Diversas clases majestuosas de tulipanes se hallaban en aquel precioso jardín perteneciente a un noble de Holanda. Todas le daban un aspecto elegante y estético, como un verdadero edén en un pedazo de tierra. Los invitados de aquel millonario amaban quedarse afuera y beber el té admirando las tan bellas plantas. Sobre todo en primavera.
Sin embargo, en el fondo y a escasa vista de ese vergel, reposaba un tulipán sin pigmento: El más simple de todas aquellas distinguidas compañeras. Blanco como las nubes, sólo eso. Ese infortunado tulipán, era casi siempre ignorado por los rayos del sol, gracias a que la pobre planta se situaba en un lugar recóndito del jardín. A menudo, el pequeño tulipán se preguntaba:
-¿Por qué alguien como yo, de tan poca finura fue plantado?-.
-Soy más que una burla para todas mis vecinas-. Se lamentaba.
Nadie podía entender de dónde salió tan desalineada planta; pero simplemente la dejaban a cuidado propio.
-Oye, tulipán común-. Exclamó una de sus compañeras. -¿Sabes la vergüenza que tengo que pasar cada día viéndote a mi lado? Yo, una Monsella, una de las más bonitas de nuestro tipo… ¡Qué barbaridad!-.
El tulipán de jardín oía constantemente estas quejas. Cada día tenía que soportar los maltratos de los demás; o, en su defecto, oír las mofas y las sátiras.
Un buen día, una nueva planta creció: Se trataba de una Rembrandt, que es la más espléndida de todas las de su tipo. Un color intensamente violeta que representaba madurez; y un blanco que la acompañaba, para recrear la paz en todo el ambiente. Todas envidiaban esa exquisita textura de sus pétalos y esa belleza que irradiaba al ser expuesta al sol. -Mira, Rembrandt: Yo, una hermosa Blackhorse, estoy siendo opacada por tu belleza. ¡Qué injusta es la vida!-. Se resignó la planta; pero rápidamente continuó: -Bueno, bueno, al menos no soy una sencilla planta blanca y sin gracia- Mencionó a tono de presunción, mirando a aquel tulipán descuidado. Rieron todas en coro.-¡Blackhorse, Monsella, Garza azul, Mariette, Shirley, White Parrot y las demás!-. Atrajo la atención de sus amigas, la sofisticada Rembrandt, a una viva voz.
-¿Qué sucede? ¿Qué sucede?-. Preguntaron con curiosidad.
-¿Entre ustedes hay alguien más que sea como esta pobre planta? ¿Alguien que sea de su misma especie?-.
Todos los tulipanes se miraron entre sí despistadamente; y respondieron:
-No, esa infeliz es la única por aquí-.
-Tulipán escondido: Tú eres único, ¡Vaya!-. Se fijó en el tulipán blanco con asombro y aprecio.
-Pero yo no soy como ustedes…- Atendió casi entristecido.
-Claro que no: Tú eres blanco por dentro y por fuera, no como aquellas cizañeras. Si te quitaran de este lugar, probablemente no habría nada diferente y llamativo. Se requiere de algo único para crear algo distinto. Y por eso, querida amiga, existes: Para ser diferente-. Y sonrió.
