Tú eras un chico que perdió su camino, sus sueños, siendo apenas un niño.

Yo era una joven que nunca había encajado, siempre sintiéndome incomprendida y sola.

Éramos tan diferentes como dos polos opuestos, la atracción mutua que experimentábamos no era menor que nuestras diferencias... Y eso alimentó mi esperanza.

Eras único en tu especie, ese tipo de hombre que solo conoces una vez en la vida para bien o para mal. Tenías tu manera de hablar, incluso de respirar, y podías ser todo aquello que quisieras... solo te faltaba algo en qué creer.

Yo daba todo de mí misma, tanto que no podía ver cuándo parar. Solo necesitaba a alguien para mostrarle cuán buena podía llegar a ser.

Éramos niños perdidos cuando nos conocimos, intentando encontrar un amigo de verdad en mitad de un mundo tan cruel. Traté de hallar la manera de llegar a ti, de derribar todas las enormes murallas que te habías construido a tu alrededor, a veces sin mayor recompensa que una sonrisa, pero nunca me rendía.

Es extraño, porque incluso yo misma te consideraba un maníaco del orden, un perfeccionista, frío como el hielo e incapaz de demostrar tus sentimientos. ¿Por qué el destino te había traído hasta mí?

Aún recuerdo aquel incómodo y silencioso momento en el que te lo confesé, me lo confesaste, y nos quedamos el uno frente al otro tan indecisos como avergonzados. No sabíamos qué hacer ni hacia dónde ir, así que simplemente nos perdimos juntos... Es gracioso que dijeras que nunca lo lograríamos, porque mira cuán lejos hemos llegado.

Sabía que nunca fracasaríamos en nuestro alocado amor, porque encajábamos como dos piezas de un mismo corazón. Ambos podíamos mostrarnos aquello que, por separado, no éramos capaces de apreciar.

Desde pequeña pensé que cuando conociera a esa persona especial compartiría mil momentos únicos a su lado, que sabría cuándo me había llegado la hora de rendirme al amor... Y entonces sentí algo que no había sentido nunca antes... Por ti.

A día de hoy me pregunto: ¿Cómo podías estar tan ciego como para no ver a la chica que tenías frente a ti? Yo podía ver nuestros sentimientos con claridad, y aún así tardé años en reconocer que quizás no todo eran imaginaciones mías, que quizás esto era real.

Yo era la luz de tus ojos cuando no podías ver, cuando te sentías perdido en algo que para ti era tan nuevo como el amor. El genio Hyûga era inexperto en algo tan básico y esencial como lo eran los sentimientos y las emociones, y eso siempre me había hecho reír.

Ahora puedo recostar mi cabeza en tu pecho y dormir, aunque... No me es necesario caer en los brazos de Morfeo para ver mis sueños justo frente a mi.

Eres un maníaco del orden, un perfeccionista, frío como el hielo e incapaz de demostrar tus sentimientos, pero estoy enamorada de ti.