Aprovechando lo dramática que me puse un tiempo, decidi que quería escribir algo como esto… y pues la verdad aunque a mi y a alguna de mis amigas les ha gustado, la verdad es que…. Yo siento que no es una buena historia.
Ya la tengo completa, así que intentaré subir lo que pueda mientras no llegue mi jefa :P… un beso!
Resumen: Después de una noche de copas y sexo, las cosas entre camus y milo tomarán otro rumbo; pero las decisiones del primero deben ser apresuradas, pues sólo dispone de dos días antes de separarse, quizá para siempre.
Entre copas
1 - Infidelidad
Fue un beso rápido y sin aviso, robado desde el principio. Se apartó en el momento, casi por impulso mientras observaba a su acompañante con sorpresa, con las caobas pupilas dilatadas entre extasiadas, confundidas y chispeantes. El otro, de mirada ojiazul, entre abrió los labios para ofrecerle un disculpa, no obstante recibió una bofetada en la mejilla derecha a modo de respuesta, dejándolo con el semblante volteado y la faz ardiéndole en vergüenza y a causa del efecto del alcohol; incluso tuvo que apoyar los dedos en la pared para no resbalar. Quiso volver a hablar, a justificarse, o a explicar por qué si toda la tarde había estado con la idea de besarlo, se atrevía cuando estaban despidiéndose; y mientras su cordura se perdía entre una, dos, tres, diez, y más copas del mismo vodka, olvidó lo que había decidido decir…
Para su sorpresa, el pelirrojo se le fue encima, y aunque al principio aparentaba que de nuevo lo iba a golpear, la verdad es que sus labios apresaron la boca del rubio con un contacto imperante. Por el peso y debido a la falta de equilibrio, ambos se fueron contra la pared. El que conservaba la posición dominante empujó la puerta con la mano, cerrándola de un portazo. El rubio correspondió su contacto, aferrando las manos en su cintura y resbalándolas con ímpetu por la espalda del otro, quien reaccionaba con jadeos y acariciaba el cuello de su ahora amante sin parar de besarlo…
El pelirrojo comenzó a desprenderle los botones de la camisa, el otro hizo lo mismo con el cinturón en aquél pantalón negro que delineaba a la perfección la figura de su acompañante. La primera prenda llegó al suelo, seguida por el pantalón. Los besos del taheño fueron recorriendo a la vez el cuello, y las partes allegadas a este, al tanto que sus manos se resbalaban de arriba para abajo sobre los pectorales y vientre del otro, quien comenzó a respirar y a jadear entrecortadamente; incluso aferró los brazos alrededor de su cuello para que no se marchara, o en todo caso, que no se arrepintiera de lo que estaba haciendo. Pronto volvió a atraerlo hacia sí, llevándoselo consigo hacia un sitio mucho más cómodo, procurando en el camino dejar los obstáculos que le permitían sentir su piel… su color… esa pasión que no le conocía a él ni a sí mismo, pero que estaba a dispuesto a explotar al máximo.
La espalda del rubio tocó con el colchón, pero no se encontró sobre este solo por mucho tiempo, ya que el otro se le fue encima sin parar con su dotación de besos y caricias por todo el cuerpo. El primero se movió sobre la superficie suave de la cama cada vez que él tocaba una parte sensible de su cuerpo, sin saber que eso solamente acrecentaba en su compañero las ganas de continuar. La lengua del segundo se escabulló al resquicio en su ombligo, provocando que este arqueara la espalda y que levantara aquella parte en su anatomía que requería de urgente atención. Enredó los dedos en aquellos cabellos tan rojos como el fuego de su pasión, al tanto que se mordía los labios…
-"Camus…"- Pero su nombre no evitó salir de estos con un jadeo suplicante. Escuchar su identidad lo excitó, y le produjo un asombro al que no tuvo tiempo de atender.
Y lo besó. Fue besado, acariciado y correspondido mientras continuaba su acto. Se permitió sentir y no pensar en nada que lo atormentaría a la mañana siguiente, porque eso estaba mal… MUY MAL.
