Titulo: Miko: Story Synnin

Autora: Orihime No Miko

Pareja (s): ¿?

Protagonistas: Ulquiorra, Orihime, Ichigo.

(D) Los personajes pertenecen a Tite Kubo, creador del Anime/Manga Bleach.

Disfruten la lectura.


~Capitulo 1~

Has sufrido un dolor y una tristeza incalculables, pero por eso quiero protegerte a ti y a esa sonrisa que va desapareciendo.

Aunque tenga que gritarlo encontrar del viento: Te encontraré.


Llovía, llovía como nunca antes y los vientos eran devastadores, los cuales corrían a muchos kilómetros por hora en el pueblo de Karakura. Las calles estaban desiertas y las casas mantenían las ventanas cerradas con madera martillada, al igual que las débiles puertas corredizas. Todos entraron a sus mascotas y las cosas que pudieran salvar de los jardines y patios traseros, ya que se avecinaba una tormenta infernal y nadie quería salir perjudicado por ello.

Pero ahí, en una de las avenidas principales, una niña descalza, bañada en sangre seca y ropas andrajosas caminaba contra el viento, cubriendo su cuerpo con sus brazos desnudos, tratando de seguir adelante. Sus pies ardían y sus ojos lagrimeaban, aunque no se podía saber si era el efecto del viento sobre sus pupilas o era dolor propio del cuerpo humano reflejado en ellos.

Aunque, el infante avanzaba a pesar de las complicaciones. No trataba de pedir ayuda, porque sabía que nadie iría a por ella, nadie se arriesgaría por una pobre niña, al contrario, pensarían que es un favor del destino el hecho de que este sola, afuera y con la tormenta, así podría dejar de sufrir en esa vida repleta de sangre y monstruosas guerras civiles.

La Pequeña sentía los cortes a ras de piel. El viento era impetuoso y no sería flexible con su persona solo por ser una menor. Y aunque el espíritu flameante por sobrevivir nunca se extinguió, su cuerpo ya no soportaba los rounds ininterrumpidos con el aire cortante, por ello al instante siguiente de avanzar, se desmorono. Sus ojos pronto se fueron apagando, como si la hubieran arrastrado a un trance en contra de su voluntad. Sus brazos sobre su pecho, contra la tierra, temblaban con exageración y las yagas en sus pies punzaban a tal grado que comenzó a perder el sentido.

De la nada, varias sombras aparecieron a su alrededor, creando un muro entre el viento y su cuerpo a punto de desfallecer.

Trató de mover los ojos, pero ya ni eso podía hacer. Lo último que sintió fue que alguien recogía su cuerpo destruido y hablaba con las demás personas.

-¿Onni-Chan?—susurro la pequeña con los labios secos y partidos. Al segundo siguiente callo inconsciente.


La mano mate que se estiro entre la oscuridad traía entre sus dedos un trozo de tela húmedo, el cual deposito en la frente del cuerpo en reposo. Este, sudaba mucho y se movía como si tuviera una de las más horribles pesadillas. Soltaba gemidos de dolor de vez en cuando y su ceño fruncido y las lágrimas daban a entender que todo le dolía. Estaba vendada por completo, incluso parte de su rostro estaba cubierta por esa blanca cinta, algunas con pintas pequeñas de sangre y otras empapadas por la transpiración.

La angustia de las mujeres que la acompañaban se reflejaba en sus rostros y en las palabras que ocupaban en sus oraciones, pidiendo por el bienestar de la pequeña.

Poco a poco las horas fueron pasando y la niña no parecía tener mejora, y tampoco abría los ojos. Esto comenzó a preocupar a las mujeres que la cuidaban y sus esperanzas comenzaron a flanquear mientras la vigilaban, aunque en realidad nunca desaparecieron del todo. Mantenían la fe a pesar de las circunstancias. Y el Doctor en jefe de la ciudad, quien al llamado acudió de inmediato, hacia todo lo posible por mantener a la pequeña estable.

