ufff que nervios / es la primera vez que muestro una de mis historias a un publico tan extenso o_O supongo que en función del éxito que tenga (si es que llega a tener algun éxito) me plantearé publicar fragmentos más extensos... pero en fin, tan solo puedo desear que os guste la historia y que os quedéis con ganas de más :3
Catherine: "Las normas están hechas para romperlas" (1)
-Estoy harta de que me controles siempre, cada día que pasa más que el anterior. ¡Déjame vivir!
-¡¿Te crees que lo hago por gusto?!
-Sí, porque eres una maldita controladora. ¡Olvídame!
-¿Adónde te crees que vas? ¡Vete a tu cuarto ahora mismo!
-¡No me digas lo que tengo que hacer!
Tras aquella discusión Catherine salió de su casa dando un importante portazo. Tan fuerte fue que hizo estallar en mil pedacitos los cristales que la adornaban. La joven corría a través de la calle mientras oía los gritos que su madre lanzaba al cielo.
¡Qué asco le tengo! Se repetía mientras reducía su paso y se abrochaba la chaqueta de cuero oscura. Sus mallas a cuadros rojos y negros destacaban entre el blanco manto que la nevada de la noche anterior había dejado sobre las calles y sus gruesas botas, de cuero también, dejaban profundas huellas a cada paso que daba.
Enfundó sus manos, cubiertas por unos guantes sin dedos, en los bolsillos y siguió caminando hasta que llegó a un puente. Al echar la vista abajo pudo observar el agua helada que esperaba impaciente la primavera para poder volver a moverse. De repente una mano robusta la cogió del hombro. Ella se volvió enseguida y perdió su mirada esmeralda en los ojos color café de un chico que la observaba.
-¿Te encuentras bien?
Catherine se lanzó a sus brazos mientras él la abrazaba con fuerza. Empezaron a surgir los sollozos, hasta tal punto que la joven fue incapaz de contener las lágrimas.
-Eh, eh, eh, tranquila… ya pasó. –pronunció el chico mientras la separaba un poco de él y secaba las lágrimas de su blanco rostro con dulzura. –Ahora cuéntame qué ha pasado.
-Mi madre… -logró articular ella.
-Con eso ya tengo suficiente. ¿Habéis vuelto a discutir?
Catherine asintió y bajó la mirada. El joven rodeó la cintura de la chica con su brazo para acercarla a él. Ambos empezaron a caminar, despacio, sin prisa; cruzaron el puente y llegaron a un banco de madera que había bajo unos árboles.
El chico retiró la nieve que había depositada sobre la humedecida madera y ofreció asiento a Catherine. Ella se sentó sin pronunciar palabra alguna y con la cabeza gacha.
-Bien, ¿ahora que estás algo más calmada podrías explicarme que ha sucedido exactamente?
-He discutido de nuevo con mi madre pero ésta vez… ésta vez ha sido la peor… ella estaba más que enfadada conmigo, puede que hasta encolerizada. Y yo no he podido seguir callando lo que pienso; llevaba ya demasiados años haciéndolo.
-¿Por qué se ha enfadado esta vez?
La joven se llevó las manos a la nuca y levantó sus ondulados, largos y anaranjados cabellos para dejar al descubierto un tatuaje en su cuello: se trataba de la silueta de un gato sentado en una luna creciente rodeada por un pentagrama y diversas notas musicales; en una esquina del dibujo aparecía escrita en japonés la palabra alma (魂), "tamashi".
-Wow… -pronunció en chico mientras admiraba aquella pequeña pero detallada obra de arte. –ahora entiendo que tu madre esté tan furiosa… creo que es lo que más le molestaba que pudieras hacerte.
-Decía lo mismo de mis los piercings y ahora los ignora; del mismo modo que ya no da importancia al hecho que me haya teñido el cabello de naranja sin su permiso.
Catherine siempre había sido una buena niña, de esas que nunca desobedecen a sus padres, de esas que siempre habían reprimido sus impulsos por mostrarse tal y como es. Hace un año aún era así pero de repente algo en ella cambió; se sentía más oprimida que nunca, y sabía que aquella situación era insostenible. Su vida necesitaba un cambio y ella le dio un pequeño empujón revelándose contra su madre haciendo cosas que ella siempre había detestado: se hizo dos piercings en la oreja derecha (uno al lado de su primer agujero y el otro en la parte superior de su pavellón auditivo), había dejado atrás su melena castaña de puntas doradas para mostrarse con una cabellera peliroja, anaranjada y por último (al menos de momento), el tatuaje... aquel tatuaje que ella adoraba. A pesar de todo su madre seguía controlándola; a cada fiesta que iba le hacía mil preguntas, a cada lugar al que quería ir buscaba la forma de no permitírselo. De acuerdo, era hija única y comprendía que su madre quisiera protegerla, pero definitivamente, aquel comportamiento había ido demasiado lejos.
-¿No crees que esto sí que ha sido pasarse un poco?
-No jodas que vas a ponerte de su parte… Bruno, por favor, no.
-Yo no he dicho eso.
Catherine lanzó una mirada irónica a su amigo mientras él intentaba continuar la conversación en la que se habían sumergido.
-Bueno… ¿y cuándo hace que lo tienes?
-Una semana, más o menos…
