¡Hola mis hemosos chikis!

Ya se que la mayoria esperan la actualización de "¡Bendito compromiso!"

Eso sera pronto ¡I promiss! Pero mientras tanto ire subiendo este nuevo fic que es una adaptación del libro "Cautiva" de Elizabeth Elliott. Sorprendentemente el único libro que me gusta de esta mujer. 0.o (y eso que es el cuarto de una saga jeje. Yo y mis locuras.)

En fin mis Chikis, espero que os guste la historia tanto como me gustó a mi ^^


Aquí se inicia el viaje, un principio y también un final. La hechicera busca la orientación de los cielos y señala los caminos más propicios. Acepta de su mano el poder para dar forma al destino y el cambio vendra con el.


La Torre Maestra de Londres albergaba muchos secretos, y la cámara que había sobre las mazmorras guardaba uno cuidadosamente custodiado.

A través de la aspillera de una pared se filtraba un estrecho rayo de sol que creaba más sombras que luz en la cavernosa estancia. Allí, en un lugar en el que pocos entraban por propia voluntad, una mujer ataviada con una túnica larga y oscura permanecía de pie delante de varias filas de polvorientos estantes. De pronto se movió hasta la luz en busca de algo. La claridad hizo que su cabello se asemejara a un angelical halo de rizos en contraste con las distintas tonalidades de los ropajes que se movían y fluían a su alrededor como un ser vivo; parecían de color rojo sangre, luego negros y después del azul de la medianoche. Se inclinó sobre los atestados estantes, apartó una rana seca y un montón de rollos de pergamino y cogió un cofre de metal deslucido.

—Las señales son favorables, Sefu —le dijo la anciana Gothi al gato negro que la observaba sentado en las losetas calentadas por el sol.

Se dirigió hasta la deteriorada mesa de madera acunando el cofre en la curva del brazo mientras abrillantaban la tapa con el amplio puño de la manga. Debajo de las espesas capas de polvo y suciedad, comenzó a asomar el brillo característico de la plata y Gothi captó un débil aroma a cedro. Sus dedos trazaron los intrincados grabados de lunas y estrellas.

—Puede que el azar sea mi maestro, pero pronto seré capaz de trazar las líneas del destino. Nuestra visitante llegará al anochecer y probará la verdad de mis palabras.

—Vuestra visitante ya ha llegado.

La voz, ruda y letal, la sorprendió al punto de que dejó caer la caja estruendosamente sobre la mesa. Gothi miró primero al gato y luego hacia las sombras más oscuras de la habitación, en las que se materializó una figura vestida de gris.

Sólo había una joven que pudiera cogerla tan desprevenida, tan inconsciente de la presencia de otra persona.

Recobró la compostura, recogió la caja para comprobar que no se había dañado, y luego saludó a su visitante con una sincera sonrisa.

—Confío en que perdonarás mi torpeza. No esperaba ver a una criatura de la noche antes de la puesta de sol.

La misteriosa figura siguió avanzando hacia ella.

—Soy lo que habéis hecho de mí, Gothi, una criatura de pesadilla.

Era imposible negar la realidad, de modo que la hechicera inclinó la cabeza a modo de asentimiento. Muchos considerarían una pesadilla de la peor clase estar frente a una vikinga a la que la mayoría de las veces simplemente se referían como "La Asesina". Eran pocos los que habían vivido para contar semejante encuentro, pero Gothi no tenía miedo. Al contrario. Sentía orgullo ante su creación.

La joven que tenía delante se parecía muy poco a la muchacha furiosa y asustada que había aparecido en el umbral de su puerta tantos años atrás al lado de su mellizo. Incluso entonces, Brusca sólo había tenido un objetivo en la vida: destruir al hombre que había matado a sus padres y que le había robado su derecho de nacimiento. Había sido Gothi quien había decidido que la mejor forma de hacer justicia con un monstruo era crear otro.

Brusca demostró ser una alumna aplicada y aprendió cómo estudiar a su presa, cómo memorizar cada hábito y cada rutina para descubrir la debilidad que acabaría siendo fatal. Además, había adquirido profundos conocimientos sobre toda sustancia capaz de matar o enfermar, junto con las fórmulas exactas necesarias para lograr cualquier cometido. Y eso no era todo. Las largas horas de práctica habían convertido el talento natural de Brusca con las armas blancas en otra técnica letal.

