*Aprendiz de Bruja*
"Es difícil saber en qué momento exacto comienza el amor;
menos difícil es saber que ha comenzado..."
Introducción
La mayoría de los días trascendentes comienzan como uno más.
Lo único nuevo que Severus Snape notó en el espejo antes de afeitarse fue que un vello de su barba rala de dos días no era negro, sino blanco. La navaja solucionó la novedad sin más mientras se aprestaba a su rutina eterna. La calidez estival comenzaba a menguar su temperatura, el otoño estaba presto y las clases en Hogwarts comenzarían la mañana del lunes. Él viajaría por los polvos flu, por supuesto, y eso le ahorraría un tedioso y largo viaje en el tren con el resto de los mocosos.
Habían pasado seis años desde la derrota de Voldemort. La mañana siguiente, cuando al fin abrió los ojos se sintió bendecido y maldito en partes iguales, pero sobre todo curioso: ¿Cómo había sobrevivido? Muchos no lo hicieron, alumnos y maestros perecieron aquella noche en el combate, al ver a Harry Potter deambular por ahí llevando ayuda a los heridos, le hizo pensar en su propia suerte. Jamás preguntó qué ocurrió.
Minerva McGonagall declaró en su favor para librarlo de Azkaban, los alumnos lo aplaudieron cuando regresó a regañadientes al colegio, "favor con favor se paga" le había dicho Minerva cuando lo instó a retomar sus clases.
Y de allí habían transcurrido muchos años, más de un lustro. Se había enterado que Harry Potter ya era definitivamente un auror al servicio del Ministerio, no supo mucho más, no preguntaba y no le interesaba prestar atención cuando los profesores y la directora comenzaban a hablar sobre sus ex alumnos.
Él quería olvidar de algún modo, quería hacerlo porque no podía. Adaptarse a una nueva vida fue difícil y no llegaba a ser satisfactorio del todo. Su vida era el colegio y no mucho más. Un buen día Minerva colgó un retrato de Dumbledore en su despacho, para que él tuviese con quien hablar. "Qué idea más tonta" pensó entonces, pero las veces que Dumbledore prefería pasar tiempo entre los marcos del despacho que en el de la oficina de la directora, Snape le hablaba.
Las estaciones se sucedieron sin mayor importancia, los años ocurrían uno tras otro, incluso ya se había graduado una camada entera que no conoció vivir en el castillo con la sombra de Lord Voldemort acechando cada rincón.
"La vida sigue", y parecía seguir sin él.
"¿Por qué sigo vivo?" se preguntó una vez en voz alta en su despacho, era un domingo lluvioso y gris de primavera. Miró a su alrededor buscando una razón de existir, cuando no tenía clases era más difícil, su mente no estaba ocupada y podía divagar sobre lo más absurdo y lo más profundo. Dumbledore se sonrió en el retrato "Por algo ha de ser, seguro que no por tu simpatía, Severus."
El comentario lo hizo sonreír. De hecho pensaba que Albus merecía la vida mucho más que él, muchos querían a Albus y lo necesitaban, a él no.
La noche del domingo estuvo en la mesa del salón comedor, como correspondía. El bullicio alrededor silenciaba sus ideas, a veces de tal forma que prefería el silencio y sus cavilaciones depresivas. Esa noche Minerva le sonrió gratamente, ocultando en sus ojos una chispa de entusiasmo que sólo podía significar un secreto que moría por contar, pero que moría por contar a Hagrid, insinuándole que se pondría muy feliz, a Slughorn le advirtió picarescamente que tendría más trabajo aquel año. Snape se preguntó porqué y también comenzó a sentir curiosidad, el profesor Slughorn se ocupaba de Pociones desde que él había quedado definitivamente en Defensa contra las Artes Oscuras, siempre tenían una cantidad similar de alumnos y de pociones que enseñar, nada descabellado.
Y entonces Minerva se puso de pie, y acomodó la silla vacía que se encontraba entre ella y Slughorn. Snape rotó sus ojos negros alrededor, los niños seguían llegando y acomodándose, los ya creciditos niños de último año eran los últimos en entrar.
-¡Bienvenida a casa, señorita Granger! –la calidez de Minerva hacía su otrora alumna preferida casi opaca la forma en la que se iluminó el rostro de Hagrid, que se puso de pie aparatosamente estrechándole la mano a la recién llegada. Slughorn y los demás profesores hicieron lo propio, incluso él se puso de pie rígidamente y arqueó una ceja de desdén mientras se cruzaba las manos bajo la túnica para evitar el saludo, apenas un asentimiento de cabeza.
No la hubiera reconocido a simple vista. Estaba distinta, simplemente distinta. Vestía la túnica negra de los profesores, su único rasgo distintivo era el cabello castaño alborotado en ondas que llegaban un poco por debajo de los hombros. Había una expresión madura en su rostro, aun más que antes, en su frente se adivinaba dónde saldrían las primeras arrugas en su aun muy joven rostro. En la mirada conservaba aquella esencia que de inmediato la presentaba -a quien no la había oído- como una muchacha netamente inteligente.
-¿Qué haces aquí Hermione? ¿Eres profesora? –la pregunta de Hagrid lo tensó, jamás había pensado en esa posibilidad y lo hacía sentir aun más anciano que el vello blanco que descubrió en su barba por la mañana.
-No, de hecho la señorita Granger, Hermione, está comenzando una especialización, como la ven ya se ha graduado de títulos superiores e ingresó al Ministerio de Magia en el departamento de… ¿de qué era, querida? El punto es que se especializará en Pociones aquí, Horace. Será tu alumna durante este año. –la rapidez con la que habló Minerva hizo que Slughorn se envaneciera de inmediato.
-He oído sólo cosas buenas de usted, Granger. –premió el hombre mientras acomodaba la silla a su lado que ocuparía la joven mujer.- Aun tengo su retrato, ¿lo recuerda? Será un placer enseñarle todo lo que sé, hace mucho que un alumno no regresa por estudios superiores… Desde…
-Incluso, Hermione te escogió especialmente a ti para la materia –Minerva asintió positivamente, Snape fijó su mirada al frente. Los alumnos siempre lo preferían a Slughorn, era obvio.
-¡No me enviaste lechuzas con la noticia! –Hagrid se removió inquieto de entusiasmo.
-La profesora McGonagall insistió que fuera una sorpresa –su voz no cambió, pero estaba mucho más pausada y medida que antes.
-Llámame Minerva, querida. Prácticamente somos colegas todos nosotros…
-No coincido. –las primeras dos palabras que Snape alzó en la conversación aparecieron tan de repente como la comida en los platos.
-No se preocupe, seguirá siendo Profesor Snape para mí.
-Por mi parte puedes llamarme Horace, querida, ¡me hace sentir más joven!
Minerva pareció fastidiada y a la vez divertida con la discusión, se puso de pie para el discurso inaugural de aquel año que sin dudas rompería la monotonía que Snape conocía hasta entonces.
*Disclaimer: Harry Potter y todos sus personajes pertenecen a J. K. Rowling*
N.A: Hola, gente. Muchas gracias por pasarse. Eran vacaciones, llovía, invierno, y el piano sonaba. Esta historia que ven aquí será corta pero espero que sustanciosa, ya tengo capítulos adelantados para no perder el ritmo de publicación de uno por semana. Espero que lo disfruten.