Las manijas del reloj continuaban pasando y así se completaron tres días y tres noches en esa habitación, en la cual la desesperación aumentaba en peso cada vez más.

La adolescente de cabello ámbar ingreso de improviso a la habitación al cuarto día y observo con ojos curiosos a la pequeña niña recostada en el futon de la enfermería, todavía ahí.

-¿Cómo esta?—pregunto la niña a una mujer adulta. La única que se encontraba en el lugar.

-Aunque esta estable y sin fiebre, no parece mejorar—hablo la mujer con voz tranquila—El Doctor Kurosaki está haciendo todo lo humanamente posible, y nuestras esperanzas siguen en nuestros corazones, pero…—se detuvo, y alzo la mano hacia la mejilla de la niña convaleciente, estaba muy fría a pesar de las tapas que cubrían su cuerpo—parece como si ella no quisiera seguir viviendo—

La joven de ojos celestinos se sorprendió, y luego se apresuro al borde del futon, con rabia y hablo altivamente cerca del rostro de la niña enferma.

-No sé quien seas y que te haya pasado, pero aquí hay gente que vela por ti desde hace unos días. Quieren que te pongas bien—refunfuño enojada— Te quieren mucho, incluso sin conocerte y hacen todo lo posible para que recuperes la conciencia. Te cuidan y nunca te dejaran sola, así que no seas mal agradecida y pon un poco de tu parte también—

Al finalizar su discurso motivador, la mayor la observo sorprendida, y luego sonrió disimuladamente. La chica más joven de ese lugar, mantenía el ceño fruncido y observaba a la recién llegada con recelo.

- Rangiku-Chan—la llamó con voz apenas audible—valoro tus palabras para con nosotras, pero no creo que sea la forma de alentar a un herido—

-¡Lo sé!—se quejo la chica cruzando los brazos bajo sus pechos—¡Pero lleva muchos días ahí, según el viejo ya debería estar consiente al menos!—

El quejido de una quieta enferma, las silencio súbitamente.

Los dos pares de ojos se apresuraron a mirar la cabecera de la cama japonesa y ver como la niña se quejaba y movía bruscamente. Matsumoto alzo el rostro sobre la pequeña y parpadeo.

-¿Esta…—se quedo a media voz cuando observo un ojo gris abrirse paso entre los parpados. Sus palabras habían funcionado—despierta?—

El ojo gris recorrió el rostro frente a ella perpleja, no creía conocerla, aunque aun adormecida.

-¿Quién eres tú?—pregunto con voz apagada.

-Matsumoto Rangiku, mucho gusto—respondió instantáneamente mientras sonreía la de cabello ámbar—¿Cuál es tu nombre?—

-Mi nombre…—la somnolienta chica parecía procesar lentamente la interrogante—Orihime, Inoue Orihi—

Se detuvo de inmediato y abrió su ojo con terror y su rostro se desfiguro lleno de pánico y la adolescente, esperando una acción apresurada, se aparto de inmediato de su camino.

-¡Onni-Chan!—la chica se sentó de improviso y contuvo su rostro con sus manos-¡Sora Onni-Chan!—gritaba la chica entre el llanto incontenible, mientras por el movimiento brusco sus vendas se llevaban de sangre bajo la bata blanca, cubriéndola del carmesí de inmediato.—¡Onni-Chan, Onni…!—llamaba la chica con voz angustiada que comenzaba a apagarse, olvidando en ese instante su propio dolor físico y solo recordando sus memorias.

Las de ojos azules cruzaron miradas, intrigadas y luego volvieron a mirar a una destrozada Orihime. El llanto desgarrador que surcaba sus labios, comenzó a recorrer el cuerpo de la ambarina, tan hondamente que la hizo llorar también.