El rubio enredó su lengua en la del otro, intentando callarse cuando este le tomaba la hombría y comenzaba a jugar con ella entre sus dedos, deslizándolos y apretándola sutilmente para no lastimarlo. La propia le golpeaba al ojiazul en la pierna, así que después de empujarlo para romper el beso y el contacto antes de que terminara, se dio la vuelta ante la sorpresa de Camus, quien no supo que hacer. Su amante se retiró el cabello de la espalda y la pegó contra su pecho para que este percibiera los roces bajos que la posición les otorgaba. El taheño comprendió cuando era la continuación en el acto y sin esperar más, en cuanto su amante se inclinó sobre la cama, rozó su miembro entre aquellas aberturas carnosas que palpó con las manos, incluso se atrevió a darles un golpe con la palma, ante la sorpresa del rubio, que por un momento perdió la concentración; no obstante, Camus no le dio tregua, y colocando la mano en su espalda lo obligó a que se arqueara más para poder acomodarse, mientras le besaba la piel y pasaba la lengua por aquella piel suave y caliente que tenía frente así; ante esto el ojiazul comenzó a gemir, dando así el banderazo de salida para que el taheño comenzara a embestirlo, primero despacio, guiado bajo los sonidos que realizaba la boca de su amante, hasta que estuvo completamente en su interior…
o.o.o.o.o
Se preguntó por qué había tanta luz, y por qué razón sus membranas se negaban a despegarse. Creyó por un segundo que alguien le había colocado pegamento en las pestañas y por esa razón, no podía abrir los ojos. Quiso incorporarse, pero la cabeza le pesaba, así que se dejó caer con la misma fuerza con la que trató de levantarla. Se colocó la mano en la cien e incluso trato de despegarse los párpados con los dedos; pero nada le funcionaba…
De pronto escuchó un sonido inusual, algo que no esperaba encontrar aún en su habitación: la respiración al dormir. Como pudo se levantó y abrió los ojos, sin esperar encontrarse la figura desnuda de un muchacho rubio, delgado, pero bien formado, que se mantenía en su vida desde la infancia. Veía todos y cada uno de los momentos pasados con él, como si estuviera a punto de morir. Bajó la vista, horrorizado, encontrándose en la misma calidad como lo estaba el otro… (Desnudo)
-"¡MILO!"- Gritó, y por alguna razón desconocida su voz le produjo dolor de cabeza. El nombrado se despertó de golpe, mirando del mismo modo confundido y perdido en todos lados, incluso somnoliento y distante. –"¡Milo!"- Volvió a gritar, lastimándose los oídos otra vez. El rubio volteó a verlo, con las manos en la cabeza por el mismo efecto: sus ojos también estaban abiertos como platos, y Camus tuvo la tonta idea de jalar las mantas y cubrirse hasta el pecho.
-"¿Qué haces en mi cama?"- Preguntó confundido.
-"¿¡Tu cama?"- Se escandalizó, otra vez tapándose los oídos y agarrándose la cabeza. El sonido elevado de su voz producía el mismo efecto que la campa más grande del mundo repicando dentro de la misma Notre Dame.
-"Shhh… baja la voz…"- Le suplicó el rubio. No parecía muy afectado por el escenario (o al menos no había notado aún lo que ocurría), aquél comportamiento exasperó al taheño. –"¿Por qué haces tanto…?"
-"¿¡Te das cuenta de la situación?"- Continuó reclamándole, aunque esta vez le habló en un susurro, como si temiera que el cuarto continuo los escuchara.
-"¿Situación?"- Milo se sentía confundido. De pronto se vio como hacia diez años, en un campamento de verano, despertando en la misma cama que su amigo; aunque, por supuesto, aquella vez no estaban desnudos. –"Ahhh…"- Se rascó la cabeza e intentó entender que ocurría. Le dolía, sentía náuseas y tenía todo el cuerpo molido, como si le hubiera pasado un trailer encime –no es que alguna vez eso hubiera ocurrido-. Miró a su amigo y descubrió que lo único que podía verle era del cuelllo para arriba, lo demás lo cubrió escrupulosamente con las sábanas. Camus jamás dejaba de verse presentable. Su elegancia le impedía aparecer ante Milo con el cabello revuelto como él lo estaba viendo ahora; y a este se le antojo que era un cuadro que podría disfrutar por siempre…. Meneó la cabeza para quitarse la idea, que más, resultaba imposible. Abrió los ojos un tanto, como dándose cuenta que aquello no cuadraba con su recuerdo del bar, el último sitio donde se veía con su amigo. Bajó la mirada y se encontró descubierto por completo, sin mantas y sin nada de ropa encima del lecho. El taheño siguió la dirección de sus ojos, y sin contenerse, se quitó la almohada y se lo arrojó hacia aquella parte desnuda.
