Prólogo:

El Rito

Estaba jadeando, cansado de continuar moviéndose, y el simple acto de respirar se había vuelto una tortura. Estaba harto de seguir inmerso en aquel infierno, ya no lo iba a tolerar por mucho más, y aquello era motivo suficiente para no cambiar de opinión.

Estaba listo para hacerlo.

El fragmento brillante de un espejo, el cual había roto a propósito, y que ha estado escondiendo con recelo por semanas, finalmente iba a ser útil.

Lo tomó entre sus manos, y era lo suficientemente grande como para observar una parte de su rostro reflejado en él. Las arrugas habían comenzado a consumir su piel pálida, sus ojos estaban tan hundidos que era aterrador, y la incipiente barba blanca que había dejado crecer por meses no ayudaba a mejorar su apariencia. A pesar de que su edad no era la suficiente como para lucir tan anciano, él sabía que los años en cautiverio no habían sido piadosos con él, y lo habían demacrado con rapidez.

Ante aquel pensamiento, y también impulsado por su resentimiento, presionó con furia el pedazo de espejo entre sus dedos, lo que hizo que la sangre comenzara a gotear en su mano. Ya no había vuelta atrás.

Continuó apretando hasta que la sangre corrió con mayor abundancia, y sólo cuando él consideró que era suficiente, se detuvo. Tiró el material filoso al suelo, y este terminó por quebrarse en pedazos más diminutos, pero él no se molestó en recogerlos. A cambio, manchó sus dedos con la sangre que había derramado y comenzó a dibujar con ella en el suelo.

Se tomó su tiempo, y se deslizó con lentitud a través de su celda hasta que al fin logró dibujar el círculo con los símbolos que ha intentado mantener en su memoria por años.

-La animo forlasas la karnon kaj renaskiĝas en la fajro… Donu al mi la potencon, mi petegas vin.

Pronunció las palabras de manera solemne, como si alguien más estuviese escuchando atentamente.

Continuó con lo que parecía ser una especie de invocación mientras se movía lentamente hasta subir a su cama. Las sábanas que cubrían el colchón ahora estaban hechas retazos de tela, los cuales él mismo había roto, y ahora estaba anudando prolijamente, asegurándose de hacer un lazo del que nadie pudiese escapar, ni siquiera él.

-Malamo kaj venĝo estas mia forto…. Donu al mi la potencon, mi petegas vin.

Cuando terminó de forzar el último retazo, observó su trabajo por unos segundos, suspirando ante el nudo de horca que acababa de hacer. Posó la tela por sobre su cabeza, y la pasó a través de él hasta rodear su cuello con ella. Luego, alzó sus brazos y deslizó un extremo de la tela a través de una viga en el techo. La anudó por última vez.

- Morto estas nur la komenco. Nun mia animo estas via…. Donu al mi la potencon, mi petegas vin.

Con estas últimas palabras, él dio el paso final, y saltó para terminar suspendido. Su cuello hizo un sonido abrupto, un crujido ruidoso y rápido.

Pasaron unos segundos, los cuales se sintieron una eternidad mientras el dolor se mezclaba con la desesperación de no poder dar otro respiro. Sus piernas comenzaron a sacudirse de manera instintiva, como si su cuerpo intentara buscar una salida, un apoyo para dejar de sentir aquella agonía que no parecía tener salida.

A pesar de eso, él sabía que tenía que dejarse ir.

Sentía que sus ojos se estaban saliendo de sus cuencas mientras miraba directamente hacia el foco del techo que alumbraba su celda. Sin embargo, él estaba dejando de percibir aquella luz, y la oscuridad se estaba adueñando de su visión.

Luego de unos espasmos involuntarios por parte de su cuerpo, éste dejó de luchar.

Colgando sobre un símbolo de sangre, sentía cómo el alma se esfumaba de su carne, dejando atrás el sufrimiento, y dando paso a un infierno muy distinto al que alguna vez conoció.

Danny dio un respiro ahogado mientras se reincorporaba con desesperación en su cama. Se sentó de golpe y se percató de inmediato que estaba en su cuarto y aún era de noche. Sin embargo, aquello no lo tranquilizó ni un poco.

Observó a su alrededor mientras lo único que podía oír era su jadeante respiración. Se volteó rápidamente para mirar hacia su mesa de noche, su despertador marcaba las 3:18 de la madrugada.

A sus 25 años, no recordaba haber tenido jamás una pesadilla tan vívida como la que había tenido esta vez.

