Los personajes pertenecen a Kishimoto y la base de la historia a William Somerset Maugham, la narración es mía y, obviamente, para ser un fic que se valga del nombre algunos cambios que acontecerán en la historia.
I
Ino
Región Septentorial de Huang Yao 1935.-
El camino parecía difuminarse a medida que forzaba la vista tratando de encontrar las estrechas curvas por las cuales realizaran el tortuoso viaje, no era algo que le interesara particularmente, solo quería distraerse aunque fuera unos segundos de su realidad. Sabía que una parte del viaje estaba terminado y si bien lo había odiado prefería que así fuera.
Recién amanecía y el cielo mostraba tonos azules y grisáceos, mezclados con la neblina húmeda de los amaneceres del verano. Un campo verde de pastizales que rozaban sus muslos se extendían a todo lo que daba la vista y, eran precisamente estos, los que había disfrutado del paisaje toda esa primera semana de extenuante viaje. La carreta desvencijada los dejó atrás con todo su equipaje, Shino caminaba de un lado a otro indiferente a su malestar, le dolía el trasero de tantas horas sentada; tres días en tren y dos en aquella carreta, que resultó tan estrecha como para que su marido, el conductor y ella a penas pudieran moverse, eso sin mencionar el equipaje. ¿Lo peor? Aún quedaban casi nueve días más.
Sin embargo, el poder estirar las piernas pareció aligerar en algo su espíritu, después de todo, ya nada podía empeorar. Sacudió la mano frente a su rostro espantando las moscas del lugar, dirigió una mirada perdida hacia lo que se extendía en su horizonte y nada, solo aquel repetitivo paisaje de montañas de piedra que parecieran cortadas con cuchillos gigantescos, era tan diferente a su hogar.
Un grupo de hombres cargados con palas y picas pasaron por su lado, evidentemente se dirigían a su lugar de trabajo; eran mayores aunque no viejos, lucían fuertes y estilizados, estaban quemados por el sol y de soslayo le miraron con desconfianza, con su esposo hicieron lo mismo, solo que al igual que a ella, Shino no les prestó atención.
Su marido comenzó a ordenar las maletas y el equipaje, sobre las cuales se acomodó. Ella hizo lo mismo en cuanto sus piernas se sintieron cansadas. Las horas de la mañana pasaron en absoluto silencio y las de la tarde le siguieron bajo el mismo hermetismo, hasta donde sabía una caravana iría por ellos, pero el grupo de trabajadores que viera esa mañana volvían a pasar por su lado y a lanzarles aquellas miradas desconfiadas y hostiles, antes de tener siquiera un atisbo de algún ruido en el camino. El único que había sentido durante la tarde se fue distanciando lentamente a medida que los obreros se alejaban por el estrecho camino que ya comenzaba a desaparecer difuminándose en la neblina.
Le parecía extraño que en el clima tropical de las regiones cercanas a Shanghái la neblina bajara cuando anochecía, era un fenómeno que jamás viera. Quiso hacerle una pregunta con respecto a ello a su esposo, pero cerró la boca antes de siquiera esperar que la idea tomara forma en su cabeza, fue cuando comenzó a lloviznar, no pasaron siquiera diez segundos para que la suave caída de agua se volviera torrencial. No le molestó, había sufrido un calor de espanto durante todo aquél día, ahora podría refrescarse. Volvió la vista hacia su marido, Shino leía en absoluto silencio bajo una sombrilla que había sacado quién sabe cuando, en ningún momento la miró, Ino se lo esperaba. Era evidente que a esas alturas lo que menos le interesaba a su esposo era su salud.
Se habían conocido hace dos años, Shino aún recordaba lo diferente que le había parecido, verla caminar por el salón con un descaro propio de quienes no sienten interés en nada, lejos de ahuyentarlo pareció convencerlo de la extensión del mundo y sus personas. Decir que Ino lo había cautivado por su belleza no era del todo errado, era joven, bella y de una familia respetable. Cualquier defecto que pudiera existir era completamente subsanable, sobre todo considerando que él se creía capaz de entenderla, lo había hecho con solo verla. Ahí atrapada en medio de todas aquellas figuras de rectitud y seriedad – a las cuales él sabía, pertenecía- quizás por lo mismo en cuanto la viera se sintió, inexorablemente, atraído hacia ella.
