CAPÍTULO 1: PLANES DE VENGANZA
He aquí una pequeña secuela de una de mis historias... espero que la disfruten... los que no la han leído, pues creo que no entenderán algunas cosas, pero intenté explicar todo...
Esta historia está especialmente dedicada a todos los que me insistieron e insistieron e insistieron... (ejem... ya saben quienes fueron)
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Resumen:
Circe, una hechicera que vive en la isla Eea, ha querido asesinar a todos los hijos de hechiceras y caballeros dorados, incluyendo a Mu. Sabiendo de los sentimientos de Mu hacia su hija Cassandra, la utilizó como carnada para destruirlo, y atacó el Santuario. Pero Mu, con ayuda de los caballeros dorados y tres hechiceras, logró salvarla. Para evitar que los caballeros la mataran, Circe juró respetar su vida y la de sus amigos.
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Era una noche de verano en el Santuario. Mu dormía con una sonrisa en los labios. Hacía apenas unos días que había logrado vencer a una bruja malvada y de salvar a una chica. Pudo dormir en paz por primera vez en varios días.
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Soñó que estaba en los jardines del Santuario. Una joven muy bella, que él conocía muy bien. Sus cabellos negros y sus ojos verdes, y su mirada de bondad y de inocencia. Cassandra paseaba junto con él. No parecía que sucediera nada malo...
'-Ahora todo está bien, ¿verdad?- le preguntó ella.
-Claro que sí...- respondió Mu. Cassandra le sonrió.
De pronto, el suelo se abrió. Circe, la madre de Cassandra, emergió de él entre llamaradas. Tomó a su hija por la cintura y acercó un afilado cuchillo a su garganta.
-¡Déjala!- le gritó Mu- juraste que no...-
-Fuiste muy tonto al creer en mi juramento, caballerito...- dijo Circe- no te digo que te despidas de ella, porque la acompañarás pronto...-
-¡Noooooo!-'
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En ese momento, Mu despertó sobresaltado. Su respiración estaba muy agitada, y sus ojos bien abiertos. Se llevó la mano al pecho. Su corazón latía con tanta fuerza que le dolía. Miró a su alrededor. Estaba en su habitación, en la casa de Aries. Junto a él, Cassandra aún dormía, no más tranquilamente que él. La chica estaba, de seguro, teniendo una pesadilla, porque apretaba la almohada en sus manos con fuerza. Se movía y gemía, y murmuraba unas palabras que Mu no alcanzó a escuchar. Con un leve movimiento, Mu la despertó.
-Cassandra- le dijo en voz baja- ¿estás bien?-
-Yo...sí...- dijo ella, también asustada. Al verla así, Mu la abrazó para tranquilizarla. Una vez a salvo entre sus brazos, ella comenzó a llorar, algo aliviada.
-No llores, todo está bien...- dijo Mu- ¿qué sucedió? ¿qué soñaste?-
-Mi madre- dijo Cassandra- me amenazaba de nuevo...-
-No puede hacer nada- dijo Mu- ella hizo un juramento, tú lo sabes...-
-Lo sé- dijo ella, respirando profundamente. Ya estaba más tranquila, porque sabía que el juramento de Circe la obligaba a cumplirlo.
-Duerme- dijo Mu- es muy tarde...-
-Está bien- dijo ella con una sonrisa. Se acomodó de nuevo y cerró los ojos. Casi inmediatamente volvió a dormirse. Mu miró a través de la ventana de su habitación.
-No sé porque, yo no puedo tranquilizarme- murmuró para sí mismo- algo me dice que Circe no ha admitido su derrota, y tratará de dañarte de alguna forma...-
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-¡Maldición!- gritaba Circe. Del coraje, apuntó su vara contra una columna de su palacio. Un rayo salió de la vara y llegó a su objetivo. Quedó totalmente destruida.
-Señora- dijo una de las hechiceras- ¿qué sucede?-
-Esa...- rugió Circe- esa desgraciada y el caballero dorado lograron...- pero no continuó, sino terminó su oración con un rugido.