Sí, sin duda se había ganado el derecho a ser temida.

Su llegada a la Torre había sido repentina y silenciosa, tan extraña como su apariencia. El color de su atuendo se fundía con las sombras, pero no lo suficiente como para ocultar que se trataba de la indumentaria masculina de un guerrero musulman, un infiel desterrado de Tierra Santa a las frías orillas de Inglaterra. Aunque era un disfraz inusual para una mujer vikinga, era perfecta para alguien de su profesión. La holgada y fluida túnica ocultaba muchas de las armas de su oficio y sólo revelaba el mango de ébano de una daga por encima del fajín de la cintura. El largo de la tela que caía de su turbante estaba diseñado para proteger a un habitante del desierto de la arena y el sol, pero servía igualmente para ocultar su rostro y sus pechos. Todo lo que Gothi veía de su rostro eran sus ojos de un color frío y centelleante que no reflejaban un ápice de su alma.

En la mano de "La Asesina" apareció una carta de pergamino rígido en la que se podía ver la imagen de una anciana hechicera bajita de larga túnica con una mano hacia el cielo y la otra descansando sobre una desgastada mesa de madera. El rostro de la hechicera era un retrato inconfundible de Gothi.

—Siento curiosidad por saber por qué me habéis hecho venir a vuestra guarida —dijo Brusca lanzando la carta sobre la mesa—. No teníamos que reunimos de nuevo hasta que yo volviera de Mema. ¿Ha sucedido algo?

Gothi contuvo una réplica impaciente y se recordó a sí misma que Brusca no era como los mercenarios que servían al rey Eduardo ni como ningún otro aprendiz o aprendiza que hubiera formado antes o después. En silencio, observó cómo la vikinga se retiraba la tela que le cubría la parte inferior de la cara.

En la Torre corría el rumor de que el rostro de "La asesina" sólo había sido visto por hombres muertos. Una exageración, por supuesto, ya que en la corte había algunos nobles que conocían a Brusca Thorson; pero sólo un puñado de escogidos sabían que aquella exiliada vikinga, guerrero musulmán y La Asesina eran la misma persona. La gente siempre tendía a evitarla, incluso cuando se limitaba a representar su papel de exiliada. Brusca poseía una oscura intensidad en su carácter y un aura de fortaleza que ponía nervioso a todo aquél que se le acercara. Aun así, hacía mucho que dominaba el arte de ocultar su verdadera naturaleza y también su cara. Pocos creerían la habilidad con la que podía perderse en una multitud cuando se empeñaba en ello, especialmente porque la mayoría de la gente habría dicho que su rostro era difícil de olvidar.

Sus rasgos eran alargados y marcados a pesar de ser mujer. Dos largas trenzas rubias intríncadamente peinadas estaban posadas en su lugar correspondientedetrás de cada oreja. Ningún tipo de desorden cabía en su peinado, del cual no se podía saber si su cabello sería liso o rizado de encontrarse suelto. Si te lo quedabas mirando por el suficiente tiempo, incluso te daría curiosidad. No había rastro de humor en sus facciones, ni de ahora ni de antes. El negocio de la muerte difícilmente era algo de lo que reírse, así que la falta de humor en una mujer semejante no era de sorprender.

Se encontraba casí al final de su adolescencia, podría decirse que acababa de cumplir diecisiete años, pero no se sabía a ciencia cierta.

Sus ojos mostraban alerta mientras estudiaba la estancia, al igual que un depredador siempre consciente de su entorno que busca los peligros inesperados y calcula constantemente las distancias y defensas. Y al igual que los depredadores, en sus ojos no asomaban los demonios de la culpabilidad. Era exactamente lo que Gothi había pretendido crear tantos años antes: una asesina sin remordimientos, alguien que mataba simplemente para sobrevivir en su mundo.

Sí, aquella mujer era tan excepcional que había superado todas sus expectativas.

— ¿Todo listo para tu viaje a Mema? —inquirió.

— ¿Realmente tenéis que preguntarlo? —replicó Brusca. Caminó hasta una de las aspilleras que atravesaban los gruesos muros y miró al exterior, luego se volvió de nuevo hacia Gothi, se apoyó contra la pared y pareció engañosamente relajada ahora que no tenía que vigilar su espalda—. Todo va según lo planeado. Mi hermano, mi cuñada y yo partiremos con la marea de la mañana, como estoy segura ya sabéis.