Cuando la conoció, la vio caminar entre la gente, vio como ella le dirigía una mirada de cortesía que no decía absolutamente nada y todo a la vez; no era él quién captara su atención, sino que solo era parte del paisaje y si ella le había sonreído desganada al toparse con su rostro, solo respondía a una convencionalidad social, nada más. De todas maneras se acercó, era un hombre adulto, no un adolescente, había recorrido la mitad del mundo en sus investigaciones y si bien para ella podía no significar nada, no se dejaría amedrentar por ello.
— Buenas tardes— ella giró y en su rostro pudo ver la sorpresa y extrañeza juntas. La vio hacer un asentimiento a quién parecía ser su padre y, nuevamente, centrar la vista en él.
— Buenas tardes — contestó. Ino se le quedó mirando, como si buscara en su rostro alguna respuesta a su repentino acercamiento, sin quererlo aquello le intranquilizó y toda la palabrería interna que le decía que él era un hombre de mundo se esfumó.
— Me preguntaba…
— ¿Qué? — Shino carraspeó.
— Me preguntaba si le gustaría dar un paseo conmigo — Ino alzó las cejas y sonrió vagamente. Dejo de lado una copa, que solo en aquél momento notó llevaba con ella y asintió.
— ¿Por qué no? — contestó, Shino extendió su brazo y como era la costumbre ella lo cogió.
Un pequeño charco se hizo bajo su pie derecho y, como si fuera una niña, comenzó a balancearlo para ver en qué momento preciso, la punta de su zapato rozaba el agua, intentaba ver si es que podía formar los anillos de una intensidad mayor a las de las gotas que caían, solo que le fue imposible descifrarlo.
— Ino, querida — levantó la vista de su libro en cuanto notó que su madre le hablaba.
— ¿Si?
— ¿Quién era el joven con quién hablabas anoche? — trató de hacer memoria, en aquella velada había hablado con muchos.
— ¿Cuál?
— El callado, serio — cierto, Shino Aburame le había invitado a dar un paseo y le acompaño por algunos minutos, sin cambiar en lo absoluto su tono de voz o siquiera abrir la boca.
— Ah, él…— volvió la vista a su libro — supongo que es el que tu invitaste padre— Inoichi Yamanaka, quién también leía siquiera se inmutó por aquella acusación y solo respondió:
— No tengo idea de que hablas.
— Yo lo invite — finalizó su tía, en ocasiones Ino olvidaba su presencia, era lo que mejor podía hacer, prestarle atención, llanamente era pasar malos ratos todos los días — su nombre en Shino Aburame, es doctor y trabaja para el gobierno en China.
Lo que le faltaba, que ahora, su tía estuviera entrometiéndose. De todas maneras no se mostró en lo absoluto sorprendida, Shino Aburame, siendo de un clan reconocido en Konoha no había llamado en lo absoluto su atención.
— ¿Funcionario del gobierno?
—Ya sabes, de Japón— agregó su madre. Ino volvió a su lectura.
— Como sea — interrumpió su tía — me topé con él y su madre el sábado, me invitaron a cenar y yo les devolví la gentileza.
— Qué alivio que no ocurriera en tu casa — dijo la chica visiblemente molesta, aunque decidida a no mostrarlo, habría sido una señal de debilidad. Ignoró la mirada de su tía y sus padres, si la respondía vendrían los regaños.
— No sabía que debieran imponerme los gustos — dijo.
— Solo era un intento ¿te ha gustado? — preguntó su madre.
— No realmente.
— ¿Qué tiene de malo? — preguntó su padre.
— ¿Está enamorado de ti? —agregó su tía, Ino no pudo evitar sonreír.
— No lo sé.
— Creí que a estas alturas sabrías si es que un hombre te ama o no.
— Es demasiado rápido — rescató su madre.
— Gracias — contestó, realmente conforme de que esta hubiera intervenido en su favor — de todas maneras lo que importa es si yo estoy enamorada de él… y no es así.
— Debes tener cuidado Ino, el tiempo pasa y no precisamente para volverse más joven — en momentos como ese Ino recordaba porque prefería ignorar a la hermana de su padre.