-¿No se siente mal, señora?- preguntó otra de las hechiceras.
-¿Yo? ¿Mal?- rugió Circe- ¿qué crees que soy, una niñita? Cuando me traicionan, no me pongo mala... me vengo, ¿entendiste?- y con un último rugido, se retiró a su habitación, dejando a algunas hechiceras conversando entre ellas.
-¿Qué sucedió?-
-Los caballeros y las traidoras de Cristaly, Iridia y Arilla se han ido del Circeo- explicó Yaria, la sirviente principal de Circe.
-¿Y la señorita Cassandra?- preguntó una.
-Se ha ido con los caballeros- dijo Yaria- eso es traición de la más alta...-
-¿Y que sucederá?- preguntó otra hechicera- ¿acaso la señora Circe se vengará?-
-No puede- respondió Yaria- porque juró no dañarlos...-
-Eso está mal- dijo una tercera. La primera hechicera en hablar sonrió.
-No está tan mal- dijo- si la señora Circe quiere vengarse, yo sé como puede hacerlo sin romper su juramento...-
-¿Y cómo es eso?- preguntó Yaria.
-Como sabes, las hechiceras no somos solo las que vivimos aquí...- dijo ella- hay otras...-
-¿Acaso te refieres a...?-
-Sí- dijo la hechicera- tengo un plan... pero debo hablar con la señora Circe-
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-Algo sucedió...- dijo Iridia, abriendo los ojos. Se encontraba en una habitación aparte en la casa de Acuario. Había estado sintiendo la rabia de Circe durante varios días, pero esa noche se había calmado por completo.
Iridia se levantó y se vistió.
-Es temprano- dijo Camus, al verla salir de su habitación. Iridia se volvió.
-Lo sé- dijo ella- solo que ya no podía dormir...-
-¿Y eso porqué?-
-Ocurrió algo extraño- dijo ella- no puedo sentir el odio de Circe... temo que esté planeando algo...-
-Recuerda que ella juró no hacernos daño- dijo Camus- y tú misma dijiste que no había manera de que rompiera su juramento...-
-Lo sé- dijo Iridia- y justamente por eso, esto no me agrada...-
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Arilla, en la casa de Escorpión, también había sentido algo extraño. Fue a buscar a Milo, quien se había levantado temprano.
-Milo...-
-¿Sucedió algo malo?- preguntó él, al ver su cara de preocupación.
-No...bueno, sí... es decir...- dijo, pero no podía ordenar sus ideas. Sabía que algo andaba mal... algo la preocupaba, pero no sabía que era. Así que solo se encogió de hombros y dijo- no lo sé...-
Milo lo captó en su mirada.
-No te preocupes, Arilla- le dijo- aquí estarás a salvo...-
-No temo por mí, Milo- dijo Arilla- pero tengo un horrible presentimiento...-
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-Es una muy buena idea, Yazmín- dijo Circe con una sonrisa malévola, luego de haber escuchado a su subordinada- un plan excelente-
Yazmín se inclinó.
-Todo para servir a mi señora- dijo.
-Bien- dijo Circe- di a Yaria que prepare la torre más alta, el pequeño templo de la diosa Afrodita-
-Sí señora- dijo Yazmín, inclinándose de nuevo, y saliendo. Circe acarició sus largos cabellos negros, con una sonrisa maléfica.
-Iré a dormir unas horas- se dijo- cuando despierte, todo estará listo...-
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Cassandra se sentó en un escalón en la entrada de la casa de Aries. Miraba melancólicamente la salida del sol. Hacía una hora que Mu se había ido a entrenar a Kiki a los patios del Santuario. Le gustaba su nueva forma de vida. Ya no se vestía más de negro, sino usaba una blusa blanca y una falda larga que Marín le había regalado. Sintió que había alguien detrás de ella. Se volvió, algo asustada.