—Entonces no ha cambiado nada que afecte a tus planes en Mema —dijo Gothi—. No se dará curso a tu reclamación hasta que el Consejo termine de investigar los asesinatos, pero revisarán el asunto pronto. Cuando los que rodean a Alvin queden libres de sus amenazas, la restitución de tu nombre y tu derecho de nacimiento será lo más beneficioso para todos. Aun así, una vez regreses a Inglaterra, al Dux le llevará meses resolver tu caso, meses en los que tienes que ser vista en público para disipar cualquier duda de que hayas puesto un pie en Mema en cualquier momento de la última década. ¿Has pensado qué harás durante ese tiempo?

—He pensado en lo que no haré —respondió cruzándose de brazos, clara señal de que sospechaba lo que venía a continuación y de que no pensaba aceptarlo—. No hay nada que el rey de Inglaterra pueda ofrecerme para tentarme. He terminado con esa vida.

—Esa vida no ha terminado del todo contigo —repuso Gothi levantando una mano—. No, no discutas todavía, hay buenas razones para que escuches lo que tengo que decir.

Abrió la caja de plata y sacó de su interior la baraja a la que pertenecía la carta que estaba sobre la mesa. El tarot, un arte antiguo y difícil de interpretar, era poco conocido en aquel país. Incluso la estoica expresión de su protegida se vio traicionada por un atisbo de curiosidad cuando Gothi comenzó a colocar las cartas bocabajo sobre la mesa.

—El rey Eduardo confía en mis habilidades para revelar el futuro —dijo al fin la hechicera—. Los hombres que lo traicionaron conocían los riesgos y tú fuiste la consecuencia. Durante muchos años has impuesto las sentencias del rey sin preguntas ni vacilación. Justicia ciega. Te has involucrado en los asuntos de hombres cuyas políticas no significaban nada para ti, cuyas muertes no eran nada más que un medio para un fin.

—Si intentáis decirme que me he ganado enemigos, soy muy consciente de ello —replicó Brusca-. Es la razón de que haya salvaguardado mi identidad todos estos años, para que no pudieran usar contra mí a mi hermano o a cualquier otro cuya vida valore.

Gothi le dio la vuelta a una de las cartas, a sabiendas de que era la que Brusca acababa de devolverle; la carta que mostraba su propia imagen.

—Tu suerte y la del rey se han entrelazado a lo largo de los años, y ahora el destino de un joven en particular os afectará a ambos en igual medida. Él es una balanza que no se puede equilibrar y no soy capaz de precisar de qué lado caerá.

Brusca guardó silencio y luego dejó escapar un largo suspiro.

— ¿Cómo puede ser un muchacho igual de importante para un asesina que para un rey?

—Los lazos eran tan débiles que al principio los pasé por alto —reconoció Gothi recorriendo el borde de una carta con las yemas de los dedos antes de darle la vuelta. La carta representaba a un soldado portando siete espadas— Siete de los diez condes de Inglaterra tienen tierras en la frontera con Gales, y allí se está gestando otra rebelión. Los impuestos y los soldados que exige Eduardo para la lucha contra Francia pronto llevarán al límite de su paciencia a los nativos galeses. El rey debe procurar no contrariar a los siete condes o estos también se volverán contra él y se unirán a los galeses en lugar de luchar contra ellos, provocando que Gales proclame su independencia. Esto lo he sabido desde el principio. Lo que no he visto hasta hace poco es tu implicación.

Gothi siguió dándole la vuelta a las cartas y colocándolas siguiendo un patrón; cada carta de pergamino rígido haciendo un suave ruido seco contra la mesa cuando soltaba la esquina. Pronto los coloridos dibujos cubrieron la mesa, imágenes de caballeros y reinas, soldados y doncellas comunes, así como símbolos crípticos y criaturas de aspecto siniestro. Gothi sabía exactamente qué representaba cada figura. Le dio la vuelta a otra carta y apareció la imagen de Llewellyn, un príncipe galés fallecido mucho tiempo atrás que fue el último gran gobernante de Gales.