Era usual que a los veinte y tres años las mujeres ya estuvieran casadas y con hijos, Ino pronto cumpliría los veinte y cinco, y sin saber porque su tía parecía especialmente horrorizada de ello. De todas maneras que se mantuviera soltera hasta esa edad era un avance de la época, las únicas mujeres con profesión eran las Geishas y aún así estaban atadas a las convencionalidades de la edad, lo mismo que ella, pero siendo de una familia de comerciantes y con todas sus primas menores ya casadas, todos la observaban como si tuviera una enfermedad incurable.
— ¿Cuánto tiempo esperas que tu padre te siga manteniendo? — preguntó la mujer.
— El tiempo que sea necesario — volvió a rescatar su madre, mirando fijamente a Inoichi, esperando algún gesto de él para su hermana. Sin embargo su padre solo le miró, a ella, a su madre y a su tía.
Sin decir nada más Ino se puso de pie y abandonó el salón.
Cuando se volvieron a encontrar Shino lució más nervioso y errático que la primera vez, acciones involuntarias que sin duda nacían de la obligación de mostrarse más conversador y galante.
Las voces resonaron por sobre la lluvia y la sincronización de los pasos le dijeron que un grupo relativamente numeroso se acercaba, ya con el solo hecho de escuchar algo más que solo las gotas de agua caer, Ino se dio por agradecida. Cuando su vista los pudo ver, contó alrededor de veinte o veinte y cinco, ni muy viejos, ni muy jóvenes curtidos por el sol, delgados y fibrosos.
Otro eterno viaje daría inicio.
— Mi tía dice que eres doctor.
— No es correcto, soy entomólogo y me especializo en la etno entomología, aunque para diferenciarme del resto de mi familia, también estudie bacteriología — ya a Ino le parecía que era de esa manera, muchos títulos de cosas que le parecían interesante a muy pocas personas. Sin embargo le sonrió y agregó.
— Se oye interesante — Shino bajo la cabeza con cuidado.
— Asumo que no tiene idea de que se trata.
— Efectivamente— el muchacho asintió con tranquilidad.
— No es obligatorio que lo sepa. Estudio insectos como la base de todo ello, también investigo las propiedades que el humano da a cada uno de estos, pero eso es algo a lo que toda mi familia se dedica, busqué centrarme en los micro organismos tratando de averiguar cómo es que transmiten las enfermedades.
— Que encantador — contestó con sutil sarcasmo.
— Extraño que así le parezca, yo diría que es todo lo contrario.
Fue en la tercera ocasión en que se vieron cuando él le pidió matrimonio. Ino ya había sido advertida por su padre y su tía, solo su madre le brindó el apoyo necesario al decirle que de no quererlo no estaba obligada a casarse, pero ella lo sabía. Sabía que de no terminar todo ahí, pronto su tía traería a alguien más para que ella tuviera que darse el trabajo se mostrarse interesada, y lo cierto es que si bien Shino no le atraía, tampoco le disgustaba, era caballeroso, atento, inteligente, moralmente intachable y serio. Tenía un buen trabajo y, por sobre todo, le daba la oportunidad de salir de su hogar, de recorrer el mundo y conocer otros lugares y parajes, lejos de la intromisión de su tía, la indiferencia de su padre y la sobre protección de su madre.
Con Shino a su lado, perfectamente podría ser libre, sabía que con los años las mujeres moldeaban a los hombres y ella tenía la enorme ventaja de ser increíblemente bella y encantadora cuando convenía a sus intereses, así volver loco a un hombre como Shino, no sería un trabajo difícil.
— ¿No has notado que estoy enamorado de ti? — más que la petición propia de matrimonio, fue esa declaración la que efectivamente le sorprendió. Solo se habían visto un par de veces…
— Bueno… Shino-kun, nunca lo demostraste — que extraño era estar ahí, recibiendo aquellas palabras y contestándolas sin siquiera sentir ardor en el rostro, sin estar nerviosa. Muy diferente de lo que ocurría con el muchacho. Shino boqueó, se balanceó sobre sus pies y habló:
— Bueno — la palabra murió en su boca, antes de poder adelantar nada más, Ino solo esperó —… bueno, yo… quería hacerlo — Shino bajó la vista, evidentemente, incapaz de cubrir el rubor de su rostro de otra manera que no fuera esa — es difícil, yo… pero no dudes, lo siento… es decir, está ahí, no es que sienta sentirlo… quiero decir, que lamente sentirlo — el muchacho guardó silencio. Su torpeza no pudo menos enternecerle. De todas maneras estaba incómoda y para tranquilizar a su interlocutor le sonrió y dijo:
— No sé si esa sea la manera más ortodoxa de decirlo — Shino volvió a bajar la vista.
