Hola!

Como están tanto tiempo?

Estoy de vuelta y les traigo la segunda parte de Tomoeda Trilogy.

Para los que no leyeron la primera parte o ni siquiera saben de la existencia de la misma, les comento. Como dice el título, esta historia va es una trilogía, es decir, tres historias que se suceden una a otra involucrando a los mismos personajes. La primera es de Tomoyo & Eriol, la segunda de Sakura & Shaoran y la tercera de Meiling & OCC. Recuerden que al tener personajes principales distintos van a cambiar de categoría en CHARACTERS, igualmente todas van a comenzar con el título Tomoeda Trilogy.

La primera parte de la trilogía lleva el nombre de "Tomoeda Trilogy: The Backup Plan"(pueden buscarla por el título o directamente en mis historias), si no la leyeron y les interesa leer Flirting With Disaster, les recomiendo que lean primero esa primera parte, van a entender mucho más la historia y les aseguro que no se van a arrepentir!

Van a encontrar que, a lo largo de la historia, aparecen personajes que no son de CCS, eso es porque no me alcanzaban los personajes del anime y tomé prestados otros de otros animes de CLAMP (aquellos que aparecen en Tsubasa R C), teniendo en cuenta sus características físicas. Si alguien tiene alguna duda sobre quien es un perdonaje, que no dude en preguntarme. Hay un solo perosnaje que no coincide con ningún anime, ni bien aparezca en la historia se los digo así no adelanto nada por ahora;)

Como anuncio en el Disclaimer, la historia no es mía (que más quisiera yo!) es de Sherryl Woods, se llama The Charleston Trilogy. Yo solo la adapté y la subí porque realmente me fascinó leerla y quería que todos pudieran hacerlo con los personajes de CCS.

Sin más que decir, les dejo el primer capítulo, espero leer sus Reviews para saber si quieren que siga subiendo los demás o no continúo la historia.

Disclaimer: Todos los personajes de esta historia no me pertenecen, le pertenecen a Clamp, y la historia en sí pertenece a Sherryl Woods, yo sólo la adapté sin fines de lucro porque me pareció una muy buena historia para que los fanáticos de CCS la leyeran transaldada al mundo de Sakura.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Tomoeda Trilogy

Flirting With Disaster

Capítulo 1

Sakura Kinomoto estaba sentada en el porche de una diminuta casa alquilada al borde de la playa, en las afueras de Tomoeda. Mientras le daba un sorbo a su tercer vaso de té helado, observaba el mar e intentaba encontrarle el sentido a las cosas.

Por supuesto, aquellas reflexiones tenían que ver con un hombre. ¿Por qué otro motivo iba a huir de su casa y a alejarse de su negocio una mujer razonable, cuerda y madura? ¿Por qué iba a sentirse tan insegura y llena de dudas como para permanecer en el diván de un psiquiatra durante años? Además, no se le escapaba la ironía de que había sido precisamente un psiquiatra el que había hecho que su mundo se tambaleara.

Yukito Tsukishiro, doctor en psiquiatría, seguro, sólido y fiable, era el hombre respetable y encantador que su familia siempre había querido para ella. Su padre había aprobado aquella elección. Y previsiblemente, su madre lo había adorado a primera vista. Disfrutando de la aprobación de sus padres, por primera vez en su vida, Sakura se había convencido de que quería a Yukito y de que quería casarse con él. La fecha de la boda se fijó al poco tiempo.

Y entonces, cuando las invitaciones ya estaban en el correo, Yukito había cancelado el compromiso. Le había dicho a Sakura que había recuperado el sentido común y que se había dado cuenta de que su matrimonio sería un desastre. Lo había hecho con tanta delicadeza que, al principio, Sakura ni siquiera había entendido lo que él estaba intentando decirle. Y cuando por fin lo había asimilado, se había sentido furiosa primero, y después simplemente destrozada. Cuando por fin había hecho lo correcto, había elegido al hombre perfecto, ¿qué había conseguido? La humillación total.

Sakura había hecho las maletas y se había marchado de casa. Con respecto a la distancia, no se había alejado demasiado, pero con respecto a su psique hecha pedazos, esa pequeña casa en la costa estaba a años luz de Tomoeda. Allí, Sakura podía sentarse en el porche, sacudiéndose perezosamente los mosquitos, y no estaba obligada a tomar ninguna decisión que después pudiera lamentar como la de haberse comprometido con Yukito.

Comía bocadillos, escuchaba la radio a lodo volumen y bailaba en el porche a cualquier hora del día o de la noche, y podía irse a nadar al mar y después volver a casa sin haberse limpiado la arena de los pies.