Retsu permaneció en su posición, sentada a un lado de la cama y estudio a las dos niñas que lloraban. Por reflejo, se levantó y pasando las manos por las cabezas de las niñas, acariciando sus cabellos, las abrazo como una madre contra su pecho, y ellas lloraron todo lo que pudieron sobre el cuerpo de la mujer adulta, tirando de su camisa blanca y escondiendo sus ojos húmedos en su ropa.

Las pequeñas poco a poco comenzaron a calmarse, a regular su respiración y dejar de agitar sus hombros por la pena. Luego, lentamente se separaron del cuerpo de Unohana

-¿Están bien, niñas?—pregunto con voz maternal Unohana.

-Sí, lo siento mucho señora—se disculpo Orihime, muy apenada, que apretaba los ojos debido al dolor físico.

-No te preocupes, querida. Llorar nunca es malo y llámame Retsu con confianza—le expreso la mujer mientras acariciaba su cabello naranja.

-Retsu-Sama—expreso Ran separándose de ella—Siento mucho haberme atrevido a llorar, no debía hacerlo. Nosotras jamás…—

-No te preocupes Ran-Chan, estas aprendiendo y mientras te esfuerces y seas consciente de ello, todos estará bien—

-Pero…—presiono las manos contra su pecho—El recuerdo es…—

Se detuvo al sentir el dedo índice de la mayor sobre sus labios.

-No hay que llamar al presente el pasado querida Rangiku, simplemente hay que aceptarlo como algo ya vivido, y tienes la opción de aprender de ello, conservarlo, o desapegarte de él. Recuérdalo—

-Sí, Maestra—susurro la ambarina con respeto, mientras asentía con la cabeza.

-Ahora ve a llamar a Kurosaki-San, debe ver a Orihime-Chan de inmediato—le pidió a la adolescente y esta de inmediato salió de la habitación.

-¿Kurosaki-San?—cuestiono Orihime

- Él es el médico que te ha atendido estos cuatro días que has estado inconsciente, pequeña. Ha hecho un gran trabajo contigo—

A los segundos por la puerta pareció el Doctor Kurosaki, junto a Ran y Kukaku.

-¡Despertó!—aclamo el nombre tan feliz como pudo.

-Así es. Después del discurso alentador de nuestra pequeña Ran, Orihime-chan abrió los ojos—

-¡Qué gran noticia Retsu! ¡Y muy bien hecho Matsubub!—felicito a la niña mientras le enredaba el pelo, al despeinarlo con la mano estirada sobre el cabello ambarino.

-¡Arh! Cállate viejo verde—le grito la niña.

-Matsumoto—llamo Retsu con pasividad.

-Lo siento—susurro a regañadientes.

-Está bien, está bien. Me gusta molestarla, no la reproches por defenderse—hablo Kurosaki mientras se acercaba a Orihime. Sacando una sonrisa en el rostro de la adolescente por sus palabras.

-Buenas Tardes Señorita, mi nombre es Kurosaki Isshin—mostro una sonrisa amigable al tiempo que llegaba al lado de su paciente—¿Cuál es su nombre?—

-Inoue Orihime—respondió la chica que permanecía acostada debido a las instrucciones que la mujer a su otro lado le ordeno.

-¡Oh! Qué hermoso nombre tiene esta niña ¿No crees Ku-San?—

-Es linda, me gusta—dijo la mujer de cabello oscuro llegando a los pies de la cama.

-¿Usted es el Doctor?—pregunto Orihime.

-Claro señorita, si tiene algo que preguntar o comunicarme alguna cosa no dude en hacerlo. Ahora debo examinarla, así que por favor levántese un poco—dijo él animadamente, mientras tomaba una de las manos de la enferma y la ayudaba sentarse.

Inoue se quejo un poco al hacerlo, pero finalmente y a paso lento y seguro lo consiguió.

-Ahora respira—ordenó, mientras se situaba en la espalda de la chica y le bajaba un poco la bata de su cuerpo, para un contacto directo entre la anatomía femenina y su oído.—Otra vez, mantente recta y respira profundamente—

Luego de escuchar sus pulmones unos segundos se levanto.

