Disclaimer: Fairy Tail no es de mi pertenencia. Mío sólo es el texto.

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Su primer encuentro, fue el mismo día en que el compromiso de Sting y Yukino fue anunciado. La feliz pareja había organizado una reunión intima (que de íntima no tenía tanto, pues rondaban unas 35 personas en el lugar) para dar a conocer las buenas nuevas. Tanto Juvia como Rogue habían sido invitados; después de todo, Rogue era el mejor amigo de Sting, y Yukino lo consideraba como un hermano. En cuanto a Juvia, compartía la mayoría de sus clases en la universidad con Yukino y se volvieron amigas rápidamente.

En realidad, Juvia no planeaba asistir a dicha reunión. Su humor los últimos meses sólo había ido en decadencia, y aunque trataba de mostrarse estable frente a sus amistades, mentir no se le daba bien. Lucy, gran amiga de la peliazul, harta de su auto reclusión y excusas pobres para permanecer encerrada, la arrastró contra su voluntad (aunque, en realidad, Juvia estaba tan débil y hundida que casi no opuso resistencia) a aquella reunión.

Rogue la conocía poco, sus interacciones raramente iban más allá de un saludo cordial o por el contrario una despedida, y las pocas conversaciones reales que habían mantenido no excedían los 5 minutos y tendían a ser superficiales, más por cortesía que por ganas de socializar. Sin embargo, en aquellas contadas ocasiones que se habían encontrado, la chica se comportaba alegre y radiante, dulce.

La dichosa reunión daba lugar en el departamento compartido de Sting y Yukino, por supuesto, pero tenía más pinta de fiesta que de reunión. Eran ya las diez y Rogue iba por su tercer cerveza cuando llegó Juvia, cabizbaja y desganada. Sin fijarse mucho alrededor se sentó a su lado en el sofá de tres plazas que había en la habitación, luego de mantener una conversación breve con Lucy (a Rogue más bien le pareció algo unilateral, pues Juvia hasta para hablar estaba reticente y sólo murmuraba monosílabos), donde la rubia le pedía que la esperase un momento sentada ahí en lo que iba a buscar a Natsu.

Rogue no les prestó demasiada atención, pues justo en ese momento la música había parado y Yukino y Sting decidían hacer acto de presencia, llamando la atención de todos los invitados. Iban tomados de la mano, sonrientes y resplandecientes.

El muchacho de negra cabellera había sonreído con ligereza cuando Sting buscó su mirada, probablemente en busca de apoyo, y aunque ni Rogue era conocedor del motivo detrás de dicha reunión, lo notó nervioso cuando sus miradas se encontraron. Habían mantenido el misterio detrás de todo incluso para los más allegados, como lo era Rogue.

—Hola a todos, ¿cómo están? —Esperó un momento, donde la mayoría de los asistentes optaron por murmurar algunos "bien"—. Me alegro. Muchas gracias por venir hoy, yo… —Miró a Yukino, quien le sonrió con confidencia. Él sonrió en respuesta, y levantó la mirada a los presentes—. Como sabrán, Yukino y yo llevamos un par de años desde que iniciamos nuestra relación y hace unos días que pensamos en dar el siguiente paso —habló, con su sonrisa aumentando de tamaño—. Así que, esta noche, nos complace anunciarles nuestro compromiso.

Rogue consiguió escuchar como los invitados rompían en aplausos y felicitaciones se escuchaban por todo el lugar, pero su mente se había desconectado en cuanto escuchó la palabra compromiso. Con una fuerza de voluntad que no sabía que poseía, pudo dedicarle una sonrisa al prometido (con un trasfondo amargo que gracias al cielo Sting no pareció haber distinguido), antes de ser interceptado por algunos de los demás invitados, que abrazaban a la pareja o los bombardeaban con preguntas. La sonrisa falsa no le duró mucho, pues tampoco era precisamente bueno fingiendo y pronto la expresión abatida dio lugar en su rostro. No se preocupó mucho, pues creía que nadie le prestaba atención.

Quiso tomar un trago de su cerveza, dándose cuenta de que la lata se encontraba vacía y la cocina se hallaba repleta de gente que buscaba bebidas para animar más el ambiente. Estaba resignándose a esperar un rato hasta que la cocina se vaciara lo suficiente como para entrar rápido y salir con un par de cervezas más sin correr el riesgo de tener que interactuar con alguien, cuando sintió algo frío tocar su hombro izquierdo. Giró la cabeza con lentitud, identificando una lata de cerveza como aquel objeto frío, y una mano de aspecto delicado sosteniéndola.

Juvia lo miraba fijamente, sin decir una palabra. Tampoco sonreía, en su lugar, lo miraba con tristeza, casi con empatía. Probablemente se quedó un largo tiempo sólo viéndola, puesto que la muchacha empujó con suavidad la lata de cerveza, indicándole que la tomara, con notoria incomodidad. Él, por su parte, se acomodó de manera que quedase ligeramente ladeado a la izquierda, dejando su lata vacía en el suelo, para luego sujetar la cerveza que le ofrecía él mismo. Reparó, entonces, en que Juvia también sostenía una, y parecía haber estado bebiendo de ella antes, pues estaba abierta y la balanceaba ligeramente entre sus dígitos. No mediaron palabra en todo el proceso.