De hecho, llevaba haciéndolo durante unos días y ya estaba empezando a ponerse nerviosa. Ella era una criatura sociable. Le gustaba la gente. Echaba de menos su galería de arte en Tomoeda. Y casi estaba preparada para ver a sus amigos de nuevo, al menos en pequeñas dosis.

Sin embargo, había tomado la decisión de que no iba a volver a casa hasta que no hubiera entendido por qué demonios se había empeñado tanto en casarse con Yukito. Tenía que haber alguna razón oculta para que ella se hubiera convencido de que estaba enamorada de un hombre tan distinto a todos los demás con los que había salido durante su vida. En los momentos en los que estaba dispuesta a concederle algún mérito a su ex prometido, llegaba a admitir que él les había ahorrado a los dos mucha tristeza. Entonces, ¿por qué motivo la había empujado aquella ruptura a hacer las maletas?

No era la humillación. No del todo. A Sakura nunca le había importado lo que los demás pensaran de ella, al contrario que a su madre. Su madre estaba obsesionada por la opinión de los demás, y se había quedado horrorizada con la ruptura del compromiso de su hija.

El motivo tampoco era que se le hubiera roto el corazón. Su ego se había quedado un poco maltrecho, pero su corazón estaba bien. De hecho, en muy poco tiempo se había dado cuenta de que suspiraba de alivio, aunque no tuviera intención de admitirlo ante Yukito. Que él siguiera retorciéndose sumergido en sentimientos de culpabilidad.

Entonces, si no eran ni su orgullo ni su corazón la causa de aquella huida, ¿qué era? Quizá sólo el hecho de ver su último y desesperado sueño hacerse añicos ante sus ojos, dejándola sin más ideales, ni más opciones.

Con aquellos pensamientos tan inquietantes, Sakura se levantó de la mecedora y fue a la cocina. Sacó un bote de helado del frigorífico y volvió al porche. Después de comer un poco, encendió la radio y comenzó a bailar al son de viejas canciones de amor.

Así continuaba cuando vio a tres personas al otro lado de la puerta mosquitera. Desafortunadamente, incluso en la oscuridad, supo quiénes eran: su mejor amiga, Tomoyo Daidouji, el marido de Tomoyo, Eriol Hiragizawa, y… el traidor, Yukito Tsukishiro.

Si hubiera tenido energía, habría cerrado la puerta trasera, pero como no la tenía, se limitó a saludarlos como la dama sureña que era por educación. Oía la voz de su madre en su cabeza, diciendo: "La compañía, aunque no sea deseada, siempre es compañía bienvenida".

Sin embargo, mientras esbozaba una sonrisa fingida y abría la puerta, se juró que la próxima vez que se escapara de casa, iba a elegir un destino al otro lado del mundo para que nadie pudiera encontrarla.

Sakura estaba bastante segura de que tener a tres personas sentadas ante ella con una expresión de nerviosismo, una de las cuales era el mismo hombre que había causado aquella situación, no era la manera de solucionar las cosas.

—Sakura Kinomoto, ¿estás escuchando lo que te digo? —le preguntó Tomoyo, con impaciencia y con el ceño fruncido de preocupación.

Tomoyo y Sakura eran amigas desde pequeñas, y desde que Tomoyo había vuelto a Tomoeda, después de diez años trabajando como periodista de guerra, se habían vuelto inseparables.

—No —respondió.

No quería oír nada de lo que aquellos tres tuvieran que decir. Cada uno de ellos había sido culpable en parte de enviarla a aquel estado de depresión. Había intentado echarlos cinco minutos después de que llegaran, pero ninguno se había dado por aludido.

—Te dije que iba a detestar esto —dijo Eriol.

Eriol había sido su amor platónico durante años, hasta que se dio cuenta que lo suyo nunca podría ser, no solo porque él la veía como a una amiga, sino porque además estaba locamente enamorado de su mejor amiga.

—No me importa —respondió Tomoyo—. Tenemos que convencerla de que deje de compadecerse en esta casa. Mírala. Ni siquiera se ha peinado ni maquillado, y lleva unos vaqueros rotos.

—¡Estoy en la playa, por el amor de Dios! Y dejen de hablar de mí como si hubiera salido de la habitación —protestó Sakura.

Tomoyo hizo caso omiso y siguió hablando con su marido.

—Esto no es saludable. Tiene que volver a casa. Necesita salir y hacer algo. Este proyecto nuestro es perfecto.

—En tu opinión —le dijo Eriol—. Es posible que Sakura no esté de acuerdo.

Tomoyo frunció el ceño.

—Bueno, si no quiere ayudarnos con esto, entonces al menos tendrá que recordar que tiene una vida y un negocio que atender.

