Debería de haber una señal para que los autos se detengan y los gatos no sean atropellados. Todas las noches durante dos años me quedé despierto después de que mi madre dijo que era hora de ir a la cama, tan sólo para quedarme viendo una hoja de papel sobre el escritorio por horas. Era un sueño mío, ridículo como muchas cosas, pero que por alguna razón tenía sentido para mí.

También deberían existir clubes de Habla y Escucha en las escuelas, no es que no existan clubes de lectura o las clásicas salidas con amigos, pero a veces me hubiera gustado que existiera un sitio donde poder ir cuando estás rodeado de gente pero aun así sabes que nadie te escucha. Me hubiera gustado.

No sé si sólo soy yo o a todo el mundo le pasa que se sienten con la necesidad de hablar y hablar por mucho tiempo, mucho más tiempo del que realmente creen que tengan suficientes cosas para decir. Una vez lo intenté, me senté frente a una niña que no conocía y comencé a hablar, hablar, hablar – la niña era mayor que yo, unos dos o tres años, y quizá con mucha más sensibilidad como para no interrumpir mi palabrerío, a pesar de que ni siquiera tenía un orden cronológico o algo de sentido. Hablé por muchísimo tiempo, o al menos recuerdo que lo hice, y al final la niña me preguntó detalles sobre algo que había dicho, y de repente perdí el interés. Me levanté y fui hasta el otro lado de la habitación a jugar por mi cuenta. Nunca volví a ver a esa niña, ni a hablar tanto.

Quizá la palabra que busco no sea hablar, sino contar.

Una vez durante la secundaria llevamos una clase de oratoria, mis mejores amigos y yo. Fue mucho antes de que uno de ellos me dijera lo estúpido que soy y se fuera, pero no quiero hablar de eso ahora. El punto de esa clase era mejorar nuestras habilidades para hablar con la gente, y yo estuve emocionado el resto de las vacaciones antes de regresar. No es que careciera de habilidades para hacer amigos, pero de nuevo, quería contar y contar. Ese es el primer error que me lleva a la segunda pregunta, ¿soy sólo yo o le sucede a todo el mundo que cuando lloras, tu cerebro forma oraciones que tu maldita lengua debería guardar pero que no lo hace?

No me gusta llorar, pero lo hago mucho. Una vez la madre de Token nos llevó a todos al circo y ahí conocí al único tigre real que he visto en mi vida. Éramos muy parecidos, él y yo.

Pero no quiero entrar en detalles porque pensarás que quiero causarte lástima, no sería algo nuevo que supusieran de mí, pero realmente quiero evitarlo y es por ello que debo endulzarte el ambiente, ¿verdad? entonces te voy a contar una historia de amor.

El dulce clima del otoño fue lo que les vio hacerse pareja. Había hojas por todos lados y yo me pregunté por qué en la muerte era cuando lucían más hermosas, e hice muchas preguntas más que tampoco tuvieron respuesta. Pero de cualquier forma, las hojas reventaban bajo sus pies cuando caminaban tomados de las manos, con las mejillas rojas y las palabras nerviosas que un par de enamorados podría compartir. Una pareja diferente, un chico y un chico. Para cuando el invierno llegó, todo el mundo les palmeaba la espalda y les felicitaba por amarse tanto, las personas se detenían a presenciar los actos de amor que se dedicaban el uno al otro, y parecía que todo el mundo estaba alegre por ellos. Dulce historia de amor.

Craig ha sido uno de mis mejores amigos desde que puedo recodar, Tweek, no tanto. Nuestro grupo de amigos consistía en dos amigos y medio, pues solíamos decir que Craig, tan duro como es, sólo valía la mitad; a veces también nos juntábamos con Jason y Jimmy, pero al final del día sólo éramos Token, Craig y yo. Cuando éramos más pequeños solíamos jugar junto a los demás niños en el parque, y generalmente era yo quién iniciaba los juegos, pues era el que gastaba más energía imaginando. Me gustaba ser astronauta, o dragón en el reino, a veces éramos pescadores o los súper héroes de la caricatura de moda. Craig elegía cosas simples y tranquilas, mientras que Token obtenía los puestos que sobrasen para que nosotros pudiéramos elegir los que más nos gustaban. Así de bueno era él.

