I

La primera vez que vio a Clarke tenía quince años. Se acababa de mudar a la ciudad después de que el marido de su madre firmase un contrato como entrenador del equipo local de béisbol, los Portland Sea Dogs, ofreciéndole dinero y ventajas suficientes como para hacer que toda la familia abandonase la comodidad de Atlanta y los recuerdos que habían construido en aquella gran ciudad para comenzar de cero.

Su madre le había prometido que si le daba una oportunidad a su nuevo hogar lo acabaría amando tanto o más que el anterior, pero Lexa no podía odiar más aquello. No entendía por qué había tenido que dejar atrás a todos sus amigos y el sol de Atlanta para acabar en Portland. Y no la grande, famosa y llena de vida Portland de Oregón, sino la pequeña, húmeda y fría Portland de Maine, donde Lexa no conocía absolutamente a nadie y lo más destacable eran el puerto y el pescado. A ella ni si quiera le gustaba el pescado.

No le dirigió la palabra a su familia en semanas como protesta y en clase prácticamente no se relacionaba con nadie, le parecían todos estúpidos. Era como si en ese lugar nunca hubiesen salido de los 2000 y no había visto peinados y ropas más feas en toda su vida. Nunca le había interesado la moda pero hasta ella podía ver que nadie se molestaba por combinar los colores para no hacer daño a la vista o, por lo menos, usar ropa de este siglo. Además, parecía que la tecnología llegaba con diez años de retraso y los ordenadores que tenían en el instituto eran trastos enormes que tardaban siglos en encenderse.

Un día, al salir de clase de música un chico alto, delgado y moreno comenzó a hablar con ella. Le pareció agradable en un principio, pero nunca le hizo mucho caso. Sin embargo, él no cedió en su empeño de llamar su atención y comenzó a abordarla cada día después de clase. La seguía a todas partes, utilizando la escusa barata de que iban a casi todas las clases juntos. Cuando terminaban las clases y se veía forzado a ir por el camino contrario al de ella para volver a su casa, le ofrecía ir con él a pasar la tarde y estudiar juntos, aunque Lexa le repetía una y otra vez que no. A veces, la forma en que le cazaba mirándola provocaba que se le pusieran los pelos de punta.

Pero el peor momento llegó tras una clase de gimnasia, cuando Lexa se retrasó en ir al vestuario y acabó siendo la última en hacerlo. A los pocos segundos de entrar vio que él también lo hacía y cerraba la puerta a sus espaldas. Se acercó hasta ella ignorando su pregunta sobre qué hacía ahí y sin que Lexa tuviese tiempo de reaccionar la agarró e intentó besarla. La acorraló contra la pared y comenzó a tocarla por todas partes a pesar de que Lexa le suplicaba que parase.

Le arañaba, le mordía y hasta le pegaba puñetazos pero él detenía todos sus golpes y la inmovilizaba apretándola aún más contra la pared, sacando ventaja de su fuerza y de su altura. Lexa ya no sabía qué hacer para quitárselo de encima y sentía que las lágrimas comenzaban a brotar mientras sentía los dientes y la lengua de aquel tipo sobre ella. No entendía por qué estaba ocurriendo aquello y rezaba para que aquel infierno acabase.

En ese momento, alguien le agarró del pelo por detrás y lo apartó de ella con fuerza, haciendo que chocase contra la puerta de uno de los servicios. Lexa apenas pudo ver entre las lágrimas a una chica rubia, algo más desarrollada que ella, dándole una fuerte patada en la rodilla y luego un rodillazo en el estómago que le dejó en el suelo luchando por respirar.

-Como vuelvas a tocarle un pelo te juro que voy a tu casa por la noche y te corto en pedazos mientras duermes -le amenazó antes de coger la mano de Lexa y tirar de ella para sacarla del vestuario.

Corrieron, corrieron y corrieron, agotando todas sus fuerzas, hasta que a Lexa le ardió el pecho y las piernas no le contestaron más. Al detenerse para coger aire miró hacia atrás por primera vez y se dio cuenta de que se habían alejado tanto que habían salido del recinto del instituto y estaban en la calle. Aún le quedaba una clase más aquel día pero le dio igual porque si algo tenía claro era que no pensaba volver ahí dentro.

