Disclaimer: todos los personajes pertenecen a J. K. Rowling

'Este fic participa en el reto off-Scorse de Octubre "Escala de Grises" del foro El Escorpión Que Coleccionaba Rosas'

Fortaleza: Capacidad para soportar problemas y adversidades; firmeza de ánimo.


Bellatrix es fuerte, siempre lo ha sabido.

Desde pequeña ha sido la más fuerte de sus hermanas. Narcissa, al ser la más pequeña, ha sido consentida hasta el cansancio, volviéndola débil y sumisa.

Y Andrómeda… no quiere hablar de ella. No desde su huída con el sangresucia. Antes de que se enamorara de aquel ser (Bella no sabe siquiera si considerarlo humano) ellas habían sido unas hermanas muy unidas, compartiendo secretos y tratándose de manera cariñosa, pero la diferencia entre sus ideologías las alejaron poco a poco, hasta que Andy- ahora una traidora a la sangre- la abandonara por el muggle ese. Y eso no se lo perdonará nunca.

Nunca podrá entender como pudo rebajarse tanto, ella no lo haría por Rodolphus.

No lo ama, de eso está segura, aunque admite que quizás se ha encariñado un poco con él; lo considera como su mascota, que siempre estará ahí cuando necesite un poco de cariño. No puede sentir amor, eso la haría débil, inútil, y ella necesita ser fuerte para el Señor Tenebroso.

Recuerda que al principio su relación había sido muy diferente.

Su matrimonio había sido concertado por ambas familias, y no estaban enamorados el uno del otro, pero había ciertamente una atracción presente.

Cuando recién se habían casado, rara vez se alejaban del dormitorio, pasando horas satisfaciendo sus necesidades más primitivas. No hacían el amor, eso nunca,, pero Bellatrix admitía que Rodolphus era bueno en la cama. Muy bueno. Tanto que ella no había sentido necesidad alguna de engañarlo.

Pero su relación se había deteriorado cuando el Señor Oscuro apareció en sus vidas.
Bella se había enfadado mucho cuando Rodolphus le había prohibido unirse a los mortifagos. Eso no es para mujeres le había dicho el muy descarado. Como si ella, una Black de pies a cabeza, no tenía suficiente madera para enfrentarse a esas cosas. Por supuesto que -un hechizo punzante después- él había aceptado llevarla a la próxima reunión.

Y ese fue el momento en el que todo se derrumbó.

Ella empezó a obsesionarse con obedecer cada orden y demanda de su Amo, quería ser la mejor entre los mortifagos, a pesar de ser la única mujer en el grupo. Rápidamente logró ganarse la confianza del Señor Tenebroso, disgustando a muchos de sus compañeros y rodeándose de enemigos.

A Bella no le importó realmente, de hecho, ni se inmutó ante un arrebato de celos por parte de su esposo. Eres patética Bellatrix, pareces una tonta colegiala enamorada le había reprochado él.

Ella había bufado ante la idea; por supuesto que no estaba enamorada (eso era solo para débiles) pero no podía negar sentir cierta atracción hacia el inmenso poder que emanaba de su Señor. No era su culpa que Rodolphus no tuviera esa aura oscura.

Y el día en que su Amo había desaparecido, ella había perdido la razón durante un momento, y se había desquitado con unos miembros de la orden del Fénix. Si algo le había pasado a Él, ellos tenían que ser los responsables.

No le importó ser capturada por los aurores y ser llevada al ministerio, no cuando vio la marca tenebrosa igual que siempre. Nada había cambiado. Él estaba por ahí esperando algo, quizás quería hacer un regreso triunfal. Ella no creía toda esa basura que decían todos. ¿Cómo diablos un bebé habría podido matar al mismísimo Lord? Era de lo más absurdo.

Y en el Ministerio de Magia, frente al Wizengamot no tuvo ningún problema en proclamar a los cuatro vientos su lealtad hacia el mejor mago de la historia, porque ella sabía que cuando regresara, ella y los otros que siguieron leales a su causa, serían recompensados. No como los soplones que vendieron a sus compañeros por libertad, ni con ratas inmundas como Malfoy, que alegando estar bajo la maldición imperio, habían renegado al Señor Oscuro. Deseaba ver como serian torturados por el Lord una vez que volviera.

Cuando los llevaron a Azkaban, compartió un último beso con Rodolphus; se miraron a los ojos, prometiendo salir de ahí. Él nos sacará había dicho Bellatrix con toda la convicción posible, y Rodolphus había contestado con un simple lo sé, antes de sonreírle y alejarse junto al auror a su celda.

Y ahora, quince años después de ese juicio, está sentada en su celda, mirando por la pequeña ventana la luna que ilumina el cielo y espera.

Sabe que el Señor tenebroso no tardará en rescatarla, la marca se ha estado moviendo, y ella está ansiosa por volver a encontrarlo.

—Falta menos, Bella— murmura su esposo en la celda a su lado.

No puede evitar sonreír, esbozando una mueca sádica, un claro signo de que todo rastro de cordura la ha abandonado. Pero es feliz, porque ha sido fuerte y esperó por Él, a pesar del terrible frío de los dementores y los melancólicos recuerdos de su familia.

Un movimiento fugaz en el cielo capta su atención. Volutas de humo negro vuelan de un lado a otro y rayos luminosos impactan contras las paredes de la prisión haciéndolas estallar en pedazos.

Un estruendo se escucha en la celda de a lado, la de Rodolphus. El hombre, seguido por su hermano Rabastan, pasa frente a su celda y se detiene para ver a su mujer.

—Vamos Bella— dice abriendo los barrotes y tendiéndole la mano.

Ella no duda en tomarla para ayudarse a levantar y mira a su esposo como si nunca lo hubiera visto. Azkaban ha demacrado su rostro, y sus ojos brillan con locura. Supone que ella no se ve mucho mejor, pero lo importante es que el Lord ha regresado, y ellos estarán a su lado.

—Vamos a divertirnos— comenta el hombre con una sonrisa y ella sabe que no miente.

Seguramente ha valido la pena esperar más de una década encerrada si eso significa volver a estar entre los mortifagos de mayor confianza. Y lo más importante, lo volverá a ver. A Él.

Ha aguantado estoicamente los quince años encarcelada, porque Bellatrix es fuerte y siempre lo ha sabido.