La casa de Token era otro de los mejores lugares para jugar, pues su familia es rica. La casa grande nunca careció de escondites ni golosinas, y cuando terminábamos exhaustos de brincar por las camas y los sillones, sus padres siempre tenían un lugar donde podíamos dormir; y a pesar de lo grande, dentro del hogar de Token nunca hizo frío. Me gustaba estar ahí.

A Craig también le gustaba, pero quizá por muchas más razones que las mías.

Verás, a pesar de que fueran mis mejores amigos de la vida, Craig sobresalió. Como si fuera mi mejor mejor amigo. Mientras crecimos nos contamos absolutamente todo, sin ningún secreto que guardar, y era como una regla que jamás discutimos. Es por ello que yo sabía muchas más cosas de él que las que Token podría imaginar. Pero cuando su padre golpeó a su madre y la llamo puta, no fue ningún secreto. Todo el mundo, o lo que era nuestro pequeño mundo de pueblo, escuchó y se enteró de las cosas horribles que pasaron en la casa de los Tucker. La casa de Craig dejó de ser un hogar esa noche.

Craig creció para ser un hombre duro, demasiado frío y también demasiado alto, de hecho cuando cumplió diecisiete y nos rebasó por muchos más centímetros, dejamos de decir que sólo valía la mitad. Pero en los buenos años, los años que a veces me gusta recordar, era tan normal como cualquier otro niño de nuestra edad, tan feliz como alguien que tiene una mamá y un papá que lo quieren mucho podría ser, y tan peculiar como sólo Craig ha sido.

En esos años vivimos para jugar. Teníamos ésta casa del árbol en algún lugar del bosque, una pequeña casa de deficiente estructura que dentro de unos cuentos años más cedería y me rompería un brazo. Adentro teníamos todo lo que un puñado de niños podría querer: basura. Había llantas que hicieron de sofás, latas de sopa vacías con los que armamos teléfonos, una botella de cristal con la que divisábamos a los enemigos, incluso alimentamos una ardilla para que fuera la guardiana de nuestra oh-tan-proclamada fortaleza. También fue en una de las paredes de esa casa del árbol donde escribimos que seríamos los mejores viajeros del tiempo de todos los tiempos.

Y entonces llegó Tweek.

No es que desee culpar a Tweek de lo que haya pasado en la misma línea del tiempo que surgió cuando él llegó, realmente no creo que haya sido de esa manera – no es de esa manera. Tweek sólo tuvo la mala suerte de aparecer en el momento indicado para que mi maldito cerebro lo haya relacionado con todo lo malo que siento ahora bullir en mis neuronas.

Pero esta historia no es sobre Tweek. Esta historia es sobre mí.

Mi terapeuta dijo que debo dejar de pensar en los demás y comenzar a pensar más en mí, o algo por el estilo. ¿Lo ves? estoy yendo al terapeuta y ahora estoy haciéndome preguntas a mí mismo dentro de mi cabeza. No sé si esto vaya a funcionar.

Pero quizá si mi terapeuta hablara con Token, éste último no estaría de acuerdo. A Token le irritaba cuando hablaba mucho de mí. Mí mí mí mí mí mí. O al menos le solía irritar. No hemos hablado por meses. Pero Craig es diferente, él escucha lo que digo incluso cuando yo no lo hago, incluso asiente y si le pregunto su opinión a veces me contesta con justamente la respuesta, es como si me escuchara en todo momento, o como si no tuviera la necesidad de prestarme su atención por completo porque puede predecir justo lo que estoy diciendo y lo que estoy a punto de decir.

