Corpus Chisti

Las insinuaciones del joven, sus contoneos, sus miradas cargadas de deseo llevaban al pastor todas las noches a masturbarse compulsivamente pensando en ese pequeño y perfecto cuerpo adolescente. Su nuevo monaguillo le hacía perder la cabeza, despertarse todas las mañanas con una férrea erección. No había noche que no soñaba en tomar al joven entre sus sábanas y hacerle suyo durante la oscuridad hasta que se aprendiera de memoria los evangelio instruidos a golpe de penetración, pero lo que nunca llegó a pensar fue que el objeto de las depravaciones fuera él mismo.

Ese día, a primera hora, tenía que ejercer el oficio de la mañana, el muchacho no había aparecido, por lo que tuvo que prescindir de su ayuda. Durante los primero minutos del oficio todo fue como siempre, dar la bienvenida, los cánticos y rezo del padre nuestro.

Llegó la hora del sermón y se dispuso a caminar hasta el pulpito donde su cuerpo quedaba escondido tras un enorme atril decorado con elegantes telas que caía hasta el suelo. Como todos los días comenzó la homilía, esa semana tocaba hablar del pecado carnal fuera del matrimonio.

-Hermanos, podemos pensar que el amor fuera del matrimonio es algo hermoso, y es así, pero debemos respetar…- Su sangre se heló cuando sintió unas manos salir de debajo del atril y comenzar a hurgar bajo su hábito. Unas pequeñas manos que consiguieron penetrar dentro su sotana. No podía detenerse, todos verían que estaba con el miembro fuera y el lascivo monaguillo acariciando sus velludos testículos. -…respetar el santo sacramento del… matrimonio.-

No pareció que nadie se hubiera dado cuenta, casi todos sus feligreses de las mañanas eran las ancianas del lugar, en busca de algo mejor que hacer que sentarse a hacer punto. Con todas sus fuerzas intento no excitarse, y mantener el falo en un tamaño mínimo, mas las pecaminosas manos del muchacho no tenían esa intención. Se movieron por la base, tan solo con las yemas, hasta alcanzar el cada vez más redondeado glande. –El matrimonio, santificado por… nuestro salvador…- Su boca se quedó abierta, pero no salieron palabras. La húmeda cavidad del muchacho había tomado posesión de su polla, y lamía como si fuera un cachorrito. La punta de la lengua recorría cada centímetro de su carne, marcando con saliva las venas que se inflaban con cada pulsación. –…No… entraremos en detalles de la vida de Cristo, con quien o no… se acostaba…. Perdón… amaba.- Las palabras erróneas levantaron murmullos, teniendo que agarrarse a los bordes del atril al sentirse dentro de la garganta de Will. Tan apretada como para estrangular y asfixiar su miembro, tan húmedo como para conseguir que la saliva de William resbalara por sus testículos. El menor agarró con la diestra sus huevos, masajeando estos al mismo tiempo que su cabeza tomaba un ritmo más acelerado.

El sermón se tornó más raudo, su voz sufría altibajos, gemidos que eran encubiertos con alabanzas al señor, gesticulando eufórico. Sus palabras elevaban de volumen, hasta los del último banco podían escuchar su homilía llenó de energía. Los dedos se volvieron blancos por la fuerza con que apretaba. Deseaba agarrar la cabeza del joven, y moverla de adelante atrás, mover sus caderas, follarse esa boquita hasta correrse en su boca. Sus fantasías volaban, pero la auténtica tortura era luchar para que no fueran descubiertos.

-¡DIOS… alabado!- Travieso, travieso le mordió la punta de la polla, provocando que Hannibal soltara un primer chorro de presemen, directo a la garganta del pecaminoso joven. Este succionó su polla como si fuera lo más delicioso que jamás había probado. Quería el resto, quería toda la leche de su pastor. –Levantémonos y alabemos al señor.- Tomó sus caderas, obligando al sacerdote a aferrarse con más energía y no dejar que Will lo meneara. Dentro y fuera, una y otra vez, su polla dura como la mismísima cruz, sufriendo palpitaciones, hormigueo, un gemido imposible de disimular y finalmente… un potente chorro de esperma vertiéndose en la deliciosa y pecaminosa boca del muchacho, el cual saboreó y trago como la buena putita que era. Retiró la boca con un hilo de semen uniendo la punta con sus labios, la cual recogió mirando desde el escondite a su nuevo padre.

Nadie sabía lo que había pasado, todos dieron por sentado que Hannibal en un momento de inspiración, se alzó en aclamo al señor. Pero nadie supo que bajo el atril y frente a todos unos hombres de Dios había recibido una mamada bajo la mirada del cristo crucificado.