Sakura acabó por estallar.

—¿Y qué vida es ésa? —preguntó—. ¿La que tenía antes de que Yukito decidiera que yo no era su tipo y me dejara dos semanas antes de la boda? ¿O la vida humillante que tengo ahora, enfrentándome a mis amigos para intentar explicarles cómo he hecho las cosas tan mal?

De todos ellos, sólo Yukito respondió con evidente disgusto.

—Sakura, sabes que las cosas entre nosotros nunca habrían funcionado— le explicó pacientemente, como lo había hecho la noche en que le había dado la noticia de que se cancelaba la boda—. Yo he sido el que ha tenido el valor de decirlo.

—¿Y qué clase de psiquiatra eres, que no te has dado cuenta de nuestra completa incompatibilidad un año antes de la boda, o al menos seis meses antes?

—Sólo llevábamos unas semanas comprometidos, Sakura —le recordó él en aquel mismo tono fastidiosamente paciente—. Tú eras la que tenías tanta prisa por casarte. Ninguno de los dos tuvo demasiado tiempo para pensar.

—¡Estaba enamorada de ti! ¿Por qué iba a querer perder el tiempo con un compromiso largo?

—Sakura, por mucho que quiera pensar que te enamoraste de mí tan rápidamente, los dos sabemos que la prisa se debía a que querías seguir el ritmo de Tomoyo y Eriol. En cuanto ellos se casaron, te entró pánico. No querías quedarte atrás bajo ningún concepto y yo estaba disponible.

—Estás equivocado —protestó ella obstinadamente. No le gustaba nada el panorama que él estaba describiendo.

—¿De verdad? Ya habíamos dejado de salir después de unas cuantas citas desastrosas, pero justo en mitad de la celebración de la boda de Eriol y Tomoyo, decidiste que le diéramos otra oportunidad a lo nuestro.

—Porque mi familia te adoraba y todo el mundo decía que eras perfecto para mí. Estaba siendo abierta. ¿No es eso lo que hacen las mujeres sensatas a las que tanto admiras?

Eriol intentó, sin éxito, tragarse una risita, y Yukito y Tomoyo lo miraron con cara de pocos amigos.

—A mí me parece que Yukito tiene razón —intervino Tomoyo—. Creo que te aferraste a él como a un salvavidas en mitad del océano.

—Oh, ¿y tú qué sabes? —replicó Sakura—. Eriol y tú estáis tan obsesionados el uno por el otro que apenas os dais cuenta de que hay más gente a vuestro alrededor.

—Estamos aquí, ¿no es cierto? —respondió Tomoyo, asombrada por el desagradable tono de su amiga—. No creo que estemos tan obsesionados.

—A propósito, ¿cómo me habéis encontrado?

—Soy periodista —le recordó Tomoyo—. Sé cómo hacer llamadas telefónicas. Además, te conozco. Sabía que no te alejarías mucho de casa. Llevas Tomoeda en la sangre.

—Por Dios —masculló Sakura.

Claramente, tenía que ampliar horizontes. Quizá fuera aquello lo que fallaba en su vida. Nunca había sentido deseos de ir a otro lugar que no se hallara dentro de Japón. Quizá si hubiera viajado tanto como había hecho Tomoyo durante su carrera como corresponsal en el extranjero para una cadena de televisión, Sakura habría descubierto otro lugar donde habría podido ser perfectamente feliz. Al menos, habría conseguido escapar de la mirada enjuiciadora de su madre.

—En realidad, no necesito que sigáis aquí con esas caras tan sombrías, intentando planear mi vida —les dijo con cansancio a sus amigos—. Demonios, Tomoyo, tú fuiste la que convenciste a Yukito para que saliera conmigo. Y teniendo en cuenta cómo han salido las cosas, debería odiarte por ello.

En realidad, Sakura tenía que reconocer que había sabido durante todo el tiempo que se conformaba con Yukito porque era un hombre seguro, tranquilo y fiable, todo lo contrario de lo que ella había preferido siempre: a los tipos peligrosos y atrayentes. Sin embargo, aunque sabía que posiblemente Yukito nunca conseguiría que le diera vueltas la cabeza, Sakura también sabía que nunca le haría daño. Sin embargo, en aquello se había equivocado. Le había hecho daño, sí, aunque en realidad era su ego lo que estaba dolorido. Si un hombre como Yukito no podía quererla de verdad, ¿quién iba a hacerlo?

Aquélla era la idea a la que Sakura llevaba dándole vueltas, durante semanas ya. Yukito era su última oportunidad.

—¿Os importa que diga una cosa? —preguntó Eriol de repente.

Sakura se encogió de hombros.

—Como quieras.