"Es por eso, Craig, que cuando sea el mejor jugador del jodido mundo, me compraré dos perros. Y cada uno tendrá su propia casa." Estamos en la cafetería de la preparatoria, un lugar ruidoso, con aroma a papás fritas y grasa en las paredes. Craig sorbe de su soda y me mira, ninguna expresión notable en sus azules ojos de hielo. Así me gusta describirlos, porque eso son. Algo así. "También te compraré una casa a ti, amigo, pero será más pequeña porque con las de mis perros tendré muchos gastos." Craig deja de sorber y hace la lata a un lado sin decir nada, entonces toma la hamburguesa que hasta el momento estaba olvidada sobre su plato, y la muerde.

Sonrío, "Sabes Craig, yo sé que el examen de Harrison es pasado mañana, pero realmente me gustaría que vinieras al partido de mañana." Digo. Ojalá no me escuche desesperado, no lo estoy. "Sé que tampoco te gusta estar ahí porque Stan también lo estará, pero podríamos celebrar la victoria yendo por unas cervezas, hombre, solos tú y yo. ¿Qué dices?"

Pero sé su respuesta mucho antes incluso de que él la pueda pensar, porque he estado formulando esa pregunta desde la noche pasada, intentando encontrar el error en el software, el agujero en el alambrado, para lograr hacer que Craig acepte. No he tenido éxito encontrándolo. Aún y después de haberme preparado para esto, mi pecho se contrae cuando escucho su respuesta.

"Planes." Tan simple, muy simple. Una palabra con seis letras, dos vocales. Nada especial ni duro, pero que pega como si lo fuera. "Tengo planes con Tricia."

Tricia, una palabra, dos vocales y una terriblemente linda sonrisa, no me puedo enojar con Tricia.

"Y Tweek irá más tarde para estudiar." Y ahí está, T. No de Tricia. T de Tweek. TTTTTTT.

Saco el aire por la boca y dejo que mi espalda resbale en la silla. "Algún día me van a matar durante un juego y tu lamentarás no estar ahí para despedirte de mí." Craig levanta una ceja, y sin añadir nada sigue comiendo. Me quedo unos segundos esperando una respuesta que no va a llegar.

Mi vista se aparta de sobre de él con más aire escapando de entre mis labios. La cafetería es lo suficientemente grande para albergar a un montón de nosotros, y hay mesas por todos lados; afortunadamente quien diseñó esto tuvo la decencia de dejar suficiente espacio entre todas ellas. Mis ojos se detienen a inspeccionar una de las más concurridas y céntricas del lugar, la de los futbolistas.

Aquellos chicos son los más asquerosos, agresivos, imbéciles, promiscuos, busca problemas de todo el campus. Su existencia la dedican a beber alcohol e ingerir porquerías ilegales que realmente no sé de dónde obtienen. Son un puñado de imbéciles hormonales que apenas pueden mantenerse dentro de la escuela debido a sus habilidades como deportistas y no por sus fritos cerebros que simplemente los hace comportarse como unas bestias; un puñado de imbéciles que – yo soy uno de ellos.

Regreso la vista a Craig. "¿Qué pensarías si me sentara con Stan Marsh y los otros, hombre? ¿no te sentirías un poco reemplazado?"

La hamburguesa ha desaparecido después de tres mordiscos. "No."

Frunzo el entrecejo, "igualmente sabes que no lo haría." Craig vuelve a sorber de su bebida, sus ojos puestos en mí. Bufo. "A veces pienso que debería hacerlo sólo para probar que irías tras de mi con tu arrepentido culo, pero sé que no lo harías tanto como tú sabes que yo no te dejaría."

Craig deja salir una pequeña risa y toma el resto de papás que queda en mi plato. Sonrío con un poco de sorpresa, esta es la sonrisa del día. Afortunado soy de haberla visto.

"¿Y qué planes tienes con Tricia?", pregunto. Ahí está de nuevo la necesidad de hablar. Muerdo mis labios un segundo, un mal hábito que he intentado dejar después de que Bebe rompiera conmigo y fuera lo primero que me reclamara. En cambio, muerdo el interior de mis mejillas.

"Le enseñaré a manejar."

