Esto básicamente fue un reto… es Pegging, para quien no sepa, es cuando una mujer es la activa en la relación sexual, algo así como el sueño de las fujoshis…
Así que no diré mucho, y sí estoy un poco avergonzada de haber escrito esto, creo que es lo más sucio que he escrito. Pero me enorgullece saber que es consensual, los personajes son mayores de edad y que se aman.
Si no te gusta no comentes ni dejes hate no seas PatoDeHule
Gracias, de nada.
Espero que les guste, Kacchan pasivo.
Resumen: Camie descubre un peculiar fetiche de su novio y pues… duda en hacerlo o no realidad porque su novio es un histérico.
Disclaimer: No me pertenecen los personajes. Que vergüenza.
-o-
Bend over my boyfriend
(Inclinarme sobre mi novio)
Las voces en la televisión hablaban sobre noticias banales de la ciudad, dos ataques en el centro por villanos que fueron rápidamente detenidos por tres héroes, se mezclaban con suaves gemidos femeninos. Los destellos de las imágenes iluminaban la habitación, se reflejaban en la pared y el mueble más cercano. Las sabanas habían caído al suelo despacio hasta formar una masa de tela gris.
Alguno sonido agudo se dejaba escuchar mientras se anunciaban comerciales. La cama se agitaba al compas de los movimientos de un cuerpo viril y fuerte que embestía una silueta femenina bajo su peso. Sus cabellos dorados se agitaban en la almohada. Pequeñas chispas salían de las manos varoniles que sostenían las caderas anchas y firmes de la joven. Sus jadeos provocaban que el ritmo fuese mucho más rápido, intenso y fuerte. Los cuerpos al chocar emitían un sonido hueco y rítmico.
Ella rodeó con sus piernas la cintura masculina que se abrió paso en ella. Ahondando más las embestidas, entregándose profundamente a sus deseos. Acarició el rostro agresivo y apasionado del rubio que hacia el amor con ella. Su sudor comenzó a emitir un aroma dulzón y suave, fue como si en toda la habitación oliera a incienso de rosas y miel. Es por eso que el olor del sexo jamás se impregnaba en la habitación. Ella gemía dulcemente para él igual que un gatito. Se retorcía bajo su cuerpo como una serpiente y contoneaba sus caderas de arriba abajo con movimientos circulares, dejando sus pechos expuestos para que él se saciara de ellos. Bebiera y se aferrara a sus pezones con los dientes. Mordía fuerte y apretaba la suavidad de su carne.
Su mano libre rosaba con la mayor delicadeza posible, ese suave botón entre sus labios inferiores. Ella le enseñó a tocarla, con cuidado y con violencia dependiendo de los lugares. Podía dejar mordidas en lugares no visibles y rasguños en sus muslos. Ella le mostró como le gustaba hacer el amor, porque él era demasiado bruto, agresivo y sin tacto que la lastimaba con caricias sencillas. Él se dejó guiar, se dejó querer, porque lo aprendió a conocer. Por eso dejo que le mostrara sus lugares eróticos, las zonas sensibles de su cuerpo. Así fue como mientras entraba y salía de ella con su enorme virilidad, la estimulaba dócilmente con su pulgar y la miraba.
Entreabría sus labios carnosos para dejar escapar su voz, pero también, sabía como seducirlo. Sus gestos, la voz, combinados con sus movimientos cadenciosos, lo volvía loco.
― Joder, mujer… vas a hacer que me venga― dijo con una voz ronca y entrecortada.
Ella sonrió, así que detuvo sus movimientos para enredar sus manos en los cabellos dorados y húmedos. Sin embargo, él no dejaba de entrar y salir de ella al mismo tiempo que incitaba aquel lugar que muy pocos hombres conocían.
―Si quisiera que te vinieras, hubiera hecho esto― en seguida, apretó fuerte con ayuda de sus paredes internas, el órgano carnoso y vasto dentro de ella.
Rápidamente, el macho alfa que tanto se enorgullecía de serlo, se detuvo, las terminales nerviosas de su cerebro hicieron un corto circuito, gimió, hecho su cabeza hacia atrás mientras sentía como su miembro era succionado. Ella emitió una risita y atrajo el rostro de su hombre hacia sus enormes pechos. Él estaba temblando, todo su cuerpo tenía pequeños espasmos de placer.
― Eres rudo, bae― susurró ella al notar que estaba conteniendo el orgasmo. Al notar sus hombros y mejillas rojas e hinchadas, se detuvo.
Una vez que recuperó el control y el aliento, buscó sus labios, un beso profundo acompañado de caricias obscenas y fuertes, le hicieron saber a Camie que estaba satisfecho y feliz. Luego siguió moviéndose dentro de ella.