-No te alarmes, chica- dijo el hombre tras ella. Era enorme, y también usaba una armadura dorada, por lo que era un caballero también- no te haré daño...-
-¿Quién eres?-
-Soy Aldebarán, el caballero de Tauro- dijo- y supongo que tú eres Cassandra- ella asintió, y Aldebarán sonrió y continuó- bien, yo vivo en la primera casa después de la de Mu. Si alguna vez necesitas algo, o quieres solo platicar, ahí estaré-
-Gracias- dijo ella algo confundida, pero también sonrió. Seguramente el corazón del caballero que tenía enfrente era tan grande como su estatura.
-Buenos días, Aldebarán- dijo Mu, apareciendo junto a Cassandra- veo que te levantaste temprano...-
-Hola, Alde- dijo Kiki, apareciendo junto a su maestro.
-Buenos días- dijo Aldebarán, riendo, y se puso a discutir con Kiki. Mu miró a Cassandra.
-¿Estás bien?- preguntó. Ella asintió y sonrió.
-No te preocupes por mí- dijo ella- aquí no puede sucederme nada malo, ¿verdad?-
-Nada- dijo Mu- mientras estés conmigo, no permitiré que nada malo te suceda...-
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Cristaly, la única de las hechiceras que no se quedó en el Santuario, vagaba en barco por las islas de Grecia.
-Señorita- dijo el capitán- ya es muy tarde y el viento está muy fuerte. Al parecer se acerca una tormenta... debería volver a su habitación...-
-Lo haré- dijo ella- gracias, capitán-
El capitán levantó ligeramente su sombrero y se retiró. Cristaly volvió a voltear hacia el mar. Las nubes cubrían por completo el cielo, por lo que no se alcanzaban a ver las estrellas. Todos los días se arrepentía de haber dejado el Santuario y haber hecho ese tonto viaje. Ahora, una tormenta iba hacia su barco. De pronto, sintió lo mismo que habían sentido sus compañeras en el Santuario: la cólera de Circe se había aplacado.
-Esto no es normal- se dijo- solo se alegra cuando tiene planes de hacer alguna maldad o de venganza...-
Pero un grito interrumpió sus pensamientos.
-¡Todos abajo!- gritó un oficial- ¡entramos a una tormenta!-
Cristaly corrió a su camarote. Desde la ventana del mismo, veía las amenazantes olas que se lanzaban contra el barco.
-¿Porqué no me quedé en Grecia?- se preguntó.
-Señorita- dijo el oficial entrando al camarote- el capitán dice que usted conoce estos mares más o menos bien...-
-Así es- dijo Cristaly.
-¿Podría ser tan amable de decirnos dónde nos encontramos, y que ruta sugiere que sigamos?-
-Ahora debemos de estar cerca de la isla Ogigia, donde reina Calipso. Eea, la isla de Circe, está más al norte. Entre este sitio y Ogigia, tenemos cuatro lugares: la isla de los feaceos, las grutas de Escila y Caribdis, y la roca de las sirenas-
El oficial hizo un gesto para demostrar que estaba escuchando, y Cristaly continuó.
-Solo la primera opción es buena- dijo- debemos de tener cuidado, porque las dos grutas son mortales. En la de Escila vive un monstruo del mismo nombre, y la gruta de Caribdis es una enorme boca que mastica los barcos. Además- agregó- debemos evitar a toda costa la roca de las sirenas...-
-Sí, claro- dijo el oficial, incrédulo- solo dígame que dirección tomar...-
-Yo sugiero el suroeste- dijo Cristaly, frunciendo el entrecejo- pero no se les ocurra tomar el este...-
-Gracias, señorita- dijo el oficial, saliendo del camarote. Cristaly se enfadó porque el hombre no creyó en su palabra, y siguió mirando por la ventana. La tormenta iba en aumento, mientras el barco se dirigía al sur.
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-¿Ya has preparado todo?- preguntó Circe. Yaria asintió, y Circe sonrió- bien, ahora, manda esta carta a la ninfa-
Diciendo esto, releyó la carta una vez más.