—Los herederos de Llewellyn han demostrado ser de lo más molestos en su intento de agitar una rebelión y recuperar la corona, aunque su línea directa está ahora casi extinta. Incluso sus parientes lejanos han sido silenciados últimamente, pero ahora uno de los siete condes ha descubierto un heredero que Eduardo pasó por alto: un biznieto de Llewellyn por parte de madre y de sangre vikinga de parte de padre. Su nombre es Hipo Horrendo Abadejo III. Se que el nombre no te suena, pero legalmente fue príncipe de Mema antes de que Alvin conquistara la isla. No trates de recordarle, ya que vive con sus tíos de Gales desde bebé. —le explicó mientras su dedo recorría la imagen de un joven con porte de rey, de cabello castaño, ojos verdes ligeramente rasgados y vestido de rojo— Como un joven que deja mucho que desear en la lucha, debería ser irrelevante, pero, como ya te habrás dado cuenta, su padre es Estoico el Vasto, el antiguo jefe de Mema que ahora controla tierras galesas cruciales entre aquellos lores que son incondicionalmente leales a Eduardo y aquellos cuya lealtad flaquea. Si el muchacho se casara con una familiar de uno de los siete condes, Estoico se convertiría en un poderoso aliado inglés para su consuegro y su sangre galesa pondría a los nativos de su parte. Cualquier hijo de Hipo podrá reclamar el trono de Gales. Es el novio perfecto para cualquiera de las familias que tienen poder en la frontera, y la más ambiciosa de todas ha dado con él. -Gothi volvió una carta que mostraba una formidable torre en lo alto de una formación rocosa— Los Hofferson poseen vastas posesiones en Gales, y el rey está negociando un matrimonio que les dará un novio ingles para Astrid, la primogénita de la familia, más tierras inglesas y otro título inglés. Por desgracia, Astrid y su padre no son personas dadas a esperar que otros decidan su futuro. Ella quiere romper los lazos de Gales con Inglaterra y sabe que una novio medio gales medio vikingo de sangre noble por ambas partes sería su mejor arma para que los nativos rebeldes se unan a su causa. Añádele a eso las ventajas de una alianza con Estoico y la balanza se inclinará a favor de los Hofferson. Astrid intentará secuestrar a Hipo para forzar un matrimonio, y tú tienes que asegurarte de que eso no pase.

—Es obvio que si Hipo Horrendo Abadejo III se une en matrimonio a cualquiera de las familias de los señores galeses supondrá un problema para el rey Eduardo —reconoció Brusca—, pero sigo sin entender cómo me afecta eso a mí.

—Ese era el misterio. —El dedo de Gothi golpeó suavemente una carta que mostraba a una vikinga montado en un Cremallerus Espantosus que sujetaba un cáliz de oro. El rostro apenas se mostraba a través de un elaborado casco que la cubría, pero vista más de cerca, los ojos y el contorno de la vikinga encajaban exactamente con Brusca— Tú no deberías estar aquí y, sin embargo, retirarte cambia por completo el resultado. Como dices, si Astrid se casa con Hipo, los Hofferson convencerán a los demás señores de la frontera para que se pongan de su lado contra el rey, y Gales se perderá. Se podría enviar a otros que también garantizarían que ese matrimonio nunca tuviera lugar pero, por alguna razón, sólo tu presencia garantizará el matrimonio de Astrid con un novio ingles. Este asunto es tan importante para el rey como tus intereses en Mema y no se detendrá ante nada para asegurarse de que los acontecimientos juegan a su favor.

—Tened cuidado —le advirtió Brusca arrastrando las palabras— Estáis peligrosamente cerca de insultarme

Sorprendida, Gothi levantó la vista y observó que la temible joven la miraba con los ojos entrecerrados.

—Te aseguro que no hay insulto alguno en este asunto.

Brusca negó con la cabeza.

—He dicho que no quería tener nada más que ver con las intrigas del rey y lo mantengo, pero ¿de verdad pensáis que es necesario coaccionarme para hacer este último trabajo para Eduardo? ¿Especialmente ahora que sé que Gales está en juego?

Gothi frunció el ceño.

— ¿De qué estás hablando?

—Es evidente que Eduardo pretende amenazarme para que lleve a cabo esta misión, y encuentro insultante que vos o él penséis que necesito algún tipo de persuasión.

—Has malinterpretado mis palabras. —Gothi agitó la mano hacia Brusca, descartando de forma inconsciente aquella teoría mientras volvía a prestar atención a las cartas. Era realmente sorprendente cómo se agrupaban siempre en patrones similares— Tu implicación no tiene nada que ver con la persuasión, sino con tu vida. Si el muchacho se casa con Astrid Hofferson o muere a manos de otro que no seas tú, jamás saldrás de Inglaterra viva. Esa es tu conexión en este asunto.