La otra chica se sentó en la acera mientras recuperaba el aliento y extendió una mano hacia ella con una sonrisa.

-Clarke, encantada de salvarte de las garras de un cerdo -jadeó.

Lexa aún temblaba por lo ocurrido pero aquello la hizo reír, y observó con más detenimiento a aquella rubia de ojos azules que le tendía la mano mientras sentía que comenzaba a relajarse. Al fijarse en ella se percató de que ya la había visto antes, en clase. Coincidían en casi todas las asignaturas y aunque nunca se había propuesto acercarse para hablar con ella, desde el primer día Lexa siempre pensó que era con facilidad la chica más preciosa que había visto en esa escuela, en esa ciudad y quizás en su vida.

-Gracias por salvarme -le estrechó la mano con la misma sonrisa-. Soy Lexa.

-Lo sé -contestó Clarke de forma natural, descolocando ligeramente a Lexa. Se levantó del suelo, se sacudió los pantalones y metió las manos en los bolsillos traseros de su pantalón vaquero, volviendo a sonreír de aquella forma que la cautivó por dentro-. Bueno, ¿te apetece ir a tomar algo?

Desde entonces no hubo nadie con quien Lexa quisiera pasar el tiempo más que con Clarke, y dejó de repetirle a su madre que no había ni una sola cosa en Portland que pudiese gustarle.

/ / /

-Clarke, no creo que esto sea una buena idea -Lexa observó la gran puerta de metal que tenía delante y la vieja mansión que se asomaba al fondo del camino, entre un montón de árboles que parecían actuar de barrera contra el mundo. Contra gente como ellos.

-¡Claro que lo es! -gritó Raven desde el otro lado de la puerta alzando los brazos- ¡Es la mejor idea que hemos tenido nunca!

-La opinión de una chiflada no cuenta en estos casos, Raven -protestó Lexa, que se giró hacia su otra amiga mientras Raven murmuraba algo desde la puerta que no quiso escuchar- ¿Clarke?

La rubia miraba concentrada a Monty, que estaba trepando por los barrotes de la puerta en ese instante, sin perder detalle de cada uno de sus movimientos. Al escuchar su nombre miró emocionada a su amiga, pero su gesto se ensombreció al ver la preocupación en los ojos de Lexa.

-Vamos, Lex, todo estará bien -quiso tranquilizarla-. Solo vamos a dar una vuelta por la casa y beber un par de cervezas, ¿qué hay de malo en eso?

-Lo sé pero… -se acercó un poco más a ella para que nadie más la oyese- ¿No tienes miedo de que estos la líen otra vez?

Lexa se refería a la última vez que habían hecho lo mismo en otra casa vacía, cuando por culpa del ruido que sus amigos habían montado habían tenido que salir corriendo después de que un vecino les descubriera y avisara a la policía. Desde entonces habían evitado repetir la experiencia durante varios meses, pero ahora que estaba a punto de saltar aquella gran puerta metálica le asustaba la idea de que esa situación pudiese repetirse. No quería ni pensar en la multa que tendrían que pagar por allanamiento y por beber alcohol siendo casi todos menores de 21 años.

-No pasará nada, ya lo verás.

-¿Cómo puedes estar tan segura? -insistió- No quiero que otra vez por culpa de los gritos de Jasper o porque el idiota de Finn rompa algo borracho casi me dé un infarto por tener que huir de la policía.

Clarke se echó a reír por la preocupación de su amiga y se acercó para rodearle la cintura con los brazos. Aquello hizo que Lexa se tensara un poco y su corazón latiera más deprisa.

-Nadie va a huir de la policía esta noche -susurró divertida, estrechándola con cariño entre sus brazos.