'Te mando esta carta para comunicarte mis órdenes. Está próxima a llegar una joven hechicera. No permitas que deje la isla. Si obedeces, te mandaré tu recompensa.
Circe'
Circe sonrió satisfecha. Dobló el papel, que era de color azul, y selló la carta. Se la entregó a su sirviente, quien la recibió inclinándose y después salió de la habitación. Circe tomó una vela y subió a la torre más alta del Circeo. Había un altar lleno de flores, ligeramente cubierto por una nube de incienso, y una estatua de una mujer muy hermosa, y parecida a la misma Circe.
-Afrodita- dijo Circe- debo hablar contigo...-
La estatua cobró vida, y volvió sus ojos hacia la hechicera.
-¿Qué deseas, Circe?-
-Necesito tu ayuda, Afrodita, para vengarme de mis enemigos: de Atena y sus caballeros, y de mi hija y las tres hechiceras traidoras-
-¿Y qué quieres que yo haga al respecto?- dijo la estatua de Afrodita- Apolo mismo acaba de ofenderme...-
-Por eso- dijo Circe- tengo un plan por el cual tú y yo obtendremos venganza sobre nuestros enemigos...-
-Y eso, ¿cómo lo lograrás?- preguntó Afrodita- si no puedes hacer nada, pues juraste...-
-¡¡Ya sé lo que juré!!- dijo Circe enfadada- no me importa. Una ninfa me ayudará, y ejecutará mis órdenes...-
-Entonces, ¿cuál es tu plan?- preguntó Afrodita.
-Necesitaré que le ordenes algo a tu hijo- dijo Circe- y que hagas a mi hija mucho más hermosa...-
-¿Y eso en qué te beneficiaría?- preguntó Afrodita.
-Déjamelo a mí- dijo Circe- yo me encargaré de todo-
La diosa lo meditó por unos segundos.
-Está bien- dijo- te escucho...-
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CONTINUARÁ...
Espero que les guste esta pequeña introducción. Manden reviews!!!
Abby L.
He aquí una pequeña secuela de una de mis historias... espero que la disfruten... los que no la han leído, pues creo que no entenderán algunas cosas, pero intenté explicar todo...
Esta historia está especialmente dedicada a todos los que me insistieron e insistieron e insistieron... (ejem... ya saben quienes fueron)
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Resumen:
Circe, una hechicera que vive en la isla Eea, ha querido asesinar a todos los hijos de hechiceras y caballeros dorados, incluyendo a Mu. Sabiendo de los sentimientos de Mu hacia su hija Cassandra, la utilizó como carnada para destruirlo, y atacó el Santuario. Pero Mu, con ayuda de los caballeros dorados y tres hechiceras, logró salvarla. Para evitar que los caballeros la mataran, Circe juró respetar su vida y la de sus amigos.
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Era una noche de verano en el Santuario. Mu dormía con una sonrisa en los labios. Hacía apenas unos días que había logrado vencer a una bruja malvada y de salvar a una chica. Pudo dormir en paz por primera vez en varios días.
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Soñó que estaba en los jardines del Santuario. Una joven muy bella, que él conocía muy bien. Sus cabellos negros y sus ojos verdes, y su mirada de bondad y de inocencia. Cassandra paseaba junto con él. No parecía que sucediera nada malo...
'-Ahora todo está bien, ¿verdad?- le preguntó ella.
-Claro que sí...- respondió Mu. Cassandra le sonrió.
De pronto, el suelo se abrió. Circe, la madre de Cassandra, emergió de él entre llamaradas. Tomó a su hija por la cintura y acercó un afilado cuchillo a su garganta.