-"¡Pardiez! ¡Cúbrete!"- Aquella primera exclamación siempre le arrancaba una sonrisa al rubio, pues su amigo solamente la usaba cuando estaba desesperado, irritado o demasiado nervioso; cosa que no demostraba con facilidad. Tomó la almohada y se cubrió, con las mejillas sonrojadas, en una medida menor a como se veían las de Camus. Se olvidó de dejar de idolatrarlo por un segundo y se percató de que no era algo normal… Sus ojos se abrieron con mucho más sorpresa. Un sonido de exclamación procedió de sus labios, ocasionando que el pelirrojo regresara la mirada hacia la suya: se querían tanto que podían saber lo que el otro pensaba con tan sólo mirarse fijamente.
-"¡No me digas que…!"- No quiso decirlo en voz alta, porque temió que se esfumara el júbilo que experimentaba en ese momento. Camus exhaló al tanto que observaba por debajo de las mantas. A Milo no le extrañó su reacción ni el hecho de que pensara de la forma en que seguramente lo estaba haciendo; por lo menos lo tomaba con… 'calma'…
-"¡AH!"- Gritó de pronto el pelirrojo, haciéndose ovillo en la cama y cubriéndose la cara con las manos. El rubio se tapó los oídos debido al estruendo que su voz le causó. Al recuperarse no supo que decirle. Quiso tocarle el hombro pero el otro lo rechazó, entonces entendió que quizá no era el momento… Ojala tampoco para recuperar su amistad.
Se quedó en silencio un instante, pensando cómo consolarlo. Sabía que no estaba llorando porque se le veía, de estarlo haciendo sus hombros se moverían al ritmo de su congoja.
Por fin Camus salió de su caparazón y se dirigió hacia el rubio
-"Milo…"- Le temblaron los labios. Lo conocía y esa no era su forma típica de actuar, así que sólo significaba que estaba confundido o consternado. –"¿Re-re-recuerdas…? ¿Recuerdas algo?"- El rubio se quedó en silencio. Meneó la cabeza. –"¿No?"- Él repitió su respuesta. –"¿No, seguro?"- El ojiazul exhaló.
-"¿Tú te acuerdas?"- El taheño meneó la cabeza también.
-"No… estaba tratando de pensar… de recordar como es que llegamos aquí, pero… no, nada."- Sabía que Camus no mentiría en algo tan delicado. –"Recuerdo que estábamos en el elevador celebrando… pero no… nada de que… tú y yo…"- Jamás tenía problemas para hablar, pero en aquél momento parecía que no sabía como escoger los vocablos exactos para una explicación.
-"Nos acostamos…"- Completó el rubio. La respuesta fue la que se esperaba: el pelirrojo se cubrió los oídos con las manos y cerró los ojos, como si quisiera reprimir una imagen descomunal.
-"No… debe… debe haber una explicación, una razón razonable para…"- Era su amigo quien decía incoherencias, y si el ojiazul no lo hubiera escuchado, no habría creído que era justamente él quien las pronunciaba.
-"Camus, si estamos los dos en una habitación solos, desnudos y en la misma cama ¿realmente piensas que la mucama vino a desvestirte y me trajo aquí para que pareciéramos pareja?"- Ante la última palabra se sonrojó. La idea se le antojaba más que un vaso de agua fría en pleno verano. El pelirrojo sonrió, aunque luego se puso serio. Todavía no podía creerlo. La idea de concebirse en aquella situación con Milo sobrepasaba todo límite imaginativo, en primer lugar por el acontecimiento dentro de dos días.
-"Tienes razón…"- Bajó la cabeza y se volvió a quedar en silencio. El rubio hizo lo mismo. El silencio se volvió la única compañía para ambos.
Camus pensó de nuevo que aquello era irreal, y no porque lo considerara una pesadilla, si no por el hecho de saberse confundido en cuanto a lo que acababa de pasar. Si desde los trece años se sabía con una absoluta preferencia, ahora… ya no estaba seguro si le gustaba esa, ambas, o sólo esta.
Milo, por su parte, ya tenía estructurada una. Desde sus quince años estaba consiente el tipo de gente con el que le gustaba tratar, pero sobre todo a quien amaba por encima de cualquier cosa..
Se aclaró la garganta y evitó tocarlo.