Lexa, que por un segundo se había olvidado de lo que estaban hablando al ver tan cerca los labios de la rubia, tragó saliva con dificultad y asintió imperceptiblemente. Clarke tenía la manía (o habilidad) de agarrarla y presionarla contra su cuerpo de aquella manera que la dejaba incapaz de pensar con claridad cada vez que se ponía nerviosa o quería convencerla de algo, y era evidente que funcionaba.

-¡Eh, chicas! -gritó Monty haciendo que ambas le mirasen. Ya había cruzado al otro lado y estaba apoyado en los barrotes con una sonrisa de satisfacción- Sois las últimas.

-¡Ya vamos! -contestó Clarke y después volvió a concentrarse en Lexa, que ya parecía reaccionar de nuevo-. ¿Juntas?

-Juntas -afirmó.

Todos los demás ya estaban dentro de la mansión cuando ellas llegaron. Algunos habían subido al segundo y tercer piso para curiosear y se les oía chillar tonterías y reír, pero la mayoría se encontraba en una sala enorme del primer piso que parecía haber sido un gran salón para celebrar reuniones y fiestas. Estaba completamente vacía excepto por una vieja chimenea, una enorme lámpara en forma de araña que amenazaba con caerse si empezaba a soplar el viento y un sofá de estilo victoriano tapizado de amarillo, tan desgastado y sucio que todo el mundo prefería sentarse en el suelo antes que en él.

La casa era de inicios del siglo XX y perteneció a un multimillonario francés que se afincó en la ciudad y mandó construirla en mitad de la nada expresamente para las vacaciones de verano de su mujer. Después de que nadie quisiera comprarla tras su muerte, se había acabado convirtiendo en el sitio perfecto para colarse de noche y hacer botellón o andar por las habitaciones con una grabadora buscando fantasmas.

De alguna forma, Bellamy y Octavia habían conseguido encender la chimenea sin quemar toda la casa y eso bastaba para iluminar toda la estancia. Los demás estaban sentados en círculo frente a ella y algunos ya habían empezado a beber. Entre ellos Finn, que se levantó de inmediato y se acercó a ellas en cuanto las vio llegar.

-Por fin -exclamó mirando a la rubia con una sonrisa- ¿Cuánto tiempo más me ibas a tener esperando? -rodeó los hombros de Clarke con un brazo e intentó darle un beso, pero al notar la mirada de Lexa junto a ella la rubia apartó la cara lo justo para que el beso acabase en su mejilla.

-Ahora no, Finn -susurró incómoda y le apartó para ir a saludar al resto.

Finn se percató de la presencia de Lexa entonces y la observó de los pies a la cabeza con desinterés. Lexa podía notar desde donde estaba el ligero olor a whisky que se desprendía de su aliento y el rojo de sus ojos indicaba que ya se había bebido varias copas.

Genial. Su idiotez se multiplica por veinte cuando se emborracha, pensó.

-Tú también has venido -murmuró, fracasando en su intento de parecer sorprendido.

Lexa le ignoró y se dirigió hacia el sofá, donde Anya y Lincoln estaban terminando de sacar todo el alcohol de las bolsas, y Anya sonrió cuando la vio acercarse al lugar en el que estaba colocando las cervezas entre hielos para mantenerlas frías.

-Hola, morena. ¿Quieres? -le tendió la mano con una cerveza fría.

Lexa asintió y la cogió con desgana mientras veía que Finn volvía a buscar a Clarke, agarrándola por la cintura mientras ella hablaba con Bellamy. Apretó la cerveza entre sus dedos deseando poder estampársela en la cabeza.

-¿Y esa cara? -preguntó Anya siguiendo su mirada-. Ya veo… No te preocupes, Clarke no es tonta.

-Lo sé -contestó Lexa sin poder apartar la vista de la mano de Finn, que iba descendiendo cada vez más desde la cintura de Clarke hasta la parte más baja de su cadera.

-Técnicamente no están juntos.

-Lo sé.

-Sabes que a Clarke le importa tu opinión más que la de nadie.

-Lo sé -suspiró.

-¿Entonces por qué no te relajas y dejas de mirarles como si fueran los únicos que están aquí?