"Suena bastante ambicioso para un sólo día," me río, pero a Craig parece no hacerle gracia. "Escucha, éste será el penúltimo juego de la temporada y de verdad necesito una animadora, mi amigo de la suerte, mi hermano, para lucirme. Si quiero una beca para la universidad debo – tu sabes que es importante."

Pero parece que no lo es, porque he perdido la atención de Craig. Giro mi cabeza para ver detrás de mi hombro, y oh, no tenía que hacerlo porque Tweek ya ha llegado hasta nosotros y un segundo después ha tomado el asiento a mi lado.

"Jesús, la señorita Kitchin desea que nadie apruebe su curso," Sus manos siguen temblando cuando de su lonchera saca un sándwich. Sé de lo que habla, todos los alumnos de nuestro grado lo saben, pero aun así él sigue hablando. En eso nos parecemos. "puso las preguntas más difíciles, ni siquiera vimos en clase todo lo que preguntó y – oh, dios mío. Diablos, dios mío." Tweek comienza a sacar el contenido de su mochila, sus ojos un poco salvajes, su cuerpo entero temblando. "¡Tiene que estar por aquí!"

"¿Qué sucede, cariño?," es Craig. Aún después de tanto tiempo me sigue causando conflicto que se refiera a él de esa manera.

"Tiene que estar aquí, – ¡el ensayo de Política se entrega hoy!" Sus cosas ahora son un desastre sobre la mesa, hay cuadernos y hojas dobladas por todas partes. Craig se levanta de su lugar en la mesa y camina hacia nuestro lado. "Déjame ayudarte."

"¡No, Craig!, sé qué está por aquí, sé que lo hice anoche. Debe estar por aquí en alguna parte y –" pero en su estado de desesperación comienza a buscar entre cada cuaderno de manera descuidada, y uno de ellos termina golpeando el costado de su bebida y derramando el contenido. Café hirviendo.

"¡Amigo, ¿qué diablos?!" me levanto de mi asiento y siseo, mis manos yendo instintivamente a mi entrepierna donde el líquido quema y escalda la piel después de empapar mi ropa. "¡¿qué diablos, Tweek?!"

El rubio detiene su maniaco episodio y me voltea a ver, sus ojos muy abiertos. "Jesucristo, P-perdón, Clyde, no fue –,"

"No fue su intención, Clyde." Mi mirada se posa sobre la de Craig y soy recibido por unas facciones duras y los mismos ojos azules de siempre, pero un poco más fríos. La cafetería se ha quedado en silencio y cuando me giro para ver por qué, todos nos están observando. Mis puños están apretados.

"Lo sé."

Craig toma las manos temblorosas de Tweek y las retira de sobre sus cosas con tranquilidad antes de él mismo comenzar a buscar entre el desorden. Sé que Tweek me está viendo, pero yo no hago nada por mirarlo a él mientras trato de ignorar el hecho de que el resto de las personas también tienen su vista sobre nosotros. En silencio recojo mis cosas y salgo de ahí.

Afuera el aire es helado y el calor abrazador en mis pantalones es sustituido por el frío de South Park. Después de quince minutos de tallar con un pañuelo húmedo para intentar quitar la mancha en mi ropa, me he rendido y he salido por la puerta del gimnasio hacia el patio trasero. Kenny McCormick está fumando un cigarrillo a mi lado.

Tampoco entiendo a Kenny y apuesto a que él no me entiende a mí. No necesita hacerlo, rara vez hablamos, pero es común que nos encontremos el uno al lado del otro tan sólo acompañados de nuestra mutua presencia. El humo de su cigarrillo me golpea a la cara cada que el viento sopla, que es muy seguido, y siento mi garganta irritarse; pero no me molesta, yo también tengo el hábito de fumar. Bebe nunca se quejó de eso.

"¿Estabas muy lejos del baño?" pregunta, y su humo entra en mi tráquea una vez más. Le miro y espero que entienda el mensaje de que realmente hoy no es un buen día para romper la rutina y hablar conmigo. Es algo muy triste, porque el día iba muy bien esta mañana. "Conozco una manera para quitar las manchas," dice, y aprieto mis ojos esperando ser ridiculizado. "se llama agua y jabón."

