EL ENCUENTRO

Merida no podía alargar más el día de su casamiento con uno de los hijos de los jefes de clan. Una tarde, sin poder soportarlo más, Merida cogió a Angus, su caballo, y se fue a dar una vuelta por el bosque. Corría como nunca y eso le hacía olvidar sus penas, eso le hacía sentir libre. Pero entonces chocó contra algo que le hizo caer de Angus.

-¡Ahhh! –gritó Merida.

-¿Ah…? ¿Contra qué he chocado? –se preguntó otra voz.

Merida alzó la vista y vio a un chico con el pelo blanco y descalzo, parecía que era de su misma edad pero tenía como un extraño resplandor a su alrededor.

-¿Quién eres tu? –preguntó Merida.

Jack no se lo podía creer, esa chica le veía, nunca antes le había visto nadie. Parecía que su pelo era de fuego y enseguida lo cautivó.

-Soy Jack… ¡Jack Frost! Y me puedes ver!

-Pues claro que te puedo ver, no estoy ciega. –Entonces Merida se levantó para ayudarle a levantarse pero cuando le alargó la mano Jack salió volando

-¿Qué eres? ¿Por qué puedes volar?
-Mi querida amiga,-respondió Jack con toda naturalidad –soy el espíritu del invierno. Cuando ves nieve, quiere decir que allí estoy yo. Eres la primera persona capaz de verme y no se por qué. ¿Quién eres?

-Yo… -se lo pensó un momento y dijo –yo no soy nadie, solo una persona más del pueblo.

Se quedaron mirando el uno al otro durante un rato en silencio hasta que Merida dijo:

-Me tengo que ir pero nos podemos ver mañana. Quedamos mañana por la mañana aquí ¿de acuedo?

-Vale.

Merida cogió a Angus y se fue al castillo ya que la empezarían a echar de menos. Mientras su cabello se abrazaba con el viento, Jack la veía alejarse sin poder dejar de pensar en ella.


El día siguiente Merida se levantó y se fue corriendo al bosque para ver a Jack. Ella quería aceptar que no estaba nerviosa pero sabía que un poco sí que lo estaba. Cuando llegó vio a Jack haciendo figuras con hielo.

-¡Hola Jack!

-Hola Merida. –dijo Jack haciendo media sonrisa.

-Quiero enseñarte algo –dijo Merida –creo que te gustará. ¡Acompáñame!

Cuando ya llevaban un tiempo caminando, Jack se empezaba a aburrir y decidió hacer lo mejor que sabía, empezar una guerra de bolas de nieve. Intentó apuntar bien y le dio en toda la espalda de Merida. Ella se giró lentamente con una sonrisa en la cara y una bola de nieve en la mano. Se la lanzó a Jack y empezaron una de las guerras de nieve más salvajes. Era muy divertido con los poderes de Jack y la puntería de Merida. Hasta que Jack, acorralado, dijo:

-¡Basta! ¡Esto no vale! ¡Tienes demasiada puntería! –entonces salió de su escondrijo detrás del árbol y se abalanzó sobre Merida. Le hizo un placaje y la tumbó en el suelo.

Se quedó paralizado, ya que se dio cuenta de que nunca había tocado su piel (a parte de cuando chocaron). Merida rodó para ponerse encima de Jack y que este no se pudiera mover. Después de esto Merida también se quedó de piedra ya que era la primera vez que le tocaba. Su piel era gélida, pero a la vez era suave como el algodón. Nunca antes habían estado el uno tan cerca del otro. Merida se levantó y dijo:

-¿Vamos al sitio planeado?

-P-Pues claro –dijo Jack tropezándose con sus propias palabras.

Todo el camino fue en silencio ya que ninguno de los dos sabía qué decir. Al cabo de un rato, llegaron a un círculo de piedras gigantes.

-¿Qué es esto? –preguntó Jack

-Nadie lo sabe en realidad –dijo Merida –la leyenda dice que es un círculo de poder. Pero no sé muy bien qué significa eso. Pensé que te gustaría ya que es extraño, como tú. -hizo media sonrisa y se volvió hacia Jack.

-Oh, ¡gracias! ¡Ahora soy el rarito! -dijo Jack bromeando

Jack dio vueltas alrededor las rocas y Merida, mirando como volaba, vio el sol dándose cuenta de que ya era muy tarde.

-¡Que tarde es! ¡Debería estar en casa desde hace rato! ¡Adiós Jack! ¡Nos vemos mañana!

Merida se fue corriendo dejando a Jack en el círculo.