Lexa miró a Anya, que la observaba con media sonrisa pero sin poder ocultar su preocupación por ella, y de pronto se sintió muy estúpida. Cayó en la cuenta de que aquella noche no solo iban a beber porque sí y miró la hora en su móvil, confirmando que ya habían pasado cuarenta minutos desde las doce.

-Joder, lo siento -se disculpó mirándola de nuevo-. Es tu cumpleaños y no te he dicho nada, soy una idiota. Muchas felicidades -dijo abrazándola con fuerza.

Anya se rió en sus brazos y la estrechó devolviéndole el abrazo. Después de Clarke, Anya era la segunda persona de aquella ciudad con la que mejor había conectado. Era reflexiva y perseverante, como ella, por eso se habían entendido casi al instante cuando Clarke se la presentó junto con el resto de sus amigos.

-Es mañana, pero gracias.

-Me da igual, a estas horas ya es tu cumpleaños -se giró hacia los demás para que la oyesen-: ¡Eh, más os vale a todos felicitar a Anya!

-Lexa, no hace falta que… -comenzó a murmurar la cumpleañera pero Raven la sorprendió por la espalda fundiéndose con ella en un abrazo.

-¡Felicidades! -gritó y después fulminó a Lexa con la mirada-. Mierda, Lexa, ¿de qué vas? Quería ser la primera en hacerlo.

Anya intentó ocultar el sonrojo que apareció en sus mejillas por el abrazo de Raven pero a Lexa no se le escapó aquel detalle y miró a su amiga con curiosidad.

-Pues entonces deberías haber sido más rápida -se burló.

-¿Crees que eres más rápida que yo?

-No lo creo, lo sé.

-¡Ja! Cuando quieras me lo demuestras -replicó Raven encarándola y conteniendo la risa.

-Chicas, chicas… -intervino Anya- No tenéis que competir por mí, yo os quiero a las dos -bromeó-. Venga, vamos con los demás.

Clarke ya estaba con ellos y seguía hablando con Bellamy, sentada casi al otro lado del círculo. Sonrieron cuando sus miradas se cruzaron, pero la sonrisa de Lexa se desvaneció cuando Finn se sentó al lado de la rubia y volvió a agarrarla de manera posesiva reclamando su atención.

Baboso, pensó y desvió la mirada para no tener que aguantar aquel espectáculo de hombre de bellota.

Ni si quiera entendía qué pintaba allí con ellos. No era amigo suyo, era cuatro años mayor que ellas, era arrogante y se tomaba demasiadas confianzas con la gente. No había nada que le relacionase con sus amigos excepto que iban a la misma universidad, con la diferencia de que él estudiaba un máster en política internacional en el que ni si quiera se tenía que esforzar porque lo pagaba su padre, que era nada menos que el alcalde. Pero desde que salía con Clarke había tomado la mala costumbre de ir con ellos a todos lados y nadie parecía decirle nada.

En algún momento de la noche alguien sacó un pequeño equipo de música y la gente se animó mientras Monty y Jasper discutían al final de cada canción sobre cuál debería sonar después. Lexa no le prestaba mucha atención a la música porque estaba concentrada intentando ganar a Raven en un calientamanos. Era especialmente difícil porque Raven siempre había sido su gran rival en ese juego.

En ese y en todos.

Su amistad consistía, básicamente, en que Lexa aceptaba todos los retos que Raven le proponía. Era algo que no podía evitar, le gustaba competir y hacerlo con Raven era divertidísimo. Raven, por su parte, estaba encantada con aquello porque Lexa era la única persona que podía seguirle el ritmo. Se había convertido en un juego para ellas. Sin embargo aquella vez, después de provocarla cuando estaban con Anya, su amiga se lo estaba tomando muy en serio.

-¡Gané! -gritó Raven al conseguir golpear la mano de Lexa por tercera vez.

-Mierda -Lexa se miró las manos decepcionada.

-Oh, no llores, Lex. No pasa nada, poca gente está a mi altura -se burló dándole un abrazo de consolación-. Joder, qué bien te huele el pelo -dijo de pronto.

-Esto… ¿gracias? -respondió apartándola algo incómoda.