-¡Gracias a Dios! No hay problema con tus órganos internos a pesar de tus heridas. La mayoría de ellas son externas, pero esa en tu espalda me asusto un poco. Es un poco profunda, pero está todo bien a dentro.—

-¡Me alegro mucho por ti Inoue-San!—dijo la ambarina con alegría. Que de tener cola como los cachorros la habría sacudido como loca.

-Solo preocúpate de mantener reposo, comer bien y curar las heridas de vez en cuando.-receto Isshin posando una mano sobre el hombre de la niña.

-Doctor…aunque agradezco mucho su ayuda, yo no poseo dinero—confeso la chica apenada, ocultando su rostro bajo su cabello.

-¡Oh! No te preocupes por ello, querida. Soy un poco altruista, así que me pagaras con tu recuperación—

-¿De verdad?—pregunto ilusionada.

-¡Claro que sí!—le reafirmo el hombre—¿Sabes? Mi hijo siempre se mete en problemas y yo estoy ahí para curarlo, tú me recuerdas mucho a él. Ya que constantemente aparece con heridas como las tuyas—comento con ojos brillantes.

-Otra vez hablando de Ichigo—se quejo Kukaku—De vez en cuando deberías salir del papel de padre ¿No crees?—

-Adoro ser padre así que no te metas—se defendió con el ceño fruncido y mirada asesina, causando una risita por parte de Orihime.—Una hermosa sonrisa pequeña—

La lisiada se cohibió ante el cumplido y un fuerte sonrojo sobrio sus mejillas, haciendo que a Isshin le pareciera encantadora a pesar de no poder ver la mitad de su cara por las vendas.

-¡Espero que cuando Yuzu y Karin sean de tu edad, sean así de lindas!—lagrimeo el Kurosaki fascinado, haciendo que todas las demás lo miraran con burla.

-Orihime-Chan—la llamo Shiba—Si no te incomoda responder, ¿De dónde vienes?—

La de ojos grises la observo con ingenuidad y contesto.

-Mi hermano y yo vivíamos en Kioto con Papá y Mamá. Pero ellos fueron asesinados por ideologías políticas, así que mi hermano como pudo nos saco de la ciudad, porque aunque nos perdonaron la vida, esa gente es mala y siempre cambia de opinión—hizo una pausa para respirar y prosiguió, a pesar de los ojos atónitos de todos—De Kioto nos detuvimos en pueblos y ciudades, pero Sora nii-Chan no confiaba mucho en nadie, así que al tiempo abandonábamos el lugar. Llegamos aquí hace unos dos días y…—Orihime se detuvo y concentro su expresión—No lo recuerdo. No sé por qué, pero no recuerdo nada de esta ciudad. Solo sé que Onni-Chan… —

Las lágrimas trataron de escapar de sus ojos. Todo quedaron en silencio absoluto, y para la sorpresa de muchos Rangiku hablo de las primeras, emocionada, tratando de cortar la atmosfera depresiva que se creó en segundos.

-¿No tienes donde ir, verdad? Si es así…—Los ojos celestes chocaron con los ojos Azules de Retsu—¿Puede?—

-Claro que puede—asintió Unohana y luego se dirigió a una niña de nueve años que trataba de contener el llanto—Orihime-Chan—llamo su atención—Si tu quieres puedes quedarte aquí, en el templo Shinto, y ser una sacerdotisa, como nosotras—

Inoue recién venia a notar las vestimentas rojas y blancas que llevaban las mujeres.

-Si no quieres, ten por seguro que nosotras te ayudaremos a encontrar un hogar—

La de ojos grises observo a Retsu unos segundos y luego se detuvo en el rostro esperanzado de Rangitsu.

Esbozo una sonrisa.