Abrió la lata, tomando un largo trago que le supo amargo, pero que sintió necesario. Juvia lo imitó, tomando un trago más corto que el suyo.

—No luces muy feliz, Rogue-san —le dijo, su voz sonando indecisa, repasando el borde de su lata con los dedos, sin verlo a los ojos. Él tampoco la veía a ella, pero decidió alzar la mirada tras escucharla hablar.

— ¿Resulta muy obvio, Juvia? —habló él, sin muchas ganas, sintiendo un nudo en su garganta que se negaba a desaparecer.

—Un poco —sonrió apenas. Sin embargo, siguió sin levantar la vista—. ¿Es… es por Yukino-san? —titubeó, dudosa.

Rogue no respondió, genuinamente sorprendido. Analizó a la muchacha de aspecto triste frente a él, notando que se encontraba nerviosa y se mordía el labio cada cuánto. Bebió más de su cerveza.

Juvia alzó la mirada, creyendo haber metido la pata cuando notó el largo silencio que el moreno no rompía: —Ju-Juvia lo siente, no sabía que era un tema delicado…

Rogue soltó un suspiro, conectando su mirada con la de Juvia. La tristeza reflejada en los ojos de Juvia le hizo tragar duro, pues sintió verse a sí mismo en aquellos orbes azulados. Asintió, buscando su voz en algún lugar de su ser.

— ¿Cómo lo supiste? —Estaba curioso, muy en el fondo. Nunca le había contado algo a respecto a nadie, nunca lo consideró una opción siquiera.

—Juvia no estaba segura, pero… a veces veía a Rogue-san mirar a Yukino-san con mucho amor —murmuró, bajando la mirada de nuevo, fijándola en su lata de cerveza casi vacía.

Rogue asintió, sin saber muy bien qué decir. El silencio se instaló entre ellos, opacado por los murmullos y risas de sus amigos y conocidos de fondo.

— ¿Y tú por qué estás tan triste, Juvia?

Ella lo miró, sorprendida, con una sonrisa triste. Se encogió de hombros.

— ¿No te enteraste, Rogue-san? —suspiró largo, antes de continuar—. A Juvia la dejaron.

Rogue asintió, y Juvia bebió el último trago de su cerveza. Algo había escuchado, pero de ello habían pasado más de tres meses y no creyó que a la muchacha le fuera a doler tanto. Aunque, si lo que había escuchado era cierto, su ex novio era su mundo entero (o algo bastante cercano). Bebió el último trago largo de su cerveza, sin saber qué decir.

Ella entonces se puso de pie, borrando su sonrisa triste. Dejó la lata vacía a un lado y miró a Rogue.

—Vayamos por otra cerveza, Rogue-san —Le guiñó un ojo, con una pizca de picardía, tomándolo de la mano para que se levantara también. Rogue casi se sobresaltó por lo repentino de su cambio, pero esbozó una pequeña sonrisa.

La cocina estaba vacía cuando llegaron ahí, sacando algunas cervezas frías de la nevera (que estaba repleta de éstas). Hablaban y bebían, sólo por el placer de hacerlo, sin prestar demasiada atención a lo que decían. Ninguno de los dos sabía muy bien a qué se debía ese repentino impulso, pero internamente ambos lo agradecían y lo disfrutaban, olvidando su pesar momentáneamente.

La música sonaba de nuevo, fuerte y ruidosa para el par, quiénes terminaron por quedar demasiado cerca el uno del otro al cabo de un rato para poder conversar tranquilamente sin necesidad de recurrir a los gritos. La cerveza, además, nublaba sus sentidos y la necesidad de espacio personal dejó de existir cuando Juvia iba por la novena lata. La gente entraba y salía de la cocina, no se quedaban mucho rato (en realidad, la mayoría iba sólo por alguna cerveza y se devolvía cuando encontraba lo que buscaba).

Su cercanía era tal que al hablar los finos y suaves labios de Juvia rozaban los oídos de Rogue. Éste, por su parte, se encontraba lo suficientemente afectado como para tener pensamientos irracionales (según su propia definición), luego de encontrarse a sí mismo con el deseo de juntar sus labios con los ajenos. No deseaba aprovecharse de lo indefensa que se encontraba la muchacha.

Eran casi las 2 de la mañana cuando la mayoría de la gente se había marchado y unos cuantos estaban lo suficientemente borrachos como para quedarse dormidos en cualquier sitio. Juvia iba por la cerveza número trece en ese entonces, cuando expresó su deseo de regresar a su casa. Estaba ya bastante ebria y achispada como para que le resultase seguro andar sola por las calles tan tarde, así que Rogue, como buen caballero que era, se ofreció a acompañarla diciéndole que él también quería irse ya de ese lugar. Además, sus respectivos departamentos no quedaban muy lejos el uno del otro. Juvia no se negó y en su lugar, le dio las gracias.