-A ver -Anya se acercó a ella desde el otro lado y Lexa se estremeció cuando también le olió el pelo.

-Parad, esto es muy raro -se abrazó a sus rodillas para protegerse y sus amigas se echaron a reír.

-Yo también quiero -al oír la cálida voz de Clarke tras ella sintió un cosquilleo en el estómago, que se intensificó cuando notó que la rubia se sentaba y la abrazaba por detrás.

-Venga ya, Clarke -protestó Raven, quizás demasiado seria para la conversación absurda que estaban teniendo por culpa del alcohol-, tienes que saberte su olor de memoria, estás siempre pegada a ella.

-Lo sé -contestó y después se acercó al oído de Lexa-, pero nunca es suficiente.

La morena sintió que sus mejillas se encendían de tal manera que tuvo que esconder la cara en su propio hombro para que nadie lo notara y creyó que se podría derretir ahí mismo, fundiéndose con la vieja madera que cubría el suelo de la casa, pero no pasó. En lugar de eso Clarke se pegó a ella más todavía.

-Te he visto -dijo apoyando la barbilla en su hombro. Lexa giró la cara y quiso contestar, pero se quedó en blanco al sentir la respiración de Clarke en su mejilla y notar el olor a vodka y limón en su aliento. Se notó mareada y quiso creer que era por culpa del alcohol que había bebido-. Antes, cuando estaba hablando con Bellamy y Finn me agarró, te he visto -aclaró cuando vio que Lexa no contestaba.

-Lo siento.

-No lo sientas, se comportó como un estúpido. En todo caso soy yo la que siente que tuvieses que verlo.

-No entiendo por qué se lo permites -murmuró Lexa observando las llamas de la chimenea.

-Ya sabes que nuestros padres…

-Entonces habla con ellos -la interrumpió-. No pueden lanzarte a los brazos de un tío al que está claro que no conocen solo por negocios.

-No es tan fácil, Lex -suspiró la rubia.

Lexa quiso rebatir aquello, pero no fue capaz. Sabía lo importante que era para la familia de Clarke quedar bien con el resto de la ciudad y por eso insistían en que su única hija saliese con el hijo del alcalde, quien además era el mejor amigo y (casualmente) el jefe del padre de Clarke. Aquello les mantendría en su estatus social y ayudaría a Jake Griffin en su carrera política, pero condenaría a Clarke a una vida infeliz para siempre.

Algo que, por lo visto, no era tan relevante para sus padres.

Las pocas veces en que Lexa la había visto quejarse ellos la habían amenazado con quitarle lo que más adoraba en el mundo: sus clases de pintura, y la habían castigado durante semanas con frases como: "debería darte vergüenza", "no te hemos criado para que seas una desagradecida" o "vas a buscarle la ruina a tu familia con ese comportamiento". Habían llegado a hacerla sentir tan culpable, inferior y vulnerable que Clarke había perdido toda capacidad de enfrentarse a ellos.

Por eso sabía que no podía pedirle algo así.

Clarke ocupó el sitio de Anya al lado de Lexa y allí permaneció el resto de la noche, ignorando a Finn cada vez que se acercaba para pedirle que fuese con él a algún sitio más apartado o la miraba de manera inquisitiva. Toda su atención estaba dirigida hacia su amiga y la mano de esta, que sujetaba entre las suyas, donde de vez en cuando dejaba alguna caricia arrancando una pequeña sonrisa a la morena.

Cuando ya se había acabado toda la cerveza y solo quedaba una lata, Bellamy y Murphy empezaron a pelearse entre ellos para ver cuál de los dos se la bebía. En realidad, más que pelearse daba la sensación de que estaban tonteando entre ellos y ese detalle no le pasó desapercibido a nadie, especialmente menos a Miller, que les miró con media sonrisa.

-No entiendo por qué os peleáis cuando lo que estáis deseando es liaros -soltó de repente, provocando que todos dejasen lo que estaban haciendo para prestarle atención.