Volvió a buscar ese pequeño punto en ella para hacerla llegar. Camie comenzó a gemir y mover sus caderas rápidamente, anunciaba el orgasmo, pero entones él se detuvo. Miró a su mujer con una sonrisa traviesa. Quedo quieto dentro de su cuerpo. Le gustaba verla temblando y un poco frustrada por no haber llegado. Su respiración agitada y los ojos lagrimosos lo excitaron.
― Esto es por provocarme― dijo Bakugo, refiriéndose cuando ella contrajo sus músculos― ya sabes que no me gusta que jueguen conmigo, ni en la cama.
Camie se avergonzó, miró hacia el abdomen trabajado de su hombre. Ella sabía que en la cama no era tan experto ni perfeccionista como en la vida. No tenía el control y no lo tenía porque era bruto, le faltaba experiencia. Ella dejaba que tomara el control para no pelear y sobre todo porque Katsuki se esmeraba a la hora de tener relaciones. Cuando se trataba de sexo oral era tan delicado y fino que ella pensaba que cambió su lugar con otro hombre. La forma de lamer su cuerpo se volvía casi sublime que por donde dejaba su saliva había dulce.
― Sigue― dijo entrecortadamente Camie― sigue, Bakubaby… sigue
Él obedeció a su manera, sus movimientos eran lentos, casi aburridos, pero mientras más profundizaba golpeaba una parte interior en ella que no sabía que era. Y ella gemía y sus manos se aferraban a las sabanas porque no tuvo ese orgasmo y su cuerpo se debilitaba. Abría mas las piernas para él, movía su cabeza de derecha a izquierda, aferrándose a algo. Dejo de pensar, sólo quería que él no se detuviera.
― Estás muy mojada…
Continuó, con movimientos más acelerados y profundos. Las piernas de Camie se flexionaron dejando el espacio suficiente para el cuerpo de Katsuki en medio. Sus manos buscaron lo glúteos firmes y trabajados que se movían impulsando el cuerpo de su hombre.
― Tócame― dijo ella.
Al instante siguió con lo que no había terminado. Ella emitió un fuerte sonido de placer que llevó a Katsuki a cerrar los ojos. Escucharla gemir era como una fuente de inspiración, él tenía el control, él lo hacía bien. Su mujer se derretía sobre la cama, acariciando sus nalgas y metiendo un dedo en su zona más privada.
Automáticamente, Bakugo se detuvo y se separó de su mujer. Ella estaba de nuevo consternada, él la veía asustado, indignado.
― ¿Por qué hiciste eso? ― preguntó furioso. La erección bajo hasta un 30%
― ¿Qué? ― Camie se hizo la desentendida, sabía muy bien a que se refería.
― Deja de jugar conmigo. ¡Ibas a meterme un dedo!
― Mi intención era meter tres, pero…
Katsuki saltó de la cama, no quiso escucharla, buscó sus boxers, encendió las luces y fue a la sala con toda la indignación que puede tener un macho alfa, lomo dorado, pelo en pecho, verga de león. Camie suspiró resignada. No estaba preocupada, ella generalmente vivía en la luna, cuando su novio se enojaba con ella lo tomaba de la forma más tranquila posible. Lo dejaba gritar, maldecir, señalar, culpar y hasta regañar, en diez minutos lo tenía de nuevo calmado con el mal humor estándar de todos los días.
No era difícil convivir con él, cuando conoció su lado más noble y sentimental, Bakugo sólo tenía vergüenza de sus propios sentimientos y el que dirán, porque se obliga a ser fuerte, a ser macho dominante, a ser el mejor. Sobre esfuerza sus propias capacidades. ¡Jodido perfeccionista! Camie sabía que cuando se enojaba con ella, era una molestia tan insignificante que nunca lo tomaba en serio.
Tomó una de las playeras de su novio, la que traía puesta, negra y con la leyenda "rock is dead, metal is hell" y salió de su habitación.
La casa de Bakugo era elegante y sofisticada. Él le dio su llave y por eso es que esa noche de descanso decidió pasarla con él. Había veces que llegaba a casa cuando no estaba, le ayuda con la limpieza básica y ponía la ropa en la lavadora. Otras veces preparaba la cena antes que él llegase. Bakugo le permitió entrar a su espacio porque ella le demostró que lo valía todo. También le ayudaba a recoger cosas que había olvidado o entregar discos o libros a Kirishima cuando los necesitaba. Estando en su espacio se llenó más de él hasta conocer sus más íntimos secretos. Como las revistas y videos porno que guardaba en un cajón bajo su ropa interior. Eso era relativamente normal en un hombre de su edad, a los vientres años, cualquier hombre tiene fantasías y deseos sexuales. Aunque las de Bakugo no eran precisamente comunes. No se admiró por sus excéntricos gustos.