Mientras comenzaba a recobrar el ritmo de su respiración, se percató de que su garganta quemaba de manera exagerada. Deslizó una mano por su frente, sólo para descubrir que su rostro estaba empapado en sudor helado, al igual que todo su cuerpo y las sábanas que lo estaban cubriendo. Una sensación de incomodidad lo empezó a desesperar, por lo que se tuvo que levantar rápidamente.

Salió de su cuarto hacia el pasillo, bajó las escaleras y llegó hasta la cocina. No se molestó en encender la luz para ir hacia su refrigerador y alcanzar una botella de agua. De manera precipitada, abrió la botella y bebió con urgencia. Sintió cómo el líquido frío se deslizaba a través de su garganta y percibió un leve alivio con cada trago. Siguió bebiendo hasta vaciar la botella, y aun así no parecía ser suficiente.

Necesitaba tranquilizarse… Necesitaba sacar de su mente todo lo que acababa de soñar.

Volver a su cama tamaño King en estos momentos no era una opción, y es que la idea de cerrar sus ojos nuevamente lo ponía nervioso, a pesar de cuánto estuviese luchando por no admitirlo. En vez de eso, sus pasos descalzos se dirigieron hacia la sala de estar del loft en el cual él ha estado viviendo desde hace casi dos años.

A pesar de que el invierno ya se hacía notar en Amity Park, él insistía en dormir sólo en pantalones deportivos y con su torso desnudo. El clima helado no le molestaba en lo absoluto; de hecho, la falta de calidez era algo con lo que había aprendido a familiarizarse desde que era un adolescente. No obstante, por primera vez en mucho tiempo, comenzó a sentir un frío al que no estaba acostumbrado.

Se sentó en su amplio sofá, en donde siempre terminaba perdiendo el conocimiento durante las noches en las que se quedaba trabajando hasta tarde. Mientras admiraba la vista que tenía de la ciudad de Amity a través de los amplios ventanales, él intentaba traer pensamientos más agradables a su mente.

Sin embargo, no tardó en admitir que aquello era un caso perdido, pues las imágenes de su pesadilla parecían emerger cada vez que parpadeaba.

Tal vez necesitaba hablar con alguien, quizás la interacción con alguien más podría ayudarlo a calmarse. Pensó de pronto en la única persona que puede hacer que él se olvide del resto del mundo, el único ser que hace que su vida sea más feliz con una simple mirada…

Una mujer de cabellos negros y ojos violáceos vino a su mente.

-Sé que es tarde… Pero realmente te necesito.- Pensó con ilusión por unos instantes, hasta que la realidad lo golpeó fuerte, y de pronto se sintió como un idiota por haberlo intentado.

Él sabía muy bien que ha estado tratando de comunicarse con ella desde hace varios meses, y nunca había una respuesta en su mente. Ésta no sería la excepción.

El sonido de su teléfono a través del departamento lo sacó de sus pensamientos.

Se puso de pie de manera automática, y siguió la melodía de su teléfono hasta su habitación. Le tomó unos momentos llegar hasta su mesa de noche y tomar el aparato. Leyó el nombre que aparecía en su pantalla y no dudó en contestar antes de que la llamada se perdiera. Hizo sonar su garganta adolorida antes de hablar.

-¿Hola?- Logró pronunciar con voz ronca.

-Siento haberte despertado.- La voz que provenía del teléfono le era familiar, y por alguna razón no le extrañó haber recibido su llamada a esta hora de la madrugada. De hecho, la estaba esperando desde que despertó.

-No lo hiciste.

-Danny… Es sobre Vlad…- La voz del hombre se sentía jadeante, como si hubiese estado corriendo.- Acaban de encontrarlo muerto en su celda… Todavía no sé muy bien los detalles, pero… Al parecer, fue intencional… Pretendo averiguar más detalles, y en cuanto sepa algo más concreto, puedo…

-No será necesario, Lucian.- Lo cortó de pronto.

-¿Qué?... ¿Por qué?

-Sé que se colgó en su celda.

-¿Cómo lo sabes?- Él preguntó con curiosidad y algo de temor.

Danny cruzó la puerta del baño que estaba en su cuarto, y encendió la luz mientras observaba su reflejo en el espejo que tenía frente a él. Sus ojos se abrieron con sorpresa, pero supo controlar sus emociones, lo suficiente para que el hombre con quien hablaba no se percatara del horror que estaba sintiendo en esos momentos.

-Sólo lo sé.

Se limitó a decir mientras observaba con atención la marca que rodeaba su propio cuello.

La marca de alguien que acababa de asfixiarse hasta morir.

CONTINUARÁ….

Si quieren que continúe, por favor comenten. De verdad espero que sí… 3

xoxo

Connie.