Baila conmigo.
''¿Por qué aparecen de repente los pájaros siempre que tú estás cerca?''
-The Carpenters-
Como Haruhi deseaba con locura llevarnos en verano a ver a los delfines a un parque acuático, le propusimos un montón de ideas para reunir fondos.
Ella escogió la de un maratón de películas. Por eso mismo el sábado por la noche media escuela se encontraba en el patio trasero de la mansión de la familia de Tsuruya.
Habíamos conseguido las películas, la mayoría de terror, en la biblioteca a la que siempre va Nagato, Koizumi contacto a la Agencia y nos prestaron cerca de quinientas sillas (no eran necesarias tantas), Haruhi plagió uno de los proyectores del salón de maestros y llamamos a unos vendedores, amigos de mi padre, para que vendieran palomitas y refrescos.
Yo ya estaba algo cansado por que toda la semana nos la pasamos de arriba abajo vendiendo boletos y haciendo y pegando carteles, así que en ese momento me encontraba sentado en una de las sillas junto con Asashina tomando refresco.
La noche se acercaba y las películas de miedo iban a empezar. Pude mirar a Haruhi a lo lejos como quinceañera mexicana en el mero día de su fiesta corriendo de un lado a otro. En realidad no estaba haciendo nada, solo que estaba emocionada por que por primera vez algo nos salía bien
Cuando empezó la primera de miedo todos se reunieron, era Drácula. Asashina, que seguía a mi lado, comenzó a tirar de mí desde la primera aparición de los paisajes de la oscura Transilvania y me apretó el brazo con fuerza cuando el master Vlad Draculea salió de su ataúd. Todo iba bastante bien, pero después de hora y media de escuchar los chillidos de Asashina, esta actividad puede resultar agotadora. Así que por mas que me pesara le deje el trabajo a Koizumi. Me fui a sentar junto a Nagato cuando empezó El Pueblo De Los Malditos, una película muy extraña y espeluznante que Nagato miraba con lo que yo podría interpretar como ''interés''. Quise hacerle notar mi entretenimiento y lance unos comentarios sobre el rodaje, a lo cual ella solo asentía, pero no despegaba los ojos de la pantalla, lucia tan concentrada y la luz resplandecía en sus ojos que por un momento Nagato se me figuro a uno de los niños protagonistas de esta película. Un escalofrío me recorrió y decidí retirarme para no sufrir otro susto.
Busque a Haruhi con la vista para hablar con ella un poco. La vi un tanto agotada en una de las sillas de hasta atrás con una enorme caja de palomitas en los brazos comiéndose todo ¿cómo es que no engorda?
—Hey — le dije cuando me senté a su lado arrebatándole la caja de palomitas.
—¡Dame eso! — Se quejo después. Me las quito y yo les las quite y a mi tercer intento de robarlas terminamos por tirar todo sobre el pasto.
—¡Tarado! Ahora tengo que comprar otras... ¡dame dinero! — Me ordeno. Yo le hice caso, algo acostumbrado ya a hacerme cargo de este tipo de encargos, y le solté un billete.
—Ve, ve, ándale.
Se fue con pisadas bien fuertes enojada. Desde el asiento retirado en el que me encontraba (el ultimo, para ser mas exactos) apenas podía ver la pantalla. Empezó una película americana muy famosa y aterradora llamada Chucky, el muñeco diabólico, de verdad daba mucho miedo, se los digo yo, que estaba sólito hasta atrás. Haruhi no llegaba y me empece a sentir algo culpable por haberla dejado ir sola, me levante y fui a buscarla. Imagínense que se le apareciera el mendigo mono por ahí.
Camine y vi a todos muy tranquilos, incluso Asashina que mejor se había dormido en uno de los hombros de Koizumi, que envidia.
Me encontré a Tsuruya en uno de los pasillos dentro de la gran casa suya y le pregunte:
—Hey Tsuruya, ¿no has visto a Haruhi?
—¡Sí! — Me dijo toda enérgica. — Esta por allá. — Y luego me indico una habitación de tantas, de la cual salía luz por la separación de la puerta con la pared.
Me acerque y abrí la puerta con cuidado, pero aun así provoque que Haruhi diera un respingo. Estaba sentada arriba de un mueble y en el mismo había un gramófono antiguo de cuerda, muy bonito.
—¿Qué haces aquí? — Le pregunte.
—Nada, ¿y tu?
—Te da miedo la película ¿verdad?
—¡No es eso...! — Me respondió enojada —¿...cómo sabes? — Pregunto bajando la cabeza.
Yo me sorprendí. Creí que nada en este mundo era capaz de darle miedo a Haruhi.
—Deja de pensar que soy una miedosa, es solo que cuando era chica me dieron uno de esos muñecos y tengo una especie de trauma con ellos ¿ya?
—Conste que no pregunte.
Haruhi apretó un botón en el gramófono y se escucho por todo el cuarto un sonido muy dulce y refinado.
—¿Sabes algo? — Me dijo.
—¿Qué?
—Esta es la canción de mis padres.
Haruhi se paro frente a mí y me tendió una mano. La canción comenzó a tomar ritmo e incluso me pareció conocida. Era muy buena, de esas canciones lentas de los años ochenta, medio oldie.
—Baila conmigo. — Me pidió.
La luz de la pequeña lampara era escasa y los acordes del piano bastante cálidos, la situación era demasiado romántica para ambos.
Pero lo peor era Haruhi. Que lucia muy hermosa con la cola de caballo. Y es que la belleza femenina es el enemigo más grande de mi sentido común.
Me acerque a ella y quedamos muy, muy cerca. La luz anaranjada de la lampara golpeaba con sutileza el rostro y el cuello desnudo de Haruhi, parecía otra.
Puso una mano en mi hombro y con la otra me agarro una mano, pero al notar que yo no me movía ni un milímetro me cuestiono fingiendo enojo:
—¿Qué no piensas bailar?
Seguí sin responder y quien tomo la iniciativa fue ella, tomando mi otra mano y poniéndola en su cintura, jamas me hubiese atrevido a ponerla ahí.
Casi inconscientemente me empece a mover, la canción me parecía cada vez más romántica.
—Así no, tonto. — Me reprochó ella, acentuando el ''tonto'', mas como un cariño que un insulto.
Y empezó a mostrarme como debía moverme, luego de un rato se me hizo más fácil, tanto que ya lo había logrado hacer solo. Empezó otra canción aun más amorosa que hizo que a Haruhi se le pusiera la cara toda roja. Pero no la quito, incluso parecía que quería subirle al volumen.
Dejamos de bailar y nos empezamos a mecer, tanto, tan lentamente. Olía tan bien. Después nos abrazábamos sin ningún reparo, no sé que me paso, pero me gustaba y no quería dejarla ir. La vi y le tome una mano, que cuando la apretaba, mi cuerpo entero se estremecía. Tenia sus ojos cerrados y una sonrisa apenas perceptible en sus labios, como celestial.
—¿Quieres seguir bailando? — Le susurre.
—Sí.
El mundo entero se redujo a esas cuatro paredes ¿acaso era así?
Apoye mi cabeza en su hombro y la abrace, mi rostro en su cuello.
Esto va a durar más ¿verdad? Quise preguntarle, pero me ahorre las palabras e ignore mi inquietud.
Me propuse a disfrutar aquel momento.
Lo de los delfines se pondrá bien, pense.
Esto lo escribí en la clase de diseño hace como un mes y olvide que existía, y el otro día lo encontré en mi usb.
Ojalá no me haya quedado muy cursi, si lo hice, ahí me avisan.
Y como dicen en Finlandia... ¡Näkemiin! (Adiós)