-¡Déjala!- le gritó Mu- juraste que no...-
-Fuiste muy tonto al creer en mi juramento, caballerito...- dijo Circe- no te digo que te despidas de ella, porque la acompañarás pronto...-
-¡Noooooo!-'
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En ese momento, Mu despertó sobresaltado. Su respiración estaba muy agitada, y sus ojos bien abiertos. Se llevó la mano al pecho. Su corazón latía con tanta fuerza que le dolía. Miró a su alrededor. Estaba en su habitación, en la casa de Aries. Junto a él, Cassandra aún dormía, no más tranquilamente que él. La chica estaba, de seguro, teniendo una pesadilla, porque apretaba la almohada en sus manos con fuerza. Se movía y gemía, y murmuraba unas palabras que Mu no alcanzó a escuchar. Con un leve movimiento, Mu la despertó.
-Cassandra- le dijo en voz baja- ¿estás bien?-
-Yo...sí...- dijo ella, también asustada. Al verla así, Mu la abrazó para tranquilizarla. Una vez a salvo entre sus brazos, ella comenzó a llorar, algo aliviada.
-No llores, todo está bien...- dijo Mu- ¿qué sucedió? ¿qué soñaste?-
-Mi madre- dijo Cassandra- me amenazaba de nuevo...-
-No puede hacer nada- dijo Mu- ella hizo un juramento, tú lo sabes...-
-Lo sé- dijo ella, respirando profundamente. Ya estaba más tranquila, porque sabía que el juramento de Circe la obligaba a cumplirlo.
-Duerme- dijo Mu- es muy tarde...-
-Está bien- dijo ella con una sonrisa. Se acomodó de nuevo y cerró los ojos. Casi inmediatamente volvió a dormirse. Mu miró a través de la ventana de su habitación.
-No sé porque, yo no puedo tranquilizarme- murmuró para sí mismo- algo me dice que Circe no ha admitido su derrota, y tratará de dañarte de alguna forma...-
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-¡Maldición!- gritaba Circe. Del coraje, apuntó su vara contra una columna de su palacio. Un rayo salió de la vara y llegó a su objetivo. Quedó totalmente destruida.
-Señora- dijo una de las hechiceras- ¿qué sucede?-
-Esa...- rugió Circe- esa desgraciada y el caballero dorado lograron...- pero no continuó, sino terminó su oración con un rugido.
-¿No se siente mal, señora?- preguntó otra de las hechiceras.
-¿Yo? ¿Mal?- rugió Circe- ¿qué crees que soy, una niñita? Cuando me traicionan, no me pongo mala... me vengo, ¿entendiste?- y con un último rugido, se retiró a su habitación, dejando a algunas hechiceras conversando entre ellas.
-¿Qué sucedió?-
-Los caballeros y las traidoras de Cristaly, Iridia y Arilla se han ido del Circeo- explicó Yaria, la sirviente principal de Circe.
-¿Y la señorita Cassandra?- preguntó una.
-Se ha ido con los caballeros- dijo Yaria- eso es traición de la más alta...-
-¿Y que sucederá?- preguntó otra hechicera- ¿acaso la señora Circe se vengará?-
-No puede- respondió Yaria- porque juró no dañarlos...-
-Eso está mal- dijo una tercera. La primera hechicera en hablar sonrió.
-No está tan mal- dijo- si la señora Circe quiere vengarse, yo sé como puede hacerlo sin romper su juramento...-
-¿Y cómo es eso?- preguntó Yaria.
-Como sabes, las hechiceras no somos solo las que vivimos aquí...- dijo ella- hay otras...-
-¿Acaso te refieres a...?-
-Sí- dijo la hechicera- tengo un plan... pero debo hablar con la señora Circe-
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-Algo sucedió...- dijo Iridia, abriendo los ojos. Se encontraba en una habitación aparte en la casa de Acuario. Había estado sintiendo la rabia de Circe durante varios días, pero esa noche se había calmado por completo.
Iridia se levantó y se vistió.
-Es temprano- dijo Camus, al verla salir de su habitación. Iridia se volvió.