Bufo, "tú debes saber mucho sobre eso." Se encoge de hombros y da otra calada más, su cigarrillo desapareciendo demasiado rápido.

"Mucho. Mi hermanita jugaba en el lodo y yo tenía que lavar su ropa." Lo dice de una manera tan natural, sin implicar absolutamente nada negativo, que me siento mal de haber deseado ser cruel con él. También me hace pensar en mi propia hermana.

La familia de Kenny nunca ha sido rica, sus ropas siempre han sido de segunda mano, su casa nunca ha tenido una sala de teatro como la de Token, o un baño propio para cada habitación como la mía. Aun así, nunca he escuchado a Kenny quejarse con el mundo, nunca le he visto culpar a los demás por la clase de vida con la que ha crecido, él nunca ha sido la clase de persona que se desquita con los demás por lo malo que le pasa. Kenny no es como yo.

"Gracias," digo después de unos segundos más de observar la nieve bajo nuestros pies. "lo quise intentar en el baño del gimnasio, pero tampoco deseaba mojarlos mucho para no salir a congelarme aquí afuera con ellos. Cosa que de todas formas pasó, quizá no lo pensé bien." Me rasco la cabeza y Kenny se carcajea.

"Me imagino de lo que hablarán todos cuando te vean," dice "Clyde Donovan, jugador estrella del equipo de americano, mojó sus pantalones, salió a la intemperie, y el frío le congeló tanto que hizo que se le callera la polla."

Frunzo el entrecejo. Demasiado rápido para decir que Kenny no es un hijo de puta.

"Tranquilo, hombre, a nadie le importa." Se ríe, el cigarrillo que tenía en la mano ahora no es más que una colilla en el suelo y un poco de cáncer en sus pulmones. Mete la mano en el bolsillo trasero y saca una golpeada caja de cigarrillos en la que sólo quedan dos; toma uno y me ofrece el último. "Y si les importara serían unos imbéciles."

Meto una de mis manos al bolsillo de la chaqueta y dejo que la otra se congele mientras mi cigarrillo se consume entre caladas. Nuevamente nos quedamos callados, pero mi mente busca algo para decir y así llenar el silencio. "¿Qué harás mañana por la noche?"

Kenny levanta una ceja, quizá sorprendido de que nuestra conversación siga fluyendo y no haya muerto después de unas cuentas líneas, como el resto de las veces. "¿Estás tratando de invitarme a verte jugar o no tienes con quién fumarte unos porros y pensaste en mí?"

"¿Qué? No." Una risa nerviosa escapa mis labios antes de que pueda detenerla. "Bueno, sí. Pensaba que podríamos ir a tomar algo después del juego."

Kenny se lleva una mano a la barbilla y finge pensarlo, al menos creo que lo hace. "No me convences." Dice, y mis pulmones vuelven a doler como hace unos minutos lo hicieron cuando rechazaron mi oferta por primera vez. "¿No irás a la fiesta con el resto de tus demás amigos?

Mis demás amigos.

"No, Craig, él – pensé que también eras amigo de Stan, Kenny."

Kenny canturrea algo antes de soltar otra carcajada, "Si piensas eso de mí, entonces no somos lo suficientemente amigos como para compartir un porro. Es una lástima, Clyde."

Alzo mi dedo y lo pongo frente a Kenny, justo entre sus ojos. "Jódete."

La colilla silba cuando la nieve apaga el fuego, y escucho la risa de Kenny detrás de mí. No me doy la vuelta, tampoco pienso el hacia dónde voy, y cuando me doy cuenta estoy nuevamente dentro de la escuela, sobre mi pupitre, entre tres paredes y un pizarrón con notas que no logro entender. Red está a mi lado hablando sobre el juego, y dice "Oh, Clyde, mañana usaremos nuestros nuevos uniformes, ¿no estás emocionado por vernos usarlo durante el partido?"

