Crónica Cero
Neófito.
Un cadáver en un callejón oscuro, en el corazón de la ciudad de México. Ha sido abandonado, hace una hora, en el interior de un contenedor de basura. Ha sido tan reciente que, de suerte, ningún vecino ha ido a tirar ahí su basura para darse cuenta del macabro suceso. Tiene una fea herida en el torso, porque se lo han rebanado con un afilado cuchillo. Su mano, fresca y aún tibia, sobresale del contenedor.
Un vecino desprevenido se acerca con su pequeña bolsa de basura... Y la deposita cerca de el contenedor, sin reparar en la mano humana que sobresale de éste. O quizá la ha notado pero ha preferido mantener la boca cerrada.
Otros veinte minutos, y el cadáver se sigue enfriando en el contenedor de basura. Sus venas empiezan a tornarse violáceas, fruto de la descompocisión primaria. Pronto, los pulmones se le pegan a la espalda y unas enormes manchas moradas se le forman en la espalda. La descompocisión es rápida en un medio tan tibio y lleno de parásitos.
La sangre empieza a atraer a las moscas y a los perros callejeros, y el olor a putrefacción empieza a hacerse presente. Los perros callejeros se amotonan en torno al contenedor y, en conjunto, logran voltearlo. El cadáver cae al suelo, y los perros lo olisquean. Era humano, sin duda, pero ahora está más muerto que Tutankamón. Uno de ellos se acerca, dispuesto a arrancarle un trozo de carne de la mano... Y entonces, la mano del cadáver se cierra en torno a las fauces del perro, y el cadáver atrae al can hacia sus propias fauces, arrancándole un gran trozo de carne del cuello. El perro cae al suelo, donde se desangra lentamente... Y el portador cero, el zombie neófito, se levanta para ir a buscar más víctimas.