-Lo sé- dijo ella- solo que ya no podía dormir...-
-¿Y eso porqué?-
-Ocurrió algo extraño- dijo ella- no puedo sentir el odio de Circe... temo que esté planeando algo...-
-Recuerda que ella juró no hacernos daño- dijo Camus- y tú misma dijiste que no había manera de que rompiera su juramento...-
-Lo sé- dijo Iridia- y justamente por eso, esto no me agrada...-
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Arilla, en la casa de Escorpión, también había sentido algo extraño. Fue a buscar a Milo, quien se había levantado temprano.
-Milo...-
-¿Sucedió algo malo?- preguntó él, al ver su cara de preocupación.
-No...bueno, sí... es decir...- dijo, pero no podía ordenar sus ideas. Sabía que algo andaba mal... algo la preocupaba, pero no sabía que era. Así que solo se encogió de hombros y dijo- no lo sé...-
Milo lo captó en su mirada.
-No te preocupes, Arilla- le dijo- aquí estarás a salvo...-
-No temo por mí, Milo- dijo Arilla- pero tengo un horrible presentimiento...-
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-Es una muy buena idea, Yazmín- dijo Circe con una sonrisa malévola, luego de haber escuchado a su subordinada- un plan excelente-
Yazmín se inclinó.
-Todo para servir a mi señora- dijo.
-Bien- dijo Circe- di a Yaria que prepare la torre más alta, el pequeño templo de la diosa Afrodita-
-Sí señora- dijo Yazmín, inclinándose de nuevo, y saliendo. Circe acarició sus largos cabellos negros, con una sonrisa maléfica.
-Iré a dormir unas horas- se dijo- cuando despierte, todo estará listo...-
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Cassandra se sentó en un escalón en la entrada de la casa de Aries. Miraba melancólicamente la salida del sol. Hacía una hora que Mu se había ido a entrenar a Kiki a los patios del Santuario. Le gustaba su nueva forma de vida. Ya no se vestía más de negro, sino usaba una blusa blanca y una falda larga que Marín le había regalado. Sintió que había alguien detrás de ella. Se volvió, algo asustada.
-No te alarmes, chica- dijo el hombre tras ella. Era enorme, y también usaba una armadura dorada, por lo que era un caballero también- no te haré daño...-
-¿Quién eres?-
-Soy Aldebarán, el caballero de Tauro- dijo- y supongo que tú eres Cassandra- ella asintió, y Aldebarán sonrió y continuó- bien, yo vivo en la primera casa después de la de Mu. Si alguna vez necesitas algo, o quieres solo platicar, ahí estaré-
-Gracias- dijo ella algo confundida, pero también sonrió. Seguramente el corazón del caballero que tenía enfrente era tan grande como su estatura.
-Buenos días, Aldebarán- dijo Mu, apareciendo junto a Cassandra- veo que te levantaste temprano...-
-Hola, Alde- dijo Kiki, apareciendo junto a su maestro.
-Buenos días- dijo Aldebarán, riendo, y se puso a discutir con Kiki. Mu miró a Cassandra.
-¿Estás bien?- preguntó. Ella asintió y sonrió.
-No te preocupes por mí- dijo ella- aquí no puede sucederme nada malo, ¿verdad?-
-Nada- dijo Mu- mientras estés conmigo, no permitiré que nada malo te suceda...-
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Cristaly, la única de las hechiceras que no se quedó en el Santuario, vagaba en barco por las islas de Grecia.
-Señorita- dijo el capitán- ya es muy tarde y el viento está muy fuerte. Al parecer se acerca una tormenta... debería volver a su habitación...-
-Lo haré- dijo ella- gracias, capitán-
El capitán levantó ligeramente su sombrero y se retiró. Cristaly volvió a voltear hacia el mar. Las nubes cubrían por completo el cielo, por lo que no se alcanzaban a ver las estrellas. Todos los días se arrepentía de haber dejado el Santuario y haber hecho ese tonto viaje. Ahora, una tormenta iba hacia su barco. De pronto, sintió lo mismo que habían sentido sus compañeras en el Santuario: la cólera de Circe se había aplacado.
-Esto no es normal- se dijo- solo se alegra cuando tiene planes de hacer alguna maldad o de venganza...-
Pero un grito interrumpió sus pensamientos.
