

Desconsolada ante su perdida, fuertes sollozos cubrieron el cuerpo de la doncella al tiempo que se abrazaba contra la figura sin vida de su padre, mientras gritaba una y otra vez a las diosas su nombre, suplicándole que no la abandonara, que se quedara, hasta lastimar sus cuerdas vocales, mientras interminables gotas corrían por su rostro desenfrenadamente.


- En la Arboleda Sagrada -

Siguiendo la comanda que se le había impuesto, una pequeña hada volaba a toda velocidad entre las oscuras sombras del antiguo refugio sagrado. La pequeña viajera cansada, usando sus fuertes alas recorría el lúgubre lugar hasta llegar al los vestigios de una antigua construcción completamente en ruinas. Deseosa de terminar con su misión, se acercó a la figura que se hallaba oculta entre las sombras, que observaba impávido el oscuro firmamento, notando como nubes de oscuridad empezaban a surcar el cielo.

Ante la presencia de la pequeña hada, el joven posó su mirada sobre la mensajera permitiendo que le entregara su encomendado en sus manos, sabiendo que una vez más las ruecas del destino se habían movido llamándolo nuevamente a la batalla.