Es por eso que Camie tuvo la valentía de hacerlo.
Una mujer, estimulaba el orificio de un hombre en el video, con su lengua. Otra mujer metía dildos a otro hombre en una revista. Una mujer fornicaba con un hombre haciendo el papel activo y penetrándolo con el arnés en sus caderas.
"Otro orgasmo es posible: estimulación de próstata" decía un artículo en las revistas. Camie leyó completo y buscó más tarde información al respecto. Supuso que Katsuki no dijo nada de esto por vergüenza. Ocultando todo hasta que un día era descubierto después de maldecir y gritar "shine". Por ello creyó conveniente no preguntar, sólo hacerlo, quizá él estaría de acuerdo. Durante el sexo los seres humanos son más francos con ellos mismos. Pensó que funcionaria; no que saldría corriendo como colegiala a la que le levantan la falda.
Caminó despacio hasta la cocina, pero no lo encontró. Escuchó el agua del inodoro y comprendió que estaba en el baño.
No quiso molestarlo.
Fue a la cocina por agua. Bakugo no salió del baño y aquella escena le pareció tierna. Lo esperó fuera. Recargó su espalda en la pared y se sentó. Camie la mayor parte de las veces no pensaba antes de hablar, sólo soltaba lo que llegaba a su mente y muchas veces metía la pata. Esta vez se detuvo antes de decir algo. No quería empeorar las cosas, hasta ella conocía los limites. Así que esperó, se hizo un bollito bajo la camisa de Bakugo que era bastante grande para ella. No hubo sonidos dentro o fuera del baño. A lo lejos podía escuchar la voz de la presentadora en la televisión. Debían ser alrededor de las nueve.
― Sé que estas a fuera, vete a dormir― escuchó a Bakugo del otro lado de la puerta. Su furia bajó, estaba avergonzado.
― No. Quiero pedirte disculpas.
No obtuvo respuesta durante cinco minutos. Camie quería decirle la verdad, así como era. Que vio sus revistas por accidente y creyó que sería bueno cumplir su fantasía, no había nada de malo en probar cosas nuevas.
La puerta se abrió al mismo tiempo que Katsuki habló, con su voz potente, masculina.
― ¿Desde cuando lo sabes? ¿Por qué nunca me dijiste que lo sabías?
Camie lo miró hacia arriba, era tan diminuta en ese momento que pensó que Katsuki la aplastaría con un pie. Él le dio la mano para incorporarse. Luego lo siguió a la cocina. Sacó una cerveza y abrió la lata.
― Pensé que querías mantenerlo en secreto, así que creí que, tomando la iniciativa podría cumplir esa fantasía.
Bakugo estaba consciente de ello, sin dudarlo, Camie cumpliría cualquier capricho ya lo ha hecho antes. Sin embargo, este asunto era distinto. Su orgullo y virilidad estaban incluidos.
― No quise que cambiara la imagen que tienes de mí― Camie ladeó su cabeza como siempre que no entiende algo, sus enormes ojos se clavaron en el rostro de Bakugo― ¡no soy un marica! ¡No me gustan los hombres! ¡Entiendes! No soy maricon o bisexual.
Camie trató de entender el punto, a veces era muy lenta para atrapar los mensajes entre líneas o escondidos. Negó con la cabeza.
― Jamás pensé que fueras homo. Bakubabe, eres el hombre más varonil y viril que conozco. Jamás pensaría eso de ti.
Él la miró nervioso, dudaba un poco, pero sabía que Camie era bastante tonta para mentir, jamás en su vida ni en su relación ha dicho una mentira para agradarle, ella siempre era sincera, de una manera extraña y torpe, pero era honesta. Le creyó.
― Entonces, ¿qué piensas?
― Bae, quería complacerte… además, después de ver las fotografías, me informe un poco y te sorprenderá saber que es una practica muy común. Porque el Punto G de los hombres, está en la próstata y para llegar a ella debes insertar objetos por el ano.
Katsuki se golpeó la frente. Camie no conocía la sutileza, decía todo lo que llegaba a su cabecita loca.
― ¿No te da asco?
― ¿Eh? ¿por qué? Hemos tenido sexo anal varias veces. Y si eso va a hacerte sentir placer, no tendría por qué. Además, yo te dije lo que me gustaba hacer durante el sexo y jamás te negaste― habiendo tentado el terreno, Camie comenzó a avanzar hasta su hombre con pasos felinos, moviendo sus caderas. Una vez frente a él, hecho sus brazos al cuello― me gusta complacerte.