-¡Si quiero!—dijo la niña decidida—Quiero ser una Sacerdotisa, quiero quedarme aquí, con ustedes. Si me lo permiten, claro—

-¡Sí Inoue-San! ¡Sí!—grito Matsumoto mientras le tomaba las manos, contentísima.

-Al parecer tenemos que agregar una belleza más a la colección de Kami—dijo Isshin entusiasmado, al escuchar que su paciente tendría un lugar en donde vivir.

-La vida de Miko es algo complicada, Orihime—advirtió Kukaku acercándose a la chica—¿Estás segura de esto? Renunciaras a muchas cosas por ello—

-Lo sé, se lo que es una sacerdotisa, y en teoría, sus costumbres y su forma de vida—cruzo miradas decidas con la Shiba—Estoy segura que es la decisión correcta. No tengo donde ir, estoy sola y ustedes parecen muy buena personas. Siempre admire a las sacerdotisas cuando vivía en Kioto, así que optar por ser una de ellas…es un gran honor—dijo la chica inclinando la cabeza con respeto hasta donde los dolores se lo permitían.

-Muy bien Inoue-San. Recupérate y en cuanto estés preparada comenzaremos a entrenar juntas—Le alentó entusiasmadísima la ambarina. Ansiosa por tener a una compañera de prácticas.

Isshin se despido de todas excusándose, de que se le hacía tarde para ver a Ichigo y a sus adoradas hijas, y Unohana y Shiba fueron a buscar comida para la nueva aprendiz.

Orihime se quedo en la habitación conversando con Rangitsu mientras su comida llegaba. Al hacerlo, las dos adultas se disculparon diciendo que debían dejarlas solas porque había labores pendientes, y en compensación le dieron el día libre a su única aprendiz para que así pudiera instruir a la nueva chica.

-Orihime es un lindo nombre—comenzó la plática la de ojos celestes dando de comer a la lisiada en la boca.

-¿Tú crees? Me lo dio mi madre, ella siempre quiso llamarse así—sonrió cálidamente.

-¡Oh! Hablas de ella con mucho cariño ¿Fue buena contigo?—

-Claro que sí. Aunque, bueno, al ser nobles de Kioto, los padres no son muy afectuosos si a eso te refieres ya que están muy ocupados con el trabajo, y nunca tienen tiempo para sus hijos—le explico apenada mientras tragaba—Pero mamá y papá siempre se daban el tiempo de estar conmigo, aunque fuera unos minutos de noche al llegar o de día antes de irse a trabajar—

Abrió la boca y recibió otro sorbo de la sopa de miso por parte de Matsumoto, ya que al estar vendados sus brazos, le resultaba todo un esfuerzo épico moverlos con libertad.

-¿Qué hay de ti Matsumoto-San? ¿Tus padres fueron buenos contigo?—pregunto curiosa, para hacer una conversación fluida.

-No conocí a mis padres—le respondió apenada por desilusionarla.

-¡Que tonta soy! Lamento haberte preguntado—

Ran vio la tristeza en los ojos de la niña, así que agrego:

-No te sientas mal Inoue-San, desde que tengo conciencia he vagado sola por el mundo. No sé cuál es mi ciudad natal, o si tuve padres o hermanos, o algún familiar en algún lugar. Cuando comencé a razonar ya me hallaba sola, así que realmente no lo sé—

-¿Fue muy duro?—pregunto preocupada, mientras volvía a comer de la mano de su amiga.

-No demasiado—Sonrió enérgicamente la de ojos celestes.

Orihime se quedo callada, sabía que solo se hacia la fuerte. Ella creció con lujos, así que en realidad no sabía que tanto se puede vivir en las calles. Pero lo que sí sabía, es que si su vida, hasta ese momento, era algo complicada, la de Ran no tuvo que ser nada fácil.

