Los personajes de Crepúsculo pertenecen a Stephenie Meyer, la historia es mía.
Sinopsis
Nunca sabes cuánto puede soportar tu corazón hasta que entregas a la fuerza una parte de tu vida. Todo el mundo cree que Louisa Cullen es la cura a todos sus males, pero ni Edward ni Bella están convencidos de ello. Una niña que extraña a su madre y un matrimonio a punto de romperse. ¿Qué tan complicado puede ser, una vez que te enteras que cambiaron a tu bebé?
Primogénita
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Prólogo
2014
Bella contuvo el aliento.
—¿Le ofrezco un vaso con agua, señora Cullen?
La luz se filtró por la ventanilla de la habitación como un sordo relámpago. Algunas chispas imaginarias recorrieron los rincones y se detuvieron en la cabeza de una lámpara. Bella tanteó los dedos sobre la tela del pantalón, por encima de las rodillas, esperando una respuesta que no vino de inmediato. En ese momento, le embargó una mezcla de sentimientos confusos, recuerdos vagos, detalles pasados por alto. Algo impensado hasta el día de hoy, ridículo. Ni siquiera era capaz de pronunciarlo en voz alta, mucho menos comentárselo a alguien de confianza porque seguía en negación. No era capaz de hablarlo con su esposo, así que era evidente que no lo hablaría ni con su madre.
—Yo… di a luz en un estacionamiento en Hungría.
—¿Quién vive en Hungría?
—Mi madre, pero ya no vive allí.
Hubo un corto silencio.
—Continúe, por favor.
Estaba tan arrepentida de haber aceptado la cita. Estuvo insistiéndole a Edward que dejaran el tema por la paz desde que les había llegado la notificación al correo electrónico; una citación del juzgado de letras. Comenzaba a sentir la inseguridad que por semanas luchó por esquivar. Nunca se sintió con tantos deseos de estar acurrucada en su sofá favorito o preparando algo para la cena.
—Mi hija nació en un momento... muy caótico. —recuerda — Una mujer trajo una manta al estacionamiento del edificio donde vivía mi madre, la misma que llevamos al hospital. Era una manta suave de color rojo. —enfatizó— La arropé mientras nos trasladaban a un hospital cercano. Fue el 23 de abril… después del terremoto en Hungría. Era casi la medianoche y no había luz cuando llegamos a Urgencias.
—¿La manta iba con ella? Me refiero a cuando se la entregaron devuelta.
—No. No volvimos a saber de la manta.
Edward suspiró a su lado.
—¿Recuerda alguna característica de su hija recién nacida?
Bella encogió los hombros.
—Su cara estaba muy… inflada.
—¿Aparte de eso? —negó con la cabeza— ¿Notó algo extraño en ella después, en algún momento?
Edward puso una mano en la suya. El silencio se hizo partícipe de un modo muy incómodo.
—Tal vez… ¿su cabello? —contestó él, echándole un vistazo a su esposa— Su cabello era una mata de pelo oscuro y grasiento en la nuca al nacer.
—¿Cómo era el cabello de la niña que recibieron?
Esta vez, Bella apartó la cara. La mujer esperó una respuesta hasta que Edward se aclaró la garganta.
—Tenía rizos. Muchos rizos, pero no fue algo que nos llamara la atención en ese momento.
—Eso es porque la enfermera le había limpiado y secado. Por eso se le formaron los rizos. —explicó Bella, angustiada.
—¿Cuál enfermera?
Ambos se miraron.
—No recuerdo su nombre —respondió él— La que trajo a nuestra hija a la habitación acababa de empezar su turno. Nunca hablamos con la otra enfermera, la que estuvo en el parto con nosotros. Y como bien ha dicho mi esposa, el hospital estuvo sin electricidad por varios días, y además éramos extranjeros, ni siquiera recordamos al doctor que nos atendió ni tuvimos ocasión de agradecer a la mujer que nos regaló la mantita.
Bella negó con la cabeza. La interrogación empezaba a fastidiarle de verdad. ¿Cómo iban a recordar ellos a una enfermera en medio de un terremoto, dónde no había luz, agua y todo el mundo corría de un lado para el otro anunciando el fin del mundo?
La mujer dejó de escribir en su libreta de apuntes y suspiró.
—No se angustie, señora Cullen —murmuró— Doy por terminado el interrogatorio, es todo lo que necesito saber por hoy.
—¿Qué va a pasar ahora con nosotros? —preguntó Edward.
Ella no quería escucharlo.
—Realizaremos el examen de ADN. Dentro de unos días les confirmaré la fecha. —la mujer intercambió una mirada con ellos, como si los entendiera—Tengan fe.
Eso no les ayudaba, no la consolaba. Y nada de lo que habían dicho era concreto, una evidencia, sin embargo, Bella sabía en el fondo, que nada estaría bien para ellos nunca más.