— No, tienes razón. Pero soy pésimo en este tipo de cosas, estoy algo nervioso y no quería irme sin decírtelo antes…
— ¿Irte?
— Si, debo volver pronto a China y no tengo tiempo para ser prudente, sin embargo sé que es un asunto que debes pensar con cuidado ¿Puedo esperar tu respuesta para cuando regrese?
— Eh, bueno, no niego que me tomas por sorpresa… nunca te había visto de una manera romántica.
— Lo imagino, pero con el tiempo suelo ser muy tratable.
— Todo es tan repentino.
— Prometo hacer todo en mi poder para que seas feliz— la firmeza del muchacho le abrumaba, no le quedo más que desviar su atención, mirar hacia otro lado, frente a ella un joven le ofrecía todo su esfuerzo para hacerla feliz y que a si mismo se vendía como alguien que con el tiempo podría ser muy tratable.
"Tratable"
Volteó la vista hacia su esposo, ahí sentado sin siquiera alzar la vista hacia ella, perdido en la lectura que durante todo aquél viaje había servido para ignorarla, la cual ciertamente le resultaba mucho más interesante que su joven esposa.
Recordaba haber contestado antes de que Shino se marchara, no lo hizo tanto por que esperaba un buen futuro, sino porque en su casa se habían dado por vencida con ella. Incluso lo que le parecía sobre protección de su madre, entendió, no era otra cosa que lástima. Y si lo veía fríamente, ella misma se estaba condenando a tolerar todo aquello, cuando ya se le había ofrecido una salida digna y ventajosa. Actuando con lógica la tomó y se complació al notar que todo era como Shino lo había predicho, el trato cambio positivamente a medida que pasaban más tiempo juntos, así mismo él se mostró más que diligente en su actitud de prometido y completamente reconfortante en cuanto se casaron. En la noche de bodas fue tranquilo y considerado lo que no marcó ninguna gran sorpresa o cambio en lo que Ino había esperado de un matrimonio tan programado como el que ambos sostenían.
Tuvieron su luna de miel, en la cual recorrieron Europa y en cuanto regresaron se prepararon para su nuevo viaje, esta vez definitivo a Shanghái, todo aquello le dio a Ino el tiempo justo y necesario para pasarlo con su familia; es decir muy poco. Por lo que podría decirse que se sentía conforme con su matrimonio, había resultado un buen negocio para ella.
Fue Shanghái, sin embargo, la que cambió todas las expectativas, la ciudad fue un golpe a sus sentidos del que le costó recobrarse. Resultaba fascinante y caótica en una manera que Ino jamás había imaginado, ser arrastrada en esos pequeños carros a saltos de un lado hacia otro, si bien no dejaba de incomodarle seguían siendo una novedad, era tan diferente de Konoha y del Japón mismo, las pequeñas y sucias calles que así mismo estaban llenas de colores brillantes y olores espesos.
Shino poseía una casa de cuatro pisos en un barrio de la ciudad exclusivo para extranjeros, la mayoría eran comisionados de sus países, gerentes de empresas, cónsules y embajadores. Situación que era la promesa segura de una vida social rica en roce internacional. Le resultaba grato verse a sí misma rodeada de la mejor clase de cada una de las naciones que en aquél momento se disputaban el puerto de Shanghái, solteros norteamericanos, matrimonios ingleses, soldados alemanes y monjas francesas, la cuales siempre le habían causado curiosidad ante lo que decía de ellas; que estaban casadas con Cristo, asumía que se trataba de algún tipo de sacerdotisa, pero Shino le explicó que era mucho más complejo que eso. No le importó que la respuesta de su marido fuera tan escueta, ella ya tendría el tiempo de averiguarlo.
Shino mantenía solo un criado para que se preocupara de los asuntos de su hogar, sin embargo al llegar Ino, contrató a dos mujeres más, eran madre e hija y ambas hablaban el japonés. Asumió que su marido trataba de buscarle compañía, sin entender, como todos los hombres lo inapropiado de ello, lo cierto es que tampoco le importó, con el tiempo se lo haría ver y cuando la temporada de fiestas iniciara ya tendría con quien hablar.