-¿Hace cuanto estas aquí, Matsumoto-San?—

-Hace unos seis meses. Llegue aquí casi de la misma forma que tú—sonrió con optimismo mientras cerraba los ojos—Me desmaye en la entrada, frente al Torii. Estaba deshidratada y en muy mal estado físico, no había comido nada en semanas y tenía un resfrío espantoso—comento, agregándole una expresión de asco, muy graciosa.

Orihime sonrió, divertida.

-Retsu-Sama y Kukaku-Sama me ayudaron—hablo agradecida—Bueno…, y el viejo también, un poco, solamente un poco—cambio de inmediato su expresión por una de indiferencia total—Pero eso creo que lo mejor para ti es quedarte en este lugar, aunque ser una sacerdotisa es un poco duro, estoy segura de que aprenderemos juntas Inoue-San—

-Eso espero, estoy ansiosa por empezar—agrego la pelinaranja—¿Sabes? Yo he visto el Santuario Fushimi Inari Taisha. En la entrada hay muchísimos toriis rojos, llenos de plegarias. Es muy hermoso y entrar en ese lugar da mucha paz interior—

-¡Eh! ¿De verdad?—pregunto impresionada la aprendiza—¡Ah! Verdad que tú vivías en Kioto. Ese Santuario es muy famoso, hasta por aquí. Si no mal recuerdo ahí se encuentran los mensajeros del Kami Inari, ¿Verdad?—

-Así es, está repleto de estatuas de Kitsunes por todas partes, son muy bonitos—finalizo.

-Algún día me gustaría visitarlo, ya que el torii de aquí me encanta, ¡Me imagino lo feliz que sería si pudiera atravesar todo un pasillo de ellos!—comento dando una sonrisa de oreja a oreja.

-Pero no recuerdo demasiado, ya que la única vez que he ido, fue cuando tenía como 7 años—comento frustrada.

-No importa, algún día lo visitaremos juntas. Después de las guerras, iremos las dos a verlo—

-Sí—asintió levemente, muy entusiasmada—Quiero recuperarme pronto para poder ver todo el santuario, debe ser precioso—

-Así es. Aunque es el santuario de un pequeño pueblo aislado de todo el mundo, es fascinante. Créeme te encantara—

-Eso espero Matsumoto-San—

Al terminar la comida, Matsumoto fue a dejar los trastos sucios a la cocina y en ese instante Orihime se quedo completamente sola en la habitación. La observo con determinación y noto que era una habitación cerrada sin ventanas, en donde solo había numerosos futones blancos como el de ella, y al lado de cada uno, un recibiente con agua y una vela. En su caso, encendida.

Orihime frunció el ceño, preocupada. Acababa de despertar en un lugar extraño, sola, con gente desconocida y…huérfana.

Como pudo se volvió a recostar y al taparse con las sabanas hasta por sobre la cabeza, se acurruco como un bebe y lloro silenciosamente, en esa posición dolorosa para su cuerpo lastimado.

Rangiku ingreso a la habitación unos segundos despues y observo con un deje de melancolía el cuerpo completamente cubierto de mantas. Entrecerró los ojos y dirigió su vista al piso. Presiono sus dedos contra la puerta de madera que aun sostenía e inhalo profundamente dándose valor.

No sabía cómo ayudarla y le molestaba. Por alguna razón la sentía tan cercana, tan simular a si misma que al verse como alguien inútil en ese instante, le dolió.

Se acerco al futon y se arrodillo para apagar la vela con un soplido suave. Ladeo la cabeza hacia Orihime y tímidamente toco su hombro.

-Que descanses, Inoue-San—susurro para no molestarla.

Se levanto delicadamente y tratando de no hacer sonar las viejas tablas del piso, salió de la habitación.

-Gracias—susurro la pelinaranja entre lágrimas.


Todo lo que nos sucederá en un futuro tiene su significado, Así que no cambies porque sé, que llegara el día en que te des cuenta de eso.

Tú y yo: ambos lucharemos.


Gracias por leer hasta aquí *Hasta luego*

Orihime No Miko