Los dos chicos dejaron de pelearse al instante, miraron a Miller, luego se miraron entre ellos, y para sorpresa de todos comenzaron a reír a carcajadas como si acabasen de oír la cosa más absurda del mundo.

-Pero si ya lo hemos hecho -contestó Murphy entre risas.

-Llegas tarde al apunte, Miller -le siguió Bellamy, quitándole la cerveza de la mano y empezando a beberla.

Miller los observó con la boca abierta sin creerse lo que acababa de oír, al igual que la mayoría de los que estaban allí. La única que continuó bebiendo de su copa y que no parecía sorprendida con la noticia era Clarke.

-¿Qué? -le preguntó Octavia a su hermano- ¿Y cómo es que yo no lo sabía?, ¿Cuándo pasó eso?

-Pues no me acuerdo -contestó Bellamy rascándose la cabeza-. Hace… un año o así, ¿verdad, John?

-Por ahí, más o menos -dijo Murphy sin más-. Pero no entiendo por qué estáis tan sorprendidos, Clarke ya lo sabía.

-¿Qué? -preguntó Octavia aún más fuerte y todas las miradas fueron a parar sobre la rubia.

-Fue en una fiesta… no recuerdo cuál -comenzó a explicar-. Entré en una habitación buscando mi abrigo para marcharme y me los encontré retozando en el suelo. Fue traumático, os lo aseguro -afirmó riendo.

-¡Eh! -protestaron los dos a la vez.

-¿Tú lo sabías? -volvió a preguntar Octavia, esta vez dirigiéndose a Lexa, que miró a Clarke con una sonrisa de complicidad y agachó la cabeza-. ¡Claro que lo sabías! Y ninguna de las dos me lo dijo, estupendo -se cruzó de brazos indignada.

-No te pongas así O, ya sabes que no suelo comentarte mi vida privada -contestó Bellamy.

-Yo la entiendo -intervino Lexa-. En realidad es algo que todos estábamos deseando que pasara, hacéis muy buena pareja.

-¿Quién ha dicho nada de pareja? -bromeó Murphy.

-Bueno, ya que hoy estoy en racha… -volvió a intervenir Miller, que por fin parecía haberse recuperado de la noticia- ¿Qué hay de vosotras, Lexa?, ¿Cuándo pensáis liaros?

Un ángel pareció cruzar la sala en ese momento porque el silencio que se hizo fue tan grande que se podía escuchar el sonido de la madera quemándose en la chimenea. Toda la atención estaba puesta sobre ellas y nadie pudo ignorar el tono rojizo que adquirieron las mejillas de Clarke y Lexa, que por primera vez en toda la noche evitaron mirarse.

-Oh, dios mío -dijo Octavia emocionada-. ¿Vosotras también?

-Fue hace muchos años… -murmuró Clarke sonrojándose más todavía.

-Oh, dios mío -repitió llevándose las manos a la boca.

-Éramos unas crías O, ni siquiera cuenta -contestó Lexa con una risa nerviosa.

-¡Claro que cuenta! ¿Sabéis el tiempo que llevo queriendo oír esto? Madre mía, ya me lo estáis contando todo ahora…

-¡Octavia! -la cortó Finn, que hasta ese momento había sido el único que había evitado mirarlas y que no disfrutaba con la conversación. La lata que tenía en la mano estaba tan deformada por la fuerza con la que cerraba el puño que ya era imposible que pudiese beber de ella- Cállate ya.


Bueno, después de mil años aquí estoy otra vez jaja Esta es una historia que se me ocurrió en verano y cuando empecé a escribirla al final me acabó atrapando tanto que aquí está. Me he dado cuenta que es un tema que está poco explotado por aquí y he tratado de hacer algo interesante, espero que os acabe gustando tanto como a mí!

En nada subiré el siguiente capítulo para que vayáis entendiendo mejor todo, pero antes me encantaría que me fueseis diciendo lo que os parece el inicio, aunque sea para decirme que es una chorrada y que os deje en paz, que eso ayuda.

Muchas gracias! :))

PD: mi intención era hacer la sinopsis más larga pero no me ha dejado poner nada más sorry