La torpeza inicial de su marido, que le causara ternura, bastante seguido se convertía en frustración; Shino no tenía la costumbre de hablar a menos de que tuviera algo que decir, por lo que muchos de sus comentarios irrelevantes u obvios, solían quedar sin respuesta o como mínimo con un vago asentimiento. A veces era desesperante, tanto como aquél clima tropical.
— Llueve a cantaros — observó en una ocasión, como siempre su marido guardó silencio. Ino creía que era debido a su trabajo; Shino solía concentrarse de manera casi obstinada al punto en que nada más existía a su alrededor, pero esa noche decidió que no —… acabo de decir que está lloviendo a cantaros — para asegurarse de que él le escuchara Ino giró sobre sus talones y centró la vista en él. Shino estaba inclinado sobre una máquina de escribir, tomaba notas sobre un cuaderno y las copiaba al papel que salía de esta.
— Lo escuché — Ino soltó un suspiro.
— ¿Por qué no contestaste entonces? — solo entonces Shino alzo la vista hacia ella.
— Ehm, lo lamento fue descortés de mi parte — Ino volvió a soltar otro suspiro, era la mejor forma de comunicación que había desarrollado en su matrimonio.
Sin decir nada más abandonó el salón y se dirigió a su habitación, la lluvia golpeaba con fuerza los ventanales de esta y en su compañía Ino se durmió. Aquellas primeras semanas soñaba a menudo con su debut en la élite de Shanghái, se veía vestida con galas occidentales y aprendiendo los idiomas de cada uno de sus futuros conocidos, los veía viéndola como el fascinante ser que era, con su cabello dorado y sus ojos azules, algo completamente extraño en su país y no pudo evitar sonreír como una niña cuando se despertó con todas esas ideas en su cabeza.
Solo que las lluvias pasaron y la temporada de fiestas tras ellas, sin que nadie le dirigiera invitación alguna. Ino pasó veladas solitarias llenas del calor húmedo de una estación que parecía no tener fin, asfixiante y espesa, con la elocuente compañía de su esposo, con el sonido de su máquina de escribir cerrando todas las noches en que ella trataba de conversar sobre las banalidades que rodeaban aquél; su nuevo mundo. Abocado a su trabajo Shino a penas contestaba con meros asentimientos y disculpas, cada vez que ella lo regañaba por su silencio, pasaba horas en el laboratorio y si bien, era parte de su papel mostrarse interesada en lo que él hacía, lo cierto es que no sentía empatía alguna por aquella actividad, después de todo Shino Aburame, su esposo jamás solía interesarse por sus lo que ella hacia o lo que fuera que le gustara, había tan poco de eso en aquella silenciosa casa. De a poco solo comenzaron a correr sombras de un lado a otro, Xien Hu y su hija, habían perfeccionado el arte sigilo al nivel de los ninjas de su aldea y parecían mirarla con oprobio cada vez que alguno de sus pasos marcaba una mayor cantidad de decibeles que los permitidos.
Intentó por las suyas conocer la ciudad, pero Shanghái no tuvo el mismo efecto aquella segunda vez; demasiado poblada, demasiado laberíntica, la experiencia inicial de fascinación en sus calles, rápidamente cambió al miedo expectante, no era comparable a su tranquila villa y menos a su estructurada nación. Lo sórdido parecía estar a la orden del día y a plena vista, lo que la obligó a replantearse que tan capacitada estaba para llevar aquella vida de mujer casada en un país donde no conocía a nadie, donde no hablaba el idioma y con un marido al que no amaba.
N/A: Buenas nuevas, hace algunos meses leí la novela y anoche me topé con la película, esta es una historia de amor como las que me gustan por lo que buscando entre uno y otro personaje de anime al cual adaptarle me topé con una pareja que ha gustado mucho en mi único fic de Naruto, además la forma en la cual son interpretados en la película, por Edward Norton y Naomi Watts, no pudo menos que hacerme un reflejo de lo que serían Ino y Shino, ya en una edad adulta rodeados por las costumbres y sociedad de la época.
Espero lo disfruten, es posible que este lo terminé con mayor celeridad, ya que si bien esta basado en una novela, tomaré el ritmo de narración de la película.
Atte.-
Brujhah.-