"Por supuesto", le sonrío.

"Apuesto a que jugarás mejor que nunca," dice, sus arregladas uñas golpeando con cuidado la mesa del pupitre. "y entonces en la fiesta podremos celebrarlo."

Después de guiñarme el ojo se da la vuelta y comienza a hablar con alguien más, no tengo la suficiente curiosidad para cerciorarme de quién se trata. Cuando por fin logro conectar por completo mi mente con mis alrededores, me doy cuenta de que estamos en historia, y que mi cerebro está comenzando a doler. Esta clase la comparto con Craig, pero no lo veo por ningún lado, por lo que asumo que no vendrá; en el último año se ha hecho muy común su ausencia.

En cambio, alguien más ocupa su lugar.

"Hey, está ocupado." Digo sin perder un segundo. La persona sobre el pupitre de Craig se gira para verme, una expresión de molestia en el rostro. "Un poco más de amabilidad te quedaría bien, Clyde."

Clyde, Clyde. Hoy todo el mundo desea decir mi nombre.

"Si, bueno, es el lugar de Craig y realmente deberías moverte."

Wendy gira los ojos y termina de sacar su libro y cuaderno de su mochila, "No seas un imbécil."

Suelto un bufido más, y dejo caer mi cabeza sobre el plástico de la mesa. Escucho a Kevin Stoley tomar el asiento de enfrente y reír. "Amigo, ¿listo para la fiesta de mañana?"

"Por supuesto." Repito. Ojalá me pudieran fundir con la mesa.

"¿Esta vez sí asistirás, verdad? No puedes estarnos dejando sin nuestro quarterback, ya faltaste a las dos últimas fiestas."

"Eso no es verdad, asistí a la anterior."

"Y te fuiste antes de la media noche con Craig." Dice, y deseo que mi cabeza pueda pegarse más a la mesa. Quizá así se daría cuenta que no es bien recibido y dejaría de hablar. No tengo tanta suerte. "Escucha, tienes que comprometerte con el equipo, sabes que no sólo es ir a jugar al partido y ganarlo, también se trata de celebrarlo con tus amigos."

Y lo celebré. Lo celebré viendo una película de terror con Craig.

"En un futuro mirarás hacia atrás y lamentarás no haberte fumado unos cuantos con nosotros, o no haber cogido con todas ellas," puedo escuchar a Red hablando con la otra persona, cuya identidad sigue sin ser importante para mí. Pero es mentira, ya he estado con Red antes. "y cuando estés en la universidad, joder amigo, todo va a ser muy diferente y ya no nos tendrás a todos ahí para mantener tu vida social con vida."

Por fin hago un esfuerzo por despegar mi cabeza de la mesa. Kevin está sonriendo, es esa clase de sonrisa que al final del día vuelve locas a todas las chicas, y yo no lo entiendo; es eso o es su complexión como la de un toro la que hace todo el trabajo, pues es puro músculo por donde lo veas. Sus ojos son un poco rasgados, y su gran sonrisa sólo lo acentúa más. "Escucha, iré a la maldita fiesta, pero por ahora realmente necesito descansar un poco porque tengo este terrible dolor de cabeza y tu –"

Entonces la puerta del salón se abre con fuerza y todo el mundo se queda callado. "Quiero que saquen una hoja, escriban su nombre, y le den gracias a dios que estudiaron durante todo el semestre para este examen sorpresa. ¿Qué, por qué ponen todos esa cara? ¿No lo hicieron? Que lastima."

Escucho a Kevin maldecir antes de acomodarse en su silla.

Mis manos encuentran su camino a mi pelo y comienzo a tocarlo con nerviosismo, ni siquiera creo haber traído un lápiz. "Mierda, mierda, mierda –,"

Y es justo eso a lo que se resume mi día, pero eso no es lo peor de todo, porque atrás de la infernal mujer entra Craig, quien aunque no parece muy contento toma uno de los asientos de enfrente sin siquiera verme.

Mi dolor de cabeza empeora, y me siento solo.