Brusca se mantuvo en silencio durante unos instantes y después se aclaró la garganta.

—Debería haber sabido que había algo más en esta historia, pero, aun así, siento curiosidad. ¿Cómo o por qué moriré si no llego a conocer nunca a esa gente?

— ¿Cómo o por qué sale el sol cada mañana? —le espetó Gothi, agotada la paciencia— ¿Cómo o por qué calienta el sol la tierra sin tocarla? Todo en esta vida afecta a todo lo que vive. Todo está conectado.

—Mis disculpas —murmuró Brusca con frialdad.

—Por supuesto, podría estar mintiendo —se burló de Brusca mientras sus labios adoptaban una sonrisa ladina— Quizá sea ésta la coacción que sospechabas, mi seguridad en que creerías que tu vida depende de hacer este trabajo sólo porque yo digo que es así.

—Me habéis enseñado a mentir, pero nunca me habéis mentido —adujo en voz baja—. Si la muerte de ese joven evita una guerra en Gales y la pérdida de cientos o incluso miles de vidas, entonces me aseguraré de que muera. Y si Astrid Hofferson tiene que casarse con un hombre inglés para poner fin a su traición, entonces la convenceré a ella y a su padre de que tiene que hacerlo. Llevaría a cabo esta misión aunque mi vida no dependiera de ello.

Gothi puso los ojos en blanco.

—No tienes que convencerme, nunca he dudado de tu lealtad. No obstante, tal vez quieras contener tu entusiasmo hasta haber oído todo. —La hechicera volvió a dar golpecitos sobre la imagen del joven— La muerte de Hipo Horrendo Abadejo III no solucionaría nada. Al contrario. Es imperativo que siga vivo hasta que convenzas al conde Hofferson de que debe optar por el novio ingles. Tu destino no cambiará hasta ese momento, y sólo entonces podrás elegir qué hacer con el muchacho.

— ¿Elegir? —repitió Brusca.

—Astrid Hofferson también tiene que seguir viva —prosiguió Gothi— El papel que jugará para convencer a los señores de la frontera de que sigan siendo leales al rey Eduardo es igual de crítico que el que jugaría para convencerlos de que se rebelaran. Hipo tampoco tiene por qué morir, pero es necesario que abandone Inglaterra y que nadie con opciones al trono de Gales se despose con él.

—Bien, en ese caso, haré que ingrese en un convento y se haga monje.

Gothi asintió, luego levantó la vista y fingió una expresión pensativa.

—El rey se sentiría mejor si él se casara con una joven sin ambiciones en Inglaterra o Gales, una mujer que viviera lejos y que no permitiera que su marido volviera aquí... Tú.

—Rotundamente no. —Brusca levantó ambas manos en un gesto de claro rechazo hacia la idea— Llevaré a Hipo Horrendo Abadejo III a algún remoto convento del Adriático, pero no me casaré con él bajo ningún concepto. Mi esposo será un vikingo de pies a cabeza, para nada medio galés. Un hombre de una familia arraigada y poderosa cuyos miembros puedan protegerme a mi y a nuestros hijos si algo le ocurriera.

Gothi sonrió.

—Estaba segura de que reaccionarías así.

— ¿Una vikingo medio ingles? ¿Especialmente uno problemático y que es medio gales? —Brusca sacudió la cabeza en negación— Es la último hombre que escogería como esposo.

—Sí, eso es lo que le dije a Eduardo —confesó Gothi en tono conciliador— Incluso se ofreció a recompensarte con una generosa dote, pero le dije que no te convencería. No importa. Matrimonio o asesinato, amante o monje, el muchacho será tuyo para que hagas con él lo que quieras en el momento en que Hofferson acepte casar a su hija con otro. La única condición es que te asegures de que Hipo no caiga nunca en las manos de alguien que lo pueda utilizar para perseguir sus ambiciones en Gales.

—Tenéis mi palabra de que no causará problemas ni en Gales ni en ningún otro lugar —replicó Brusca con una reverencia tan leve que fue poco más que una arrogante inclinación de la cabeza— Si es un joven problemático, no vivirá mucho. Y si resulta ser razonable, desaparecerá en un convento donde nadie excepto yo sabrá de su existencia. Independientemente de su suerte, jamás volverá a Inglaterra.