Pudieron ser los nervios, la emoción y excitación de escuchar a Camie decirle aquello de manera tan provocadora que, sus manos comenzaron a lanzar chispas involuntariamente. Dejo la cerveza en la mesa. El aroma dulzón volvió a emanar de sus poros. La besó, dejó caer sus enormes manos sobre las nalgas de ella para así cargarla y llevarla hasta la habitación.
― Lo harías ahora― musitó él cruzando el umbral de la habitación― me complacerías ahora.
― Toda la noche si quieres, bae…
Había escuchado que algunos hombres les gustaba ser dominados, no era el caso de Katsuki, el odiaba eso, él era el líder y señor, pero quería experimentar sensaciones nuevas en su cuerpo, más por curiosidad que por ser de mente abierta. Y tampoco permitiría que alguien más lo viese de esa forma.
En cuatro sobre la cama, con las caderas levantadas, su frente al contacto con el colchón de la cama y aferrándose a las sabanas. Apretaba sus labios para no dejar escapar ruidos, no quería parecer una dulce señorita por las caricias que una hermosa mujer hacia en su pequeño orificio. La lengua de Camie era suave y fresca, podía sentir su aliento entre sus nalgas, rozar su entrada y humedecerla al mismo tiempo.
― Vamos Bakubae, gime para mí… así podré saber si lo hago bien, si te gusta.
― C-claro que me gusta… pero, no quiero gemir como niña
Camie sonrió, aún faltaba mucho para que aceptará que esto era más placer que supremacía de género. Continuó. Gracias a los videos y al porno gay que miró por culpa de las revistas, sabía como mover su lengua y presionar en la entrada con su dedo índice. No quería lastimarlo.
― Mira, este culito virgen, va a ser mío― dijo Camie una vez entró todo su dedo. Oyó gemir a Bakugo y al instante su entrada se humedecía― también te gusta que hable sucio…
Él no respondió, relajó más su cuerpo al sentir los movimientos de ella en su interior. Con ayuda de un lubricante que tenía a la mano, pudo abrirse paso un segundo dedo y así despacio pudo encontrar ese punto, ese suave lugar que envió espasmos y escalofríos por el cuerpo de Katsuki. Los brazos no pudieron sostener su cuerpo así que se dejó caer sobre su pecho, su cabeza estaba ladeada, gimiendo. La mano libre de Camie comenzó a masturbar su miembro duro. Gracias a la relajación consiguió meter un tercer dedo y continuó.
La habitación se llenó de los gemidos roncos de Bakugo y de un aroma mucho más dulce y empalagoso, como caramelo quemado y azúcar glas. Ella siguió lamiendo, metiendo, agitando.
― Carajo… ¡maldita sea! Hazlo más fuerte… méteme algo más grande, perra.
Camie dudo un momento sin dejar su trabajo. Intentó pensar rápido pero no se le daba.
― Usa… usa uno de tus… ― su voz se cortaba por los espasmos― demonios, quiero algo más grande.
Camie entonces se aparto delicadamente del cuerpo de su novio. La vista que la cautivó al ponerse de pie, fue tan erótica que era una pena que no pudiera tomar una imagen. Las caderas de Bakugo al aire, completamente sumiso, invadido por el placer, derrotado por su lujuria. Antes de que se desesperará, buscó en un cajón del closet que Bakugo le había asignado para su ropa. Ahí tenía dos vibradores que a veces usaban. A Bakugo le gustaba verla darse placer y penetrarla al mismo tiempo con uno de esos.
Mientras ella preparaba uno de los dildos, notó la desesperación de Katsuki, había metido dos de sus dedos en la entrada mientras se masturbaba con la otra.
― ¡Pero que puta eres! ― dijo Camie. Katsuki se río porque definitivamente a ella no le quedaba el papel de chica mala o ruda.
Entonces, con fuerza, giró al hombre musculoso para que quedara boca arriba. Camie se acomodó frente a él, abrió sus piernas. Él vio como lamía el falo de plástico, provocando en él una excitación mayor.
― Te lo voy a meter…
― Rápido, zorra… házmelo.
Fue algo que nunca pensó que haría con un hombre, por su cabeza nunca llegó a pasar penetrar a un hombre. Un hombre que encima era viril, ahora estaba retorciéndose bajo de ella, abriendo sus nalgas con las manos, mostrando su orificio con lujuria, comportándose como prostituta, dejando que un vibrador color rosa tomara su virginidad. No hubo dolor, ni sangre, ni ese romanticismo, fue algo natural y placentero. Camie acomodó las piernas alrededor de ella para poder tener un mejor acceso. Entraba y sacaba el instrumento, lo hacía rápido y lento, siempre asegurándose de golpear esa fragilidad que hacía vibrar al muchacho.