-"Cam, quisiera preguntarte algo…"- Sus ojos azules continuaban fijos en las manos que abrazaban la almohada. El pelirrojo volteó la cara, centrando sus caobas en aquél perfil de piel blanca, suavemente bronceada, que se enmarcaba por caireles dorados desalineados y de apariencia enredada. Notó una tristeza irreparable en sus pupilas, y aunque el hecho de tocarlo acrecentaba su confusión, deslizó la mano por el colchón hasta alcanzar la del otro, pues sabía que para Milo era muy importante el contacto físico en un momento difícil. Volteo a verlo, sorprendido. No le dijo nada, pero comprendió que era una señal para continuar. –"¿Esto… esto…?"- Señaló tanto a uno como a otro. –"¿… cambiará nuestra relación…?"- Antes de responderle sonrió suavemente.
-"No lo sé."- Dijo, observando sus manos entrelazadas. Se sentía tan familiar, pero a la vez tan confuso…
-"¿Y… si pudieras recordar?"- No había duda de que esperaba una sola respuesta, una que hizo que Camus se preguntara tantas cosas al mismo tiempo, que no pudo escucharlas todas con claridad.
-"…"- Los labios se le despegaron en un intento por hablar, cuando escuchó el sonido de un timbre familiar. Por instinto los dos voltearon hacia la puerta, donde estaba el camino de prendas que ellos se habían quitado anoche, y que era la única evidencia de su pasión. A Milo le subió el color a la cara, pero el pelirrojo no tuvo tiempo si quiera de pensar en algo más que en levantarse aún enredado por la sábana, recoger su pantalón, y sacar de él un celular pequeño. Miró la pantalla, luego al rubio y este supo de quien se trataba. –"¿Si?"- Contestó, sentándose en la cama. –"¿Era hoy?... si, si lo olvidé, a cualquiera puede pasarle… No te enojes, es que tengo muchas cosas en la cabeza. ¿Cómo qué cuales cosas?... Pues cosas Misa, muchas cosas… ¿Qué?... No sé, tal vez vaya…"- Para el rubio era algo normal oírle discutir con su prometida, pero a fin de cuentas eso era ella: su prometida. Camus ya se había levantado de la cama y caminaba de un lado a otro con el teléfono pegado al oído, cuando el rubio hizo lo mismo, y sin importarle un reclamo del otro –que a final de cuentas estaba muy ocupado- se paró desnudo y se fue hasta la puerta para recoger su pantalón y vestírselo. El taheño lo observó. –"… ¡No, no pasé la noche con ninguna prostituta! Tuve la mejor noche de mi vida, y ahora me estas causando dolor de cabeza… así que discúlpame pero tengo que colgarte…"- Y sin decir más oprimió el botón y apagó el celular.
El rubio ya había terminado de ponerse el pantalón y estaba por colocarse la playera.
-"No debiste decir eso… creerá que…"
-"No me importa."- Respondió el pelirrojo con firmeza. Milo dejó lo que estaba haciendo para mirarlo, sin entender porque reaccionaba así. Camus se olvidó de todo y se fue hasta donde estaba. Quizá no recordaba lo que sucedió en la noche pasada, pero entendía que las cosas entre ellos no podían quedarse simplemente así. Creía que todo tenía un motivo ser, estar y suceder, y confiaba en que si no pensaba por un momento, lo que experimentaba le traería la verdad ante sus ojos. Se situó frente a su amigo, colocó las manos entre el espacio forjado por la barbilla y el hombro, y se inclinó para besarlo; pero en vez de sentir sus labios tibios, experimentó el calor de sus dedos como una pared de hierro entre uno y otro.
-"Te casas pasado mañana, y… hay demasiadas cosas en juego… "- No podía negar que le había costado decirlo, y aún más desperdiciar el beso de quien amaba así era-, pero las cosas se tornaron demasiado complicadas, y él no iba a permitir ni que su intensidad aumentara, ni darse cuenta al final que sólo había sido producto de la confusión y la curiosidad.
El pelirrojo se quedó pasmado, creyendo que quizá se había equivocado al pensar que Milo lo quería en una forma romántica, pues, aunque a él mismo le gustaran las mujeres, a su amigo le atraían los hombros, y eso, en el pasado, jamás fue impedimento para que estuvieran juntos. Fue hasta notar que el rubio se separaba lentamente, dando pasos torvos hacia atrás, y que suspiraba cansino, para saber que no estaba del todo equivocado: A Milo si le gustaba.
Bien… quizá se pregunten como por qué Camus no se dio cuenta antes de los sentimientos de Milo, o por qué se embriagaron tanto… Bueno, como siempre en los capítulos venideros desenvolveré el misterio…