—Excelente. —Gothi se frotó las manos tanto para calentarlas y apartar el frío como para congratularse por un trabajo bien hecho. Sin embargo, no pudo resistirse a insistir un poco más— Debes saber que ese muchacho no es lo que esperas. Su destino se entrelaza de forma extraña con el tuyo. Recuerda que es inocente de cualquier traición, tan inocente como lo eras tú cuando el Consejo te exilio de Mema. ¿Podrá tu conciencia soportar la carga si tienes que matarle?

—Tanto si conspira para cometer traición como si es un mero instrumento para provocar una rebelión, su desaparición o muerte evitará una guerra en la que se perderían incontables vidas —expuso Brusca encogiéndose de hombros, como si no le importara en lo más mínimo el destino final del joven, pero le íba a importar, vaya que sí. -Mi conciencia puede soportar esa carga.

Aquella joven era absolutamente despiadada, decidió Gothi, y absolutamente perfecta para sus planes. El poder de dar forma al destino resultaba embriagador.

—A tu regreso de Mema, ¿podéis tú y tu familia desembarcar en Liverpool en lugar en Londres?

—Sí, de hecho está más cerca del puerto de origen del barco, en Lahote. —La mirada de Brusca se volvió aún más suspicaz mientras Gothi luchaba por contener su excitación— Algo me dice que ese joven no será fácil de capturar y que quizás se niegue a cooperar. Decidme, ¿habéis pensado en cuál sería la mejor forma de servir al rey?

Gothi abrillantó la caja de plata con la manga aparentando reflexionar sobre el asunto cuando en realidad sus planes ya estaban trazados. La situación era una obra maestra, la jugada más fabulosa de su vida, y aquella vikinga que tenía delante podía ponérselo todo al alcance de la mano. La historia pronto se reescribiría a sí misma.

Se pasó la mano por los labios para ocultar una sonrisa, luego se dio la vuelta y fue hasta una estantería en la que cogió un pergamino fuertemente enrollado, volvió y lo colocó sobre la mesa.

—Poco después de que regreses de Mema llegará una mensajera al castillo de Coleway, cerca de Cherter, que es donde vive Hipo con sus tíos. Un vikinga llamada Monika llevará un mensaje de Estoico para informar al tío de que Hipo deberá ser escoltado a la fortaleza de su padre. Es un ardid. Hofferson se reunirá con Monika y "raptará" a Hipo del camino mientras su padre finge no tener nada que ver con la estratagema de los Hofferson. Es ilegal que Estoico acuerde por su cuenta un matrimonio para su hijo o que Astrid Hofferson se case sin la aprobación del rey, pero una vez consumado, anular ese tipo de matrimonios lleva años y el daño sería irremisible, especialmente si hubiera un niño involucrado.

Hizo una pausa y siguió hablando.

—Desafortunadamente para sus planes, tú llegarás al castillo de Coleway tres días antes que Monika. Suplantarás su identidad y entregarás una versión ligeramente distinta del mensaje

Gothi le dio el pergamino a Brusca y esperó mientras lo desenrollaba y leía el contenido. Al cabo de unos segundos, la vikinga asintió.

— ¿Bastarán tres días en Coleway?

—Sí, no pondrán en duda tu sinceridad. Aun así, sería conveniente que partieras hacia Coleway en cuanto hagas puerto en Liverpool. No hay tiempo que perder.

Gothi cogió el documento, levantó una vela y la inclinó para que la espesa cera goteara sobre el centro del pergamino y lo sellara.

—Ten en cuenta que Hofferson también estará vigilando el camino desde Gales y que comenzará a aproximarse en cuanto vea que la verdadera Monika se acerca. También te enfrentarás a otros peligros, pero ninguno que no puedas superar.

— ¿Cómo es la verdadera Monika? —preguntó.