Él gemía, gemía tan bonito que quiso grabarlo para repetirlo las noches que lo extrañara. Serpenteaba su cuerpo, con las mejillas rojas. Los músculos de su estómago se tensaban y entonces, ese liquido lechoso pintaba su vientre y la mano izquierda de Camie. Y decía que quería más, quería seguir saboreando lo que tanto lo excitaba en los videos.
Tan vulnerable y sumiso, como un esclavo sexual, como un hombre que se vende fácil. Sus manos seguían sacando leves chispas, como véngalas diminutas que se encendían para morir fulminadas por un gemido.
― ¿Quieres más?
― Sí… hazlo, más fuerte, más duro… joder, rómpeme.
Hablaba como un vulgar prostituto de los barrios más bajos. Ella era dulce y calmada, no sabía muy bien como ser brutal y dominatrix. De nuevo, metió el dildo con la misma facilidad anterior ya que los músculos estaban acostumbrados y relajados. Luego agachó su cabeza para lamer la punta de la virilidad dura que tenía restos de semen. La vista de Bakugo fue demasiado que se volvió a venir. Camie ya no pudo controlarse, comenzó a tocarse ella misma mientras lamia la base hasta la punta del glande y lo metía todo en su boca, con la mano derecha continuaba jugando con el orificio de su novio y la mano izquierda le daba placer a ella misma.
Él no parecía cansarse, no quería detener el movimiento de su cuerpo acompasado y se estaba volviendo completamente sumiso. Cualquier cosa que Camie hiciera o dijera él diría que sí. Era suyo.
― Probemos algo― Camie dejo de tocarse y de atender a Bakugo y se colocó sobre su miembro sin sacar el juguete.
No hubo protestas o respuestas por parte del rubio, su rostro estaba y no estaba en este mundo, la boca semiabierta de donde corría un leve hilo de saliva, el sudor había empapado las sabanas. Olía tan delicioso que se preguntó Camie como es que su semen no sabía a miel.
Tomó el control sin darse cuenta, pero de otra forma, directa, sin sutilezas. Se deslizó sobre el miembro grueso y duro de Katsuki, emitió un gemido al sentirlo profundo. Comenzó a moverse al mismo tiempo que metía y sacaba el juguete rosa.
Katsuki no podía controlar su cuerpo, sus manos quisieron tocar los pechos lechosos de Camie pero no consiguió llegar. Su cuerpo temblaba, sus ojos estaban en blanco. Balbuceaba algo que Camie tomó como palabras de placer, pero no oyó nada. Las chispas comenzaron a descontrolarse en las manos de Bakugo, Camie las lamió para impedir que el sudor siguiera actuando irracionalmente.
Sintió el esperma cálido en su vientre. Bakugo no pudo avisarle que estaba por venirse porque el placer le nubló la conciencia. Aquel pequeño punto entre sus órganos internos, era presionado y hacia cosquillas. Un hormigueo profundo lo hacia mover sus caderas con violencia, trasmitiéndole a Camie su propio placer que ella enseguida sintió. Ambos gemían fuerte y gritaban. Probablemente los vecinos escucharían. Estaban en un PH y era de noche.
― Joder… es el maldito paraíso― consiguió decir después de sus espasmos de placer.
Finalmente, Camie tuvo un sus tan amados y perfectos multiorgasmos de los que se sentía tan orgullosa. Uno tras otro, mientras Bakugo tenía los mismos espasmos. Acarició su rostro, un rostro calmado, apacible y deformado por el placer. Lo besó mientras temblaban por los orgasmos.
Minutos después, Camie posó su cabeza en el pecho de Bakugo, aspirando el olor a canela con miel que despedía sus axilas. Él tenía los ojos cerrados, suspiraba. En el suelo, aun lado de la ropa interior, el dildo.
La respiración de Bakugo era suave, estaba cansado y con el cuerpo relajado. Camie sintió que pesaba porque la mano que la abrazaba caía sobre su hombro como plomo. Ella quiso hablar, quiso decirle que para la otra sería mucho mejor. Pensaba comprar un arnés.
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Sigo avergonzada por haber escrito esta marranada u_u pero pues es lo que una pareja normal hace, ¿no? Digo, todo es muy normal. Además, es realista… dioj que se hecha las cobijas encima y no sale hasta quien sabe cuándo*
Y a los que han leído, gracias, marranoooooos *huye*