—Yo lo veo de esta manera: no hay nada que te impida seguir en esta casita de la playa durante toda tu vida, si es lo que quieres hacer. Estoy seguro de que tu galería de arte seguirá en marcha, gracias a esas dos competentes empleadas que has contratado. Y de todas formas, no importaría que no fuera así, ¿verdad? Tienes ese fondo fiduciario que te ha regalado tu padre. No necesitas hacer nada.

Sakura se irritó. Ella no era una niña rica y malcriada que viviera sin trabajar. Había puesto todo su empeño en sacar adelante Images, la galería de arte que vendía a los ciudadanos más ricos de Tomoeda y a los turistas que visitaban el centro histórico de la ciudad. Para ella no había sido una afición, y se sentía enorgullecida por su éxito. Y también sentía cierta perversa satisfacción al pensar en que su madre se desesperaba por el hecho de que su hija fuera una vendedora, como decía ella. Nadeshiko Kinomoto debía de vivir en el siglo pasado.

En cuanto a sus empleadas, Sakura no sabía de dónde habría sacado Eriol la idea de que eran eficientes. Tendría suerte si no llevaban la galería a la ruina. Aunque hasta aquel momento en el que Eriol la había picado, no le había preocupado demasiado.

Sin embargo, si Eriol se había percatado de que cada vez estaba más indignada, no lo dejaba entrever.

—Sakura es una mujer lista —continuó él, dirigiéndose a Yukito y a Tomoyo—. Evidentemente, esto ha sido una experiencia dura para ella. Creo que deberíamos permitir que decida por sí misma cómo quiere pasar sus días. Puede volver a trabajar a su negocio, si es eso lo que quiere hacer. Puede venir con nosotros y ayudarnos con nuestro proyecto, que servirá para mejorar la vida de una persona. O también puede quedarse aquí sentada compadeciéndose de sí misma. Ella es quien debe decidirlo. Creo que cuando nos marchemos y tenga tiempo para pensar, tomará la decisión correcta.

Sakura vio al instante la trampa. Si hacía lo que quería hacer, que era quedarse allí comiendo helado y regodeándose en su tristeza, se preocuparían, pero la dejarían en paz y no pensarían mal de ella porque la querían. Pero en el fondo, ella se vería como una idiota demasiado indulgente consigo misma. Así era como se estaba comportando.

—Está bien, está bien. Contadme qué es ese estúpido proyecto —dijo refunfuñando.

Eriol reprimió una sonrisa.

—Vamos a construir una casa para una persona que la necesita. La idea ha partido de la congregación de la parroquia. Un benefactor ha donado el terreno, y el predicador me pidió que reuniera una cuadrilla de obreros. Trabajaremos durante los fines de semana, que es cuando la gente está disponible. Tomoyo y su madre se encargarán de recaudar el dinero para los materiales que no consigamos por donación.

—¿Y qué queréis que haga yo? —preguntó Sakura desconfiadamente.

—Lo que te digan —respondió Tomoyo con un brillo de diversión en la mirada—. Lo mismo que yo. Será un cambio refrescante para nosotros. Al menos, eso es lo que dice Eriol. Tendremos que dar martillazos y pintar paredes, como todos los demás.

Sakura miró a Yukito.

—¿Y tú? —le preguntó.

—Como tú quieras —respondió él—. He dicho que ayudaría, pero me mantendré al margen si eso es lo que quieres, Sakura. No quiero que te sientas incómoda.

—Haz lo que quieras —le dijo ella, con toda la indiferencia que fue capaz de reunir.

—Entonces, ¿ayudarás? —le preguntó Tomoyo.

—Ayudaré —dijo Sakura—. Si no lo hago, ¿quién sabe qué casa construiríais? Todo el mundo sabe que yo soy la que tiene buen gusto del grupo.

—Vamos a construir una casa con tres habitaciones y con las instalaciones básicas para una madre soltera con tres niños —le advirtió Eriol—. No una mansión. No podemos olvidar eso.

—Vais a construir una casa —replicó Sakura—. Yo la convertiré en un hogar.

Pero, justo cuando terminó de pronunciar aquellas palabras, Sakura detectó un brillo de satisfacción en los ojos de Tomoyo, y se preguntó si no estaba cometiendo el segundo error que de aquel día.

El primero, obviamente, había sido abrirles la puerta a aquellos tres.

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

Ahi fue el primer capítulo, espero que les haya gustado y espero su opinión :)

Voy a tratar, como hice con la primera parte de la historia, de actualizar todas las semanas, así tienen tiempo de dejarme algún Review pero no las hago esperar tanto como para que quieran venirme a buscar a mi casa para matarme.

XOXO

Mel