-¡Todos abajo!- gritó un oficial- ¡entramos a una tormenta!-
Cristaly corrió a su camarote. Desde la ventana del mismo, veía las amenazantes olas que se lanzaban contra el barco.
-¿Porqué no me quedé en Grecia?- se preguntó.
-Señorita- dijo el oficial entrando al camarote- el capitán dice que usted conoce estos mares más o menos bien...-
-Así es- dijo Cristaly.
-¿Podría ser tan amable de decirnos dónde nos encontramos, y que ruta sugiere que sigamos?-
-Ahora debemos de estar cerca de la isla Ogigia, donde reina Calipso. Eea, la isla de Circe, está más al norte. Entre este sitio y Ogigia, tenemos cuatro lugares: la isla de los feaceos, las grutas de Escila y Caribdis, y la roca de las sirenas-
El oficial hizo un gesto para demostrar que estaba escuchando, y Cristaly continuó.
-Solo la primera opción es buena- dijo- debemos de tener cuidado, porque las dos grutas son mortales. En la de Escila vive un monstruo del mismo nombre, y la gruta de Caribdis es una enorme boca que mastica los barcos. Además- agregó- debemos evitar a toda costa la roca de las sirenas...-
-Sí, claro- dijo el oficial, incrédulo- solo dígame que dirección tomar...-
-Yo sugiero el suroeste- dijo Cristaly, frunciendo el entrecejo- pero no se les ocurra tomar el este...-
-Gracias, señorita- dijo el oficial, saliendo del camarote. Cristaly se enfadó porque el hombre no creyó en su palabra, y siguió mirando por la ventana. La tormenta iba en aumento, mientras el barco se dirigía al sur.
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-¿Ya has preparado todo?- preguntó Circe. Yaria asintió, y Circe sonrió- bien, ahora, manda esta carta a la ninfa-
Diciendo esto, releyó la carta una vez más.
'Te mando esta carta para comunicarte mis órdenes. Está próxima a llegar una joven hechicera. No permitas que deje la isla. Si obedeces, te mandaré tu recompensa.
Circe'
Circe sonrió satisfecha. Dobló el papel, que era de color azul, y selló la carta. Se la entregó a su sirviente, quien la recibió inclinándose y después salió de la habitación. Circe tomó una vela y subió a la torre más alta del Circeo. Había un altar lleno de flores, ligeramente cubierto por una nube de incienso, y una estatua de una mujer muy hermosa, y parecida a la misma Circe.
-Afrodita- dijo Circe- debo hablar contigo...-
La estatua cobró vida, y volvió sus ojos hacia la hechicera.
-¿Qué deseas, Circe?-
-Necesito tu ayuda, Afrodita, para vengarme de mis enemigos: de Atena y sus caballeros, y de mi hija y las tres hechiceras traidoras-
-¿Y qué quieres que yo haga al respecto?- dijo la estatua de Afrodita- Apolo mismo acaba de ofenderme...-
-Por eso- dijo Circe- tengo un plan por el cual tú y yo obtendremos venganza sobre nuestros enemigos...-
-Y eso, ¿cómo lo lograrás?- preguntó Afrodita- si no puedes hacer nada, pues juraste...-
-¡¡Ya sé lo que juré!!- dijo Circe enfadada- no me importa. Una ninfa me ayudará, y ejecutará mis órdenes...-
-Entonces, ¿cuál es tu plan?- preguntó Afrodita.
-Necesitaré que le ordenes algo a tu hijo- dijo Circe- y que hagas a mi hija mucho más hermosa...-
-¿Y eso en qué te beneficiaría?- preguntó Afrodita.
-Déjamelo a mí- dijo Circe- yo me encargaré de todo-
La diosa lo meditó por unos segundos.
-Está bien- dijo- te escucho...-
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CONTINUARÁ...
Espero que les guste esta pequeña introducción. Manden reviews!!!
Abby L.