—Llegó a Gales hace menos de un año procedente de las tierras de Estoico en Normandía, aunque nació en Mema. Los que te van a recibir en Coleway nunca la han visto y no pondrán en duda tu identidad. —Gothi colocó la vela en su soporte y luego presionó el sello de un anillo contra la cera que lacraba el pergamino— Tomes la decisión que tomes respecto al joven, no te demores en Coleway. Las fuerzas combinadas de los Hofferson y de la familia del joven actuarán en tu contra si te quedas mucho tiempo cerca del castillo. Vuelve a Londres, donde ambos estaréis a salvo. Recuerda, debes fingir que eres Monika hasta salir de Coleway. —Sus labios se distendieron en una sonrisa— Estoy segura de que esta misión pondrá a prueba tu paciencia. Tienes que presentar a Monika como una guerrera acostumbrada a ganar torneos y que sigue fielmente el código de su jefe. No estaría de más incluso que supiera algo de poesía.

Brusca puso los ojos en blanco y suspiró.

—Seré la viva imagen de lo que exige el estúpido código de los vikingos.

—Esa es la actitud que necesitas para tener éxito.

Le entregó de nuevo el pergamino y vio cómo Brusca echaba un vistazo al sello de cera. Era una copia exacta del sello de Estoico el Vasto, pero la joven no preguntó nada al respecto y guardó el documento entre los pliegues grises de la túnica.

Satisfecha con aquella parte del plan, Gothi comenzó a recoger las cartas y a apilarlas cuidadosamente en la mesa.

—Anímate, Brusca. Arreglarás pronto los asuntos pendientes en Mema y Coleway, y estarás de vuelta en Londres antes de darte cuenta.

— ¿Qué hay del conde Hofferson? —quiso saber la vikinga— ¿Dónde y cuándo tendrá lugar nuestro encuentro? ¿Debo presentarme ante él como Monika o como yo misma?

—No conozco todas las respuestas—dijo la hechicera- Hay factores que dependen de cómo se vayan desarrollando los acontecimientos. —Se enderezó para colocar las manos en las mangas, un viejo hábito de la Orden a la que pertenecía, y señaló con la cabeza la baraja— Elige la carta que te guiará en tu viaje.

Brusca ojeó las cartas y emitió un sonido de impaciencia.

— ¿Esperáis que arriesgue mi vida en un juego de azar?

—El destino guiará tu mano. La carta que elijas ahora será la adecuada para tu futuro, igual que la carta de la hechicera fue la señal que te guió hasta aquí.

Brusca vaciló un momento, luego desplegó la baraja en la mesa y eligió una carta aparentemente aleatoria. La puso boca arriba con un rápido giro de muñeca.

— ¿Ahora me diréis cómo se desarrollará mi viaje?

Gothi ignoró la sarcástica exigencia y estudió los símbolos de la carta: un rey anciano sosteniendo una hogaza de pan, la esencia de la vida.

—Esta es la primera señal, siempre es la primera señal: la carta del desengaño y la señal de un tirano. Llévala en tu viaje y su significado se aclarará cuando sea el momento adecuado.

— ¿La primera señal? —preguntó Brusca, la voz engañosamente tranquila— ¿Cuántas veces pretendéis jugar a esto? ¿Y cómo se supone que voy a descifrar su significado yo sola?

—Nuestras vidas están determinadas por el destino y sólo podemos interpretar las señales cuando aparecen. Esta es la primera señal de muchas, y únicamente los caminos que elijas determinarán su número total. —Gothi cerró los ojos y se concentró intensamente en la imagen del tirano. Aunque no se movió, los ropajes se arremolinaron a su alrededor y levantaron polvo del suelo, la tela cambiando y absorbiendo la luz— Vuelve a mirar el otro lado de la carta.

Brusca le dio la vuelta y vio que había algo escrito en los bordes, unas palabras claras y bien definidas que no estaban allí cuando eligió la carta. Ella era una chica cuya vida dependía de un estricto autocontrol, pero no pudo ocultar la expresión de sorpresa que apareció en su rostro.

Gothi sonrió.

—Como ya te he dicho, todo se aclarará cuando sea el momento adecuado. Hoy no puedo contarte más del asunto.

Una peligrosa luz destelló en los ojos de Brusca.

—Recordad mis palabras, Gothi, ésta será mi última misión. Mi deuda con el rey está zanjada. De hecho, pronto será él quien esté en deuda conmigo.

—Estás tan centrada en las deudas y los resarcimientos que no ves la realidad. Existen las deudas, y existe el equilibrio. —Abrió la caja de plata y colocó las cartas con cuidado en su interior— Nos reuniremos de nuevo cuando vuelvas a Londres, antes de que partas otra vez hacia Mema. Supongo que habrás encontrado el equilibrio para entonces.