Tomaron un taxi, con un silencio cómodo instalándose durante el trayecto. Rogue pagó, haciendo oídos sordos a las protestas de Juvia ante ello.

La acompañó hasta la puerta de su apartamento, incluso cuando la peliazul le dijo que no era necesario.

Mientras Rogue buscaba palabras adecuadas para despedirse (puesto que no era un hombre de muchas palabras, y debía admitir que su estado de ebriedad, aunque un poco más atenuado que cuando aún se encontraba en el departamento de Sting, le entorpecía los pensamientos), Juvia habló:

—La verdad es que… Juvia está muy agradecida con Rogue-san por esta noche —Esbozó una sonrisa ligera, apenas un pequeño movimiento de sus comisuras hacia arriba—. Es la primera vez en meses en las que me divierto tanto… gracias, Rogue-san.

Rogue sintió el nudo en su garganta impidiéndole decir cualquier cosa. Dioses, la suave voz susurrante de Juvia (pues, después de todo, estaban a las dos de la mañana en el pasillo de su edificio), su sonrisa tenue y el alcohol en su sistema le estaban impulsando a hacer algo que en cualquier otro momento jamás hubiera siquiera considerado.

Se inclinó, lentamente, hacia ella. La realidad era que estaba cediéndole algo de tiempo, porque no quería forzar a Juvia a hacer nada que no quisiera. Su mano viajó a su rostro, acunando con suavidad su mejilla, pero la fémina no se movió un ápice. Sus ojos brillantes en la oscuridad del pasillo estaban fijos en los suyos propios, y durante un breve instante se sintió mal por hacer lo que haría, pero fue tan fugaz que no le prestó mucha atención. Motivado por la falta de reacción de la peliazul, acercó sus labios con lentitud a los ajenos, viéndola cerrar los ojos y cerrándolos él a su vez.

La besó con lentitud, amoldándose rápidamente a sus labios, el beso tornándose ansioso y ardiente en cuanto Juvia entreabrió los labios, dándole permiso de ingresar libremente a su cavidad. Eso hizo, disfrutando de su sabor mezclado con el gusto del alcohol.

Sintió la desesperación, la desolación de ambos mientras se besaban, mientras se desahogaban. Las manos de Juvia habían viajado en algún momento a su cabello, sujetándolo entre sus dedos. Las de Rogue, por otro lado, acariciaban la estrecha cintura y el rostro de la muchacha.

Se separaron con un suspiro, sin abrir aún los ojos. Rogue, quien mantenía su mano en la cintura ajena, podía sentir (y escuchar) su agitada respiración. Seguramente también estaría sonrojadísima, pensó, Juvia parecía ser ese tipo de chica. Abrió los ojos con lentitud, observando el rostro teñido de sombras, pero aun así, hermoso, de la joven.

—Gracias a ti, Juvia. Yo también me divertí —susurró, y Juvia no lo hubiera escuchado de no haber estado tan cerca el uno del otro. Asintió, abriendo los ojos y enfocándolos en el hombre frente a él.

—C-creo que será mejor que entre, Rogue-san… es tarde—musitó.

Rogue no dijo nada, pero retiró sus manos del cuerpo de la mujer, y ella hizo lo mismo con él.

—Tienes razón —murmuró—. Entonces… nos vemos luego, Juvia —se despidió. Juvia asintió, de nuevo, y se giró para ingresar a su vivienda.

Rogue se quedó ahí, en silencio, hasta que ella finalmente hubo desaparecido detrás de su departamento. Sólo entonces se permitió soltar un largo y cansado suspiro, girándose él mismo para entrar en el elevador del edificio, e irse a su propio departamento.

Sólo quería dormir, y olvidarse de todo por algunas cuantas horas.

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N/A:

¡Buenas!

Permítanme contarles un poco acerca de esto.

Empecé a escribirlo en mayo del año pasado, hace mucho ya. Originalmente sería un lemon corto con sexo por despecho, pero no pude narrar el lemon, el lemon no es para mí (aunque lo intenté). Como quiera, este fanfic nació de una petición que me hicieron (exigieron), un Rovia. Yo ni siquiera había leído jamás algo de esta pareja o pensado mucho en ella previamente, pero prácticamente me ordenaron escribirla. Así que nació esto.

No es muy largo, serán apróximadamente 6 capítulos... o algo así le calculo, porque aún no está terminado. No me gusta publicar seriados cuando no los he terminado, pero llevo meses con esto juntando telarañas en mi carpeta y fue como, uf. Lo he publicado para ejercer presión en mí misma porque me rehuso a dejar fanfics en hiatus y si sé que debo actualizar, funciona para mí. Llevo cuatro capítulos escritos y por Odín que estoy impresionada de mí misma y mi monumental estupidez al embarcarme en un multi-capitulado. No sé si ese término exista.

En fin, Andrea, esto va para ti. Ámame y te recontrato como beta. Pero á-m-a-m-e.

Si alguien (que lo dudo, porque el pairing no es muy popular) leyó hasta aquí, muchas gracias~. Agradecería infinitamente que dejaran un review. ¡Saludos!